A 25 años de una ‘noche púrpura’
Imagen: Marco Basualdo
Rock. Gillan y Morse, en un duelo de habilidades en el concierto
Imagen: Marco Basualdo
Los rockeros de Deep Purple visitaron la hoyada en marzo de 1997 para presentar su último disco y un puñado de sus clásicos más duros
Los rumores daban lugar a la duda. Corrían los primeros meses de 1997, neoliberalismo puro, ciudad sin celulares, Tv cable limitado, naciente internet y notoria quietud en el rubro espectáculos. Pero el anuncio finalmente confirmado por Nemtala Producciones significaría turbulencia extrema para el ambiente melómano. Deep Purple, una de las bandas pilares del rock duro, había confirmado su visita por las alturas paceñas para presentar su último disco titulado Perpendicular. Se trataba de un anhelo poco probable de hacerse realidad para quienes habían admirado por décadas a este grupo inglés que marcó la historia del rock, al reinventarlo con toques sinfónicos. Verlos al vivo en un país mediterráneo hasta para los grandes espectáculos era como arañar el cielo con los dedos. Y así, entre afanes y recelos, los “púrpura profundo”, jurásicos sesenteros sobrevivientes a todas las modas, pisarían el escenario del Teatro al Aire Libre “Jaime Laredo” el martes 25 de marzo, para goce de todos, pero todos los sentidos.
“Mi grupo preferido de rock es Deep Purple. Me importa la calidad; en ese sentido, tanto en la música orquestal como en un campo más popular, porque hay un filtro que la define como buena o mala”. (David Handel, ex director titular de la Orquesta Sinfónica Nacional, revista Metro # 24)
La conferencia de prensa del quinteto se llevaría a cabo el lunes 24 en el Hotel Presidente, donde también se hicieron presentes fans de varias generaciones con distintos souvenirs a la espera de ser autografiados. El traductor-presentador designado para mediar entre periodistas y artistas fue el reconocido activista del rock y hoy analista político Wálter “Puka” Reyesvilla, en medio de un ambiente de nerviosismo y excitación por lo venidero. Clima quejumbroso hasta que por fin ingresarían a sala los integrantes de esta leyenda viva; Ian Gillan, el espigado cantante que aún mantenía su melena larga y espesa; Roger Glover, el bajista mediano de barba canosa; Jon Lord, el robusto, bigotudo y elegante tecladista; además de Steve Morse, el joven guitarrista estadounidense que había tenido el atrevimiento de reemplazar al gran Ritchie Blackmore, ya se encontraban a la vista de todos sus incondicionales. Pero ¿solo cuatro?, ¿qué pasó con el restante? Luego, el “Puka” sería el encargado de informar a todos que el mítico baterista Ian Paice sufría de un pequeño malestar, seguramente producto de la altura. Nada grave.
Durante la conferencia se tocaron diversos puntos: “¿por qué no habían venido antes?”, “¿qué opinan de Bolivia?”, “¿conocen música boliviana?”. Y etcéteras. Y también dieron a conocer que había sido Gillan quien ya había visitado el país cinco años antes para presentar su disco solista Toolbox, el promotor de la llegada en grupo. Consumadas las preguntas, los protagonistas brindaron su despedida hasta el día siguiente, con la promesa de un conciertazo. Pero antes de irse por completo, se produjo el abarrotamiento final de fanáticos para la firma de discos, casets, revistas, posters, poleras…

Éxito. Morse, Lord y Gillan, durante la despedida final del recital en Bolivia.
Humo sobre el humo
Aún no había caído el sol del martes 25 y grupos de jóvenes, y otros no tanto, se fueron acercando a las inmediaciones del teatro a cielo abierto. El concierto estaba anunciado para las 21.00 a un precio por demás accesible, Bs 50 (menos de diez dólares) y el evento también sería pretexto para el encuentro entre amigos de vieja guardia. En los graderíos que anteceden al anfiteatro, empezó a correr el alcohol dentro de una celebración colectiva para que, finalmente, las puertas se abrieran a las 20.00. Dentro, la espera fue un verdadero desespero hasta que, a las 22.00 y pico, el estallido de fuegos artificiales sería el preludio para los primeros acordes de un clásico de autoría del estadounidense Joe South, Hush, grabado por los purples en Shades of Deep Purple111=( (1968). Entonces el paroxismo se llenó en todos, no se trataba de un sueño, ellos estaban ahí, con Paice repuesto, bombeando como una locomotora.
De inmediato, sin ninguna pausa y con la furia de la batería que introduce al tema, el quinteto atacó con Fireball, canción que da nombre al quinto disco (1971), con un final que en realidad era el riff de la canción Into the Fire, del álbum In to rock (1970). Luego, las palabras de agradecimiento del cantante, que muy en particular dijo “es maravilloso volver a estar aquí”, comentario que derivó en una ráfaga de aplausos del público paceño, del interior y del extranjero (años después y a través de redes, muchos chilenos y peruanos fronterizos admitieron haber asistido al concierto en Bolivia porque les resultaba más barato que viajar a sus capitales), hasta quebrar el ambiente con otro de sus nuevos temas incluido en el disco que presentaban, de título Ted the mechanic.
La banda tan longeva sonaba impecable y poderosa; salvo algunos bramidos de Gillan que no podía sostener los aullidos como en sus mejores tiempos, la base musical era puro rock duro. Y lo del cantante en realidad no importaba, ya con verlo ahí al frente era suficiente. El grupo, como era de esperar, continuó con otra senda de clásicos como Pictures of home de Machine head (1972), en el que la guitarra de Morse hizo olvidar por completo al gran Blackmore (no era la primera vez que se alejaba del grupo aquel irascible guitarrista fundador, ya se había marchado en 1975 para formar Ritchie Blackmore’s Rainbow), Black night, aquel clásico lanzado en forma de sencillo (1970) tocado en versión “extender”, Cascades: I’m not your lover, una canción nueva de Perpendicular que dio lugar a un extenso solo del guitarrista Morse, para sobrevenir con otro tema reconocido desde sus primeros acordes: Woman from Tokyo, de Who do we think we are (1973). A esta altura, el teatro ya desbordaba de emoción.
Gillan no paraba de agradecer durante su pequeña pausa, para dar pie a una nueva propuesta del disco Perpendicular, Somestimes I feel like screaming, canción lenta que haría gritar hasta al más tímido de los fans, además de ser una composición que había vibrado repetidamente y por algunas semanas en las principales FM’s de la ciudad. Y seguían las canciones de estreno, el turno fue de Rosa’s cantina, también incluido en Perpendicular, que incluye un solo de armónica de parte del melenudo cantante que levantó de sus asientos a muchos de los presentes. La noche palpitaba por sí sola.
Tras la ovación, el quinteto continuó con No one came del disco Fireball, el cual culminó con otra intensa demostración de la exquisitez de Morse, un solo que sería la introducción del cántico de los purples Smoke on the water, clasicazo inspirado en una pesadilla del bajista Glover durante una estadía en Montreaux, Suiza, en la que grabarían el disco de culto Machine head. Allí, dicen las crónicas, los cinco músicos serían testigos del incendio de los equipos del megamúsico estadounidense Frank Zappa durante su presentación en el Casino de Montreaux, catástrofe que quedó registrada en la letra del tema.
Ese himno parecía interminable. Muchas generaciones habían crecido escuchándolo y a los más fanáticos les habrá cambiado de vida. No se trata tan solo de un canto generacional, se habla de una melodía genérica. Según la revista Rolling Stone, Smoke… se ubica en el puesto 434 en un listado de las “500 mejores canciones de todos los tiempos”, y en el primer puesto en el ranking de las “50 mejores canciones heavies de la historia”. Y en esa noche paceña sonó como nunca. Para asombro, Lord introdujo, en medio de su solo de órgano Hammond, algunas notas de El cóndor pasa, del compositor peruano Daniel Alomía Robles (1913). Entonces la emoción fue total. Uno de los grupos de rock más famosos del planeta, interpretando esas melodías andinas como tributo a su público. Era una retribución sobre otra.
Tras el aplauso al tecladista, también infinito, Morse no quiso quedar atrás y justificó su presencia con otro inacabable solo de guitarra, que dio paso al sensible When a blind man cries, también lanzado como single (1972). La audiencia ya estaba por demás consentida y cuando todo parecía llegar al final, brotaron otros clasicazos como Speed king de In rock, con un duelo mortal entre guitarra y teclado, y Perfect strangers del disco del mismo nombre (1984), que provocaron delirio puro entre los asistentes además del retiro previsible de los purples, quienes se alejaron del escenario haciendo señales de reconocimiento a ese público que pedía más.
Los gritos fueron el llamado para el tema de cierre, acto que suele ser costumbre con todas las bandas en escena. Y tras algunos segundos de espera, la batería, reconocible desde el primer golpe, brindaba las primeras resonancias de Highway star, tema con que suelen abrir sus conciertos, del álbum Machine head, que esa noche significó el remate para un ocaso alucinante. Tras ello, los minutos de ovación para los cinco músicos, que también redimían con saludos, y un Gillan sosteniendo la bandera tricolor, sin cansarse de decir “you are fantastic”. El telón cayó y los comentarios rumbo a casa eran de los más agradecidos. Los asistentes habían vivido un auténtico éxtasis musical.

In memoriam
Los años pasaron y salvo algunas visitas de otras leyendas, como la de Dio a Santa Cruz de la Sierra en 2006, el ambiente no volvió a resquebrajarse con otra ceremonia de tamaño calibre. El periodista Milan M.A. Gonzales logró contactarse con la voz de Deep Purple en noviembre del 2020, quien llegó a contarle algunas remembranzas de su incursión boliviana: “Recuerdo la ciudad de La Paz muy bien, pasé un tiempo extraordinario allí. Me impactó social y culturalmente, fue tremendo. La noche anterior al concierto asistí al partido de fútbol entre la selección de Bolivia y Uruguay, creo que el resultado fue 0 a 0. Le fue difícil a Uruguay por la altura”, dijo la voz dura del rock, dejando en evidencia que el concierto en La Paz también marcó a los “púrpura profundo”.

Institución del rock
Deep Purple nació en 1968 en Inglaterra y es considerada una de las bandas pioneras en el género del hard rock o rock duro, junto a Led Zeppelin y Black Sabbath. Rod Evans, Nick Simper, Jon Lord, Ritchie Blackmore y Ian Paice, fundaron el grupo con aquel nombre que es el título de una canción que la abuela de Blackmore solía escuchar. Su música ha incorporado elementos del rock progresivo, rock sinfónico, rock psicodélico, blues rock, funk rock, britpop y la música clásica. Hacia 1969, el cantante Evans fue reemplazado por Ian Gillan y el bajista Simper por Roger Glover, con los que se formó la alineación que es considerada como la más exitosa entre otras cinco alineaciones. El grupo fue reverenciado como “la banda más ruidosa del planeta” por el libro Guinness en la edición de 1974, debido al concierto que realizaron en el Rainbow Theatre de Londres, en junio de 1972, en el cual se midieron 117 decibelios. Y en 2013, una encuesta realizada por la emisora de radio británica Planet Rock situó a Deep Purple en el 5º lugar de las “bandas más influyentes de la historia”.