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Rodri Balón de Oro, brillante

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 30 de octubre de 2024 / 00:00

Cuando nadie sepa qué hacer con la pelota, mirará atrás y se la dará a Rodri; cuando el arquero esté apretado por un rival, saldrá con Rodri, aunque lo vea marcado; cuando el equipo no encuentre los caminos ofensivos para la victoria buscará al número 16… Él sabrá qué hacer, cómo desenredar la madeja del juego.

Siempre con inteligencia y serenidad, con pase preciso y, seguro, limpiará la jugada y le dará un nuevo curso positivo a la acción. A derecha, a izquierda, arriba… Un distribuidor fantástico.

Y cuando nadie esté acertado para el gol, también se hará cargo de ello. Es el centrocampista perfecto, con el que sueñan todos los entrenadores, muy técnico y con una solución para cada problema que el juego plantea. Para Rodri no hay canchas locales ni visitantes, brilla igual en todas. Es un cerebro, un termómetro y un ganador.

Es el crack que jugará 60 partidos por año y será la figura en cincuenta y cinco. Es un atleta con temple, pero sin conflictos, con sólo una tarjeta roja en diez temporadas y 487 partidos.

Rodrigo Hernández, madrileño de 28 años, es el nuevo Balón de Oro y está bien. Es un premio que recompensa el talento, la regularidad, el puesto de mediocampista. Pocas veces en el historial del anhelado trofeo se ha concedido con tanta justicia.

Un ganador irreprochable. En el lapso de elegibilidad -1° de agosto de 2023 y 31 de julio de 2024- Rodri ganó la Premier League con el City (por cuarta vez consecutiva) y la Eurocopa con España, siendo elegido en esta el mejor jugador del torneo. De propina, marcó 12 veces y asistió otras 15 entre club y selección, muchísimo para un medio de contención. En Rodri se premia el juego, la calidad, no sólo al que mete goles.

Aunque fuera del período electivo, vale recordar que Rodri se coronó campeón de la Champions 2022-23 marcando el único gol de la final y ganó la Liga de Naciones 2023. Viene con altísimos méritos de hace tiempo. Es figura de club y de selección. De modo que no sólo es una elección merecida, también indiscutible y que honra al Balón de Oro. No hay forma de negar sus extraordinarios argumentos.

Lastimosamente, la 68° ceremonia del trofeo quedó atrapada por la polémica. La gala de premiación estaba fijada para las 21 de París. Unas seis horas antes se supo que la delegación del Real Madrid anulaba su viaje a Francia, enterado de que Vinicius no recibiría el galardón. Fue un enojo monumental. El avión charter para cincuenta personas quedó vacío en la pista del aeropuerto. El club blanco dio un portazo a la ceremonia, en la que sería de todos modos protagonista esencial pues ganó en varios rubros. Mejor equipo masculino del año, Carlo Ancelotti mejor entrenador, Kylian Mbappé ganador del trofeo Gerd Müller al goleador (junto con Harry Kane) y, Vinicius, Bellingham, Carvajal y Mbappé terminaron 2°, 3°, 4° y 6°.

Pero nada de eso alcanzó a atemperar la ira del club, que ni siquiera avisó que no asistiría. Una desconsideración absoluta, una falta de elegancia y de deportivismo total. Vinicius tenía excelentes méritos para ganar (no tantos como Rodri), simplemente los cien periodistas votantes se decantaron por el jugador del City. Era uno u otro. Los medios madrileños (y madridistas) estallaron como viudas, a muchos periodistas afines al club hubo que apantallarlos. Una locura total. El mundo Real Madrid prefería que lo obtuviera un extranjero y no un español, sólo porque éste no juega en su equipo.

“Si los criterios del premio no proclaman ganador a Vinicius, esos mismos criterios deben proclamar a Carvajal. Como esto no ha sido así, es obvio que Balón de Oro y UEFA no respetan al Real Madrid. Y el Real Madrid no está donde no se le respeta”, fue la sentencia puertas adentro del Bernabéu. “El Balón de Oro deja de existir para nosotros”, agregaron.

No hay ningún otro club en el mundo que exija, años tras año, que le den el Balón de Oro a sus jugadores como el Real Madrid. Si no es así, “no vale”, “está arreglado”, “hay trampa”, “es un escándalo”. No puede ser. Hay otros clubes en el planeta y otros buenos futbolistas. Es un caso de soberbia inaceptable. Figo, Cannavaro, Modric ganaron el premio en su momento por ser jugadores del Madrid, sobre todo. Lo mismo alguno de los trofeos logrados por Cristiano Ronaldo. Modric consiguió el Balón en 2018 presentando una tarjeta de 2 goles y 8 asistencias. Messi hizo esa temporada 45 tantos y 18 asistencias. Y salió quinto. Nadie protestó. Y aún cuando Luka es un maravilloso futbolista, no puede compararse con Leo. Pero está bien, el croata fue campeón de Champions 2018.

Los criterios de elección para France Football son tres: “1) Estado de forma durante la temporada. 2) Títulos colectivos logrados durante el año natural en curso. 3) Imagen pública del jugador, dentro y fuera del campo, donde entran en juego el Fair Play o los actos filantrópicos de la persona”. En los dos primeros hay cierta paridad, aunque a Vinicius le ha ido muy mal con Brasil. Ha hecho un solo gol en dos Eliminatorias y no ha obtenido laureles. Y la Copa América fue un fracaso para él. El tercer punto es la piedra que lo hunde: pelea con rivales, árbitros, público, provoca, está siempre al límite y genera un clima bélico.

Cabe aclarar que la UEFA es corresponsable de la organización del evento, sin embargo, no tiene nada que ver en la elección, que sigue siendo resorte de France Football. Los votos están a cargo de 100 periodistas vinculados a la revista. Es un proceso muy serio y reservado. Danilo Díaz, magnífico periodista chileno que vota todos los años en la célebre compulsa y también en el The Best, de la FIFA, explica: “France Football jamás te sugiere a quien elegir ni te cambia un voto, hay un respeto total…” Justamente Danilo escogió vencedor a Rodri. Lo mismo sostienen Paché Andrade, histórico relator colombiano, y Carlos Enrique Rivera, narrador de ATB, de La Paz, Bolivia, quienes llevan más de veinte años votando.

El ultrafavoritismo de Vinicius fue cosa exclusiva del Real Madrid, que se considera un club por encima del sistema. Del club y de su poderoso entorno mediático. Para el resto del universo Rodri era un candidato impecable, muy difícil de vencer. Vincent García, director del premio de France Football, dio una clave de la derrota de Vinicius: “Real Madrid tuvo muchos jugadores en el top 5. La presencia de Bellingham y Carvajal evidentemente le quitó votos a Vinicius, los jurados repartieron sus decisiones entre ellos”. A su vez, Vincent Duluc escribió el editorial de la revista. “Una derrota electoral y una derrota moral”, tituló. Lo definió como un club sin clase al no concurrir a la gala y que “no acepta que el ganador no sea él”.

Despecho al margen, desde hoy mismo, todos los medios madridistas, con gran penetración en América Latina, empezarán a trabajar para conseguir el Balón 2025 para Mbappé o el mismo Vinicius. Pero les salió otro problema: Lamine Yamal. Es un fenómeno en potencia, tiene 17 años y mucho carisma. El lunes ganó el premio Kopa al Mejor Juvenil Mundial y entró séptimo en la tabla general. Es un candidato ideal para el año próximo. Y aunque sea español, lo bombardearán como acaban de hacer con Rodri.

Sin Mbappé, el paraíso

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 12 de marzo de 2025 / 23:27

El frenético festejo final entre hinchas, jugadores, auxiliares y cuerpo técnico refleja el momento del PSG. No se trata sólo de una clasificación a cuartos en Europa. Hay alegría, unión y carácter. Y, sobre todo, hay equipo, juego, funcionamiento.

Es la satisfacción, por fin, de estar en el camino correcto. Por eso la felicidad general. Le costó años quitarse el pringoso traje de pecho frío que le impuso la comunidad futbolística internacional.

De club lleno de figuras que no alcanza objetivos importantes. De equipo pijama. Catorce años exactos, desde que el fondo catarí asumió el control accionario e inyectó los recursos para volverse grande (lo logró) e intentar coronarse a nivel continental (está en eso).

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Logró el reconocimiento general este martes nada menos que ante el Liverpool. Y en Anfield. Un Liverpool que es líder y ya casi campeón de la Premier. Además, ganador con holgura de la primera fase de la Champions. Y sextuple campeón de Europa. Necesitaba un rival pesado y copero el Paris Saint Germain para dar vuelta esa imagen que lo torturaba. Y fue a lo grande.

Por penales, pero jugando un fútbol que enorgulleció a sus hinchas y le granjeó el respeto de todos. Después de virtualmente pasarlo por encima en París, entrándole por todos lados (y perder de manera increíble 1 a 0 por la fabulosa labor del arquero Alisson), fue a Inglaterra a buscar el resultado que necesitaba. Y lo consiguió con fútbol y personalidad. Devolvió el 1-0 y avanzó a cuartos de final tras el alargue y los penales. El dramatismo le agregó euforia a la alegría.

No obstante el resultado, lo que impresionó fue su juego, su personalidad, su temple, en un reducto casi sagrado del fútbol, donde han derrapado tantos. “Ahora somos un equipo de verdad”, sintetizó con orgullo su técnico, Luis Enrique, en la rueda de prensa posterior. Es lo que se advierte. Pareció un mensaje por elevación a Mbappé, a quien el asturiano lo masticaba, pero no lo tragaba. Ya lo había lanzado la temporada anterior, cuando se marchó Mbappé: “Seremos mejor el año que viene”, dijo. Quería esto que ha logrado: que todos jueguen para todos, no para una estrella.

“Lo fácil era pensar que, sin Kylian, el PSG se iba a diluir sin remedio. Pero la realidad es tozuda”, escribió Javier Giraldo, de Sport, de Barcelona. Exacto, es al revés. Juega mejor. “Es el equipo más fuerte que hemos enfrentado, no sólo en esta temporada, sino en los últimos tres años”, comentó Virgil Van Dijk, dándole un reconocimiento fuerte.

¿Tiene mejor plantel que en el curso anterior…? No, similar. Por el contrario, hizo menos incorporaciones que en años precedentes, aunque fichó bien. Willian Pacho ha sido un acierto magnífico, le da seguridad defensiva y juego aéreo. Désiré Doué, cuando ingresa, es un soplo de frescura en el medio, tiene técnica y puede convertirse en pieza importante.

El portugués João Neves aporta movilidad, manejo y llega al área. Y el impronunciable georgiano Kvaratskhelia agrega gambeta y desequilibrio en ataque. Pero nada extraordinario. Simplemente, juega mejor, con armonía, llega a fondo con los laterales, con Vitinha, transformado en el Modric del PSG, con el mencionado João Neves y, por supuesto, con los tres de arriba.

Eso. Y Luis Enrique, claro. Un sujeto que no tiene miedo a nada. Manda a sus equipos al frente contra todos y en cualquier estadio. Domina, ataca, sale a ganar. Sin pelotazos. Y se nota un compromiso total del plantel. El día del 0-1 de local ante el Liverpool fue una maravilla, una orquesta de cámara. Nasser Al-Khelaïfi está feliz con Luis Enrique y ya le ha ofrecido renovar contrato por, mínimo, dos años más. Y el entrenador aceptaría. ¿Dónde estará mejor que en la Ciudad Luz, centro del mundo…?

El tiempo, juez esclarecido, dará su veredicto: la fortuna, que no una decisión elaborada, le hizo enorme favor al Paris Saint Germain: que se marchara Mbappé. Terminaron los conflictos y, sobre todo, ¡qué bien juega el PSG sin él…! El club, el equipo y el técnico se liberaron. Ahora juegan todos para el PSG, no para dársela a un individuo y que este engrose sus números personales. Mbappé es la versión 2.0 de Cristiano Ronaldo: todos deben jugar para él porque sino se enoja. Todos a jugar para el de menos sabiduría y visión futbolística. Antes, la fórmula era el pelotazo al espacio para que Kylian corriera y disparara. Ahora es un colectivo y funciona que es un encanto. Toque y toque, pero con profundidad. Luis Enrique es en cierto modo de la escuela de Guardiola, aunque con más picante, de transiciones rápidas y con ataque más frontal, más declarado. Barcolá, sustituto de Mbappé, es una bendición, gambetea, desequilibra, hace y sirve goles, posee velocidad y una cierta desfachatez sudamericana. Dembelé se liberó y es una metralla, nunca había alcanzado este nivel. Y ya no es obligatorio darle a nadie los pases, los penales, los tiros libres, la capitanía, las llaves del vestuario. Ahora son once y nadie se siente presionado por tener que pasársela a Mbappé en cada jugada. El corresponsal en París del diario AS, en un primer momento, tituló “Tras Mbappé, un huracán”, hablando de lo que ha mejorado el juego del PSG. Desde luego, le hicieron cambiar el título rápido. Ahora Kiki juega en el Madrid y hay que protegerlo.

En la 2023-2024, con Mbappé en París, Dembelé marcó 6 goles en 42 partidos (0,14 por juego). En esta 2024-2025, sin Kylian, lleva 29 goles en 36 cotejos (0,81). Casi seis veces más. Tanto ha levantado que es serio candidato al Balón de Oro, según los medios europeos. Hasta julio último, esto hubiese sonado a ciencia ficción. Claro, dependerá de cómo le vaya al PSG, que aspira a los tres títulos que disputa. Ya lo había anticipado Luis Enrique: “Sigo pensando que (sin Kylian) somos mejores en ataque y en defensa, Los números están ahí”.

Casi un calco de lo que acontece ahora con Dembelé sucedió en el Real Madrid con Benzema. Llegó al Bernabéu en 2009 al mismo tiempo que Cristiano Ronaldo. En las primeras 9 temporadas juntos, el francés pasó casi inadvertido, jugando de lugarteniente, a servirle pases y goles a CR7. Cuando se fue Cristiano, apareció Karim en toda su dimensión de crack. Dejó de ser el Sancho Panza del otro y se convirtió en un delantero sensacional, en fino conductor del Madrid. Creció extraordinariamente su cuota goleadora, pasando de un promedio de 0,47 a 0,69. Incluso ganó el Balón de Oro. Antes tenía que jugar para el portugués, siendo él técnicamente superior. Pasó de 22, 28, 19, 12 anotaciones por estación a 30, 27, 30, 44, 31. Y hasta aumentando sus asistencias.

El PSG y el Barcelona son los dos equipos que mejor juegan en esta Champions, pueden no llegar a puerto, pero entusiasman a su gente. Y a los neutrales, porque no hay mejor programa que ver jugar bien al fútbol, cualquiera sea el escudo. En el caso del PSG, hasta el Liverpool era sólo un equipo francés, ahora sacó pasaporte europeo.

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Frazier-Ali, la lucha inmortal

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 9 de marzo de 2025 / 21:50

Se hablaba en los bares, en las peluquerías, en las redacciones de diarios, en las oficinas, talleres, clubes, en todas partes y en el mundo entero. No había celulares ni Internet ni ninguno de los adelantos tecnológicos actuales. No fueron necesarios.

Tal vez nunca un suceso deportivo trepó a este nivel de expectativa. ¿Pudo un combate de boxeo ser más importante que una final del Mundial de fútbol…? De hecho, creemos que sí. Posiblemente la final Inglaterra 4 – Alemania 2 de 1966 no alcanzó la repercusión del combate Ali-Frazier. Este se palpitó desde varios meses antes y la discusión se extendió por años.

El 8 de marzo de 1971 el planeta quedó congelado esperando el desenlace de un episodio cumbre del deporte. Se lo vendió como ”La Pelea del Siglo”, pero sobrepasó largamente el rótulo promocional: fue el choque de todos los tiempos. Todos nos pegamos al televisor.

Se unieron diversas circunstancias. El box vivía un tiempo de oro, Estados Unidos producía docenas de fenómenos del ring y la categoría pesado había parido dos atletas colosales: Muhammad Ali, quizás el artista más hermoso, arrogante y genial que haya visto un escenario deportivo de cualquier índole.

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También el más provocador y lenguaraz. Y Joe Frazier, un oso hambriento, valiente y superentrenado, callado, correcto y capaz de aguantar treinta rounds lanzando golpes brutales. Un metro 91 y 107 kilos Ali, 1,82 y 104 kilos Frazier; 29 años el primero, 27 el segundo. Ambos en el apogeo. Fue como si se enfrentaran en una final Pelé y Maradona con el universo latiendo excitado para ver cuál es más grande.

No obstante, el duelo excedió lo pugilístico. Tuvo un trasfondo social y racial, aunque los dos eran de raza negra y tenían origen humilde. Ali, hasta 1964 Cassius Clay, se convirtió en paladín de la lucha antiestablishment. Había hecho puré a Sonny Liston, un temible exconvicto, y dominaba la escena. Anunciaba con irreverencia en qué asalto demolería a sus contrincantes. Ya los achicaba fuera del ring con sus declaraciones.

Su gracia y su carisma nunca fueron igualados. Pero en 1967 fue llamado a filas para ir a la Guerra de Vietnam y se negó. “No tengo nada contra el Vietcong”, dijo. Y antepuso su religión musulmana. Frente a su desobediencia civil, se expuso a un juicio por desertor, le quitaron el título mundial y la licencia para combatir. Encarnó el movimiento antibélico y se arriesgó a una pena grave. Pero en 1970 fue autorizado a volver a los cuadriláteros en algunos estados. Frazier, menos lúcido ante la prensa, era el candidato de los blancos. Ambos eran invictos y campeones del mundo, Muhammad despojado.

En el pesaje y en las ruedas de prensa previas Ali ridiculizó a Joe, lo que este nunca perdonó hasta su muerte. “En el ring será distinto”, pensaba Frazier. Un ocasional empresario -Jerry Perenchio- supo ver la veta de oro y aceptó pagarles 2,5 millones de dólares a cada uno, una cifra esquizofrénica para la época. Pelé no percibía al año ni el 10% de esa suma en el Santos. Los otros promotores decían que estaba loco, no había forma de recuperar tanto dinero, además estaban los gastos de promoción y montaje. “Me enteré de que este tipo, Jerry Perenchio, ofrecía 5 millones de dólares a los púgiles -contaba el famoso Bob Arum- y me reí. Era una broma. Pensé que era un payaso de Hollywood. Lo descarté. No podía ser”.

Pero Perenchio, aún sin dinero, tenía el negocio en mente. Consiguió un socio millonario, Jack Kent Cooke, propietario de los Lakers, y lo convenció de invertir. Se hizo con el contrato. Antiguamente los ingresos se reducían a la taquilla en el estadio y a los 5 dólares que se cobraba en los cines por ver el duelo en pantalla gigante. Perenchio prohibió la transmisión de la pelea en radio y en televisión para Estados Unidos -sí para el resto del mundo- y puso un precio alocado para los cines: 25 dólares. El día del boxeo era el sábado, pero Frazier-Ali fue un lunes, que era el día más flojo de los cines. Resultado: los aficionados se peleaban por las entradas y, por otro lado, el Madison Square Garden de Nueva York explotó: 20.455 personas, con el ring side a 150 dólares y el gallinero a 20. La transmisión al exterior fue por circuito cerrado a 50 países con una audiencia estimada en 300 millones, un récord para cualquier evento televisivo en ese momento.

Perenchio, hombre del espectáculo, llevó a una decena de artistas invitados como Frank Sinatra, y la promoción previa, con Ali humillando a Frazier hizo el resto. Fue un negocio colosal.
Luego hubo una confrontación épica. La técnica nunca superada de Ali frente al ímpetu y la fuerza descomunal de Smokin Joe, como se lo apodaba. Había que tener mucho coraje para entrar a un cuadrilátero con Frazier. Y aguantarle quince períodos de tres minutos. El mundo se dividió. Los periodistas y fotógrafos de El Gráfico hicieron una polla a ver quién ganaba, en todos lados era así. Se dio la lucha esperada: Frazier al ataque, buscando el cuerpo a cuerpo para descargar sus zurdazos terribles al hígado y también a la cabeza; el genio tratando de guardar distancia para sus golpes de cirujano, siempre al rostro. Tan preciso que ya en el cuarto capítulo el rincón de Joe comenzó a trabajar sobre su ojo izquierdo, entumecido.

Hasta el tercero fue parejo, en el cuarto Joe acertó dos zurdazos boleados a la mandíbula de Ali que levantaron el “uuuuuuhhhhh…” de la platea. Frazier iba como toro y era una metralla lanzando golpes, obligando a Ali a asumir una postura defensiva, pero, aún defendiendo, su talento le permitía conectar manos precisas. El tema pasaba por ver cuánto podría aguantar Frazier semejante ritmo. En el sexto Joe comenzó a sentirse ganador, después de que sus brazos, que parecían árboles, descargaran tupido en la humanidad del bailarín, que ya no bailaba.

La refriega -eso era- mantuvo el tono hasta el final. Clay-Ali siguió con su precisión quirúrgica en los golpes, tiraba diez y metía nueve. Frazier erraba más, pero lanzaba cien e impactaba veinte. Su gancho de zurda, capaz de noquear a un caballo, mandó a la lona a su verdugo oral en el decimoquinto. Ali se levantó, pero la caída terminó de definir a los jurados, que dieron ganador a Frazier por unanimidad. Si en la previa desataban pasiones divididas, tras el fallo hubo más división. “Si lo mandó al hospital…”, protestaban los hinchas de Ali. En realidad, los dos fueron a la guardia después de una lucha feroz.

La pelea de todos los tiempos originó la salida de El Gráfico de El Veco, notable escriba que triunfó en Uruguay, Argentina y Perú. El Veco envió desde el Madison una larguísima nota en la que desconocía el triunfo de Frazier ya desde el título, contundente: “TRES JURADOS DERRIBARON UNA ESTATUA”. En cristiano significaba que le habían robado la pelea. No negaba la fortaleza física y espiritual de Frazier, valoraba su temple y su ataque constante, aunque dejaba entrever el mayor talento boxístico de Cassius Marcellus. Era absolutamente comprensible por la fascinación que ejercía Clay con su boxeo único, la belleza y perfección de sus golpes limpios, netos. En Buenos Aires, el director leyó la nota ya con la revista imprimiéndose y dio la legendaria orden de “paren las máquinas”. Entendía que era un disparate y un desprestigio para El Gráfico negar el triunfo de Frazier. Ya se habían impreso 16.000 ejemplares. Se rehízo el comentario y el nuevo título fue “CAYÓ UNA ESTATUA”. Única vez en casi cien años que la revista tuvo dos versiones en una misma edición.

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La noche del Faraón

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 7 de marzo de 2025 / 00:16

El cronista trata de hurgar en sus recuerdos, en los miles de partidos vistos y le cuesta encontrar otra actuación de un arquero similar a la de Alisson este miércoles por la noche en París. Incluso el adjetivo cuesta. No fue buena ni muy buena, no fue excelente ni brillante sino mucho más que eso. Tal vez descomunal, colosal, monstruosa.  Definió el partido él. Sofascore, demasiado exigente, lo calificó con 9,4 puntos. Se quedó muy corto. ¿Hay 11 para calificar a un jugador…? Si lo hay, esta es la ocasión.

Deberíamos remontarnos a grandísimas tardes de Casillas, de Fillol, de Courtois, de Van der Sar, de Jan Oblak, de Buffon, de Tomaszewski, aquel polaco que atajaba el viento… Recordamos algo parecido de Manuel Neuer en 2011 cuando aún estaba en el Schalke 04 frente al Manchester United.

 Fue fabuloso, parecía jugar un arquero contra un equipo. Ganó el United al final, pero resultó la consagración internacional del meta alemán, que al término de la temporada pasó al Bayern. La memoria nos acerca una noche mágica de Rogerio Ceni ante Peñarol en la final de la Copa Conmebol de 1994, algo épico, que casi no se puede contar. Una tarde del uruguayo Robert Siboldi ante Brasil por Eliminatoria en Maracaná, también difícil de explicar, volaba como pájaro Siboldi.

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«Creo que es una de las mejores actuaciones de un portero que he visto en mi vida”, dijo, asombrado, Peter Schmeichel, el sensacional portero danés del Manchester United en los ’90, que cambió los guantes por el micrófono. Y Jamie Carragher, aquel áspero defensa que jugó una vida en el Liverpool, hoy también comentarista, en este caso de CBS Sports, señaló que la actuación de Alisson en el Parque de los Príncipes de París “será recordada durante años».

 Tal cual. Y si finalmente el Liverpool gana esta Champions se dimensionará aún más.

Como señaló el técnico español Luis Enrique, “fue el mejor partido del Paris Saint Germain de esta temporada y de la anterior… El fútbol es injusto muchas veces y lo tienes que aceptar. El partido de hoy no se pierde por detalles. Los detalles se dan cuando los partidos son igualados. El partido se pierde porque el señor Alisson ha hecho cinco paradas increíbles. Ha habido un equipo que ha sido muy superior al otro”. Verdad. Si ganaba 5 a 0 estaba perfecto, pero se estrelló frente al goleiro gaúcho, que con un metro 93 y 91 kilos parecía un gato saltando entre la leña.

Tocó 44 pelotas en el partido, resolvió todas con solvencia, descolgando centros, saliendo con los pies, embolsando disparos de afuera, parando dos mano a mano… Nueve de ellas fueron tapadas magistrales. Le bajó la moral a todos los jugadores franceses que, al final, con las manos en la cintura, se miraban desconcertados: “¿Qué más podemos hacer…?

”Hay diferentes escalas cuando un guardameta sobresale: una es tapar bien, otra es salvar a su equipo de la derrota y esta otra, la muestra perfecta de cuando un arquero gana un partido. Porque incluso al minuto 87, con un saque largo y preciso, inició la jugada del gol liverpooliano. La bajó muy bien Darwin Núñez y abrió inteligentemente a la derecha para Elliott, que tiró cruzado y se le escurrió a Donnarumma abajo. Fue un remate colocado, aunque no fuerte, tuvo manos de lana el italiano (inolvidable aquel gigantesco error suyo en 2022 que revivió al Real Madrid, que estaba muerto y luego pasó a ser campeón). Ahí se vio la decisiva diferencia de arqueros. La estadística -para esto sí sirve- marca que el PSG remató 27 veces al arco y Liverpool 2. Y ganó el equipo inglés 1 a 0. Pero, atención, como jugó uno y otro la serie está abierta. Si repiten actuaciones podría pasar airoso el PSG. Y si Luis Enrique no es el técnico más valiente del mundo que nos digan quién. Seguro mandará a su equipo al frente.

Alisson Ramsés Becker tapó como un faraón. Y fue sincero al final del juego: “Es la mejor actuación de mi vida”. Fuimos afortunados de elegir ese choque. 

El martes, el PSV Eindhoven, el equipo de la empresa Philips, la de las lámparas, cayó de local 7 a 1 ante el Arsenal. Goleada fea, deshonrosa, más para un club que fue campeón de Europa (1988). El Arsenal viajó a Holanda lleno de bajas. No pudieron estar Bukayo Saka, Kai Havertz y Gabriel Martinelli, la delantera titular, más Gabriel Jesús. Y un quinto, Sterling, fue al banco. Pese a ello le marcó 7 goles y definió la llave. La revancha en Londres será una especie de amistoso con público.

La noticia es que el miércoles, el técnico Peter Bosz seguía en su cargo pese a la catastrófica goleada en contra. Y el 7 a 1 no es todo. Seis días antes, el PSV fue eliminado en semifinales de la Copa de los Países Bajos por el modesto Go Ahead Eagles (Adelante Águilas, en español): cayó 2-1. Tres días después de eso, el mismo Go Ahead Eagles lo derrotó 3 a 2 por la Liga y lo hundió a un lejano segundo puesto detrás del Ajax. Lo increíble es que el PSV encabezaba las posiciones con un punto sobre el Ajax, pero en las últimas cuatro fechas logró apenas 3 puntos y el Ajax 12, con lo cual lo pasó y le sacó 8 de diferencia. Que Bosz continúe en el banco del PSV es un milagro de estabilidad. Una semana de terror. Y es de imaginar la rabia de la Juventus, que fue eliminada de la Champions por este PSV.

Dos delanteros argentinos brillaron en la jornada de Liga de Campeones de Europa. Julián Álvarez, autor de un gol hermosísimo al Real Madrid para el empate parcial del Atlético. El ex River lleva 22 goles y 5 asistencias en su primer curso con los colchoneros. Y falta mucha temporada. A su vez, Lautaro Martínez marcó en el triunfo del Inter sobre el Feyenoord y se convirtió en el máximo artillero histórico del club nerazzurro en la Copa de Europa. Pasó al recordado Sandro Mazzola. Los dos, Lautaro, que llegó a 145 goles con el club milanés, y Julián, está en un momento dulce, casi mágico. Y seguro serán titulares ante Uruguay el día 20 por la Eliminatoria.

Esto tiene, a su vez, un efecto colateral. Lionel Scaloni, DT de Argentina, convocó por primera vez a Santiago Castro, un centrodelantero de 20 años hábil, bravo y goleador, muy fuerte de la cabeza, surgido en Vélez Sarsfield, que lo vendió por apenas 13.200.000 euros al Bologna. Es la superfigura del club de la Emilia-Romaña. Le hizo un gol al Milan y otro al Inter. Santi jugó en todas las selecciones juveniles argentinas y en todas ha anotado goles. El tema es que, por sus antepasados italianos, el entrenador italiano Luciano Spalletti lo ha llamado para tentarlo con la camiseta azzurra, como ya ha ocurrido en 2023 con Mateo Retegui, delantero de Boca y de Tigre, que hoy es titular en la selección tetracampeona del mundo.

Castro, ya cotizado en 25 millones y muy pronto en ochenta o cien, es quien debe decidir. Retegui no era tenido en cuenta por Scaloni y aceptó la invitación italiana, Castro seguramente tendrá analizará que, como delanteros de punta en Argentina están Lautaro y Julián, que aún son jóvenes y no le dejarán lugar tan fácil ni en corto tiempo. El peligro para Argentina es que Santiago acepte la oferta de Spalletti y deje para siempre la Albiceleste.

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El auténtico Rey de copas

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 2 de marzo de 2025 / 21:44

Pudo ser un simple agricultor, un anónimo abogado o guitarrista y cantor, sin embargo Francisco Pedro Manuel Sá terminó siendo el máximo ganador de la historia de la Libertadores con seis títulos, 4 en Independiente y 2 en Boca.

Récord que, como el de goles de Alberto Spencer, quizá nunca se supere. Al menos parece imbatible actualmente, en que los equipos se arman y desarman de un año al otro y en que los buenos jugadores emigran rápido.

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Ahora, un 5 a 4 es sospechoso

-Nunca digo que cumplí un sueño al ser campeón de América porque ni siquiera lo soñé. Jamás imaginé que sería futbolista. Vivíamos en el campo, en Corrientes, y el fútbol me parecía una cosa lejana, exclusiva de Buenos Aires. Lo único que llegaba era por radio. Y ni caminos asfaltados había hacia la Capital. Yo jugaba en mi pueblo, en Central Goya, y me fui a Corrientes capital a estudiar derecho. Allí se enteraron, no sé cómo, y me llevaron a Huracán de Corrientes. En 1968 debutamos en los torneos de AFA frente a Banfield, Newell’s, Argentinos Juniors, Chacarita…

-Enseguida el pase a River

-Estuve dos años y jugué poco. Labruna me dio la oportunidad, pero cuando llegó Didí hubo una limpieza muy grande y quedé fuera del plantel. Fuimos descartados 17 jugadores.

Y apareció Independiente, el club de sus amores.

-Mi padre, mi madre, mis dos hermanos y yo éramos hinchas de los Rojos. El gran anhelo de mi papá era que jugara alguna vez en este club. ¡Y mirá todo lo que se dio…! De chico yo veía a aquellos jugadores de Independiente campeones de América que saludaban con los brazos en alto, y después iba a jugar y hacía el mismo saludo, como si fuera uno de ellos. Luego, a fines de 1976, Independiente me dejó libre y firmé para Boca. Allí pasé seis años hermosos y logramos muchos títulos. Ya en el primer año, 1976, fuimos bicampeones argentinos: ganamos Metropolitano y Nacional. Tuve la suerte de ser compañero del más grande armador de juego que dio la Argentina, Bochini, y del mejor de todos los tiempos, Maradona.

-Pancho, un concepto de cada Copa. Empecemos por la de 1972.

-Nos costó mucho esfuerzo la primera. Jugamos la final ante un gran equipo, una sombra del fútbol argentino, porque la base de ese Universitario era también la base de la Selección Peruana que venía de eliminar a Argentina del Mundial del ’70. Un equipo bárbaro, afianzado, 0 a 0 en Lima y acá ganamos 2-1 con dos goles de Maglioni. Universitario fue quizás el mejor equipo de la historia de Perú. Tenía un puntero derecho, Muñante, que era un avión; jugaban Percy Rojas, Cachito Ramírez, Chumpitaz… Pero nosotros también teníamos lo nuestro.

-En 1973 Colo Colo…

-Pensando como los hinchas, queríamos igualar el bicampeonato logrado por Independiente en el ’64 y ’65. Y se dio algo parecido al año anterior, porque el Colo Colo de ese año fue el mejor conjunto chileno de todos los tiempos. En Avellaneda empatamos 1-1 y allá 0-0, lo que forzó un desempate. El partido en Santiago fue de una tensión terrible. Chile vivía una situación difícil, porque fue previo a la caída de Allende. Nos tiraban botellas, nos agredieron feo. Arppi Filho, que dirigió ese partido, decía que fue el más difícil de su vida. Como habíamos empatado acá, creían que nos ganaban seguro. Santoro tuvo una actuación extraordinaria, Raimondo jugó muy bien, nosotros teníamos una mentalidad imbatible, lo sentíamos en ese momento, y a través del tiempo se agiganta. En el tercer partido, en Montevideo, fuimos al alargue. Ahí debutó Bochini y Giachello metió el gol del triunfo, el 2 a 1.

-¿Fue el mejor momento de aquel gran Independiente campeón?

-Sí. Se nos había ido Pastoriza (a Francia), un hombre muy importante para nosotros, más adelante se fue Maglioni, pero ya aparecían Bochini y Bertoni, sangre nueva. Se fue armando un grupo que por media década resultó invencible. En el ‘73 conformamos un equipo poderoso. Jugamos la final Intercontinental ante Juventus en Roma y la ganamos.

-En el ’74 les tocó un São Paulo bravísimo, con Rocha, Forlán, Zé Carlos…

-Muy bravo, pero nosotros ya jugábamos con el viento en la camisa, como dicen los uruguayos, muy confiados en lo nuestro. Perdimos 1-0 en San Pablo, ganamos 2-0 en casa y en el tercer partido, en Santiago, otra vez 1 a 0. Esa noche Gay atajó un penal, era atajador de penales. Jugar contra los brasileños es siempre difícil, aparte San Pablo era el más grande de ellos, al menos en la Libertadores. Queríamos esa copa para igualar el tricampeonato de Estudiantes.

-Y en 1975 llegó el tetra…

-Sí, ante Unión Española. Ahí no hubo tanto sufrimiento, se ganó con claridad y jugando bien. Ya no estaba Garisto para alternar en la zaga y, si había una ausencia, Semenewicz suplía a cualquiera de los centrales. Un gran jugador el Polaco, no debidamente valorado. Pero la genialidad de Bochini opacaba a todos. Seguían Santoro y Pavoni, aunque después de esa copa se desmembró un poco el cuadro, se fue el Zurdo López, me fui yo, Balbuena. Fue mi última Copa en Independiente. Teníamos un equipo fantástico en el ‘75. Superamos el récord de Estudiantes.

Fue feliz en Independiente, aunque nunca olvida su paso por Boca, al que llegó a los 30 años.

-En Boca también formamos un equipo bárbaro, muy fuerte, con mentalidad moderna. A Independiente lo comparan con River, pero yo jugué en los tres y puedo decir que se parece a Boca, son clubes que están hechos para las grandes hazañas, cuando nadie da nada por ellos, aparecen.

-Al segundo año en Boca, otra vez campeón de América.

 -Fue dura esa copa del ’77, tuvimos que jugar contra Peñarol, River… Cruzeiro era un cuadrazo, venía de ser campeón el año anterior. Tenía un pateador fenomenal, Nelinho. Fue una satisfacción salir campeón con Boca después de que Independiente me había dejado libre. La bronca es que jugué todos los partidos y en la primera final me lesioné en el minuto 85. No pude estar en las otras dos.

-¿Y la última?

-Final con el Deportivo Cali; le hicimos un gol tempranero, determinante para el triunfo. Esa final fue más tranquila que otras: 4 a 0. En Boca sabíamos que si metíamos el primer gol no podíamos perder. En dos ediciones recibimos sólo 5 goles en 19 partidos. Pero ya para esta Copa muchos de nosotros estábamos cumpliendo un ciclo.

-Casi se da una séptima corona, en 1979. De nuevo en la final.

-Con Olimpia. Perdimos en Asunción 2-0 y empatamos en La Bombonera 0-0. Ya estaba terminado el ciclo; teníamos muchos lesionados. Yo no jugué contra Olimpia en Paraguay porque me echó el árbitro en la semifinal. No hice absolutamente nada y me echó, hasta hoy me pregunto por qué.

-¿Cómo era la Copa antes comparada con la actual?

-Ni mejor ni peor, diferente. Ganar siempre es difícil, ayer y hoy. Antes, todos los mejores jugadores de Sudamérica estaban acá, no eran transferidos, ahora se van. Jugabas contra Peñarol y era Peñarol. También es cierto que ahora es más limpio, te tiran una botella y se suspende el partido. En aquella final contra Colo Colo, en Chile, nos deben haber tirado quinientas, mil botellas, y siguió. ¿Antes al local le iban a expulsar un jugador? Tenía que ser demasiado grosso, ¿o que le cobraran un penal en contra? Huuummm, difícil. Hoy las canchas son muy buenas, hay mucha seguridad, se ve todo en televisión.

Cada vez que empieza la Copa surge el recuerdo de Pancho Sá: caballero, talismán, zaguero confiable para resistir lo que viniera.

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Opinión

Ahora, un 5 a 4 es sospechoso

Jorge Barraza, columnista de La Razón

/ 27 de febrero de 2025 / 22:02

Antiguamente, cuando el periodismo era más cándido y menos resultadista (menos bobo también) cuando todo era más sencillo, si un partido terminaba 5 a 4 el público y el periodismo se alegraban.

“¡Qué partidazo…!”, exclamaban. Por el contrario, un 0 a 0 aburría. El paso del tiempo fue cambiando el concepto hasta revertirlo, ahora un 5 a 4 está mal visto, es sospechoso de mala praxis.

El periodismo “que sabe” le fue enseñando a la gente que esos partidos son un esperpento táctico, un manual de deficiencias colectivas, un desastre defensivo.

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Hace poco, en un clásico donde hubo nueve goles, un “comunicador” (que no es exactamente lo mismo que periodista) señaló casi con repulsión: “Fue un show de desórdenes tácticos en el que no me voy a detener porque un partido así no se puede analizar”. Lo dijo escandalizado. Es de los que se basan 99% en estadísticas y 1% de observación.

En cambio, el 0 a 0 goza hoy de alto prestigio, es sinónimo de elucubración táctica, de viveza, de “planteo inteligente”, de que “nadie regaló nada”, de los técnicos que son fantásticos ajedrecistas, de juego bien planteado.

“Esto no sería un problema -sostiene Ricardo Vasconcellos Figueroa-, si no infectaran con ello la opinión de cierto público, especialmente los más jóvenes, que pueden creer que los goles en el fútbol, si son muchos, no son una bendición sino un pecado”.

Antes, un entrenador defensivo era considerado casi un sinvergüenza, hoy cobra millones y es muy respetado. Hansi Flick, Guardiola, Luis Enrique, Jürgen Klopp son los antiCristo de la profesión: mandan al ataque a sus equipos todo el partido.

Hay una mediatización estulta que ha convertido lo feo en sinónimo de eficiente. El problema es que atentan contra la actividad en la que están insertos. Desorientan cuando uno de los cuatro pilares del periodismo es orientar (los otros son informar, opinar y entretener).

Son “comunicadores” más enfocados en la página de Opta o Sofascore que en el partido que están viendo. Se basan 99% en estadísticas y 1% en observación. Opta y Sofascore son empresas de análisis deportivo que proporcionan cientos de datos sobre el juego. Y en poco tiempo más, para comentar un partido se guiarán por la inteligencia artificial, que no tiene ojos.

El márketing también ha trastocado ciertos valores. Si Cristiano Ronaldo mete un gol de penal en Arabia es un animal competitivo, si Messi hace una genialidad en Estados Unidos es porque “la MLS es horrible”. Los abdominales a la altura de la magia. Naturalmente el trabajo, el esfuerzo, la preparación, el cuidado, la disciplina son y fueron toda la vida factores esenciales para la consecución del éxito.

Pero, a lo largo de la historia, los ídolos supremos en todos los clubes de la tierra son los exponentes más brillantes, los talentosos, a los que el hincha recuerda con más cariño. Cristiano Ronaldo no es el ídolo máximo del Manchester United ni del Madrid ni de la Juventus.

Bilardo, buen técnico, mal mensajero, dijo una vez que el partido perfecto era el que salía 0 a 0. Y creó escuela. Hay un periodismo actual (no actualizado, que es distinto) que tomó un cursillo de dirección técnica y nos habla todo el tiempo de tácticas, nos muestra pizarrones con flechitas y botones imantados y al público las flechas no le interesan, cambia de canal.

Aparte, la función del periodista es comentar el partido como espectáculo global: las claves del juego, los héroes, el vencedor, el momento cumbre, el ambiente, también algo de táctica.

Si Bilardo terminaba un partido 4 a 4 llegaba al vestuario descompuesto, al borde del infarto, a un equipo suyo no podían marcarle cuatro goles. Y menos de pelota parada, eso era sacrílego. Pero sucede que, en la final del mundo de 1986, Alemania, que estaba 0-2 abajo, le empató con dos goles de cabeza. Y después terminó campeón Argentina y Bilardo festejó igual.

Por supuesto, se necesita una táctica, saber plantear un enfrentamiento, aunque lo más relevante es el relacionamiento del comandante con su tropa. Quien mejor se lleva con los jugadores es el que más obtiene de ellos. Carlo Ancelotti, paradigma del líder motivador, intuitivo, amigo de sus dirigidos, es el quinto DT más ganador de la historia y el número uno en los 122 años del Real Madrid.

Nadie levantó más trofeos que él en el club de Di Stéfano y Bernabéu. Sin duda sabrá mucho de métodos y pizarrones, pero más de psicología, de estados de ánimo, de tratar seres humanos, de arengar. Y sus equipos son guerreros, indomables, victoriosos.

Omar Pastoriza, notable líder como futbolista y luego como conductor, no era el monumento al estratega, pero sabía de valores espirituales. En las charlas técnicas hablaba fuerte y convencía. Decía: “¿Quién es el 10 de ellos…? Bermúdez, le contestaban. El nuestro es Bochini. ¿Y el dos…? Romero. Nosotros tenemos a Villaverde…” Así recorría puesto por puesto. Al final terminaba con un “vamos, a pasarlos por arriba”. Independiente salía a comer a los rivales.

Conviene recordar (cada vez más a menudo) que el fútbol se convirtió en la máxima pasión de la humanidad por la habilidad, el talento, la creatividad, el ingenio, la picardía, la gracia, la inteligencia, el encanto, la gambeta, el amague, el dominio y también la garra, el coraje, la intrepidez… Y que el objetivo de este juego es marcar más goles que el adversario. Dentro de estos conceptos, el espectáculo es atacar.

La estética parece un valor en retroceso. Pese a todo, Lamine Yamal, aún con 17 años, ya se cotiza en €180 millones y es la máxima promesa del fútbol mundial. Lamine es todo gambeta, todo fantasía. Y Florian Wirtz, aún con 21 calendarios, ya trepó a los 140 M€. Síntoma de que los más buscados son aquellos que ofrecen un producto diferencial: la clase.

Vuelve Vasconcellos: “Los parámetros de la modernidad dictaminan que cuanto menos estético y menos espectacular es un partido, más nivel tiene. Mientras más soso e insípido es, mejor. Hay miles de periodistas, los Sumos Sacerdotes del 0 a 0, que han instalado que lo ofensivo es malo y lo defensivo y chato es bueno.

El que piense diferente es perseguido y le cuelgan el cartel de ingenuo, pasado de moda, desactualizado o lírico. Usan la palabra lírico los mismos que confiesan al aire no leer libros, los que deben creer que Neruda es el 10 de Colo Colo y César Vallejo el 9 de Alianza. ¿En qué momento se distorsionó el criterio y el gusto…?”

El fútbol es el menos flemático y el más generoso de los legados que los ingleses le han dejado a la humanidad. Tan generoso que no nos han cobrado ni un penique por derechos de autor. Semejante descuido de su parte -y tamaño invento- los exculpa de todas las fechorías cometidas, por los siglos de los siglos.

No necesita de porristas ni de fuegos artificiales ni de promoción, de nada… Se basta con su juego para ser el espectáculo más grande del mundo. Le sobra con su arte, su vértigo, su vibración, su imprevisibilidad, su velocidad e intensidad, su carácter. Hasta con su injusticia.

El martes vimos Barcelona 4 – Atlético de Madrid 4, en la semifinal de ida de Copa del Rey. Un volcán de emociones, un maniantal de ataques y contraataques. Jugaron limpiamente, aunque con furia ofensiva. Pedimos disculpas: nos gustó.

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