Fátima Lazarte Un paso a paso en zapatillas de ballet
Imagen: Ajisai Katherine Loayza
Con el traje de ‘Suite Andina’, de Mónica Camacho, con el que bailó en Nueva York.
Imagen: Ajisai Katherine Loayza
La carrera de la bailarina comenzó a los ocho años en Summa Artis. Ahora prepara el proyecto ‘Irregular’
Fátima Lazarte llega vestida de negro, con lentes oscuros y redondos que cubren gran parte de su rostro. Fátima Lazarte Suárez lleva el negro cabello rizado recogido en una coleta a un costado de su cuello. Es una profesional en ballet clásico que a sus 42 años delata su oficio con cada movimiento. Su cuerpo lleno de música convierte la sala en su escenario, en el que nos introduce poco a poco a su vida como bailarina.
Su vida en la danza comenzó a los ocho años, cuando ingresó a la escuela de Ballet Summa Artis, de la coreógrafa y directora Mónica Camacho. Ese 1988 comenzaban también las actividades de la escuela.
“Fui a mi primera clase de danza acompañando a otra niña, a una amiga de colegio y la que se quedó en las clases fui yo y no ella— sonríe—. No puedo explicar cómo, pero yo sabía que eso era para mí”, cuenta emocionada, al tiempo que con ambas manos parece abrir el telón.
Mientras asistía a clases de danza, Fátima sentía el apoyo de sus padres y el compromiso de ellos al llevarla, pero también sabía que en retribución ella debía poner de su parte y no descuidar el colegio. Así fue. En casa, un pilar de su educación fue la disciplina, al igual que en la escuela de danza.
“Me he formado en una disciplina muy estricta de ballet, había una exigencia tanto en el peinado, en cómo tenías que ir vestida, como también en el comportamiento; todo en la clase era bastante estricto. Los tiempos han cambiado”. Su voz se torna algo más serio y parece recordar esos momentos con cierta melancolía. A pesar de haberse formado en una dinámica muy estricta, también recuerda que su principal motivación era bailar.
Convencida de que un aprendizaje constructivista es la mejor metodología, cuenta cómo cada paso o movimiento fue la base para lograr uno más complejo. En danza, la disciplina iba por niveles: por ejemplo, al principio ella asistía solo dos veces por semana, luego tres, hasta que a sus 10 y 11 años tenía un trabajo diario de danza.
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Las zapatillas de punta
Con cada año que pasaba el cuerpo se iba formando para lograr la suficiente tonicidad y a la vez la soltura adecuada para desenvolverse. La técnica poco a poco se pulía, al igual que la expresión en la danza. Después de dos o tres años el cuerpo debía estar lo suficientemente preparado para calzar las zapatillas de punta, que se caracterizan por tener una punta dura, generalmente hechas de densas capas de tela, cartón y/o papel endurecido con pegamento. Esta punta dura calza la punta de los pies y tiene una base plana sobre la que deberá pararse la bailarina, manteniendo todo el peso del cuerpo sobre la punta de los dedos. Si uno no tiene el suficiente equilibrio y preparación física, pueden ser muy difíciles de manejar.
“Tienes que tener ciertos logros tanto físicos como de control. Si te pones las zapatillas de punta antes y tus pies no están listos no te puedes parar, entonces hay más frustración. Es una etapa donde a muchas que les gusta el ballet lo dejan, porque te haces heridas, te duelen los pies, no puedes hacer los pasos con la facilidad que quisieras. Tienes que entrenar mucho para llegar a la fluidez con las zapatillas. Es un momento bien crítico en la formación de cualquier niña, y estamos hablando de niñas, porque yo tenía 10 a 11 años cuando llegué a puntas. Al principio duele, pero si superas esa etapa vas avanzando, como en todo”.
Fátima encontró en la danza una forma de expresarse en silencio. “Para mí fue fundamental llegar a un espacio donde hay un silencio y donde puedes expresarte sin palabras, era algo que nunca había visto. Cuando llegas a la barra de ballet ya no importa lo que te ha pasado afuera, es como una burbuja, un microcosmos, donde solo importa lo que estás haciendo y tu esfuerzo en ese momento. Y tu esfuerzo personal cuenta. Y lo que sucede dentro de la sala solo depende de ti. He encontrado en la danza una forma de vida. Afuera de la sala de ballet existen muchas contingencias que definen lo que sucede, en la sala no, solo depende de ti y de tu esfuerzo”.
En Summa Artis su carrera como bailarina profesional duraría nueve años. Allí encontraría más retos y más magia en su educación, hasta terminar su formación, graduándose a los 18 años.
Para su graduación, la flamante profesional tuvo la oportunidad de viajar a Estados Unidos y bailar en el Clark Theatre en el Linconln Center de Nueva York, interpretando junto al elenco, la obra Suit Andina, de Mónica Camacho, que fusionaba lo andino con lo clásico. “Después de esa experiencia, yo sabía que lo que quería para mi vida era la danza”.
La bailarina psicóloga
En 1997 Fátima se graduó del colegio y en danza. Los padres de familia ponían todas sus expectativas en las carreras universitarias y la danza no figuraba como carrera en ninguna universidad en Bolivia.
Ante esta situación, Fátima ingresó a la Universidad Católica Boliviana, a estudiar Psicología. Los horarios se acomodaban a los de ensayos (ahora como cuerpo de baile) y como podía tomar varias materias en cada semestre, terminó la carrera en cuatro años y medio. Si bien no dejó la danza, la psicología le sirvió más adelante para su desarrollo profesional como educadora en danza a partir de una reflexión pedagógica. Otras reflexiones nacerían con su especialidad en psicoanálisis, principalmente en la creación artística.
En 2001 Fátima debía decidir qué hacer con su vida profesional. Ella abrazó la danza y se entregó por completo a ella. A los 22 años dejó la casa de sus padres y apostó por vivir de y por la danza.
Durante 10 años se dedicó únicamente al ballet. Daba clases en tres recintos y también formó parte de la Escuela Municipal del Ballet Clásico y Contemporáneo en la ciudad de El Alto, con la que tenían presentaciones mensuales.
Con trabajo constante y dedicación organizó sus actividades para vivir de la danza. Fue su cuerpo el principal instrumento a través del cual plantaría los cimientos para una vida dedicada a su vocación.
Mientras más pasaba el tiempo, más crecía su deseo por una formación académica en su área. En 2011 postuló a una beca que la OEI (Organización de Estados Iberoamericanos) y el Ballet Oficial brindaban. Estos estudios, además de una parte práctica en danza, tenían también una parte teórica que encandiló a la bailarina por la riqueza de la escritura y el aporte conceptual. Con esas ansias, en 2015 hizo una maestría en literatura con la cual el tejido finalmente confluyó en la sistematización de sus ideas sobre lo cultural, la creación de proyectos artísticos y los planteamientos metodológicos y creativos.
Al explorar lo teórico y literario en este tiempo, Fátima pudo traducir estas inquietudes del alma sobre papel. Eso, sin que su actividad como maestra de danza sea interrumpida, si no hasta el comienzo de la pandemia. En 2020 fue la primera vez que tuvo un descanso físico.

Un nuevo proyecto
Con todo este bagaje de conocimientos y el descanso de su cuerpo, utilizó este espacio para conectar con otros artistas. Era la primera vez que tomaba riesgos más allá de su trabajo como bailarina. Encontró a Fabrizio Catalano, quien trabajaba más con la parte audiovisual y fusionando ideas, armaron un proyecto, una docuficción que exploraba lo femenino. Viajaron por toda Bolivia para recolectar experiencias que les lleven a esta exploración de la multiplicidad de este mundo y actualmente ultiman detalles para lanzar su obra, llamada Irregular, que esperan tener lista a principios del próximo año.
“Irregular es una obra que nos lleva a cuestionarnos ¿Qué viene a ser lo femenino?, haciendo exploraciones visuales que tienen que ver con corporalidad, además de entrevistas a mujeres. Parecería que solo existía una sola forma de ser mujer en nuestra sociedad patriarcal y no todas tenemos que estar en el mismo corte. Entonces nuestra propuesta va por cuestionar todo esto que se había dado por hecho”.
Desde su primera clase a los ocho años en Summa Artis hasta su proyecto audiovisual actual, Fátima reconoce que el aprendizaje constructivista acompañó cada uno de sus pasos. “En la danza no te conformas con lo que llegas a hacer: cada día puedes hacer un poquito más y siempre hay algo que puedes mejorar”.
TEXTO Y FOTOS: AJISAI KATHERINE LOAYZA
ASISTENTE DE FOTOGRAFÍA: LEW HERRERA