Marcelo Callaú: dar una vida sensible a las figuras abstractas
Las esculturas de Marcelo Callaú combinan elegancia y juego con luz y sombras. Es considerado precursor del arte contemporáneo en Santa Cruz.
Del escultor cruceño Marcelo Callaú (1946–2004) se ha escrito bastante, pero todavía queda mucho margen para repensar su obra. Nació y creció en Santa Cruz de la Sierra cuando todavía era una aldea, escasamente comunicada con el resto del país. Callaú recuerda cómo se inundaban las calles cuando llovía, la tierra se hacía barro y los niños salían de sus casas a meterse en el agua y hacer flotar unos barcos de madera que él mismo forjaba en la carpintería de su padre.
Marcelo Callaú, una persona de acción
Las anécdotas indican que nuestro artista fue desde niño una persona de acción. Aparentemente, vivió en una familia donde no sufrió privaciones, les iba bien con la carpintería. Callaú creció familiarizado con varios tipos de maderas: la mara, cedro, roble, tarara, cuchi y otras. En diversas entrevistas confesó su admiración por las transformaciones que lograban los carpinteros trabajando con tales maderas, convirtiéndolas en roperos, mesas, sillas, es decir, en objetos utilizables en la vida cotidiana. Este dato es importante, porque luego dominará en su obra la presencia de las formas fácilmente identificables de la realidad, y entre ellas su favorita, la figura humana.

Aquello que admiraba en la carpintería no era todavía arte, no había aún poesía ahí, pero Callaú presintió algo que lo puso en la dirección del arte. Fue su padre Tomás quien le notó madera de artista, y no le dio la espalda a ese potencial: contrató a un tallador llegado de Sucre para que enseñara el oficio del tallado de madera al adolescente Callaú; poco más tarde, Don Tomás inscribió a su hijo en la Escuela de Bellas Artes «Víctor F. Serrano»; con dieciséis años, todavía en el colegio, Callaú fue el más joven de aquellos aprendices del arte. En esa escuela estudiaban también Herminio Pedraza y Tito Kuramotto, quienes con el tiempo serían sus amigos, un poco al modo de hermanos mayores.
Salir y volver
Entre estos tres notables, fue Callaú el que aprendió las bondades del concepto. Para esto tuvo que salir de Santa Cruz, se fue becado a París a la Escuela Superior de Bellas Artes de París (1967-68). En este viaje se vio expuesto a las irradiaciones del Arte universal. Vivía en el Barrio Latino, cerca del Museo Louvre, donde se perdía durante horas para asimilar las etapas de la Historia del Arte. Callaú estaba fascinado con los nuevos lenguajes del arte contemporáneo. Su búsqueda por otras técnicas de escultura lo haría instalarse en Bruselas, para estudiar en la Escuela Superior de La Cambre, pero principalmente para aprender en el taller del escultor Félix Roulin, con quien descubrió la magia del vaciado en bronce.
«Fue de ahí que yo estuve pensando qué era lo que podría hacer al regresar [a Bolivia], porque estaba con el metal, estaba con el bronce, las imágenes, la fotografía, el video… estaba apasionado por todo. Y fue ahí cuando pensé en la madera nuevamente. Cuando vine a Santa Cruz de vacaciones en 1971, lo primero que hice fue ir a la Selva, porque no la conocía». (Callaú: 2021).
La pregunta de qué hacer al volver a Santa Cruz de la Sierra con todo aquel capital de conocimiento adquirido, fue un punto decisivo en la trayectoria de nuestro artista. En la cita anterior Callaú menciona que no conocía la selva, de hecho, no conocía de los pueblos indígenas del oriente boliviano, que lo asombrarían recién en su visita al Museo Americano de Historia Natural (AMNH) en Nueva York.
«Allá vi una enorme exposición sobre el Oriente de Bolivia, y parte del Paraguay y Brasil, todo lo que vendría a ser la Nación Guaraní. Entonces esto para mí fue un shock, porque yo no conocía esto».
Callaú y su viaje personal
A veces hay que ir muy lejos para aprender a ver lo que tenemos más cerca, es uno de los aprendizajes de la vida. Esta experiencia llevó a Callaú a desplazar a la figura humana del centro de atención de su obra escultórica. Había mostrado en sus primeras exposiciones ser un «constructor de relatos breves y vibrantes» (Montes: 1992), también un interpelador que se burlaba del puritanismo, de la falsa moral que condenaba la desnudez del cuerpo. Salir de este terreno conocido que dominaba, fue una dislocación que comenzó con la experimentación con otros materiales cargados simbólicamente en nuestras culturas, como la hoja de coca y la papa, después también con el café. La salida de su zona de confort se completó con el descubrimiento del concepto. Poco tiempo después de retornar al país, comenzó a descentrar de su interés a la figura humana, para poner en primer plano a la materia, pero en otra relación con la realidad.
«Y es así que llego a lo opuesto, del cuerpo a la figura geométrica, y me planteo la geometría. Es como una síntesis de lo que siento, de lo que hay en el ambiente, de lo que respiro y de lo que respira esa materia, esa madera. Entonces trato de hacer una síntesis lo más claro posible. Al entrelazar dos cubos, pienso que se enriquece la forma y se enriquece el concepto». (Callaú: 2001).
Un amigo, el curador Justo Pastor Mellado, amplio conocedor del arte boliviano, me hizo notar los efectos de la doble dislocación que debió experimentar Callaú al retornar a su tierra natal. Lo conversamos en una entrevista virtual que tuvimos allá por el 2021:

Actitud y arte
«Callaú fue un moderno, pero contemporaneizado a la rápida, y dislocado en el bosque. Frente a esa ‘inestabilidad’ abrumadora de lo natural tuvo que inventar una estabilidad regulada por la cultura. Pero es una cultura de la intervención ‘heideggeriana’. Por eso recusa la tecnología propia del escultor de masas para instalar esa actitud Zen, en que prima la poética del ‘hecho a mano’, dando pie a un énfasis que revela la inteligencia de la mano». (Mellado: 2021).
Estas ideas nos devuelven al momento decisorio en la vida de Callaú, con la pregunta de qué hacer cuando retornara a Santa Cruz. Mellado señala que la respuesta fue intervenir, hacer una intervención de aceleración, pero regulada. No podía llegar a Santa Cruz como un apóstol de Duchamp, con la noticia de que el arte retinal, o lo que entra por la vista, ya no era lo que convenía seguir haciéndose. Pero había que intervenir en sentido de expandir un poco la forma de mirar lo que era arte. Trabajará entonces con formas fácilmente reconocibles que se ven en el colegio, como las formas geométricas, y el material será la madera, pero el giro será la elegancia, el minimalismo, y el juego con el ambiente, la luz y las sombras. Lo que Justo Pastor Mellado resalta es la decisión en tal contexto:
«¡Pues a quién se le va a ocurrir ir a hacer escultura de madera al lado de la selva boliviana! Frente a la selva, él se posiciona y ¿qué es lo que hace? El aburrimiento belga: la línea, la abstracción». (Mellado: 2021).

Sensación y razón
Hubiera sido un lujo conversar de estos tópicos con el mismo Callaú en persona, pero él falleció en 2004 en Santa Cruz. Aquel año yo todavía estudiaba Filosofía en la UMSA en La Paz, y no tenía idea de la existencia de Callaú ni de su obra. Fue recién a partir del 2010 en adelante, cuando ya vivía en Santa Cruz, que conocí algo del artista, gracias a las exposiciones de homenaje que organizó la curadora Cecilia Bayá Botti, la principal difusora de la obra de este artista cruceño.
En el libro Marcelo Callaú: emoción y razón (2014), Bayá señala que es cerca de la década de los 80’s cuando se manifiesta un nuevo lenguaje estético en la obra de nuestro artista, citando además la influencia de las corrientes artísticas europeas aun en boga:
«[…] abstracción geométrica (herencia de Malevich) y su economía de formas, el constructivismo (Tatlin) y el cubismo con su peculiar sentido de orden y geometría. Los últimos veinte años están marcados por la construcción de piezas de madera concebidas a partir de inquietudes que provocan la necesidad de perspectiva, de racionalidad, esto lo lleva a la simplificación de formas y la búsqueda de la esencia en la naturaleza del ser y de las cosas». (Bayá: 2014, 11).
Para la curadora, las esculturas de volúmenes geométricos de Callaú tienen que ver con una mayor racionalidad, es decir, una menor priorización de la sensación. Es cierto en tanto que la abstracción es una operación mental que aisla conceptualmente una propiedad o función concreta de un objeto, y pone en segundo plano otras propiedades del mismo objeto. Pero en este ínterin hay un logro más del artista que no se suele mencionar: si antes había conseguido sublimar la figura humana o hacer expresivas estéticamente ciertas partes del cuerpo humano, lo que hace con las esculturas abstractas es darles una vida más real y palpable a las figuras geométricas, les otorga cuerpo, textura, color e incluso aroma, las vuelve menos abstractas y más sensibles.
La exposición «Diálogos con la madera»
Esto último sólo se puede constatar si se visita presencialmente una exposición de esculturas del artista. Es algo que ni las fotografías, ni los relatos ni los recorridos virtuales pueden revelar. Para el caso, la exposición permanente «Diálogos con la madera», homenaje al artista que se muestra en un recinto cultural del Estado en Santa Cruz, es la única opción que existe en el país.
Esta exposición, curada por la mencionada Cecilia Bayá, ofrece un alto impacto visual desde la entrada, no sólo por la peculiaridad de las obras relucientes en madera, sino también por la museografía: un manto ondulante de arena recubre toda la superficie del piso, y es la base sobre la cual están asentadas las diferentes obras, las de gran formato, así como también las miniaturas. El camino para los visitantes está señalado con una hilera de pallets de madera que se extienden hasta el fondo y hacen circular a los visitantes entre las obras, casi como si el todo fuera una gran instalación.

Una manera de síntesis
La muestra es una suerte de síntesis, que aúna obras de las distintas épocas de la producción de Callaú, desde los torsos desnudos, hasta los órganos reproductores del cuerpo humano, pasando por los volúmenes geométricos hasta las miniaturas, e incluso un collage en papel de embalaje. Toda esta variedad unida en un plano de superficie que es la arena, en el vaivén entre lo figurativo y lo abstracto. Cabe enfatizar que al recorrer una sala con las esculturas geométricas de Callaú, se apreciará la importancia del modo de exponer, que es la que realza la abstracción. Ya lo notaba Francisco Montes en 1992:
«Luego el juego de luz y sombra sobre el pedestal, compensará la dramática inspiración, porque las sombras juegan en sus piezas un papel activo. La superposición de luces artificiales y sombras artificiosas a modo de cambiante montaje en el espacio imaginario de las salas les otorga angulares inusitados».
Los volúmenes geométricos en el fondo de la sala, disparan la mente del espectador, esas piezas de madera con hermosas vetas aparentan ser cubos en fuga, no son figuras regulares, podría ser la alusión a un gran barco, o la visión de un piano desde arriba, tal vez una nave extraterrestre… Al mismo tiempo, confunde la levedad que transmiten, posadas en la arena sobre una línea de toda su superficie… La iluminación cenital angulada concienzudamente genera la ilusión óptica del volumen, lo que aparenta ser un cubo, en realidad es una forma bien plana con un espesor alrededor de 10 cm. El efecto que Félix Roulin, el mentor de Callaú, destacó en un breve texto como «la trompe l’oeil», (la ilusión óptica), lo que se creía privilegio de los pintores.
Distracción, desviación de la mirada hacia otra cosa, darle cuerpo a una idea. Callaú será siempre recordado como quien introdujo en Santa Cruz el arte abstracto, y por lo mismo, como uno de los precursores del arte contemporáneo, es decir de una forma de expresión de ideas y sensaciones que depende mucho del contexto, y de la forma en que se presenta como tal.
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