Sunday 9 Feb 2025 | Actualizado a 11:34 AM

Mano Propia

/ 28 de septiembre de 2024 / 21:43

Pedro Susz comenta el más reciente film de Rodrigo Patiño, el mismo que representará a Bolivia en los Oscar.

Los ajustes de cuentas considerados, a partir de un discutible sentido generalizador, como sinónimos de la justicia por mano propia y esta, a su vez, tenida cómo una manifestación punitiva comparable a la justicia comunitaria, pasando por alto las raíces culturales y las insuficiencias estatales, que mantienen viva tal procedimiento reparador de atropellos de diversa envergadura, han sido un asunto recurrente en la filmografía de Rodrigo (Gory) Patiño desde Muralla, su primer largometraje rodado en 2018 alimentando la esperanza de tener en puertas un director dotado de las facultades requeridas para sacar a la producción nacional de la pérdida de rumbo y del letargo creativo en el que entonces, salvo contadas excepciones, había caído.

La trata de personas, dantesca cuanto extendida actividad ilegal, con fines de explotación laboral, sexual o, directamente ligada a la venta de órganos era, en el fondo, el bizarro proceder explorado dramáticamente por Patiño en aquella primera inmersión al submundo, de cuya existencia todos tenemos superficial conocimiento merced a la espectacularizada manipulación informativa del grueso de los medios,  pero preferimos pasar por alto sumiéndonos en la fingida normalidad de la vida cotidiana, rehuimos la responsabilidad que nos cabe aferrándonos a la cuestionable opción de mirar hacia  otro lado y desentendiéndonos de los dramas que agobian a las víctimas de tales brutalidades  y sus familias. Fue tal asimismo el insumo dramático de la serie televisiva La entrega dirigida por Patiño también en 2018, suerte de spin off, ergo derivación de la temática abordada en su referida opera prima   

Obra

Pseudo, el segundo largo de Patiño, coescrito y codirigido con el español Luís Reneo, dos años después, aguo, en parte, las expectativas, debido a las fragilidades del guion y del armado narrativo, no obstante tratarse de una necesaria inmersión en otra lacerante faceta del mismo submundo compartido y explotado por quiénes incurren en prácticas al margen de la ley con la complicidad de las instituciones y funcionarios presuntamente responsables de la protección de la seguridad colectiva y del cumplimiento de las normas legales vigentes.

Una vez más Mano propia apunta a sacudir la apatía colectiva frente a rasgos ciertamente aberrantes del diario transcurrir de la vida en esa “otra” realidad que los medios convierten en espectáculo en su pugna por ganar audiencia ladeándose hacia la crónica roja como banalizado insumo preferente de sus triviales espacios dizque noticiosos.

A tal efecto traslada a la pantalla la crónica publicada por Rodrigo Navia bajo el título de “Tribus de la Inquisición” donde relata el brutal linchamiento de cinco jóvenes acaecido el 1 de junio de 2013 en una población del trópico cochabambino, o sea del Chapare, acusándolos de ser autores del supuesto robo de un camión cargado de mercaderías. Dicho relato obtuvo varios galardones internacionales, incluido el premio Rey de España. 

Historia

El propietario del vehículo intentó que los escasos efectivos policiales, un jefe y dos guardias, responsables de la seguridad del lugar, con el nombre ficticio de Villa Nogales, tomaran cartas en el asunto, junto a un fiscal igualmente asignado al pueblo. Pero al tropezar con las reticencias formales de los uniformados, recurre a contratar a un grupo de sicarios, quiénes son en verdad, por sus vínculos con el tráfico de drogas, quienes poseen el poder, en contraste con los policías, en pocas palabras, temerosos burócratas sin la menor posibilidad de ejercer efectivamente sus tareas y por ende cómplices, por pasividad, de los mercenarios.

Siendo que el robo fue ejecutado por un par de sujetos, aparentemente policías también, pero el propietario en cuestión no sabe cómo identificarlos, luego de ver a un grupo de muchachos pescando en el río no tuvo mejor idea que hacerlos responsables del aquel. Fueron entonces capturados por los asesinos rentados, llevados a la plaza principal del pueblo, golpeados sin misericordia, rociados con gasolina y prendidos fuego, pese a los desesperados, e infructuosos intentos de la madre de uno de los chicos y su hermano, para que los policías, los cuales se esconden detrás de las paredes de la comisaría, eviten el linchamiento. Propósito de igual manera fallido del fiscal, incluso cuando trata de activar la intervención de los aterrados pobladores que observan en silencio el criminal proceder.

Mano Propia

El colofón está centrado en el dolor que la familia de uno de los jóvenes continúa arrastrando tiempo después, por siempre en verdad, aparejado a la desencantada resignación con la inoperancia del Estado y sus instituciones a la hora de proteger a quiénes habitan lejos del centro del poder, aunque se sabe parecidos eventos continúan acaeciendo en ese centro mismo. 

Si este a primera vista excesivamente detallado resumen de la trama provoca la sensación de haber incurrido en el pecado de moda: el espoileo, algo más adelante explicaré los motivos de tan pormenorizada descripción, del todo distantes del propósito de inducir a los potenciales espectadores a la abstención. Al contrario: no obstante, los peros todos debieran echarle el ojo a Mano propia.

Pues bien, el relato de aquel suceso ha sido abordado por Patiño a través de la mirada y el sentir de tres de los protagonistas reales: Miguel, padre de dos de las víctimas, el cual, al arrancar la narración, con la pantalla en negro recibe en off un angustioso llamado de uno de ellos: “Nos han detenido en el camino”, y enseguida la comunicación se corta; Adrián hermano de quién llamó; y Mario Vega, el funcionario judicial, apegado a las reglas, pero ajeno a la posibilidad de hacerlas cumplir. Desde luego los nombres son ficticios a fin de no exponer a los verdaderos protagonistas, sobrevivientes del bárbaro ajusticiamiento a eventuales represalias.

Rodaje

La película, rodada durante un mes el 2023 en Palos Blancos en sud Yungas y Sapecho en Beni evidencia cuan atinada resulta la opción de Patiño al negarse a poner el acento en la recreación del episodio abordado sobre el momento del linchamiento mismo, expuesto en un par de brevísimas escenas, adicionalmente fotografiadas distorsionando las imágenes, más que suficientes para dejar expuesta la crueldad del hecho, sin necesidad de subrayados ni manoseos truculentos.

Igual de acertados son todos los otros insumos formales: la cámara en mano, optada cuando un trípode se averió, ayuda a la aproximación a los personajes y sus emociones. La faena de los protagonistas, sobre todo la de Freddy Chipana como Miguel y Alejandro Marañon en el rol de Mario es intachable, sin que el resto del elenco desoreje en absoluto. Y la banda sonora de Cergio Prudencio pone lo suyo evidenciando que su experiencia le faculta distinguir claramente que la música puede acompañar, rellenar o sumar a la construcción del tono de la historia puesta en imagen. Prudencio no renuncia a esa última eventualidad, sin aspirar tampoco a protagonismos prescindentes.

Balance

A pesar de lo anotado Mano propia dista de ser una obra de perfecto acabado a consecuencia de notorios tropiezos en el guion, escrito por el propio Patiño, que a su vez repercuten negativamente en la forma de entretejer las tres miradas sobre el hecho recreado, dando lugar a un confuso entrelazamiento de tiempos, hechos y vivencias, capaz de extraviar incluso a quién conoce la historia, ni se diga a quiénes la desconocen. Tal ha sido el motivo por el cual me detuve a describir en detalle la trama para así proporcionar a los potenciales espectadores las pistas suficientes para no caer en el señalado extravío.

Hay otros aspectos observables en Mano propia como las reiterativas tomas de manos mojadas por la lluvia, metaforizando el inepto proceder de las autoridades resumido en la recomendación de una de ellas a sus pares: “hazte el loco”. 

Crítica

Es, de igual manera muy cuestionable, la inclusión, en los primeros tramos del relato, de una breve secuencia en la cual un grupo de comunarios, después de sentenciar, en claro apego a los principios comunitarios precisamente: “nuestro problema es tu problema”, obligó a Mario, mucho antes de ser asignado como fiscal residente en el poblado, a fabricar 100 adobes, en castigo por una precipitada decisión. El modo de abordar tal secuencia refleja una sesgada visión propicia para llevar al espectador a equiparar la justicia comunitaria con lo que seguirá en la narración. Yerro endosable a un descaminado simplismo implícitamente adherido a la torcida valoración axiológica imperante desde los tiempos coloniales, fundado en la premisa de la exclusividad de la visión monocultural que atribuye a la cultura occidental la propiedad de todos los valores a ser, sin alternativa, adoptados en cualquier punto del planeta.

Que una parte de, o toda, la platea acabe moqueando o con la garganta anudada puede entrañar que lo visto dejó aflorar, el morbo subyacente en la sicología humana, máxime en estos tiempos cuando medios y redes sociales, se dijo, han hecho del sensacionalismo la clave para hacerse sitio en la comunicación mercantilizada. O, puede, asimismo, ser el síntoma de otra discutible instrumentación de ciertos temas: la de servir de válvula de escape a una impresión agobiante dando paso a jactarse íntimamente de una “solidaridad”, pasiva en verdad, que se da por hecha no bien la palabra fin asoma en la pantalla, cual si se hubiese apelado al típico desahogo del sentimiento de culpa mediante la confesión. Otra cosa muy distinta es llevar al espectador a preguntarse ¿y yo que pito toco en semejante asunto o panorama?    

Sensaciones

Es evidente. A lo largo de su filmografía, incluyendo desde luego este reciente eslabón, suerte de catálogo de los lastres de la justicia y las fuerzas del orden, expuesto por cierto con los matices necesarios para no aplanar de modo simplista los problemas, Patiño viene procurando hacerse de un estilo propio.  No obstante, que un realizador posea estilo propio, o persiga uno, no es per se, garantía alguna pues, en definitiva, estilo, salvo el manierista, no significa reincidir en una cierta suma de recursos, sino en dar con el modo de utilizar las herramientas narrativas más acordes a la armónica compatibilización entre el qué y el cómo. Y, en ese orden de cosas, los indudables aciertos formales antes anotados, sumando además el de haber encontrado, en buena medida, en Mano propia la respuesta pertinente al dilema de cómo sortear el manoseo del morbo apuntando a un distanciamiento activador de la reflexión del por qué suceden ciertos hechos, se hubiese beneficiado de un guion mejor articulado.

En síntesis, se mantiene vigente la conclusión que escribí al cerrar mi comentario del anterior trabajo de Patiño: “son esos yerros de tratamiento los que, a mi parecer, impiden a la película dar cuenta de una clara, progresiva, consolidación en la filmografía de un director desafiado a repensar ciertos aspectos de su labor, pues talento e imaginación ciertamente no le escasean”.

Ficha técnica

Título Original: Mano propia – Dirección:– Guion: Rodrigo (Gory) Patiño – Basado en: Rodrigo Navia “Tribus de Inquisición” (crónica) – Fotografía: Pablo Paniagua – Iluminación: Juan Pablo Urioste –  Montaje: Rodrigo (Gory) Patiño – Música: Cergio Prudencio – Arte: Marisol Calle – Efectos: Walter Acho – Director de Sonido: Federico Moreira – Sonido: Sergio Medina, Santiago Fernández, Alejandro Grillo, Agustín Irahola – Edición de Sonido: Cesar Mamani –  Maquillaje: Kantay Melgarejo- Foto Fija:Marcelo Iturriaga –  Asistencia de Dirección: Juan Pablo Richter- Producción Ejecutiva: Samuel Doria Medina, Leonel Fransezze – Producción: Claudia Gaensel – Asistencia de Producción: Pholak Ríos – Intérpretes: Freddy Chipana, Alejandro Marañón, Christian Castillo, Carlos Ureña, Bernardo Rosado, Mauricio Toledo, Victoria Suaznabar, Raimundo Ramos, Gonzalo Callejas, Raúl Beltrán, Ariel Vargas, Bernardo Arancibia, Pamela Sotelo, Edgar Chipana, Carlos Zarate, Manuel Vidaurre, Raymi Vidaurre, Edwin Mamani, Gabriel Pereira,  Cristhian Frías – BOLIVIA/2024

Cortinas absolutas: claves para ver Twin Peaks de David Lynch

La serie televisiva representa el testamento creativo de un autor que reflejó su particular visión del ocaso de una era.

/ 8 de febrero de 2025 / 21:56

David Lynch ya dejó este mundo, pero su obra está ahí, firme, brillando más y más con el pasar de los años. «Twin Peaks: The Return» (la temporada final de la serie, con 18 capítulos de una hora) no solo fue su último trabajo de gran envergadura en el ámbito audiovisual, sino que además fue su proyecto más ambicioso: en materia narrativa, en magnitud de producción, despliegue territorial, locaciones, elenco, efectos especiales, etc. La suma del todo constituye una obra monumental, con un presupuesto que un cineasta independiente y excéntrico como él probablemente no había conocido en sus proyectos anteriores.

Más allá del debate entre defensores y detractores de esta enorme empresa, cabe destacar el tremendo esfuerzo, pasión y entrega que denota cada plano, cada escena, cada capítulo, por parte de su(s) autor(es). Aquí, más que evaluar o ranquear «The Return» en la filmografía de Lynch, procuramos introducir ideas que permitan abrazar esta rareza de la televisión con una perspectiva contextualizada sobre su temática y su estética dentro de la trayectoria y la época que le tocó vivir a este coloso del séptimo arte.

1.         Naked Lynch o Lynch al desnudo: «Twin Peaks» es un fenómeno muy diferente a franquicias como «Star Wars» o «Avengers», excepto por el hecho de que constituye, de igual manera, un «universo extendido», y lo viene haciendo desde que salió la precuela «Fire Walk With Me», antes de que la idea se pusiera de moda. Con «The Return», este universo se expande y se consolida como un auténtico imperio del imaginario lynchiano. Así como hay fans de «Star Wars» que seguramente trataron de levantar piedras mediante la Fuerza, «Twin Peaks» también ha creado fans capaces de inhalar líneas blancas zigzagueantes con la esperanza de entrar a la Black Lodge. Se trata de un show de culto y un territorio donde las obsesiones de su creador se despliegan sin barreras: los dobles se triplican, las cortinas rojas se elevan hasta el infinito, el humo y las luces estroboscópicas invaden la mirada, y la noche impera desatando insospechadas criaturas. En «The Return», a diferencia de la debacle intergaláctica de la franquicia «Star Wars», vemos un cariño, un cuidado meticuloso por el devenir de los personajes que, 25 años después, nos siguen transmitiendo empatía: algunos con una trayectoria crudamente realista, digna de «The Wire» y otros, como se podrán imaginar, no tanto. En «Twin Peaks», con sus picos y sus valles, podemos sumergirnos en el mundo de un Lynch al desnudo: la honestidad y el riesgo que asume al adjudicarse semejante océano de fantasmas sin autocensura ni compromisos son dignos de un verdadero poeta.

2.         La pantalla fatal: Como fenómeno televisivo, «Twin Peaks» se adelanta al boom de las series y clausura el mismo 25 años más tarde, dibujando un arco que indica una era dorada de este medio que, quizás la generación X no lo tenía en mente, también había sido transitorio y efímero. La relación de Lynch con la televisión es compleja, marcada por un sentimiento de amor/odio –no olvidar que la primera acción de «Fire Walk With Me» es la bestial destrucción de un televisor, en consonancia con el sabor amargo que dejó a sus autores la injerencia de las cadenas sobre el guion y el aspecto creativo de la serie–. «The Return» no es solo un retorno al (ya) mitológico pueblo fronterizo sino también y, sobre todo, al medio televisivo; se trata casi de una revancha. En ese sentido, no se puede ignorar que este experimento plantea diálogos con varios proyectos del siglo XXI: «Mad Men» en cuanto al exquisito diseño de producción, «Breaking Bad» con respecto al retrato de la crueldad y la violencia, «Game of Thrones», al desplegar una telaraña narrativa diseminada en tiempos y espacios heterogéneos, «The Sopranos», por la mirada «humanista» y onírica del mundo del hampa, e incluso «Stranger Things» o «Dark» por su aproximación desenfadada a lo monstruoso y paranormal.

3.         El precio del multiverso: Hoy en día se ha banalizado la idea –cuán peligrosa para una sana vivencia del hecho narrativo– de los famosos multiversos. En lugar de usar esta hipótesis como un comodín para hurgar caprichosamente la relojería del relato, «resucitar» personajes a placer, «rehacer» el presente como si de un trámite se tratara, «The Return» plantea el altísimo costo de una ontología de esa calaña. Convengamos en que, si existieran tales multiversos, el precio que habría que pagar por osar adentrarse en ellos tiene que ser mayor aun que el sufrimiento que produce la fatalidad de la experiencia lineal e irreversible que conocemos: ¿quizás la ominosa consciencia de un sinsentido, de un vacío, de un absurdo (multi)universal donde todo y todos dan igual y, por ende, nada tiene valor? Lynch, a su manera, parece advertir del peligro de ese ardid narrativo, síntoma de un malestar axiológico en la sociedad que no es para tomar a la ligera.

4.         De Reagan a Trump, crónica de la pesadilla americana: Si «Blue Velvet» y las primeras temporadas de la serie en cuestión hablaban de una dualidad en la cultura estadounidense –por un lado, las amables casitas y jardines habitados por gente bondadosa y, por otro, el mal hormigueante acosando como una sombra–, el desarrollo posterior de la obra lynchiana escenifica una carretera hacia la perdición de un proyecto de sociedad que se va oscureciendo a velocidades vertiginosas. El Doctor Amp, influencer oriundo de Twin Peaks, encarna la indignación ante un sistema que empobrece, envilece, envenena, engaña, aliena y explota a las masas sonámbulas, mientras ese infame uno por ciento se sigue hinchando los bolsillos a costa de la desaparición de los valores y las bondades prometidas por la utopía reaganiana. Ese parece ser el pozo y esas las aguas puercas que resultaron del experimento neoliberal. Ahora, ¿nos tocará beberlas hasta el fondo y descender o seremos capaces de palearnos –mediante palas doradas– fuera de este charco de heces que nos tiene atrapados en la inmundicia existencial?

5.         Al otro lado de la cámara: Además de haber enlistado a una tropa de actores y actrices estelares en el cosmos de su cinematografía junto con nuevos y suculentos fichajes, David Lynch se desafía a sí mismo en su desempeño actoral y da la cara como nunca lo había hecho. Su personaje, Gordon Cole, funciona como una metáfora del propio creador que supervisa, recluta, protege y otorga misiones a sus subalternos con un fin superior que no es sino la obra misma, algo tan misterioso como una rosa azul.

6.         Hacer el humor con otro: El viaje del héroe fue y será siempre el núcleo de toda empresa narrativa. La epopeya triunfal y la tragedia desgarradora son los polos dentro de una gama de posibilidades que ofrece una estructura antropológica fundamental: la tendencia innata a contarnos historias. La crisis que se impone sobre la función heroica en la época que vivimos ya fue tratada de manera visionaria en la filmografía de Lynch –basta con analizar el proceso de los protagonistas que va desde «Blue Velvet» (1986) hasta «INLAND EMPIRE» (2006)– y hoy se hace patente en la sucesión de bodrios y aberraciones narrativas que Hollywood pare año tras año en un lento suicidio en tanto que faro del imaginario colectivo. Lynch, para dar cuenta de esta deriva del héroe viril –sin ceder a la «deconstrucción para opas» a lo Disney–, recurre al humor, a su humor: una receta que combina el absurdo kafkiano y esa cándida extrañeza de un Jacques Tati en un contexto marcado por la crueldad y la falta de humanidad. El experimento consolida la primera aproximación «seria» de Lynch a la comedia; el resultado es, como poco, desconcertante.

7.         Pinturas negras para el siglo XXI: El final de las grandes guerras trae, a primera vista, un nuevo amanecer, una oportunidad para reencaminar a la especie hacia valores más nobles y luminosos. Lastimosamente, la historia nos prueba una y otra vez que no es así, que ese embrión de una sociedad mejor viene fecundado por un mal latente y de proporciones inconmensurables. Así lo percibió el viejo Goya cuando fue testigo del fin de la carnicería napoleónica y pintó esa ominosa serie de imágenes lacerantes en las paredes de su quinta. En las pinturas negras, el aragonés plasma una sensación de sinsentido universal donde solo el mal parece tener agencia, donde lo heroico solo figura como caricatura deforme y burlesca. Seres contrahechos, sucios, menesterosos, bestiales, casi inhumanos se acumulan y se confunden entre sí en medio de una penumbra espeluznante. Asimismo, en el genocidio atómico llevado a cabo por EEUU con el fin de liquidar el pleito en 1945, Lynch parece descubrir la semilla de una era terminal para el sueño de la razón. El manejo de fuerzas cuánticas, dentro de su mitología personal, ha desencadenado una energía de la que la humanidad no tiene control, tanto en sus implicaciones físicas como espirituales. El famoso capítulo 8, el capítulo negro, da cuenta de esta visión con un nivel experimental inaudito, y añade el nombre de David Lynch en el equipo de los Goyas y los Kafkas; todos productores de una poética tremendamente pesimista sobre la aventura moderna… Una aventura cuyas consecuencias aún no conocemos pero que prometen sucesos de una dimensión insólita en la historia del planeta.

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Geronimo Sims representará a Bolivia en Viña del Mar 2025

El cantante se prepara para hacer historia en Viña del Mar 2025 como el primer boliviano en participar en la competencia internacional del festival.

/ 8 de febrero de 2025 / 21:32

En un hito histórico para la música boliviana, Geronimo Sims, un talentoso cantante de apenas 19 años, se prepara para representar a Bolivia en el prestigioso Festival de Viña del Mar 2025. Será la primera vez que el país participe en la competencia internacional del evento, y Sims, con su canción «Septiembre», busca no solo dejar huella en el escenario de la Quinta Vergara, sino también llevar el nombre de Bolivia a lo más alto del panorama musical latinoamericano.

En una entrevista exclusiva con Escape, de La Razón, Sims compartió su entusiasmo y dedicación hacia este proyecto, que marca un antes y un después en su carrera. «Ser el primer representante boliviano en la competencia internacional de Viña del Mar es muy lindo y un gran orgullo para mí», afirmó el joven artista, quien a sus 19 años ya ha logrado lo que muchos músicos sueñan en toda una vida.

Una vida de perseverancia

Geronimo Sims no es un recién llegado al mundo de la música. Desde los cinco años, comenzó a escribir canciones. A los 16 firmó un contrato con Sony Music, convirtiéndose en el primer artista boliviano de la nueva generación en hacerlo. «La música siempre ha sido lo más importante en mi vida», confesó Sims. «Es mi pasión, mi sueño, y siempre he tenido muy claro lo que quería hacer de mi vida».

Su determinación y talento lo llevaron a trabajar con productores de renombre internacional, como Arturo «Turra» Medina, ganador de un Grammy Latino y conocido por su trabajo con artistas como Carla Morrison, Natalia Lafourcade y Leonel García. Fue en Los Ángeles, en un estudio donde alguna vez grabó Michael Jackson, donde nació «Septiembre», la canción que lo llevará a Viña del Mar. «Es una canción muy llena de esperanza, con un toque de melancolía, pero que habla de reencontrarse», precisó Sims.

Audiovisual

Geronimo Sims en Viña del Mar

Geronimo Sims en Viña del Mar

Un show espectacular

Aunque su presentación en Viña del Mar será breve, por la modalidad del festival, Sims promete un espectáculo inolvidable. «Es un show espectacular el que estamos preparando», aseguró. «Desde lo visual, será una experiencia inmersiva, con pantallas y un cuerpo de baile profesional que se está preparando en Chile», detalló. El joven artista ha estado ensayando sin descanso desde que recibió la noticia de su participación en la cita musical. «No hemos parado ni un solo día con la preparación, baile, canto. Vamos a dar una presentación que lleve no solamente a Bolivia, sino que realmente lleve los valores de los bolivianos, como la perseverancia, el esfuerzo y el sacrificio».

La importancia del apoyo popular

Sims sabe que el apoyo de su país será crucial para su éxito en Viña del Mar. «Lo más importante va a ser la votación», explicó. «El voto del público cuenta como uno más entre los votos del jurado, así que es súper importante que la gente vote». Para asegurarse de que todos los bolivianos sepan cómo apoyarlo, el artista planea subir un tutorial en sus redes sociales con las instrucciones necesarias. «Lo más importante es estar unidos y mostrar que cuando los bolivianos nos unimos, hacemos cosas muy grandes».

Además de la votación, Sims está realizando una gira por los nueve departamentos de Bolivia antes de viajar a Chile. «La gira es gratuita, es para conectar con la gente, para que quienes no me conocen vayan a conocer mi música», dijo. Esta gira no solo es una oportunidad para promocionar su música, sino también para agradecer el apoyo que ha recibido de sus seguidores. «Cada día somos más, hay mucha gente que se suma, y siempre es súper lindo recibir el cariño de la gente».

Fusión de tradición y modernidad

Geronimo Sims define su estilo como pop, pero con una amplia gama de influencias que van desde el folclore tarijeño hasta el rock y las baladas. «Mi música es súper pop, pero me gusta experimentar y traer estilos que tal vez no son pop como tal, acercarlos más hacia el pop», explicó. «Me gusta muchísimo fusionar, combinar y todo, pero lo más importante es que tenemos un proyecto que busca hacer una cara nueva del pop latino».

El artista también destacó la importancia de su equipo en este proyecto. «No solamente soy yo, sino todos los que trabajan conmigo. Tenemos un proyecto hermoso que busca llevar a Bolivia siempre hasta lo más alto, llevar a la música boliviana a lo más grande». Sims cree que Bolivia tiene mucho más que ofrecer al mundo musical más allá del folclore. «Tenemos una cultura súper linda y diversa, pero también tenemos talento y capacidad para competir en todos los géneros, en todas las áreas».

Un futuro prometedor

Con más de 3.2 millones de vistas en YouTube, 2.2 millones de seguidores en TikTok y una creciente base de fans en plataformas como Spotify, Geronimo Sims es un artista que se proyecta en América Latina. Su canción «Septiembre» ya ha alcanzado el número uno en varias listas de reproducción, y su colaboración con la artista boliviana Viudita Moderna, «Lágrimas», fue un éxito rotundo en Radio Disney Bolivia.

Además de su participación en Viña del Mar, Sims tiene grandes planes para 2025, incluyendo el lanzamiento de nuevas canciones y videos. «Se vienen muchas sorpresas», adelantó. «Más canciones, videos y otras novedades que podrán enterarse por todas mis redes y mi sitio web oficial».

Un mensaje de unidad y orgullo nacional

Geronimo Sims no solo va a Viña del Mar como un artista, sino como un representante de la cultura boliviana. «No soy el único boliviano que está yendo, también está Tupay por el lado de la competencia folclórica», recordó. «Los invito a todos a apoyarnos, vamos a dejar a Bolivia en alto, vamos a dejar el nombre de Bolivia en alto y la tricolor en alto».

Con su talento, dedicación y el apoyo de su país, Geronimo Sims está listo para conquistar Viña del Mar y, con ello, abrir nuevas puertas para la música boliviana en el escenario internacional. Como él mismo lo dijo: «Cuando los bolivianos nos unimos, hacemos cosas muy grandes». Y este 2025, en Viña del Mar, Bolivia tendrá la oportunidad de demostrar el punto.

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‘La Casa del Sur’, con las puertas abiertas

El nuevo largometraje de Carina Oroza Daroca y Ramiro Fierro, explora las heridas de la dictadura boliviana a través de la mirada íntima de dos generaciones de mujeres.

/ 8 de febrero de 2025 / 20:58

Contar desde lo local para llegar a lo universal. Esta máxima acompaña como un mantra a prácticamente todos los guionistas y contadores de historias del mundo, pero no siempre lo consiguen. En la Casa del Sur se logra el objetivo con creces. El filme de la directora boliviana Carina Oroza Daroca y el realizador boliviano colombiano Ramiro Fierro consigue llevar a la familia —en todos los sentidos, dentro y fuera del écram— al séptimo arte, hasta esa pasión por contar nuestras historias, por denunciar los horrores vividos en el país relatados desde el propio hogar y vivencia. Esta cinta es memoria, es coraje y es amor.

Estrenada el 6 de febrero en salas de Bolivia, La Casa del Sur es un largometraje de ficción, pero inspirado en una historia real. Es obra de la productora Banda Imagen, en coproducción con Kymo (Colombia), Filmosonido (Chile), Escorzo SRL y Cinearte (La Paz), distribuida en Bolivia por Londra Films P&D.

La cinta está ambientada en una hacienda en los valles de Concepción en Tarija, entre viñedos junto al río. Allí llega Ana (Piti Campos)—chef y reconocida bloguera de cocina— quien ha recibido la noticia del fallecimiento de su tía y desea vender el inmueble. Con ella llegan los recuerdos de un momento muy doloroso para la familia acaecido 25 años atrás: cuando Naty (Grisel Quiroga) y una joven Ana (Arwen Delaine) fueron acorraladas por una tropa de militares que buscaba guerrilleros en la región. Los uniformados acusaron a Naty de encubridora y la llevaron a la ciudad, dejando a la niña sola en la casona. Ante esto, Lu (Alejandra Lanza), afamada cantante y hermana de Naty, regresa a la hacienda  y se hace cargo de la crianza de Anita, mientras Suárez (Cristian Mercado), un militar inescrupuloso, y sus oficiales buscan alguna prueba.

Memoria. El viaje paralelo de Ana entre su presente estancado y un pasado que dejó heridas abiertas e imborrables se hace a través no solo de los sucesos, sino de toda una paleta sensorial: los sabores de ajíes, uvas y singanis; los paisajes de viñedos y de arboledas rebosantes de duraznos (en una fotografía impecable, austera y bucólica de Ernesto Fernandez); las melodías —entre alegres y melancólicas— de las canciones tradicionales en voces de las protagonistas y de las canciones de Melo Herrera, Andrés Herrera, Mauricio Motero y Alejandro Rivas Cotte; a través de las texturas de un mesón de cocina, testigo mudo de alegrías y de abominaciones, de recortes de diario viejos, de discos de vinilo descoloridos por el tiempo.

A diferencia de otros dramas que tocan el tema de las dictaduras desde la historia formal, esta cinta lo hace desde la mirada de dos generaciones de mujeres, desde el hogar. Es una mirada muy importante, pues, invisibilizadas, estereotipadas o instrumentalizadas en el trayecto del cine boliviano —con muy contadas y honrosas excepciones—, en este relato toman la palestra y reflejan la fuerza y carácter particular de cada personaje, así como se explora el conflicto y el encuentro en el seno de la familia. El sacrificio también está presente en el filme, la toma del cuerpo femenino como trofeo, así como la dignidad como única respuesta ante la vejación. En tiempos de fascistización del pensamiento, con gente que evoca la dictadura y cree que los avances en los derechos de las mujeres son una afrenta, este filme ofrece una sutil pero poderosa reflexión.

Coraje. La Casa del Sur no solo es una historia de valor y de reivindicación, de búsquedas personales y de reconcialición, sino que ha implicado un viaje largo por detrás de las pantallas. Con lo complicado que es financiar una película y con los embates de la pandemia, este ansiado estreno fue posible este año en un momento en que la producción lo veía cada vez lejano e improbable.

Con una historia paralela con sutiles transiciones para saltar entre épocas a través del color y referencias muy bien pensadas en el guion de Oroza Daroca, la cinta avanza calma pero segura, se toma su tiempo y sortea con éxito una estructura que podría parecer confusa en teoría, pero que en el producto final resulta muy sencilla de seguir y acompañar. La tensión de acompañar los momentos felices y de encuentro entre Ana y Lu en paisajes de ensueño mientras la desgracia las acecha como buitre con sigue tenerte al borde del asiento durante toda la cinta.

Las actuaciones entregadas y uniformes de todo el cast ayudan mucho en este resultado, con una Alejandra Lanza muy solvente y versátil que da la talla para mantener el duelo permanente con el militar encarnado por Cristian Mercado, que a pesar de ser un personaje más cliché y quizá el menos desarrollado, consigue lo que un antagonista añora: que se lo odie con fuerza. Arwen  Delaine y Piti Campos consiguen que podamos comprender esos dos lados de Ana, la niña y la adulta rota, y la acompañemos en el viaje. Por su parte, David Mondacca ofrece una actuación entrañable como el fiel y sincero cuidador de la tía.

Amor. Los lazos parentales, el arraigo al pago y a los tuyos, son el eje de película que habla de la familia, pero no solo en la pantalla. Se ha trabajado con un equipo técnico y artístico reducido que ha filmado en tiempo récord y cuya entrega a este trabajo se nota en cada detalle. Es impresionante cómo ese amor puede reflejarse, emanar desde las pantallas (lo que escribo no es muy formal o científico, pero quien ve la Casa del Sur, estoy más que seguro de que lo nota).

Por ello, entre los agradecimientos está también el correspondiente a la familia de la directora, la familia Daroca, sin la que filmar en esas locaciones hubiese sido imposible. Y ahí entra el último personaje de la cinta, no por ello menos importante: la casa. Porque una casa es más que los muros, es memoria, es familia, es aromas, es sonidos… es pertenencia. Y así nos la muestra Carina Oroza —desde lo local a lo universal—: nos abre las puertas de su hogar, de las historias y heridas familiares, de los sabores del sur, de sus canciones, y esta sincera invitación nos llega con facilidad al corazón. 

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Latitudes 2025: performance art y las identidades pluriversales

La capital cruceña se engalanó con el festival que celebra al cuerpo como vehículo de expresión artística.

/ 1 de febrero de 2025 / 22:07

La ciudad de Santa Cruz de la Sierra fue el epicentro del arte contemporáneo con la sexta edición del Festival Internacional de Performance Art Latitudes. El evento, que se desarrolló del 28 de enero al 1 de febrero, reunió a artistas locales, nacionales e internacionales para explorar temas de identidad, tradiciones y plurinacionalidad. Bajo la dirección curatorial del reconocido artista y gestor cultural Héctor Canonge, este encuentro se ha consolidado como un espacio de reflexión y diálogo sobre las prácticas somáticas y performativas en el contexto boliviano y global.

En diálogo en exclusiva con Escape, de La Razón, Canonge, fundador y curador de Latitudes, compartió detalles sobre la trayectoria del festival, su enfoque en esta edición y la importancia del performance art como disciplina artística. “Latitudes se creó hace más o menos seis años, después que yo había regresado a Bolivia”, relató el artista. “He vivido la mayor parte de mi vida en el exterior y regresé a Bolivia en 2012. Después de ese primer año de aclimatizarme, de hacer presentaciones como artista en diferentes ciudades, me reubiqué en Santa Cruz y comencé a trabajar como gestor independiente creando iniciativas de performance art”, añadió.

El festival, que inició con intervenciones públicas en plazas y espacios abiertos de la ciudad, ha evolucionado hasta convertirse en un referente internacional del performance art. “Incluso después de la pandemia hubo una edición virtual en línea que se llamó Latitudes Híbridas, porque todas las presentaciones fueron a través de Internet”, explicó Canonge. Este año, el festival regresa con fuerza, abordando el tema “Acciones Pluriversales”, en celebración del Bicentenario de Bolivia.

Performance art y reflexión

El performance art es una disciplina que desafía las convenciones del arte tradicional. Se origina en las vanguardias del siglo XX. Canonge explicó que “el performance art tiene sus orígenes en Europa, donde hubo una reacción contra el teatro burgués. Un grupo de artistas en Austria y Rusia comenzó a experimentar con formas de arte que no requerían un escenario tradicional ni un guión rígido”. Esta disciplina se caracteriza por su fluidez y su capacidad para evocar emociones y reflexiones en el público sin ofrecer una narrativa literal.

“El performance art no te está dando una narrativa literal, te da algo más evocativo, algo más para pensar”, señaló Canonge. “El cuerpo es el generador de las acciones, y esas acciones son la obra de arte. Es una obra de arte efímera, porque, si no la ves, te la perdiste”. Esta característica efímera y dinámica convierte al performance art en una herramienta poderosa para explorar temas complejos como la identidad y la plurinacionalidad.

“El arte del performance latinoamericano se diferencia del performance art de Europa o de Estados Unidos porque es muy político. En Latinoamérica es político, de activismo, de lucha contra la represión. En Chile y Argentina hubo grupos que lucharon contra las dictaduras. En Bolivia también hubo un pequeño grupo, pero no fue tan fuerte como para seguir adelante en los años 80 y 90. Se perdió muy rápidamente con la dictadura de los 70, donde había una represión muy fuerte”, aseveró el organizador.

Identidad y Bicentenario

En esta edición, Latitudes 2025 se enfoca en la construcción de la identidad boliviana. “Este año estamos con el tema que se relaciona con el Bicentenario de Bolivia y el tema de es ‘Acciones Pluriversales’, con la idea de explorar la identidad”, explicó Canonge. “Cómo los artistas se identifican acá en el país o cómo aquellos artistas bolivianos viviendo en el exterior están trabajando en performance y cómo la realizan allá en diferentes puntos del mundo y si llevan algo de Bolivia con ellos”.

El festival cuenta con la participación de artistas bolivianos y extranjeros que abordan estas temáticas desde diversas perspectivas. Entre los artistas nacionales presentes en Latitudes 2025 están Juan Pablo Calero Araoz, Monica Adriana Sanchez, Mariana Behoteguy Chávez y Randy Rojas. A nivel internacional, se puede citar a creadores como Ale Montiel (Argentina), Dimple B Shah (India), Adrian Leodan Morales Ramírez (México) y Marta Lodola (Italia), quienes exploran sus propias raíces y cómo estas se entrelazan con la identidad boliviana.

“Hay artistas de la India que están abordando este tipo de mestizajes con la presencia inglesa en la India, hay artistas de Grecia que exploran la identidad griega”, comentó Canonge. “El festival ha servido para provocar una reflexión sobre qué es lo que hace de un ser humano, en el caso de los bolivianos, qué es lo que hace un boliviano o boliviana, y en el caso de los otros artistas, con sus respectivas identidades”.

Un festival con proyección internacional

Latitudes no solo es un espacio para artistas bolivianos, sino también una plataforma que conecta a Bolivia con el mundo. “Este año principalmente hay un enfoque en artistas nacionales, ya sean locales del interior o artistas bolivianos viviendo en el exterior”, explicó Canonge. “Pero también hay invitados internacionales que están haciendo su propia aproximación a esta idea de la identidad, a esta idea de lo ancestral”.

El festival se realiza en tres importantes instituciones culturales de la capital cruceña: el Centro de la Cultura Plurinacional (CCP), el Museo de la Ciudad Altillo Beni (MAB) y la Alianza Francesa Santa Cruz (AFSCZ). Cada sede alberga performances en vivo, seminarios, talleres y conversatorios que invitan al público a sumergirse en el mundo del performance art.

El legado de Latitudes

Desde su creación en 2017, Latitudes ha logrado posicionarse como un referente en el circuito internacional del performance art. “Latitudes es el primer Festival Internacional de Performance Art de Santa Cruz de la Sierra, y el único en Bolivia”, afirmó Canonge. “Desde su creación, el festival ha logrado posicionarse exitosamente en el radar del performance art internacional”.

Además de su impacto artístico, el festival ha contribuido al desarrollo de una red de artistas bolivianos a través de Performance Art Bolivia (PABA), una plataforma creada por Canonge en 2022. “PABA es una plataforma dedicada a la creación, difusión y promoción de programas de arte de la performance en Bolivia”, explicó. “Es a través de eso también que se ha generado este año mucho interés sobre el desarrollo y la evolución del performance art en el país”.

Latitudes, más que un festival

Latitudes 2025 no es solo un encuentro de arte; es un espacio para la reflexión, el diálogo y la exploración de la identidad en un mundo cada vez más interconectado. A través de performances, talleres y conversatorios, el festival invita al público a cuestionarse sobre su propia identidad y cómo esta se construye en relación con el entorno y la historia.

“El performance art es más dinámico, más fluido”, concluyó Canonge. “El cuerpo es el sujeto de la creación artística, el cuerpo crea la obra, y al mismo tiempo ese cuerpo del artista se convierte en objeto de apreciación. Esa es la relación de la importancia de la corporeidad en el performance art”.

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Emilia Pérez: un debate sobre arte y responsabilidad política

La película nominada a 13 premios Oscar es centro de una intensa polémica al presentar una actriz transgénero.

/ 1 de febrero de 2025 / 21:35

La película Emilia Pérez, dirigida por el cineasta francés Jacques Audiard, se ha convertido en uno de los temas más polémicos de la temporada de premios de 2025. Nominada a 13 categorías en los premios de la Academia, incluyendo Mejor Película y Mejor Actriz para Karla Sofía Gascón, la cinta ha generado un intenso debate sobre representación cultural, identidad transgénero y la responsabilidad política del arte. Mientras algunos celebran su ambición y su enfoque en temas marginalizados, otros critican su falta de autenticidad y su posible refuerzo de estereotipos dañinos.

Emilia Pérez cuenta la historia de un líder narcotraficante mexicano que encuentra redención a través de una transición de género, interpretada por Karla Sofía Gascón, quien hizo historia al convertirse en la primera actriz transgénero nominada al Oscar. La película, un thriller musical operático, combina elementos de drama social, crítica al narcotráfico y una exploración de la identidad transgénero. Sin embargo, esta mezcla de géneros y temas ha sido tanto alabada como criticada.

Carol Gainsborg Rivas, filósofa y analista cultural, ofrece una perspectiva equilibrada sobre la controversia. «Hay distintos debates cruzados entre medios», señala. «Por un lado, tienes la discusión de si el arte tiene una responsabilidad política o no. Cuando tú haces arte, no estás buscando comunicar, estás buscando expresar solamente. Entonces, quien crea podría excusarse de la responsabilidad política de su trabajo».

Argumentos a favor

Los defensores de Emilia Pérez destacan la importancia de la visibilidad transgénero en Hollywood. Meryl Streep, una de las figuras más respetadas de la industria, elogió la película por su «narrativa audaz» y su representación de personajes complejos. «Películas como Emilia Pérez desafían las normas tradicionales de la narrativa y abren puertas para voces subrepresentadas en Hollywood», afirmó Streep.

Guillermo del Toro, otro defensor de la cinta, celebró la nominación de Gascón como un «momento histórico». «Esto refleja progreso en una industria que a menudo pasa por alto a las comunidades marginadas», dijo el director mexicano.

Karla Sofía Gascón, por su parte, ha sido una firme defensora de la película. En su discurso de aceptación en los Globos de Oro, declaró que «la luz siempre vence a la oscuridad», reforzando los temas de empoderamiento y resiliencia que la cinta busca transmitir. Gascón ha enfrentado las críticas de frente, argumentando que su papel no es solo un logro personal, sino una representación de «innumerables individuos transgénero que luchan por el reconocimiento y la dignidad».

Estereotipos y falta de autenticidad

Sin embargo, no todos están convencidos de que Emilia Pérez sea un paso adelante en la representación transgénero. GLAAD, una organización que aboga por la representación LGBTQ+ en los medios, describió la película como «un paso hacia atrás». A pesar de que Gascón es una actriz transgénero, la organización argumenta que la cinta perpetúa estereotipos dañinos en lugar de desafiarlos.

Carol Gainsborg también expresa preocupación por la forma en que la película aborda la identidad transgénero. «La trama habla de un narco que encuentra la redención en la cirugía y en la transición como trans, lo cual hace eco en esta lógica de que las personas de la diversidad están enfermas, y la única forma de salir es expiando culpas», explica. «Automáticamente se simplifica la respuesta de lo que ser trans representa y se plantea que ser trans solamente es a través de una cirugía, cuando en la población trans hay un montón que no pasa por el proceso hormonal, otros que pasan solo por el proceso hormonal y otros que finalmente deciden optar por métodos quirúrgicos».

Además, Gainsborg critica la falta de participación de personas trans en el proceso creativo. «Hay una actriz que es trans, lo cual es un logro importante, pero no hay una población trans en todo el proceso creativo. Y el mayor cuestionamiento está en relación a la trama, el guion, cuando además el desafío que se plantea el director es súper grande porque está tratando de combinar una película que hable de la crudeza del narcotráfico, la experiencia vital de una persona trans, y todo esto en un musical, lo que puede trivializar y convertir en puro espectáculo el contenido que él quiere presentar».

Representación cultural en Emilia Pérez

Otro punto de controversia es la representación de la cultura mexicana en la película. Muchos críticos han acusado a Audiard de ofrecer una visión superficial y estereotipada de México. Héctor Guillén, guionista mexicano, expresó su descontento en redes sociales. «Estás tomando uno de los temas más difíciles del país… es como si estuvieras jugando con una de las guerras más grandes del país desde la Revolución», dijo.

Audiard, por su parte, ha sido criticado por sus comentarios sobre el idioma español. En una entrevista, describió el español como «el lenguaje de países modestos, de países en desarrollo, de los pobres y los migrantes». Estas declaraciones fueron interpretadas como clasistas y despectivas, lo que generó una ola de indignación.

Gainsborg también cuestiona la capacidad de Audiard para representar una realidad que no es la suya. «Tienes un director etnocéntrico que se manda unas declaraciones en francés y dice que puede crear lo que a él le dé la gana, porque el francés es un idioma del primer mundo, pero el castellano es de países en desarrollo y limita su posibilidad. Ya te muestra probablemente no la mejor disposición para hablar de una realidad mexicana, que es lo mismo que se repite en relación a la población trans».

El papel de las redes sociales y la polarización

Las redes sociales han amplificado tanto el apoyo como las críticas hacia Emilia Pérez. Hashtags en apoyo a Gascón han sido trending junto a otros que critican la película, reflejando la polarización del discurso contemporáneo sobre representación y política de identidad.

En Estados Unidos se está discutiendo también la película en relación a la cultura woke y las demominadas guerras culturales. Sin embargo, la filósofa advierte sobre la simplificación del debate. «En lo woke hay muchas cosas también cuestionables. Que sea un enemigo fácil, un recurso simplista para Trump y todo el discurso conservador, claro, es en bandeja de plata. Pero me parece que es algo que se debe discutir, se debe observar más a profundidad para de verdad entender lo que este movimiento representa», sostiene.

Emilia Pérez: un debate necesario

Emilia Pérez es, sin duda, una película que ha generado un debate necesario sobre la representación de comunidades marginadas en el cine. Mientras algunos la ven como un paso adelante en la visibilidad transgénero, otros la critican por su falta de autenticidad y su posible refuerzo de estereotipos dañinos. Como concluye Gainsborg, «son muchos puntos que se tocan y puedes debatirlo desde la experiencia como experimento estético, como expresión artística, como acto político, como un acto político personal de redención del individuo y una muy peligrosa reducción de espectáculo».

En última instancia, Emilia Pérez sirve tanto como una celebración del progreso como un recordatorio de las complejidades involucradas en representar auténticamente a comunidades minoritarias en la pantalla grande. El debate en torno a la película subraya la necesidad de un enfoque más reflexivo en la narrativa cinematográfica.

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