Una conversación con el escultor Osvaldo Peña
'Me interesa la figura humana para hablar de otras cosas', sostiene el reconocido artista plástico chileno.
El destacado escultor chileno Osvaldo Peña (1950) estuvo de visita por Santa Cruz de la Sierra, en ocasión de la sexta versión de “Días de Arte” (2024), en la que su trayectoria fue reconocida con el premio “Venus del Arte”. La organización, encabezada por Juan Bustillos, nos permitió coordinar una entrevista para el día de la llegada del artista a suelo cruceño.
Peña realizó estudios artísticos en la Escuela de Bellas Artes de la Universidad de Chile. Desde 2008 forma parte de la comisión Metro Arte, encargado de las actividades culturales de la red de Metro de Santiago. Se ha desempeñado como académico de la Universidad Finis Terrae, en Santiago.
A sus setenta y tres años, fue padre otra vez, de un niño al que trajo a Bolivia de casi un año de edad. Peña llegó a Santa Cruz junto a su esposa e hijo menor. Del hotel nos tocó llevarlo al estudio de grabación del podcast. Recorrimos la ciudad desde Equipetrol hasta la zona central; el camino nos permitió tener un preámbulo. En ese ínterin, comentó que hacía años ya que había escapado de la vida citadina en Santiago de Chile, ya que se fueron junto a su esposa a las afueras, a un pueblo donde armó su casa taller, donde trabaja rodeado de la naturaleza, sin preocuparse por la bulla que genera. Sólo debe volver a la ciudad los días que le toca dictar clases en la universidad, para un taller de escultura en madera y otro de escultura en acero.
En la entrevista que resumimos a continuación, Peña se refirió a la pasión por la escultura, su modo de trabajar, las obras en espacio público, lo temas que investiga en su práctica en la actualidad, entre otros tópicos.
¿Qué significa la escultura en tu vida?
El hacer escultura, como ser médico o carpintero, es una forma de vida. Yo me levanto y sé que tengo algo importante que hacer ese día. Siento que mi vida es para eso, yo vivo para eso. Independiente ya de que hay que hacer otras cosas, no paso todo el día en mi taller, pues hay que relacionarse, hay que vivir, hay que proveer. Pero siento que hacer escultura es una manera de vivir, básicamente una forma de trabajo, en la que uno está plenamente involucrado, que te gusta y que te llena, a diferencia de otros trabajos que son alienantes y te frustran. Para mí hacer escultura es un trabajo que me da vida.
¿Cómo se conocieron con Juan Bustillos, el anfitrión de Días de Arte?
Fue gracioso, nos conocimos hace casi unos treinta años en un simposio en un pueblo de Argentina. Después que nos presentaron, le dije “encantado de conocerte”, y él me respondió “devuélveme el mar”. Eso me dejó mal, le dije que había que esperar que nuestros gobernantes se pusieran de acuerdo. Y así, un poco tirante al principio. Más tarde pude notar que él no tenía cejas, tal como yo, así que se lo dije, y de ahí empezamos a contarnos anécdotas y chistes. El tiempo nos hizo amigos. Luego durante varios años no tuvimos contacto, hasta que hace poco nos reencontramos en otro evento y ya estamos hablando de nuevo más seguido.
¿Cómo trabajas para hacer una escultura, partes de una forma previa que tienes en mente o te basas en la forma de los materiales que usas?
Hace mucho tiempo, para trabajar las figuras tomaba una fotografía y la proyectaba a modo de diapositiva sobre la madera, buscando la escala que me diera. Ahora último, he optado más por ver si el tronco tiene una forma que me acomoda o que me sugiere y aprovecho esa rama, esa grieta, el nudo o el color. Voy sintiendo que me lleva las características de esa materia, como que me dejo llevar por esa materia, es como una forma de explorar o entender, no estar desde afuera sino “junto con”.
¿Podría decirse que tu trabajo es esencialmente inclinado al arte figurativo?
Básicamente mi trabajo está construido a partir de la figura humana, pero no me interesa la figura humana como un fin en sí mismo, sino como una metáfora para hablar de otra cosa que tampoco tengo muy clara que es, siendo muy honesto. Pienso por ejemplo en esculturas que hice como el “Guardián del bosque”, o “el hombre árbol”, o “la serpiente”, la relación que hay con el paisaje… la madera habla de árbol, y el árbol para mí es un símbolo del ser humano. Es porque es vertical, igual que nosotros, tiene raíces, tronco, ramas, tiene un color que se asemeja a nuestro color de piel…, básicamente eso. Siento que lo que quiero transmitir se da desde la materia, pero hay materiales y materiales. Hay materiales que se pueden transformar en materia y entregar presencia y que te ayudan a transmitir lo que quieres, pero hay otros que quedan como eso nomás, lo que son, puede ser una lata, un pedazo de acero, un trozo de madera… En cambio, si logras sublimar esa materia, entra en otro estado y se torna en una opción casi mítica, digamos.

Me comentabas en el camino que ahora prefieres trabajar con los materiales dejando las cicatrices abiertas, coméntanos a que te refieres.
Para mí simbólicamente, como decía, el árbol es el hombre. Cuando comencé con la madera buscaba efectos, que no se noten los ensambles, y si veía una grieta trataba de invisibilizarla, buscaba un trozo de madera que tuviera el mismo color que la veta… Pero con el tiempo me di cuenta de que esa grieta era parte de la vida de esa materia, se hincha, se seca, se agrieta, y empecé a verlas como se entiende en el cuerpo humano las arrugas, las cicatrices, etc., entonces empecé a parcharlas con otro color, queriendo que fueran notorios, para que visualmente uno pudiera verlo casi desde un efecto pictórico. Y ahora último simplemente lo dejo, lo que es nomás. Es parte de la vida de las maderas y de su característica, agrega una luz distinta, una textura distinta.
¿Con que tipo de maderas prefieres trabajar y cómo las consigues?
Me gusta el ciprés. Lo que conseguimos para trabajar eran restos de bosques que se quemaron. Es una madera que no arde con facilidad, así que se puede usar lo que quedó. También trabajo con lo que cae en la calle: por los vientos muy fuertes, hubo una gran cantidad de árboles que cayeron en Santiago. Salgo con mi motosierra en la camioneta, me acompaña mi señora, y recojo a veces con ayuda de personas del lugar. Me nutro de lo que está en la calle. Y también de lo que sale de mi casa; durante muchos años tuve un huerto de almendros, y todos los años había que podar, sacar lo que está muerto y no sirve. Lo empecé a juntar y con eso hice obra también. No me limito por los materiales para trabajar, los materiales están a donde uno mire, cualquier material es bueno, las tapas de Coca Cola, la tierra, pasto, la madera, fierro oxidado, todo depende de qué nueva vida le queremos dar a esa materia.
Tus esculturas en espacios públicos son de lo más representativo en tu trabajo. ¿Cuál es tu concepción de la escultura en relación al espacio público y qué es lo que te gusta de esta opción?
Cuando me tocó hacer una escultura para espacio público, intenté siempre que se integre a la arquitectura, al movimiento, al uso, y de una manera simbólica, que represente algo. Me gusta que la escultura publica es una forma democrática de que el arte esté en la calle o en un edificio público. En el caso mío, lo que más me gustó que he construido fue en el metro de Santiago, una obra grande. Parece que son alrededor de dos millones de personas que transitan al día y pueden ver la obra. Yo creo que ya no la ven, porque como la ven todos los días… Pero bueno, eso es lo que me gusta. Está a disposición de todos.
Según algunas teorías, la instalación vendría a ser la cuarta fase dentro de las artes plásticas; habría iniciado del fresco a la pintura, después de lo bidimensional se pasó a la escultura y más recientemente apareció la instalación. ¿Tú has experimentado con el lenguaje de la instalación?
Solamente una vez hice algo que artistas conceptuales me dijeron que era una instalación. Yo no lo quise hacer [risas]. Trabajando con una madera maravillosa que tenemos allá, rematé con una columna. Yo lo tomé de una iglesia del sur de Chile, del altar de la iglesia, y me imagino que ahí debió ser una columna, por la base y el remate. E hice unas quince de estas, lo cual conformó como una especie de bosque. Es posible que haya sido una instalación. Reconozco que algunas instalaciones me gustan mucho, otras no las entiendo. O no tengo paciencia para verlas, sobre todo las que tienen una televisión de por medio. Pero hay cosas interesantes.