Marcelo Suaznábar: obra, universos y geografías oníricas
El artista boliviano radicado en Canadá expuso recientemente en la Galería THEO, en Seúl, Corea.
Marcelo Suaznábar es un artista surrealista boliviano cuya obra trasciende los límites convencionales de la representación visual, invitando a los espectadores a sumergirse en un mundo donde la realidad y la imaginación convergen de manera extraordinaria. Originario de Oruro, sus creaciones son un viaje profundo a través de paisajes oníricos que desafían nuestra percepción habitual del entorno y nos confrontan con las complejas relaciones entre la humanidad y la naturaleza.
Sus pinturas son un testimonio poderoso de la transformación y la fragilidad, utilizando elementos simbólicos como relojes, cubos y huevos con códigos de barras para representar metafóricamente los conflictos de la sociedad contemporánea. Suaznábar no solo crea arte, sino que construye narrativas críticas sobre la tecnificación del mundo moderno y la progresiva desconexión del ser humano con su entorno natural.
El arte en Marcelo Suaznábar
La obra de este artista plástico boliviano y universal es un territorio de exploración donde criaturas zoomorfas, animales con rostros humanos y escenarios oníricos se entrelazan para revelar verdades incómodas sobre nuestra existencia. Sus series como «Apocalipsis» y «Altiplano Mágico» funcionan como espejos críticos que reflejan tanto el pesimismo contemporáneo como la esperanza de una posible armonía con el medio ambiente.
Influenciado por sus primeras experiencias en iglesias y museos, y con el apoyo temprano de su tío fotógrafo, Suaznábar ha desarrollado un lenguaje artístico único que libera pensamientos y emociones más allá de lo visible. Su arte no busca simplemente representar sueños, sino crear formas surrealistas que emergen directamente de la imaginación, desafiando constantemente las percepciones establecidas y ofreciendo una ventana a mundos alternativos donde lo imposible se vuelve tangible.
El artista nos brinda detalles sobre su reciente exposición en Seúl, Corea, su presente, su obra y su porvenir en una entrevista exclusiva par Escape, de La Razón.
Lectura complementaria: Suaznabar, entre el sueño y la lucidez
¿Cómo se despertó en usted el deseo de ser un artista? ¿Qué elementos de su vida jugaron un rol determinante en esto y qué lo inspiró a seguir adelante?
Quizás fue la fuerte impresión que tuve al contemplar por primera vez las colecciones de arte sacro en el Museo de la Casa de la Moneda y del convento de Santa Teresa en Potosí. Ver la obra de los maestros Melchor Pérez de Holguín, José Miguel de Berrios, Bernardo Flores, provocó una inquietud de poder pintar y experimentar con óleos con unas tempranas interpretaciones de arte religioso. Los elementos o ingredientes para esta receta decisiva que me ayudaron a tomar un camino hacia las artes fueron: el dibujo como motor principal, la música como un medio de desconexión con el mundo para poder pintar o dibujar en soledad; a esto también se suma un apetito por observar los artistas que me parecían interesantes y enigmáticos, y la motivación de mi tío fotógrafo.
En su obra aparecen frecuentemente elementos como relojes, cubos y huevos con códigos de barras. ¿Qué representa esta combinación de elementos naturales con símbolos de la modernidad en su trabajo?
Son recurrentes estos elementos en mi trabajo porque los considero universales. El reloj tiene un significado que se podría leer en cualquier parte del mundo sin importar su origen. El reloj nos recuerda que el tiempo marca sus huellas para todos y no podemos remediar su avance. El huevo con códigos de barras significa la fragilidad de la naturaleza y la tecnificación de las sociedades en la que cada vez somos más dependientes de la tecnología; es algo inevitable. Tenemos códigos de barras para todo; su lectura es fácil y rápida, ideal para una era en la que la velocidad es la clave para un mundo cada vez más globalizado y complejo.
Usted ha mencionado que sus obras se inspiran en recuerdos de su infancia en iglesias y museos. ¿Cómo se manifiesta esta influencia religiosa en su serie «Apocalipsis»?
La serie Apocalipsis fue la transición de la serie netamente religiosa. Pienso que fue un paso importante para mirar los temores y las tentaciones y poner en una balanza el bien y el mal, según era mi percepción en ese momento por lo que pude absorber de la pintura colonial cuando visité Potosí a mis 16 años. Con esta serie pude explorar más los símbolos y desempolvar algunos temas que estaban por ahí ocultos; también eso me abrió la posibilidad de seguir explorando y descubriendo los laberintos de la mente para darle más libertad a mi creatividad.
A lo largo de su carrera ha creado varios murales significativos, incluyendo «El Juicio Final» y «La Ñusta y el Lagarto». ¿Cómo difiere su proceso creativo cuando trabaja en formato mural comparado con sus obras de caballete?
Es fascinante pero un poco complicado trabajar en gran formato por la composición del tema y de aplicación del material; la pintura de caballete es mucho más manejable y hasta cómoda para ejecutar una obra.
En su serie «Altiplano Mágico» representa un mundo ideal en armonía con la naturaleza. ¿Cómo ha influido el paisaje de su Oruro natal en esta visión utópica?
Altiplano Mágico me transporta ciertamente al paisaje inhóspito pero majestuoso al mismo tiempo, a los recuerdos de mi niñez cuando jugaba con mis hermanos en la finca de mi padre, manejando bicicletas y recorriendo esos senderos en las pampas. Pasábamos mucho tiempo allí observando los insectos y animales del lugar que poco a poco fueron desapareciendo: sapos, víboras, lagartijas, insectos, aves como los flamencos que llegaban a una gran laguna por temporadas. Esa armonía anhelada a estas alturas ya sufrió los cambios.
Sus obras están presentes en colecciones de más de 20 países. ¿Cómo ha evolucionado su perspectiva artística al exponer su trabajo en contextos culturales tan diversos?
Esa evolución a la que se refiere es parte del constante trabajo, que por las circunstancias en un nuevo territorio totalmente diferente al que tenía en nuestro país, con una cultura y lenguaje distintos, esto me daba la oportunidad de entrar a un ritmo constante y firme. Por cierto, al principio fue muy duro con todo lo que conlleva ser un inmigrante luchando por sobrevivir, pues había que trabajar mucho y tocar puertas doblando esfuerzos y aprovechando las oportunidades que se podrían presentar.
Su obra ha sido descrita como una metáfora de la crisis entre el medio ambiente y el mundo humano. ¿Qué papel juegan las criaturas de dos caras y cuernos que aparecen en sus pinturas en esta narrativa?
Estas criaturas son parte de la evolución de mi obra: animales con rostros humanos, criaturas zoomorfas con cuernos, ciclopes y aves, que suelen estar en escenas desérticas, habitaciones o con fondos abstractos. Son criaturas transformadas que demuestran que en esa escena todo es posible: pasar de la habitación o del espacio abierto a un escenario irreal y onírico.
Su obra «La invitación» reúne diversas criaturas surrealistas en un espacio con una atmósfera peculiar. ¿Qué buscaba comunicar con esta particular reunión de personajes?
Como el título lo dice, es una invitación de seres extraños a formar parte del acto de la reunión, entrar a un espacio y formar parte de esa experiencia de celebrar un momento de encuentro.
¿Cómo se dio esta reciente presencia suya en Seúl? ¿Qué se viene hacia adelante?
Esta muestra individual fue organizada y planificada hace un año por la galería THEO de Seúl, que me representa desde 2022. Inicialmente expuse en 2023 junto al escultor Kim Woojin en una muestra que se denominó «Dreaming of». THEO expuso mi obra en Hong Kong, Taipéi y Jakarta. Las muestras que tendré hasta fin de año son dos colectivas en París en la 27 Concept Galerie, Sahar Khan Boluki Gallery de Toronto y en la feria internacional de Scope Miami con Spence Gallery de Toronto.
Para el próximo año tendré una muestra individual en Yin Art Gallery de Taiwan y otra en 27 Concert Galerie de Paris y nuevamente expondré en las ferias internacionales de arte en Busan, Taipei y Jakarta con la galería THEO de Seoul.