Alien: Romulus
El reconocido crítico de cine e intelectual boliviano, Pedro Susz, analiza la última entrega de la saga Alien.
El estreno en 1979 de «Alien: el octavo pasajero» marcó la consagración definitiva del director británico Ridley Scott, quien ya había sorprendido a la crítica dos años antes con «Los duelistas», su primer largometraje. Fue, asimismo, el puntapié inicial para una saga que en los 45 años transcurridos desde entonces suma nueve versiones, de las cuales la de Scott y «Aliens: el regreso» (la siguiente, a cargo de James Cameron, filmada en 1986) continúan siendo los referentes más destacados, puesto que las que fueron subiendo después a las pantallas se hallaban muy por debajo de aquellas, incluyendo las dos en las cuales Scott intentó, con relativa puntería, devolverle a la serie el nivel original: «Prometeo», del 2012, y «Alien: Covenant», del 2017, y con una pausa a medias en esa larga caída al vacío, con «Alien 3», dirigida por David Fincher en 1992.
No era, pues, poco escabroso el reto al cual se enfrentaba el director uruguayo Fede Álvarez cuando convenció a Scott de invertir la friolera de 80 millones de dólares para producir «Alien: Romulus», proyecto que, para hacer más riesgosa la aventura, pretendía ser al mismo tiempo la secuela del original de 1979 y la precuela del segundo capítulo de 1986.
Antecedentes
Por lo demás, ha sido despareja la filmografía de Álvarez en Hollywood, donde desembarcó en 2012 convencido por su colega del norte Sam Raimi de asumir la dirección de la segunda parte de su clásico «El despertar del diablo», producida en 1981. El encargo se concretó al año siguiente con el título de «Posesión Infernal», hechura que no desentonaba con el original. Pero tanto «No respires» 1 y 2 (2016 y 2021) como «La chica en la telaraña» (2018), los siguientes intentos de Álvarez, al igual que algunos trabajos para la televisión, bajaron significativamente su calificación, no obstante el visible esfuerzo por no dejar de lado un sello propio, intentando desmarcarse de la simple reiteración de los estereotipos dramáticos y de puesta en imagen socorridos por la industria de la denominada meca del cine.
A lo largo de toda la realización de «Alien: Romulus», Álvarez contó con los consejos y llamados de atención tanto de Scott como de Cameron, invalorable soporte para no errar en el camino, aun cuando el entorno cultural, político y social ha mutado radicalmente en las cuatro décadas y pico transcurridas desde el alumbramiento fílmico del xenomorfo, como fue bautizado el ser que enfrentaba a los humanos, en historias que abundaban en referentes metafóricos a ese contexto tan disímil al de entonces y al cual Álvarez se propone mirar con el mismo acento crítico de sus preceptores adoptivos, rehuyendo de igual manera, como aquellos, el moralismo pedestre.
Alien: Romulus
En la oportunidad, a diferencia de sus precedentes, los protagonistas centrales de la historia, que transcurre 20 años después del primer «Alien» a cargo de Scott y 37 años antes de la dirigida por Cameron, no son científicos y militares sino un grupo de jóvenes trabajadores que desarrollan sus tareas en las peores condiciones posibles en una mina administrada otra vez por Weyland-Yutani, empresa aludida desde el principio en la saga en vena irónica para cuestionar los modos operativos, lindantes con una nueva forma de esclavismo, de las corporaciones capitalistas.
A dicha opción por protagonistas preadultos optó Alvarez inspirándose en una breve escena que figuraba en la versión inicial del «Alien» de Scott, pero fue eliminada del montaje final. La escena en cuestión mostraba a un grupo de niños medio perdidos en la colonia minera del original y Alvarez se preguntó de qué modo afrontarían su adolescencia en semejante lugar destinado a convertirse en el páramo inhabitable en el cual prosiguió operando la mina explotada por Weyland-Yutani.
Desarrollo
Así, en «Alien: Romulus», dicho negocio extractivista actúa en un pesadillesco planeta donde no llega jamás el sol y el aire se encuentra totalmente contaminado, enfermando a la totalidad de sus habitantes. Por eso los jóvenes, a los cuales la empresa les prometió, sin ninguna intención de honrar su oferta, que una vez cumplido su contrato podrían viajar libres a donde desearan, sueñan con emigrar a Yvarga, edénico lugar situado a nueve años de viaje desde ese sitio condenado a la catástrofe. Los lidera Rain, muchacha huérfana quien cohabita con el ciborg Andy, clara alusión, asimismo sarcástica, al devenir de una humanidad que afronta la eventualidad de un futuro distópico donde deberá encontrar el improbable modo de convivir con máquinas supuestamente más inteligentes que en algún momento podrían resolver sacarse de encima a sus creadores.
En cierto momento, seis de los chicos creen haber dado con el modo de fugar del sitio abordando una abandonada estación espacial que flota encima de ellos y, presumen, cuenta con el instrumental de criogenización y la cantidad de combustible suficientes para llegar hasta Yvarga. Suponen, asimismo, que el software programable de Andy les permitirá encontrar la fórmula para abrir la puerta de la nave espacial mediante un simple toque de dedo y de ese modo apropiarse de ella. Persuaden entonces a Rain de sumarse al plan.
Mito
Sin embargo, una vez conseguido su propósito y franqueado el acceso a la estación, se topan con innumerables xenomorfos asesinos, incluyendo al bicho de la doble mandíbula que no es otro que el Alien dado a luz por Scott. Se dividen entonces en dos grupos luchando para llegar vivos desde Remus, ambiente de ingreso a la nave que allanaron, a Romulus, cabina de comando de la misma donde la posibilidad de salvar el pellejo es mayor. Se trata, desde luego, de una obvia referencia al mito fundacional romano de los hermanos Remo y Rómulo, supuestamente criados por una loba.
Narrativamente más próxima a la versión de Cameron, jugada sin medias tintas al género de acción, mientras la de Scott se inscribía, de igual manera a fondo, en el de terror con acento distópico en su visión acerca de un futuro que por entonces apenas se avizoraba pero que hoy, fruto del enloquecido desarrollo de la tecnología cibernética, ya es puro presente, al extremo de que abundan los ensayistas convencidos de que las oscuras premoniciones distópicas han pasado a ser las noticias cotidianas, «Alien: Romulus» retoma empero las claves estéticas del episodio inicial optando por un tratamiento artesanal, si se quiere, de la imagen, rehuyendo el abuso de los efectos creados mediante ordenadores. Ello le permite lograr un efecto visual más realista, persuasivo por ende, y provocar una reacción más inmersiva del espectador, invitado a trasladarse a ese universo paralelo de pronto hibridado con el nuestro.
La franquicia
Aparte de hundir su estilete en las formas actualizadas de la explotación capitalista, la franquicia ha traveseado asimismo recurrentemente con ácidos apuntes eróticos orientados a provocar en el espectador, aterrorizado por las barbaridades que bien podrían hacerse realidad en el futuro, la incógnita de qué iría a acontecer cuando los aliens acabasen por extremar las agresiones machistas contra las mujeres, específicamente los atropellos sexuales, embarazándolas de criaturas mitad humanas y mitad monstruos mecánicos. En torno a esa misma turbadora eventualidad, Alvarez tampoco se queda chico en el momento de relatar la colisión entre los evadidos de la mina y los despiadados androides que los aguardan en la estación espacial.
Y es que, si bien Alvarez es sin duda un cineasta cinéfilo, con ambiciones autorales, poco digeribles para la Twentieth Century Fox, a la fecha una subsidiaria de Disney, el guion escrito por él mismo en coautoría, como siempre en sus realizaciones, con su compatriota Rodo Sayaguez no abunda en originalidad ni en propuestas dramáticas auténticamente innovadoras. Ello no quiere decir que la mirada sobre un contexto socio-económico-cultural, anoto, muy diferente al de los tiempos del primer «Alien», no acierte en su puntualización de la angustia que siente hoy el grueso de la juventud encarada a un incierto devenir plagado de amenazas.
Sí exhibe una indudable habilidad para la puesta en imagen, gracias a la contribución del fotógrafo mexicano Galo Olivares, quien sin llegar a la maestría de Scott, muy difícil de equiparar, por cierto, y al atinado montaje de Jake Roberts, consigue imprimir un ritmo sostenido en el relato no obstante demorar un tanto en entrar en materia, pero cuando lo hace ya no decae hasta el final.
Actores
El elenco, y no podía ser de otra manera al haber confiado los roles centrales a personajes apenas salidos de la pubertad, incluye básicamente actores nóveles, entre los cuales sobresale Cailee Spaeny, como Rain, cuyas apariciones en «Priscilla» (Sofía Coppola/2023), donde asumió el rol de la amante de Elvis Presley, y en «Guerra Civil» de Alex Garland, puesta a consideración el año en curso, recogieron loas al por mayor, reiteradas a la vista de su faena, de seguro una de las pocas cosas que permanecerán en la memoria cinematográfica del trabajo de Alvarez. Que Spaeny apenas lleve 26 años cumplidos permite pensar que le espera una prolongada trayectoria, aun sabiendo que la rápida conversión de talentos de primera en figuras desechables figura entre las prácticas usuales de la industria del entretenimiento, siempre urgida de nuevas carnadas ya que las ideas frescas escasean desde hace rato.
Esto último se constata, dije, en la materia prima argumental de «Alien: Romulus» cuyo ritmo frenético, no bien el director toma impulso, quizás incluso, a juicio de algunos, con cierta demora, y la fidelidad de aquel a las formas de construcción visual hechas por humanos y no por las computadoras, no alcanzan a absolver del todo la pregunta de si en verdad la saga precisaba de este capítulo adicional. Y la pregunta se hace extensiva al anuncio de la llegada en 2025 de otro episodio, actualmente en proceso, titulado «Alien: Tierra» dirigido por Noah Hawley, mostrando precisamente la llegada del monstruo a la Tierra.
FICHA TÉCNICA
Título Original: Alien: Romulus – Dirección: Fede Alvarez – Guion: Fede Alvarez, Rodo Sayagues – Caracteres creados por: Dan O’Bannon, Ronald Shusett – Fotografía: Galo Olivares – Montaje: Jake Roberts – Diseño: Naaman Marshall – Arte: Monica Alberte, Miklós Hatvani-Deàk, Mary Pike – Música: Benjamin Wallfisch – Efectos: Alec Gillis, Mate Kantor, Danielle Prestidge, Fiona Chilton – Producción: Fede Alvarez, Ridley Scott, Michael Pruss, Gergö Balika, Elizabeth Cantillon, Walter Hill, Tom Moran – Intérpretes: Cailee Spaeny, David Jonsson, Archie Renaux, Isabela Merced, Spike Fearn, Aileen Wu, Rosie Ede, Soma Simon, Bence Okeke, Viktor Orizu, Robert Bobroczkyi, Trevor Newlin, Annemarie Griggs, Ian Holm, Daniel Betts – USA/2024