Janmashtami, la fiesta de Krishna
La comunidad religiosa Hare Krishna, que alguna vez fue perseguida en Bolivia, celebra el nacimiento de su divinidad.

De una concha de mar, sujetada por una devota, fluyen yogur, leche, miel, jugos de fruta y agua en abundancia. Son dádivas ofrecidas por uno de los grupos que compone la comunidad Hare Krishna en La Paz hacia su principal divinidad. Así comienza el Janmashtami, o la celebración del nacimiento o aparición de Krishna (Dios en su forma personal) y Radha (energía femenina de Dios), ambas manifestaciones de esta misma divinidad.
En India —donde se realiza un festival multitudinario, celebrándose un feriado estatal en diferentes regiones— y en el resto del mundo se festeja este día con diferentes costumbres y tradiciones. Los Hare Krishna tienen ayunos que culminan en festines, música y meditación comunal. La fecha exacta varía cada año y se determina según el calendario lunar hindú. Cae entre los últimos días de agosto y los primeros de septiembre del calendario gregoriano occidental.
“Calculo que en La Paz deben haber por lo menos unas 100 representaciones de Krishna, que es lo que se necesita para llevar a cabo esta celebración. Durante los años 1980, poco después de que el movimiento de la conciencia de Krishna llegara a Bolivia (1976), fuimos muy perseguidos, incluso llegaron a atacar uno de nuestros templos. Es por eso que gran parte de los miembros crearon altares familiares en sus hogares”, narra Juan Alberto Rivera Durán, expresidente de la Sociedad Internacional para la Conciencia de Krishna (Iskon, en inglés) en Bolivia.
Este 2018 la fiesta se realizó el 3 de septiembre. Ahora que el movimiento se ha expandido y es más aceptado, en La Paz se organizaron tres fiestas en honor a Krishna: una en el Centro de Yoga Hare Krishna, dirigido por Juan Alberto; otra en el hotel Torino (C. Socabaya 457), organizada por Iskcon La Paz, y una tercera en Casa Vrindra (Av. Sucre 949), espacio que difunde activamente los preceptos y la cultura Hare Krishna y donde se prepararon más de 108 platos vegetarianos, siguiendo la tradición religiosa de la India.
Cada celebración tiene un programa diferente y la mayor parte está abierta a aquellos no creyentes que deseen participar. Después del baño ritual o abhishek, en el que todos pueden acercarse a empapar las imágenes con alimentos y amor, se cambia de ropa a las deidades. Cada pieza del atavío debe ser nueva y estar lo mejor adornada posible.
“En paralelo a la tradición judeo cristiana, este es un momento similar al de la Navidad, en el que cada familia viste al niño Jesús con sus mejores galas, antes de llevarlo al nacimiento”, explica Juan Alberto, quien es parte de los Hare Krishna desde 1981 y cuenta que la primera generación de adeptos apareció en su Oruro natal.
En el Centro de Yoga Hare Krishna tienen seis representaciones a las cuales han bañado y vestido con prendas de colores brillantes: rojo, celeste y verde. Cada pieza tiene bordados de lentejuelas y cristales y coronas, collares y guirnaldas de flores de papel con que los envuelven en cuidado y fe. Las imágenes están divididas en parejas: dos de cobre, medianas; otras dos más grandes, de un color más claro, y dos pequeñas que son oscuras y que tratan de acercarse al color azul —“como el cielo antes de llover”, explicita el devoto— con el que se suele representar a Krishna.
Al momento de presentar las imágenes a la comunidad reunida, se las sitúa en el altar en el que reposan cotidianamente y comienza la puja y el kirtam. La primera es otra ofrenda ritual, que en este caso implica cinco elementos naturales: agua (lanzada a los devotos), aire (generado por un pañuelo), tierra (incienso), fuego (velas) y éter (representado por un abanico de plumas). Mientras tanto se lleva a cabo el kirtam, una práctica meditativa, en la que las personas se reúnen y repiten el nombre de Krishna y otros mantras (palabras en sánscrito que tienen por objeto ayudar a relajar y controlar la mente). Todo esto genera un ambiente festivo y alegre, gracias a que hay música y baile.
Tras meditar, bailar y comer, la comunidad entera se sienta en silencio una vez más para escuchar la historia que le da sentido a esta reunión. La narración de la aparición —porque Krishna nace y parte cuando su voluntad así lo dicta— de aquel que es el centro de la felicidad de una cantidad enorme de devotos y que, según explica Juan Alberto, es capaz de retribuir individual y personalmente todo aquello que sus creyentes le ofrendan.