Miedo

En su autobiografía, Thomas Hobbes señala que su madre se atemorizó tanto de la amenaza de la invasión española que dio luz a dos gemelos, él mismo y el miedo. Para Hobbes los seres humanos somos sujetos del miedo, éste es el cemento que une a la sociedad. Para autores como Roberto Espósito y Elías Canetti, el carácter central del miedo es la base de la teoría individualista de Hobbes. Es el miedo el que nos debe hacer pensar y actuar como individuos y al hacerlo, la consecuencia es desconfiar de los otros. ¿Pero qué tipo de miedo es el que nos constituye como individuos?
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Para Hobbes, lo que los hombres tienen en común es la capacidad de matar y la posibilidad de que les den muerte, es decir, la potencia de muerte generalizada a tal punto que se convierte en el único vínculo que asimila a individuos, por lo demás separados e independientes. En una parte de la obra De Cive, Hobbes escribe que “la causa del miedo recíproco reside en parte en la igualdad natural de los hombres, y en parte en la voluntad de dañarse unos a otros. No podemos así esperar de los otros la seguridad, ni garantizárnosla a nosotros mismos. Iguales son aquellos que pueden hacer cosas iguales uno a otro. Pero aquellos que pueden llevar a cabo la acción suprema, esto es, matar, pueden hacer cosas de iguales. Luego, todos los hombres son por naturaleza iguales entre sí”.
Es decir, para Hobbes, tememos a la muerte porque queremos sobrevivir, así el miedo no solo está en el origen de la política, sino que es su origen, en el sentido literal, no hay política sin miedo, pero esta concepción del miedo no es destructiva, sino constructiva, el ser humano huye del miedo y para ello busca un pacto que lo mantenga vivo y que lo proteja, así nace el Estado que no tiene el deber de eliminar el miedo sino de hacerlo seguro.
La conocida frase el hombre es lobo del hombre, que no se encuentra en el Leviatán sino en la dedicatoria de la obra De Cive al Conde de Devonshire, es la que fundamenta la particular visión que tiene Hobbes del estado de naturaleza, que además justifica uno de los lugares comunes de su pensamiento: la guerra de todos contra todos; una guerra en la que se teme tanto a la muerte que se busca sobrevivir. Se teme tanto al otro que se destruye la comunidad.
Es en base a este miedo, a este temor, que los gobernantes se permiten llevar a cabo medidas de fuerza, que muchas veces la ciudadanía las aplaude aunque supongan pérdidas de derechos y hasta de dignidad humana; las medidas de shock pueden ser más efectivas si antes la población ha sentido el miedo, lo ha olido, lo ha visto en los ojos de unos y otros, es decir, ha sentido que no tiene salida ni escapatoria, más que sacrificar una parte de su humanidad. Ésta es la renuncia que demanda el Leviatán para existir.
(*) Farit Rojas es abogado y filósofo