Furiosa
Imagen: Internet
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El director australiano George Miller construye la historia mitológica de Furiosa, en un nuevo capítulo de la saga ‘Mad Max’
Con el estreno en 1979, ¡sí, 45 años atrás!, de Mad Max: salvajes de autopista, protagonizada por un entonces ignoto Mel Gibson, el director australiano George Miller (Chinchilla, Queesland/1945) comenzó a ganarse un sitial destacado en el género de películas de acción, entre otros motivos, debido a que su concepto sobre dicho género no se reducía a extremar los movimientos de sus personajes, sin que tales idas y venidas respondieran a otra cosa que la pura agitación a manera de biombo a la escasa sustancia de los motivos que los impulsaban a la confrontación.
Las loas con las cuales la crítica dio la bienvenida a ese debut fueron acrecentándose con los siguientes capítulos de lo que en definitiva devino en una de las sagas cuyas rehechuras no dejaron de ratificar las cualidades del original, diferenciándose asimismo de buena parte de las franquicias, tan en boga últimamente, resignadas a estirarse en tanto y en cuanto la taquilla siga engordando los balances de productores y los artesanos a su servicio.
Renuente siempre a vender los derechos, Miller siguió, sigue, reservándose la exclusividad de sumar episodios, amén de tomarse el tiempo necesario, cada vez más largo, para planificar el siguiente eslabón de la cadena. Así transcurrieron dos años antes de la llegada a las pantallas de Mad Max 2: el guerrero de la carretera (1981), que pasaron a ser cuatro antes de la hechura de Mad Max: más allá de la cúpula del trueno (1985). Treinta años mediaron entre aquella y Mad Max: furia en el camino (2015), sorprendente regreso de un personaje extrañado por espectadores y recensionistas, que volvió a ratificar el pulso del director en el manejo de un género que entretanto había sido objeto de un exhaustivo saqueo por otras sagas, en general de un nivel muy por debajo de la de Miller.
Llegó ahora, después de nueve años, Furiosa, precuela de la tercera incursión del realizador en las explosivas aventuras distópicas del “loco” Max, según resulta insinuado desde su título.
Es una suerte de “relato de origen”, denominativo acuñado justamente por quienes continúan dándole vueltas de tuerca a historias que ya parecieran agotadas pero siguen siendo estrujadas con discrecionales saltos para atrás o adelante, por lo general sin aportarles en cada nuevo episodio ni un ápice, salvo comúnmente también, mayores dosis de efectos especiales o personajes secundarios que aun pasando a la fuerza a primer plano, continúan siendo accesorios.
No es ese el caso del papel de Imperator Furiosa, encarnado por Charlize Theron en el episodio de 2015 y en la oportunidad asumido por Alyla Browne, cuando Furiosa es apenas una niña, y por Anya Taylor-Joy cuando aquella, una década y media después, ya pasó a ser una mujer y el mundo ha sido convertido en una ruina desértica, donde no saldan ni rastros de los productos naturales otrora consumidos a placer por la gente y en el cual sobrevivir implica sortear a cada instante una infinidad de peligros, frente a los cuales, sugiere Miller, solo cabe estar siempre dispuesto a sacarse de enfrente a quienes se asumen cómo los flamantes señores feudales, dado que el apocalipsis civilizatorio ha retrotraído las cosas a ese punto.
La trama es abordada en un prólogo y cinco capítulos. Todo comienza cuando en Lugar Verde, paradisiaco oasis gobernado por un régimen matriarcal que ha conseguido mantenerlo a salvo hasta ese momento del desastre ecocida, la preadolescente Furiosa se encuentra recogiendo fruta de un árbol, tarea que se ve obligada a suspender debido al arribo de una pandilla de andrajosos motociclistas con cascos en forma de calavera, ávidos de conseguir comida del modo que sea.
A pesar de su empeñoso intento de sabotear el plan de aquellos dañando sus motocicletas, Furiosa acaba secuestrada. Mary Jabasa, su madre, resuelta a rescatarla, inicia, armada de machete y rifle, una vertiginosa persecución a través del desértico escenario, inicialmente a pie, a pesar de estar descalza, luego a caballo en medio de una tormenta de arena y, por último, montada en moto. Logra eliminar a buen número de los motociclistas pero finalmente muere tras una horrenda secuencia de tortura y crucifixión de modo que Furiosa acaba como rehén de Dementus, bobo y desalmado jefe de los motoqueros, quien funge como dictador del rocoso lugar donde ejerce su poder con ínfulas mesiánicas, vistiendo una capa acorde a tal pretensión y con un osito de peluche atado a la espalda, rodeado además de una corte de lisonjeros y falsos sabios cuya tarea, es obvio, consiste en halagar sin pausa al jefe.
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El prólogo en cuestión se siente algo demasiado alargado, como ocurrirá asimismo con los capítulos que continúan en el relato, pormenorizando los 15 años siguientes de incesante y brutal enfrentamiento entre Dementus y la ya crecida Furiosa, quien entretanto ha debido reemplazar su brazo natural por uno mecánico, cómo se la veía en el capítulo de la saga cuyos antecedentes explaya esta precuela, sin que tal minusvalía atenúe su deseo de vengar a cualquier precio el homicidio de su progenitora. Por su parte, Dementus se encuentra obsesionado en apoderarse de la Ciudadela, fortaleza donde se atrinchera el enfermo Inmortan Joe, otro sanguinario autócrata, padre de dos hijos bautizados con los sugestivos cuanto irónicos nombres de Rictus Erectus y Scabrous Scrotus, trío decidido a evitar que los copiosos recursos todavía allí aptos para ser consumidos caigan en manos de los secuaces de aquel.
En uno de los varios intentos de tomar la fortaleza Dementus había acabado vendiendo a Furiosa Inmortan Joe. Alli conoció a Jack, el otro personaje protagónico de la historia, quién resolvió fugar junto a ella, convirtiéndose en su instructor como guerrera del camino a tiempo de alentarla a no abandonar su sueño de regresar a Lugar Verde, su lugar de origen, una vez haya logrado saldar sus cuentas con el raptor.
Siempre muy dado a la ironía en alguna entrevista Miller declaró: «Yo digo que una película tiene que verse con los oídos y oírse con los ojos». Empero apreciando Furiosa queda claro que no se trataba de un mero juego de palabras. Ello queda especialmente marcado por el modo de acercarse a las dudas existenciales y al progresivo desentrañamiento de su identidad en ese también íntimo, cuanto trabajoso viaje de Furiosa al encuentro de su madurez. La impecable faena interpretativa de Anya Taylor-Joy viene reforzada por la dirección de Miller, quien opta por privilegiar las miradas y los gestos, vale decir las imágenes justamente, antes que los diálogos. Aun en varias escenas donde Furiosa pareciera sentirse ajena a la turbulencia del entorno, dichos gestos y miradas permiten sintonizar que no lo está en absoluto.
Más allá del puro, y extremo, despliegue físico, Miller no deja de valerse de ciertos recursos técnicos a fin de alegorizar temas de candente actualidad cómo el feminismo y el calentamiento global. Tampoco renuncia a su estilo personal, dado que sin duda lo tiene, en la puesta en imagen. De hecho ha sido uno de los muy escasos realizadores que encontró en los zooms de acercamiento y alejamiento, lejos del mero show óptico, un consistente recurso para aproximar o distanciar al espectador del dramatismo de múltiples circunstancias de la trama, oscilaciones que le sirven a su vez para redoblar el énfasis metafórico, densificado adicionalmente por algunos diálogos insertados en el momento preciso para no permitirnos dejar de tener presente que la ficción observada tiene inocultable relación con el entorno real y sus connotaciones distópicas.
Tal recurrente apunte adquiere especial densidad en el personaje de Dementus, el loco que en Furiosa toma el lugar de Max, componiendo un villano mucho más verosímil, pese a su disparatada apariencia, que los usuales caricaturescos malos, y en el mencionado oso de peluche colgado en su espalda, una suerte de doble guiño: por un lado hacia los recuerdos de la civilización que ya fue a causa de las torpezas de los humanos en su depredador trato hacia las demás especies, y por el otro a la tóxica relación entablada con la preadulta Furiosa.
También vuelve a quedar expuesta la puntillosa maestría de Miller en los movimientos de cámara, al igual que en la composición de los planos cargados siempre de un acento connotativo apartado de la sola denotación de lo encuadrado en esas imágenes, por ello mismo demandantes de una especial atención del espectador. La cuidada fotografía de Simon Duggan y el no menos apropiado montaje de Margaret Sixel y Eliot Knapman aportan lo suyo a la fuerza visual de la película.
No obstante la indiscutible superioridad de Furiosa sobre gran parte de las últimas películas de acción, discrepo con el punto de vista de muchos colegas para los cuales este quinto episodio de la saga de Mad Max vendría a ser la mejor realización de Miller, sobrepasando a los anteriores en la calidad del producto final. No sólo, se me antoja, conspira contra dicha valoración el abusivo alargamiento del metraje hasta alcanzar las 2 horas y 40 minutos, pecado recurrente en el grueso de las realizaciones actuales. Cuan caprichoso es dicho estiramiento resulta puesto al descubierto por la caída, en varios tramos, del ritmo narrativo; en el hecho de que el personaje central, o sea Furiosa adulta, demore una hora en asomar en pantalla; en cierto énfasis, más bien teatral, de algunos momentos; en la débil interrelación entre los capítulos y en la inconsistencia de algunos de los apuntes de la trama insuficientemente cuidados en el guión que Miller escribió junto a Nick Lathouris, con el cual de igual manera había elaborado el de Furia en el camino. Esos vacíos influyen para que algunas veces la historia pareciera resignar su sentida inspiración, no obstante ratificar, dije, la maestría del director en el uso de los recursos expresivos propios del cine.
Menos mal, en el balance final, si bien sortear tales flaquezas hubiesen permitido hacer de Furiosa una obra perfecta, ellas no conspiran terminantemente contra la fuerza cinematográfica que exhibe durante el mayor tiempo de proyección. Y no solo en tanto pasatiempo. De igual manera porque los cinco episodios de la saga Mad Max, desbordan con éxito dicha modesta aspiración a entretener a la platea, además no por modesta alcanzable para la abrumadora mayoría de cineastas, o aspirantes a serlo. Y es que, una vez más, frente a Furiosa se me presentó la pregunta de si Miller no persigue la manera de conciliar dos visiones filosóficas opuestas, cuando de mirar hacia la Historia de la humanidad se trata, poniendo el énfasis en las constantes explosiones de agresividad de los humanos y en la inclinación de estos a seguir las órdenes de líderes deschavetados que propician aquellos desmanes. Aludo de una parte a la corriente para la cual la violencia es un rasgo indesligable de la condición humana, y por la otra a la que atribuye a factores ajenos a las decisiones de los sapiens los horrores vividos por estos, ya sean determinaciones de invisibles seres superiores acerca del destino de cada quien, o sean caminos insalvables trazados por el desarrollo tecnológico. En ambos enfoques prevalece la hipótesis de un fatalismo que distancia el devenir de las determinaciones humanas. Un tanto de ambas, reitero, creo detectar en las hechuras de Miller. Ud. dirá.
Ficha técnica
Titulo Original: Furiosa: A Mad Max Saga – Dirección: George Miller – Guion: George Miller, Nick Lathouris – Fotografía: Simon Duggan – Montaje: Eliot Knapman, Margaret Sixel – Diseño: Colin Gibson – Arte: Nicholas Dare, Jacinta Leong, Sophie Nash – Música: Tom Holkenborg – Efectos: Katrina Cook, Lloyd Finnemore, Rob Heggie, James Paul, Jason Bath, Frances Baldasarro – Producción: Pete Chiappetta, Dean Hood, George Miller, Doug Mitchell, Andrew Lary – Intérpretes: Anya Taylor-Joy, Chris Hemsworth, Tom Burke, Alyla Browne, George Shevtsov, Lachy Hulme, John Howard, Angus Sampson, Charlee Fraser, Elsa Pataky, Nathan Jones, Josh Helman, David Field, Rahel Romahn, David Collins, Goran D. Kleut, CJ. Bloomfield, Matuse, Ian Roberts, Guy Spence – AUSTRALIA, EEUU/2024.
Texto: Pedro Susz K.
Fotos: Internet