Mano Propia
Pedro Susz comenta el más reciente film de Rodrigo Patiño, el mismo que representará a Bolivia en los Oscar.
Los ajustes de cuentas considerados, a partir de un discutible sentido generalizador, como sinónimos de la justicia por mano propia y esta, a su vez, tenida cómo una manifestación punitiva comparable a la justicia comunitaria, pasando por alto las raíces culturales y las insuficiencias estatales, que mantienen viva tal procedimiento reparador de atropellos de diversa envergadura, han sido un asunto recurrente en la filmografía de Rodrigo (Gory) Patiño desde Muralla, su primer largometraje rodado en 2018 alimentando la esperanza de tener en puertas un director dotado de las facultades requeridas para sacar a la producción nacional de la pérdida de rumbo y del letargo creativo en el que entonces, salvo contadas excepciones, había caído.
La trata de personas, dantesca cuanto extendida actividad ilegal, con fines de explotación laboral, sexual o, directamente ligada a la venta de órganos era, en el fondo, el bizarro proceder explorado dramáticamente por Patiño en aquella primera inmersión al submundo, de cuya existencia todos tenemos superficial conocimiento merced a la espectacularizada manipulación informativa del grueso de los medios, pero preferimos pasar por alto sumiéndonos en la fingida normalidad de la vida cotidiana, rehuimos la responsabilidad que nos cabe aferrándonos a la cuestionable opción de mirar hacia otro lado y desentendiéndonos de los dramas que agobian a las víctimas de tales brutalidades y sus familias. Fue tal asimismo el insumo dramático de la serie televisiva La entrega dirigida por Patiño también en 2018, suerte de spin off, ergo derivación de la temática abordada en su referida opera prima
Obra
Pseudo, el segundo largo de Patiño, coescrito y codirigido con el español Luís Reneo, dos años después, aguo, en parte, las expectativas, debido a las fragilidades del guion y del armado narrativo, no obstante tratarse de una necesaria inmersión en otra lacerante faceta del mismo submundo compartido y explotado por quiénes incurren en prácticas al margen de la ley con la complicidad de las instituciones y funcionarios presuntamente responsables de la protección de la seguridad colectiva y del cumplimiento de las normas legales vigentes.
Una vez más Mano propia apunta a sacudir la apatía colectiva frente a rasgos ciertamente aberrantes del diario transcurrir de la vida en esa “otra” realidad que los medios convierten en espectáculo en su pugna por ganar audiencia ladeándose hacia la crónica roja como banalizado insumo preferente de sus triviales espacios dizque noticiosos.
A tal efecto traslada a la pantalla la crónica publicada por Rodrigo Navia bajo el título de “Tribus de la Inquisición” donde relata el brutal linchamiento de cinco jóvenes acaecido el 1 de junio de 2013 en una población del trópico cochabambino, o sea del Chapare, acusándolos de ser autores del supuesto robo de un camión cargado de mercaderías. Dicho relato obtuvo varios galardones internacionales, incluido el premio Rey de España.
Historia
El propietario del vehículo intentó que los escasos efectivos policiales, un jefe y dos guardias, responsables de la seguridad del lugar, con el nombre ficticio de Villa Nogales, tomaran cartas en el asunto, junto a un fiscal igualmente asignado al pueblo. Pero al tropezar con las reticencias formales de los uniformados, recurre a contratar a un grupo de sicarios, quiénes son en verdad, por sus vínculos con el tráfico de drogas, quienes poseen el poder, en contraste con los policías, en pocas palabras, temerosos burócratas sin la menor posibilidad de ejercer efectivamente sus tareas y por ende cómplices, por pasividad, de los mercenarios.
Siendo que el robo fue ejecutado por un par de sujetos, aparentemente policías también, pero el propietario en cuestión no sabe cómo identificarlos, luego de ver a un grupo de muchachos pescando en el río no tuvo mejor idea que hacerlos responsables del aquel. Fueron entonces capturados por los asesinos rentados, llevados a la plaza principal del pueblo, golpeados sin misericordia, rociados con gasolina y prendidos fuego, pese a los desesperados, e infructuosos intentos de la madre de uno de los chicos y su hermano, para que los policías, los cuales se esconden detrás de las paredes de la comisaría, eviten el linchamiento. Propósito de igual manera fallido del fiscal, incluso cuando trata de activar la intervención de los aterrados pobladores que observan en silencio el criminal proceder.
Mano Propia
El colofón está centrado en el dolor que la familia de uno de los jóvenes continúa arrastrando tiempo después, por siempre en verdad, aparejado a la desencantada resignación con la inoperancia del Estado y sus instituciones a la hora de proteger a quiénes habitan lejos del centro del poder, aunque se sabe parecidos eventos continúan acaeciendo en ese centro mismo.
Si este a primera vista excesivamente detallado resumen de la trama provoca la sensación de haber incurrido en el pecado de moda: el espoileo, algo más adelante explicaré los motivos de tan pormenorizada descripción, del todo distantes del propósito de inducir a los potenciales espectadores a la abstención. Al contrario: no obstante, los peros todos debieran echarle el ojo a Mano propia.
Pues bien, el relato de aquel suceso ha sido abordado por Patiño a través de la mirada y el sentir de tres de los protagonistas reales: Miguel, padre de dos de las víctimas, el cual, al arrancar la narración, con la pantalla en negro recibe en off un angustioso llamado de uno de ellos: “Nos han detenido en el camino”, y enseguida la comunicación se corta; Adrián hermano de quién llamó; y Mario Vega, el funcionario judicial, apegado a las reglas, pero ajeno a la posibilidad de hacerlas cumplir. Desde luego los nombres son ficticios a fin de no exponer a los verdaderos protagonistas, sobrevivientes del bárbaro ajusticiamiento a eventuales represalias.
Rodaje
La película, rodada durante un mes el 2023 en Palos Blancos en sud Yungas y Sapecho en Beni evidencia cuan atinada resulta la opción de Patiño al negarse a poner el acento en la recreación del episodio abordado sobre el momento del linchamiento mismo, expuesto en un par de brevísimas escenas, adicionalmente fotografiadas distorsionando las imágenes, más que suficientes para dejar expuesta la crueldad del hecho, sin necesidad de subrayados ni manoseos truculentos.
Igual de acertados son todos los otros insumos formales: la cámara en mano, optada cuando un trípode se averió, ayuda a la aproximación a los personajes y sus emociones. La faena de los protagonistas, sobre todo la de Freddy Chipana como Miguel y Alejandro Marañon en el rol de Mario es intachable, sin que el resto del elenco desoreje en absoluto. Y la banda sonora de Cergio Prudencio pone lo suyo evidenciando que su experiencia le faculta distinguir claramente que la música puede acompañar, rellenar o sumar a la construcción del tono de la historia puesta en imagen. Prudencio no renuncia a esa última eventualidad, sin aspirar tampoco a protagonismos prescindentes.
Balance
A pesar de lo anotado Mano propia dista de ser una obra de perfecto acabado a consecuencia de notorios tropiezos en el guion, escrito por el propio Patiño, que a su vez repercuten negativamente en la forma de entretejer las tres miradas sobre el hecho recreado, dando lugar a un confuso entrelazamiento de tiempos, hechos y vivencias, capaz de extraviar incluso a quién conoce la historia, ni se diga a quiénes la desconocen. Tal ha sido el motivo por el cual me detuve a describir en detalle la trama para así proporcionar a los potenciales espectadores las pistas suficientes para no caer en el señalado extravío.
Hay otros aspectos observables en Mano propia como las reiterativas tomas de manos mojadas por la lluvia, metaforizando el inepto proceder de las autoridades resumido en la recomendación de una de ellas a sus pares: “hazte el loco”.
Crítica
Es, de igual manera muy cuestionable, la inclusión, en los primeros tramos del relato, de una breve secuencia en la cual un grupo de comunarios, después de sentenciar, en claro apego a los principios comunitarios precisamente: “nuestro problema es tu problema”, obligó a Mario, mucho antes de ser asignado como fiscal residente en el poblado, a fabricar 100 adobes, en castigo por una precipitada decisión. El modo de abordar tal secuencia refleja una sesgada visión propicia para llevar al espectador a equiparar la justicia comunitaria con lo que seguirá en la narración. Yerro endosable a un descaminado simplismo implícitamente adherido a la torcida valoración axiológica imperante desde los tiempos coloniales, fundado en la premisa de la exclusividad de la visión monocultural que atribuye a la cultura occidental la propiedad de todos los valores a ser, sin alternativa, adoptados en cualquier punto del planeta.
Que una parte de, o toda, la platea acabe moqueando o con la garganta anudada puede entrañar que lo visto dejó aflorar, el morbo subyacente en la sicología humana, máxime en estos tiempos cuando medios y redes sociales, se dijo, han hecho del sensacionalismo la clave para hacerse sitio en la comunicación mercantilizada. O, puede, asimismo, ser el síntoma de otra discutible instrumentación de ciertos temas: la de servir de válvula de escape a una impresión agobiante dando paso a jactarse íntimamente de una “solidaridad”, pasiva en verdad, que se da por hecha no bien la palabra fin asoma en la pantalla, cual si se hubiese apelado al típico desahogo del sentimiento de culpa mediante la confesión. Otra cosa muy distinta es llevar al espectador a preguntarse ¿y yo que pito toco en semejante asunto o panorama?
Sensaciones
Es evidente. A lo largo de su filmografía, incluyendo desde luego este reciente eslabón, suerte de catálogo de los lastres de la justicia y las fuerzas del orden, expuesto por cierto con los matices necesarios para no aplanar de modo simplista los problemas, Patiño viene procurando hacerse de un estilo propio. No obstante, que un realizador posea estilo propio, o persiga uno, no es per se, garantía alguna pues, en definitiva, estilo, salvo el manierista, no significa reincidir en una cierta suma de recursos, sino en dar con el modo de utilizar las herramientas narrativas más acordes a la armónica compatibilización entre el qué y el cómo. Y, en ese orden de cosas, los indudables aciertos formales antes anotados, sumando además el de haber encontrado, en buena medida, en Mano propia la respuesta pertinente al dilema de cómo sortear el manoseo del morbo apuntando a un distanciamiento activador de la reflexión del por qué suceden ciertos hechos, se hubiese beneficiado de un guion mejor articulado.
En síntesis, se mantiene vigente la conclusión que escribí al cerrar mi comentario del anterior trabajo de Patiño: “son esos yerros de tratamiento los que, a mi parecer, impiden a la película dar cuenta de una clara, progresiva, consolidación en la filmografía de un director desafiado a repensar ciertos aspectos de su labor, pues talento e imaginación ciertamente no le escasean”.
Ficha técnica
Título Original: Mano propia – Dirección:– Guion: Rodrigo (Gory) Patiño – Basado en: Rodrigo Navia “Tribus de Inquisición” (crónica) – Fotografía: Pablo Paniagua – Iluminación: Juan Pablo Urioste – Montaje: Rodrigo (Gory) Patiño – Música: Cergio Prudencio – Arte: Marisol Calle – Efectos: Walter Acho – Director de Sonido: Federico Moreira – Sonido: Sergio Medina, Santiago Fernández, Alejandro Grillo, Agustín Irahola – Edición de Sonido: Cesar Mamani – Maquillaje: Kantay Melgarejo- Foto Fija:Marcelo Iturriaga – Asistencia de Dirección: Juan Pablo Richter- Producción Ejecutiva: Samuel Doria Medina, Leonel Fransezze – Producción: Claudia Gaensel – Asistencia de Producción: Pholak Ríos – Intérpretes: Freddy Chipana, Alejandro Marañón, Christian Castillo, Carlos Ureña, Bernardo Rosado, Mauricio Toledo, Victoria Suaznabar, Raimundo Ramos, Gonzalo Callejas, Raúl Beltrán, Ariel Vargas, Bernardo Arancibia, Pamela Sotelo, Edgar Chipana, Carlos Zarate, Manuel Vidaurre, Raymi Vidaurre, Edwin Mamani, Gabriel Pereira, Cristhian Frías – BOLIVIA/2024