‘Tatake’ Quisbert
El 10 de junio falleció un gigante. Medía 2,25 metros y fue campeón de boxeo, luchador profesional y mánager. En 2018, concedió a ESCAPE la siguiente entrevista inédita.

Un día de mayo de 2018, Gabriela, una de las cinco hijas de Wálter Tatake Quisbert llamó a la redacción de La Razón para promocionar a Los Kings de la Cumbia, el grupo que ella y su padre promocionaban como mánagers. Así fue que acudimos al domicilio del mítico exdeportista de 2,25 metros de altura que en 1977 logró una hasta hoy celebrada medalla de oro en boxeo para Bolivia.
El lunes 10 de junio de 2019, el gigante murió, pero queda su historia. Él estaba convencido de que era un descendiente de los incas. Huyó de la violencia a sus 16 años y la encauzó de forma profesional. Tuvo varios trabajos, pero el que más lo llenaba era el de promotor de luchadores y cholitas luchadoras, porque como él mismo contaba, donde más le gustaba estar era cerca del cuadrilátero. Así pensaba él hace un año. Y la entrevista que quedó en el tintero hasta hoy, sale a la luz como un homenaje póstumo.
— ¿Cuándo nació usted era un bebé grande?
— No, he sido un chico normal, pero un poquito robusto, gordito. Era bien fregado y llorón, como me dice mi madre. A mis 15 años empecé a desarrollarme y me fui a Arica, Chile.
— ¿Por qué se fue a vivir a Chile?
— Yo he sido un tipo bien rebelde. Un día cometí el error de perderme toda la tarde por ir a jugar y vino mi padre y me chicoteó (golpeó con cinturón). Yo dije de una: “me voy”, y a ojos cerrados nos fuimos con un amigo.
— ¿A qué se dedicaba en ese país?
— A trabajar en un lugar donde procesaban aceitunas. Me quedé casi dos años y de ahí trabajé en la Aduana, donde llegaba mercadería para los bolivianos.
— ¿Qué idea tenía, a qué quería dedicarse?
— Me gustaban los golpes. Siempre me expulsaban de la escuela y mi mamá me llevaba de la oreja. Era peleador número uno.
— ¿Cuándo empezó a boxear?
— Fue en Chile, a mis 16 años, jovencito, y me vine aquí para los Juegos Deportivos Bolivarianos, porque me convocaron. Pasó que llegó a La Paz la selección chilena con su técnico, que me había entrenado en Chile. Él les había comentado que yo había boxeado allá. Por eso me estaban buscando en la Asociación. Fue por esa casualidad que me llamaron a la selección boliviana de boxeo, para representar al país en los Juegos Bolivarianos.
— Y ganó, ese 1977, la Medalla de Oro.
— Sí, he ganado, había mucho entrenamiento, mucho sacrificio.
— Leí que usted había vendido sus huesos para que sean estudiados cuando fallezca.
— Es cierto, pero la gente es muy mala a veces. Yo, por mucha precaución para cuidar a mi familia, no cuento.
— ¿Se puede saber quiénes le compraron?
— Son unos americanos que me han propuesto y bueno, pues, yo qué voy a hacer, cuando esté muerto que me lleven donde sea, pero que me pongan feliz.
— Es decir, cuando usted fallezca ¿su cuerpo será destinado a la investigación?
— Sí. Yo pienso que yo soy uno de los descendientes de los incas, según lo que me han catalogado; porque un boliviano en promedio es chaparro, especialmente en La Paz, Oruro y Potosí. En Santa Cruz los cambas miden 1,80, pero en mi tamaño —2,25— resulta que no hay.
Nota de redacción: La familia del deportista informó el jueves que finalmente los restos no se destinaron a la investigación y que se tuvo que hacer un ataúd a medida. Se lo enterró en el Cementerio General de La Paz.
— En su familia ¿había personas de talla alta?
— El papá de mi mamá medía aproximademente de 1,85 metros.
— ¿A qué atribuye eso, tiene que ver la alimentación o es un asunto meramente genético?
— Yo pienso que es genético. O sea, yo en Bolivia soy mito. Hay gente grande que ya no puede caminar. Yo, con mis 65 años a punto de cumplir, todavía estoy bien así, antes estaba mejor, pero ahora tengo diabetes, que me está comiendo.
— ¿Cómo fue que cambió los guantes de box por la lucha libre?
— En los años 80, una vez fui al Olimpic Ring de aquí en La Paz y he desafiado: “¿Qué es esto?”, he dicho. De ahí empezó. Dejé el boxeo en 1985 y me dediqué a la lucha libre. De lucha no sabía, tuve que entrenar meses para aprender cómo caer.
— ¿De dónde surgió su apodo “Tatake”?
— En radio Nueva América, de don Raúl Salmón, pasaban la radionovela Kalimán, donde había un hombre japonés grande que tenía más de dos metros de estatura y que pesaba 200 kilos. “¡Aquí viene Tatake!”, decía. Mi padrino, Gonzalo Simbrón, del MNR, me bautizó con ese nombre.
— Se dice que usted creó una llave especial dentro de la lucha libre.
— La llave se llama La Cruz. Los agarraba así (estira los brazos), aquí (marca un círculo los brazos estirados con el pecho como eje) y los ponía al crucifijo.
— ¿Qué otros trabajos tuvo?
— He sido jefe de Seguridad de clubes nocturnos. Controlaba a cuatro personas. Luego, ya tenía mi boliche en la JJ Pérez y luego abrí otro, en Sopocachi.
— ¿Cómo es su vida familiar?
— Tengo cinco hijas y siete nietos. Mis hijas son pura mujer, por si acaso.
Entonces me dirijo a Gabriela, que escucha atenta la entrevista, y le pregunto cómo es el deportista como papá. Wálter toma la palabra y con voz grave y juguetona suelta un “malo”. De inmediato, Gabriela sonríe: “No, es buena persona, siempre nos ayuda en todos nuestros proyectos”.
— ¿Y cómo educó a sus hijas?
— Muy diferente. Yo soy muy amable, no quería tocarles como a mí me han tocado, como me han garroteado.
— ¿Hace todavía algo de ejercicio?
— Estoy caminando. Ejercicio casi ya no puedo, porque mis rodillas al caminar empiezan a fallar. También… tanto caer, esas son las consecuencias.
— ¿Qué satisfacción le dejó la lucha libre?
— Conocer otros lugares, conozco más de 24 países. Estar en un hotel de cinco estrellas, buena paga, pasajes en avión… tengo muchas satisfacciones.
— ¿Cuánto tiempo lleva siendo mánager?
— Yo he dejado la lucha libre y el deporte como 39 años, pero sigo alrededor del cuadrilátero, dirigiendo y haciendo lo que más me gusta. Entre las cholitas luchadoras y otros luchadores manejo unas 22 personas de mi agrupación: MWA, La nueva herencia de lucha libre.
— ¿Qué cualidades tiene que tener un mánager de luchadores?
— Paciencia, es lo fundamental. Uno tiene que amoldarse a las fallas.
— ¿Cómo ha cambiado la lucha libre desde que usted era campeón hasta estos días?
— La lucha libre ha innovado, antes eran puro hombres, pero han entrado con fuerza ahora las cholitas y hoy en día el público quiere verlas, hacen su show, su baile, ese es el cambio de la lucha libre.
— ¿Hay algún otro tipo de espectáculo al que usted apunta?
— Yo quiero que las cholitas luchadoras sean luchadoras aéreas, a eso estoy apuntando: a que la gente se quede impresionada, con la boca abierta. Eso es lo que me gustaría concretar, pero eso se logra a base de mucho entrenamiento.
— Y en estos días, ¿a qué se está dedicando aparte de ser mánager?
— Aparte tengo negocios, en Santa Cruz y Cochabamba, de accesorios para computación. Y estoy donde más me gusta, en el cuadrilátero, con las cholitas y la música. Además entro al internet y estoy viendo qué temas están sonando, uno tiene que actualizarse, ¡es lo más importante!
— Usted decía que tiene buen oído, ¿nunca se dedicó a cantar o a tocar un instrumento?
— No, es que mi voz no me permite, porque yo siempre desde muy chico he sido muy aguerrido, muy furioso para quererme pelear, entonces estoy pues en eso.
Obviamente que puedo cambiar ya y puedo ayudar a los jóvenes con la música, aportar mis ideas, mi experiencia; decirles cómo se puede llevar a flote a un grupo, porque la juventud sin experiencia no sirve, como el viejo sin juventud tampoco sirve. Entonces, con la juventud de ellos y mi experiencia, poquito a poquito vamos a salir a flote.
Perfil
Wálter “Tatake” Quisbert nació el 24 de septiembre de 1953 en La Paz. En 1977 ganó la medalla de oro de boxeo en los Juegos Deportivos Bolivarianos. Como luchador profesional viajó a 24 países. Jugó básquetbol en Uruguay. En su última etapa fue mánager de luchadores. cholitas luchadoras y de un grupo de cumbia. Tuvo cinco hijas. Falleció a los 65 años en La Paz, el 10 de junio de 2019.