La evolución del hombre de Davos
Donde antes había celebración por la globalización, hoy hay una vuelta al proteccionismo.

OPINIÓN
Como viene siendo habitual, el Foro Económico Mundial celebra su reunión anual en la localidad de Davos, en Suiza, donde se reúnen empresarios, emprendedores, millonarios, líderes de opinión, políticos y analistas para tomarle la temperatura a la economía global y reflexionar sobre sus soluciones y propuestas. El Foro Económico Mundial se ha convertido, a través de los tiempos, en la expresión más concentrada del poder de las élites del capitalismo global, desde que en 1971 lo pusiese en marcha su fundador, Klaus M. Schwab. Por el mismo hemos visto pasar ideas como la celebración de la globalización, el miedo ante las crisis económicas, la preocupación por el auge de los populismos y la agenda de la liberalización y la desregulación. Su poder simbólico ha dado lugar a un arquetipo, el hombre de Davos, término acuñado por Samuel Huntington, como estereotipo de una élite de hombres –casi siempre hombres– de negocios liberales, cosmopolitas, con acceso a las redes de influencia internacionales y cómodos en el proceso de globalización financiera que dominó la economía durante décadas.
Hoy el ecosistema donde se reproduce el hombre de Davos ha cambiado notablemente y donde antes había celebración por la globalización financiera y el libre comercio hoy hay una vuelta a la geopolítica y las fronteras, al proteccionismo y a la desafección con el curso que ha tomado la economía mundial. Por eso la naturaleza de los encuentros de Davos ha cambiado notablemente: en 2020, el Foro proclamó la era del capitalismo de stakeholders, actualizando su manifiesto y buscando la manera de construir instituciones económicas más inclusivas, donde la responsabilidad social y la sostenibilidad estuvieran integradas en el propósito de las empresas.
En 2021, aunque ese año el Foro no se celebró como era habitual, de manera presencial, el World Economic Forum comenzó a dar forma al New Reset, agenda de transformaciones hacia la innovación y la sostenibilidad que ha sido objetivo de buena parte de las teorías conspiranoicas que incluyen en el mismo saco a Davos, a los filántropos multimillonarios como Bill Gates y George Soros y a la Agenda 2030 de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas. Si bien el Foro Económico Mundial se ha convertido en un espacio permanente de generación de ideas en torno a los retos globales, Davos, como tal, no recoge una declaración final. El encuentro anual se configura como un espacio abierto de reflexión: se asisten a unos seminarios, se hacen reuniones bilaterales y networking en los pasillos, y se disfruta de la presencia de las celebrities que asisten al encuentro. También sirve de escaparate de los países, a veces con malos resultados: en 2010, José Luis Rodríguez Zapatero fue a Davos a participar en una mesa redonda sobre los países en crisis, cometiendo así un grave error reputacional que no ayudó a mejorar la situación de España. Rajoy esquivó su participación dada la mala experiencia de su predecesor, aunque Luis de Guindos era un asiduo en sus pasillos. Pedro Sánchez acude regularmente y este año lo ha vuelto a hacer, explicando la resiliencia de la economía española ante las múltiples crisis que le ha tocado gestionar.
A Davos se va a dejarse ver entre inversores, a hacer negocios y lanzar mensajes, como los lanzados por la presidenta de la Comisión Europea en su discurso contra la nueva política proteccionista de Estados Unidos con la excusa de la transición climática. También, cómo no, a participar, si es interesante o lo requiere el guion, en alguna de las múltiples mesas de debate que se organizan, algo que también se puede hacer online si no se acude al encuentro o si se es miembro digital del Foro.
En 2023, con el lema de Cooperación en un mundo fragmentado, Davos pretende profundizar en esta nueva orientación en un contexto complejo con numerosos factores de riesgo, como la pervivencia de los brotes pandémicos, el retraso en la lucha contra el cambio climático, las turbulencias generadas por la crisis energética y la guerra de Ucrania. Un escenario en el que encontrar soluciones deviene complicado. Así, la agenda de seminarios –más de 360 sesiones programadas– se ha organizado en torno a los pilares de la crisis alimentaria, climática y energética, la situación económica de alta inflación y bajo crecimiento, los retos tecnológicos de la industria, la vulnerabilidad social y el escenario geopolítico. La lista de seminarios desarrollados bajo este paraguas es diversa, pero subyace un hilo conductor común: el interés por reformular un modelo de globalización inclusivo y sostenible, el fomento de los valores liberales y cosmopolitas y la apuesta por la innovación y la tecnología como palanca de solución para problemas globales. Es una propuesta que profundiza en la reformulación del encuentro en los últimos años, que ha cambiado no solo de orientación, sino también de naturaleza. El hombre de Davos evoluciona.
Vivimos en un tiempo de contradicción: nos maravillamos de los avances económicos y sociales de las últimas décadas al tiempo que miramos hacia el futuro con escepticismo y temor. El ser humano, tras decenas de miles de años viviendo prácticamente a niveles de subsistencia, lleva apenas 10 generaciones disfrutando de una era de prosperidad sin precedentes. Una prosperidad que ha permitido sostener sobre el planeta la vida de miles de millones de personas, con altos niveles de productividad agrícola, un desarrollo tecnológico que hubiera sido considerado poco menos que brujería hace apenas doscientos años, un parpadeo en la historia de la humanidad.
Se multiplican los mensajes negativos sobre el futuro: la crisis ecológica acecha a la vuelta de la esquina, mientras que el apocalipsis tecnológico, la quiebra social o el derrumbe de las democracias se abren paso como futuribles en la opinión pública.
La percepción de la opinión pública es rotunda, al menos en Occidente: las nuevas generaciones vivirán peor que las anteriores. Solo en los países emergentes la población tiene una percepción positiva del futuro.
José Martín Moisés Economista y especialista en economía internacional