Hasta la muerte
Imagen: INTERNET
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Will Smith Y Martin Lawrence vuelven a protagonizar la cuarta entrega de la saga iniciada en 1995
Bad Boys, o Dos policías rebeldes en español, es una franquicia cuya entrega de arranque está próxima a cumplir 30 años. En efecto, ese eslabón inicial de una cadena que se fue volviendo cada vez más enredada fue la película rodada en 1995 por Michael Bay, gran éxito de taquilla pero no tanto en cuanto a la crítica. Sin embargo, como ocurre a menudo con las rehechuras, los números mandaron y en 2003 Bay reincidió con Bad Boys 2 consiguiendo nuevamente muy buenos ingresos sin que las recensiones se hubiesen mostrado más enfervorizadas con el producto. En 2020 el dúo de directores marroquí-belga Adil y Billal tomó la posta en Bad Boys para siempre, otra vez con muy apetecibles réditos monetarios y duros cuestionamientos en buena parte de los comentarios que acompañaron el estreno.
En gran medida el gancho masivo de la franquicia en cuestión se debía a la faena del dúo de protagonistas, Mike Lowrey y Marcus Burnett, los dos graciosos guardianes del orden público apartados por entero de las reglas de su profesión, respectivamente personificados con soltura por Will Smith y Martin Lawrence, entre los cuales la inocultable química ayudaba en cierta medida a disimular las flaquezas de los guiones y la desatención de los realizadores a la credibilidad de las alocadas aventuras que enfrentaban a tiro limpio sin atenerse en absoluto a las normas legales ni pensar en los daños colaterales de su manera de actuar, no obstante las frecuentes llamadas de atención de los superiores. Es una forma, poco imaginativa de travesear, como a menudo puede visualizarse en el género de acción y aventura, con los supuestos buenos, mutados durante ciertos momentos y con el propósito de acentuar su, en definitiva, textura moral, digamos, aun cuando las cuestiones éticas se hallen muy lejos de interesar a los artesanos reclutados para estirar al infinito y más allá las sagas.
Cuando en la entrega de los Oscar 2022 Smith perdió totalmente el control al momento de recibir la estatuilla a mejor actor por su trabajo en King Richard lanzando al aire, en vivo y directo, un sinfín de palabrotas y abofeteando al presentador Chris Roca, pareció haber llegado el fin de la carrera del actor y por ende asimismo el de la serie. Por eso sorprendió que hace algunos días hubiese desembarcado en las pantallas de muchos países, incluido el nuestro, la cuarta rehechura del asunto titulada Bad Boys: hasta la muerte. Y tampoco fue ajeno a la sorpresa el hecho de que Smith y Lawrence, otra vez a cargo de los papeles centrales, tengan ya 55 y 59 años, edades únicamente adecuadas, era posible anticipar, para tornar más inverosímiles las desenfrenadas correrías de sus personajes.
Y la película, nuevamente dirigida por Adil y Bill no hace sino confirmar que esas sospechas eran fundamentadas, lo que no parece haber preocupado en absoluto a los realizadores, según queda constancia por el sinsentido total de este agregado a una tendencia prevaleciente en la producción comercial, que en la gran mayoría de sus ejemplos y a falta de ideas nuevas sigue focalizando su mirada sobre las cifras a fin de elegir cuál de los campanazos taquilleros de antaño será retomado con una reiteración sin otro respaldo o justificación que la necesidad de continuar engullendo una tajada del mercado de la industria del entretenimiento. Y penosamente la respuesta del respetable les da la razón superando incluso los pronósticos más optimistas —en su primer fin de semana en cartelera Bad Boys 4 recaudó 105 millones de dólares—. De modo que no nos resta la mínima esperanza de una pronta cura de la pandemia de las sagas.
Desde los primeros minutos de proyección Bad Boys: hasta la muerte induce a preguntarse si se está viendo una película, un videojuego trasladado a la pantalla grande o una sucesión de videoclips. De hecho los trascendidos, que nunca faltan, decían que los guionistas Chris Bremner y Will Beall limitaron su quehacer al uso de la inteligencia artificial para armar un collage, movido eso sí, pero ayuno de cualquier sustancia.
Luego de haberse repuesto, vaya uno a saber cómo, del disparo aparentemente letal que recibió en la anterior entrega, Mike contrae matrimonio con la infaltable presencia de su compadre Marcus. Y en la ocasión es este quien, a consecuencia de su insaciable apetito por la comida chatarra, sufre, en plena celebración de la boda, un paro cardiaco, del cual igualmente se repondrá por un milagro atribuible a los guionistas y en virtud del cual ahora presupone ser inmortal. Como por otra parte le indujo a creer su extinto excapitán Howard al aparecérsele en plena agonía susurrando que su hora no había llegado. Y al parecer tenía razón, porque instantes después Marcus aparece corriendo en medio de una baleadura sin dificultad para sortear a los vehículos que circulan a toda velocidad.
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Ese descuajeringado arranque de la trama anticipa cómo seguirá el asunto, sumando infinitas escenas desconectadas unas de otras. Las pausas entre tales escenas ruidosas y con el acelerador a fondo están dedicadas al parloteo, igualmente excesivo y falto de cafeína entre los ya no tan muchachos, pero siempre lanzados a terminar con los malos de turno: cejijuntos y caricaturescos narcotraficantes, liderados por el matón McGrath, que al parecer tenía turbios acuerdos con Howard y en la actualidad los tiene con un casi seguro futuro alcalde de Miami, donde transcurre la historia, apellidado Lockwood.
Sin embargo resistiéndose a dar por cierta esa incriminación póstuma, que no ahorra tampoco alusiones a los carteles colombianos de la droga, los otrora subordinados del capitán que los eximió en varias ocasiones de ser puestos en la calle por haber obrado de manera absolutamente caprichosa se afanan en salvar la imagen de aquel, develando que todo no es sino una argucia montada por el exmilitar Ranger, ahora cabecilla de una organización mafiosa dedicada al tráfico de estupefacientes.
Ese apunte, puesto en medio del corre corre, daría la impresión de haber sido puesto con calzador en la trama a fin de compensar de alguna manera a los espectadores que se atrevan a activar por unos minutos su cerebro, que el resto mantendrá en pausa durante todo el film, y se sientan insatisfechos con lo que están viendo. O sea, el propósito de tal aderezo de corrección política sería sembrar en aquellos la duda sobre si la trama no mete de alguna manera el dedo en la llaga de los oscuros entretelones del poder estadounidense.
A similar intención, en este caso apuntando, de igual modo, con escasísima puntería, al machismo y las quejas femeninas contra el maltrato, parecieran atender las escenas de tortura de McGrath a varias de las protagonistas. Que ese apunte es pura simulación oportunista queda evidenciado por el regodeo de la cámara en las imágenes de las playas de Miami llenas de bañistas ataviadas con exiguos bikinis.
La mezcla de varios géneros, sobre todo la acción y la comedia, trastabilla especialmente cuando el guion intenta parecer gracioso apelando a chistes de muy opinable comicidad. Y en cuanto a la acción, esta es manejada con un apabullante show del dron. Cada una de las escenas violentas es vista desde un dron que gira alrededor del sitio donde aquellas transcurren, sin que los realizadores consideren la posibilidad de que tal reiteración vaya sumiendo a quienes están frente a la pantalla en un sopor, del cual no podrá recuperarlos ni siquiera el trepidante montaje, uno de los escasos, si no el único, recurso narrativo digno de mención, no obstante caer igualmente en varios tramos del relato en una exagerada aceleración que manipula la adrenalina, buscando, sin conseguirlo, mantener en alguna medida el interés de una historia previsible hasta el hartazgo.
De seguro los protagonistas hicieron lo que pudieron para mantener a flote una realización condenada sin remedio al naufragio. Lowrey, el personaje de Smith todavía conserva algo de textura gracias a los ataques de ansiedad que exhibe cuando le confiesa de pasada a su flamante esposa sus aprensiones de que pudiese quedar viuda en cualquier rato. En cambio Burnett, el de Lawrence, ha devenido en un estereotípico payaso a secas. Y el resto del nutrido elenco simplemente deambula en el vacío, incluyendo a Bay, quien aparece como ya acontecía en el anterior capítulo de la franquicia, a cargo de un cameo sobrante.
Apenas un par de secuencias sobresalen entre los clichés recurridos por el relato con una mediocridad y generalizada falta de inventiva reflejada en la profusión de escenas brutales donde la sangre fluye a raudales: la del helicóptero y en particular el tiroteo final en una granja de caimanes.
En fin. Cuando uno ha podido sobrellevar, a duras penas, los 105 minutos, que se sienten como muchos más, de Bad Boys: hasta la muerte, se le viene encima lo más molesto. Como no podría ser de otro modo, al final de un capítulo de cualquiera de las antojadizas reincidencias en boga, este tampoco se arriesga a semejar una despedida. Al contrario, deja flotando tal cantidad de insinuaciones, esbozos e hilos sueltos como para que ni el espectador más despistado omita presentir que se vienen otras aventuras de los chicos malos, aun cuando ya resulta muy trabajoso anticipar cuanto más bajo se puede caer a la hora de armar, por así decirlo, un mamarracho. Pregunta por cierto ajena a los productores y realizadores obnubilados por las cifras contantes y sonantes que figuran en el balance de costos y beneficios. Para el caso más de 840 millones de dólares recaudados por los tres anteriores refritos de la historia de estos dos chicos malos a los cuáles, insinúan, deben perdonárseles las mencionadas voluntarias y torcidas decisiones fuera de la ley que toman con tal de salirse con las suyas.
Ficha Técnica
Titulo Original: Bad Boys: Ride or Die – Dirección: Adil El Arbi, Bilall Fallah – Guion: Chris Bremner, Will Beall – Personajes creados por : George Gallo – Fotografía: Robrecht Heyvaert – Montaje: Asaf Eisenberg, Dan Lebental – Diseño: Jon Billington – Arte: Shawn D. Bronson, Tom Reta, Laura C. Cox, Sean Ryan Jennings, Anshuman Prasad – Música: Lorne Balfe -Efectos: David J. Barker, Darrell Burgess, Ilya Churinov, Sanjna Banik, Matt V. Parenti, David Entin, Eric Frazier, Lee R. LaCaille, Wayne Rowe, Tom Spera, – Producción: Jerry Bruckheimer, Will Smith, Martin Lawrence, Chad Oman, Doug Belgrad. Chris Bremner, John K. Campbell – Intérpretes: Will Smith, Martin Lawrence, Vanessa Hudgens, Alexander Ludwig, Paola Núñez. Eric Dane, Ioan Gruffudd, Jacob Scipio, Melanie Liburd, Tasha Smith, Rhea Seehorn, Tiffany Haddish, Joe Pantoliano – EEUU/2024
Texto: Pedro Susz K.
Fotos: Internet