Columnistas

Monday 24 Mar 2025 | Actualizado a 09:39 AM

Maquinar

/ 18 de febrero de 2025 / 06:02

Abre a las 10, pero no es puntual. A la hora que se supone que debía abrir, está todavía acomodando las cosas en estantes improvisados. Las cosas las clasifica con criterios diversos, algunas, por su uso, otras por el tamaño, otras más, por colores y también por razones emocionales. Hay una mesa sobre la que ha acomodado, casualmente, las cosas que por algún motivo, lo hicieron llorar al menos una vez en su vida adulta. Finalmente, cuando ya son cerca de las 11, abre la puerta del garaje. Puso en varios postes de su barrio una fotocopia anunciando la venta de garaje, por motivos que a nadie le importan. A él sí. No quiere que la gente piense que pasa por una situación económica crítica, no quiere dar la impresión de estar en un momento de importantes carencias. Por eso pone en sus anuncios los motivos de la venta de cosas de su casa. Hay mucha gente que aparenta una vida que en verdad no tiene. Pasa en las redes, en las calles, en las conversaciones en la catedral. Al fin, cuando comienza a llegar alguna persona curiosa, se detiene en la mesa en la que hay una máquina de escribir de los años 50 del siglo pasado, con cinta y un papel puesto en ella para que se compruebe su funcionamiento. La persona curiosa se detiene ante la máquina y escribe algo, lo primero que se le ocurre. La palabra jazmín. Luego pregunta el precio, aunque sabe que no la va a comprar. La máquina perteneció al abuelo y este la recibió de regalo de un colega del periódico en el que trabajaba. Fue periodista de la sección de cultura cuando se escribía sobre asuntos de la cultura, en su acepción cerrada a las expresiones de las artes y el entretenimiento, puesto que escribir sobre aspectos de la cultura como el resultado de todo lo que producen los humanos, hubiera sido y lo sería también hoy, complicado y confuso. Se podrían mezclar temas como la inutilidad de una cuchara con ventilador a pilas, una obra consistente en una escultura sin escultura y los zapatos diseñados para caminar sobre huevos, por ejemplo. El abuelo usó la máquina por muchos años, hasta que se inventó la eléctrica, pero él no pudo comprarse una porque un jueves fue atropellado por una turba de pepinos entusiastas y desenterrados. No hubo culpables. La justicia argumentó a favor de estos, de los pepinos, que al llevar caretas, se trata de personajes que no son sujetos del mundo real y que en su mundo, fantasioso, no existe nada más que la ley del hielo así que la sugerencia fue dejar de hablarles, lo que constituiría una especie de cancelación en estos días, cuando una idea ajena no está acorde a las hegemónicas, por muy disparatadas que sean. El hombre de la venta de garaje se acordó de todo esto a tiempo de dar el precio del aparato y le causó un dejo de tristeza inmediata. Así que levantó la máquina y la llevó a la mesa de las cosas con carga emocional. La persona curiosa, una mujer de más de 34 años, va detrás del hombre, comienza a temblar levemente, siente en el aire un aroma especial para ella, también con una carga emocional. La transporta a una calle de su ciudad natal, blanca, con tejados naranjas, muchos campanarios. En esa calle, una casa, dentro de la casa, un patio con una fuente y rodeando el patio, muchos jazmines en flor.

Se acerca al señor vendedor de cosas de su casa, lo toca en el hombro, apenas, con cierta timidez. Esa máquina tiene algo mío, le dice. No, le responde el vendedor, sin dudar. Por supuesto, insiste la señorita, moviendo los labios lentamente como si se tratara de un movimiento en cámara lenta para destacar algo. En esa máquina escribí parte de la historia de mi vida y esa historia ahora, cuesta como que el doble del costo de su máquina de escribir. La palabra jazmín es para mí, la síntesis poética más importante de mis años de juventud. Esa palabra, a diferencia de la palabra perro, que no muerde, o la palabra beso, que no besa, tiene aroma, el aroma tiene peso y forma y cuerpo y noche estrellada. La hoja, el papel, no es mío. No lo puedo llevar, pero su papel, tiene mi historia. Usted decide, si compra o vende.

Óscar García es compositor y escritor.

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¿Refundación del IPSP?

Yuri Torrez

/ 24 de marzo de 2025 / 06:00

A fines de marzo, el ala evista convocó a un congreso para refundar el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos; o sea, el IPSP, que acompañó a la sigla del Movimiento Al Socialismo (MAS), es decir, el MAS-IPSP. Ésa es la inscripción oficial de esta estructura partidaria con la cual participó y, sobre todo, ganó, desde el año 2005, los diferentes comicios electorales.   

La pérdida institucional de la sigla del MAS por parte de los allegados al expresidente de Bolivia Evo Morales supuso, entre otras cosas, pensar, una vez más, en la significación real del IPSP, incluso en sus mismas entrañas. El IPSP fue el brazo político de las organizaciones campesinas, sobre todo, de los sindicatos de los productores de hoja de coca que, luego, articuló a otras organizaciones campesinas, indígenas y urbanas; conjuntamente con las organizaciones sindicales y vecinales urbanas configuraron, en términos gramscianos, lo que se conoce el “bloque nacional-popular”.

El IPSP sirvió para encauzar esa energía movilizadora en el curso de la primera década del siglo XXI hasta llegar al gobierno. Posteriormente, el MAS-IPSP hizo la tarea de transformar el Estado boliviano, sobre todo, para viabilizar la denominada Agenda de Octubre emergente de ese ciclo de protestas. La nacionalización de los hidrocarburos y la Asamblea Constituyente fueron claves para ese proceso de transformación. No obstante, la rutinización del poder y, sobre todo, su burocratización hizo que esa energía transformadora se vaya agotando inexorablemente. Si bien la constitucionalización del Estado Plurinacional fue un salto cualitativo significativo, empero, paulatinamente, inclusive este logro se fue estancando gracias a la inercia gubernamental.

En la gestión gubernamental, la incidencia del IPSP se opacó inexorablemente, a pesar de que en la discursividad estatal se esgrimía que el MAS-IPSP era un “gobierno de los movimientos sociales” o que el exmandatario se reunía, inclusive desde la madrugada, con los dirigentes de las distintas organizaciones sociales; en los hechos se le usaba instrumentalmente al IPSP, por ejemplo, para buscar la legitimidad “desde las bases” para la reelección presidencial del exmandatario al infinitum.

Quizás, el momento de la pretensión reeleccionista de Morales fue un momento de la subordinación del IPSP a intereses grupales o personales, a costa del proyecto nacional-popular que encarnaba el propio IPSP. Luego se vino la derrota reeleccionista en el referéndum constitucional, pero, los evistas persistieron en buscar recovecos para una nueva postulación presidencial del exmandatario que abonó las condiciones para que la oposición encuentre una senda para interpelar al MAS-IPSP, que, incluso desembocó en un golpe de Estado.

A pesar de la gravedad de los hechos, al interior del MAS-IPSP se develó la ausencia de un horizonte estratégico. En aquel momento se exigía una reforma intelectual y moral, pero, tampoco existió y, opuestamente, se enfrascaron en un fratricidio interno que hoy pone a la deriva a este movimiento político.

Más allá de buscar chivos expiatorios a la crisis del MAS, es fundamental, en este próximo congreso de los evistas para refundar al IPSP, exista la suficiente honestidad intelectual y política sobre las razones que llevaron al MAS-IPSP a una ruptura interna. Quizás, el apetito por el poder desmedido rezagó esa energía trasformadora de la movilización del bloque nacional-popular. No se debe olvidar, el MAS-IPSP se legitima en esa representación y no en la égida de ningún liderazgo: si no lo hace, su base se desarma.

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Ecos de 1950

Lourdes Montero

/ 23 de marzo de 2025 / 00:12

Las elecciones se vienen prontas y, en ese contexto, muchos líderes políticos están afanados por construir un discurso que pueda seducir a los electores. Se supone que ese discurso no solo debe trasmitir las creencias del candidato sino, ante todo, debe convencernos que el aspirante entiende la realidad que vivimos y está en sintonía con nuestras aspiraciones. Este supuesto, básico en la mercadotecnia política, parece ser poco apreciado por algunos candidatos que tratan de vendernos ideas que bien podrían ser parte del guion de la película Volver al pasado.

Así es como suena cierto discurso provocador de un líder evangélico con aspiraciones políticas. Tal vez alguien pueda aclararle que las mujeres en el pasado vivíamos mal, muy mal, y que hoy no aceptaremos retrocesos que nos devuelvan a esa jaula que algunos pueden llamar “hogar”. Hoy, como nunca en nuestra historia, las bolivianas estudiamos, trabajamos y disfrutamos de la libertad de elegir nuestro propio proyecto de vida.

Es claro que el cuento que nos cuenta el mencionado político ya lo conocemos. En la posguerra de la década de 1950, la propaganda estatal norteamericana se inventó lo de “madresposa” para devolvernos a la casa. En el norte, este retorno inspiró el libro La mística de la feminidad (Friedan, 1963), donde se describía “el malestar que no tiene nombre” referido a esa sensación de las mujeres que, después de haber conquistado el voto, la educación y accedido a un empleo, decidían volver al hogar. Así surge la invención de esa “ama de casa” quien, en un hogar tecnificado, sufre soledad, aislamiento, depresión, aburrimiento y otros cuadros médicos calificados como “exclusivamente femeninos”.

Pero volvamos a Bolivia, cuya pobreza estructural genera que solo una escasa élite pueda definirse a sí misma como “ama de casa”. Incluso si por conveniencia social (y estatus) muchas mujeres son nombradas así en sus cédulas de identidad, esta categoría esconde una serie de oficios y tareas que —desde la informalidad— a muchas mujeres les permite completar el siempre escaso ingreso de ese esposo “proveedor”. Y es que en Bolivia tenemos una larga historia de mujeres económicamente activas y políticamente movilizadas que ningún candidato con aspiraciones serias debería desconocer.

Tal vez la generación de mi madre fue la última en aceptar representar esa patraña del “hombre proveedor” que sostiene un “orden social” imaginario. Y es que ese supuesto orden “normal” no solo provee a los caballeros de estatus social y poder inmerecido, sino conlleva también la definición de quién decide cómo se invierte y en qué se gasta. Y las mujeres hoy en día no estamos dispuestas a ser quien crie a los niños y guarde silencio.

El futuro, así no lo acepte el señor de ojos rasgados, es imparable. Las chicas que hoy inundan las universidades y disputan los puestos de trabajo se han dado cuenta que su libertad es un bien preciado. Esas jóvenes ya mordieron la manzana que los hombres venían comiendo desde hace siglos, y dan fe de lo sabroso que puede ser el discernimiento. Por eso hoy ellas están decidiendo tener hijos más tarde o no tenerlos. Y, lo que es más escandaloso, pueden incluso optar por ser madres sin pasar por el matrimonio. Y es que, como lo sintetiza Shakira, “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”.

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Doce puntos para 230 días

José Luis Exeni Rodríguez

/ 23 de marzo de 2025 / 00:07

En su entrañable libro De senectute, el maestro Norberto Bobbio expone una convicción irrebatible: “la capacidad de dialogar e intercambiar argumentos, en vez de acusaciones mutuas acompañadas por insolencias, está en la base de cualquier convivencia pacífica y democrática”. En su balance de vida, retrata tal principio con estas palabras: “al final prefiero tender la mano a volverme de espaldas”. Y se declara hombre del diálogo más que del enfrentamiento. Modélico.

Dicho esto, Bobbio advierte sobre una evidencia y cuatro distorsiones. La evidencia es que “dos monólogos no constituyen un diálogo”. Parece obvio, pero estamos rebasados de soliloquio con ruido. Las distorsiones son conocidas: el diálogo de sordos, el diálogo de mala fe, el falso diálogo y el diálogo inconducente. En rigor, ninguna de estas prácticas es dialógica: cada actor habla para sí y su tribuna, sabe de antemano dónde quiere llegar y permanece anclado en sus ideas.

El pasado martes, el Gobierno de Arce, en medio de la crisis por la escasez de combustibles, convocó a un Diálogo por la Estabilidad y la Democracia. Concurrieron al llamado varios líderes políticos y autoridades. Hubo ostensibles ausencias. Y abundaron los monólogos: unos exculpatorios, algunos preventivos, otros de lamentación. Al final del encuentro, el resultado fue una curiosa Declaración de 12 puntos. No está mal para un momento de tensión y prisas.

¿Qué dice la Declaración? Abre y cierra reafirmando la necesidad e importancia del diálogo. Se asumen compromisos con la democracia, los comicios y el Órgano Electoral. Se alerta contra la prórroga y el acortamiento de mandato. Y se coincide en el imperativo de garantizar la estabilidad, concentrarse en la gestión, aprobar leyes y créditos y transformar la justicia. El papel, señorías, aguanta todo. Cuando despertamos, la crisis todavía estaba aquí. Y las disputas también.

Más allá de la retórica, lo valioso fue haber sintonizado con el sentido común predominante hoy en el país: elecciones sí o sí el 17 de agosto, sin renuncia precoz del presidente por “desestabilización”, ni maniobra dilatoria para quedarse por obra de sus autoprorrogados del TCP. La condición económica es que el Gobierno tenga oxígeno para mantener el bicicleteo, con créditos y mínimos de liquidez de divisas. La premisa política es que Arce decline su candidatura a la no reelección.

En 10 días, el TSE convocará a las elecciones. En medio de la contienda por el voto, parece difícil esperar actitudes de diálogo. “Ceder a la tentación del enfrentamiento es un acto de debilidad”, dice Bobbio. Hoy todos los actores son débiles. Toca navegar la niebla. El 8 de noviembre no está tan lejos.

FadoCracia sangrienta

1. Exhibiendo sus dedos anular y meñique con curitas, el diputado suplente Rolando Cuéllar informó al país que, en la fallida toma de la sede del MAS, había perdido más de cinco litros de sangre. “Nos han apiedrado (sic), nos estábamos desangrando”, se quejó. 2. Ante las burlas, aclaró que en realidad fueron 15 ml de sangre perdida: “15 milímetros”, dijo (recontra sic). 3. La diferencia entre 5 litros y 15 mililitros es la diferencia entre lo que el diputado cree que vale y lo que en realidad vale. 4. Poco antes, Cuéllar atacó a otro diputado: “No tiene sangre en la cara”.  La respuesta fue inmediata: “Es un chupa sangre”. Mucho, mucho ruido. Tanta, tanta sangre. 5. Algunas semanas antes, cuando una diputada le echó un vaso de agua, Cuéllar denunció: “Me ha embrujado con ese líquido extraño”. Necesita una limpia. 6. Más allá de la sangre y la brujería, este vocero del arcismo expresa la degradación extrema de la Asamblea y el envilecimiento de la política (su espejo en el evismo es el diputado Héctor Arce). La oposición tiene los suyos. 7. “Soy marxista leminista” (ufa), suele decir el sangrante. Lenin merece mejores epígonos.

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Bolivia, atrapada en la gerontocracia política

Esteban Ticona Alejo

/ 23 de marzo de 2025 / 00:01

Bolivia, el 6 agosto de 2025, cumplirá el bicentenario de su fundación. Es una fecha memorable para las élites del país, es la gran conmemoración. Pero, para los pueblos indígenas, campesinos y sectores populares, no hay nada que celebrar. ¿Acaso se puede alabar masacres, exclusiones, racismo y formas de despotismo político imperante en los 200 años? A pesar de las grandes diferencias sociopolíticas, a lo mejor se podría recordar acciones negativas, para que no vuelvan a ocurrir, para que la memoria colectiva no se extinga y continúe transmitiendo a futuro, una posición crítica en el horizonte descolonizador.

Lamentablemente, este año se juntan la celebración del Bicentenario con la elección nacional para presidente y vicepresidente del Estado, lo cual ya lo tiñe de muchas aflicciones e intereses políticos. Desgraciadamente, viejos políticos, llámese Jorge Tuto Quiroga, Carlos Mesa, Samuel Doria Medina, Manfred Reyes Villa, Johny Fernández, Luis Arce y hasta Evo Morales, están afanados para ser reelegidos como nuevos mandatarios. También aparecen algunas mujeres, el caso de Amparo Ballivián y algunas menos conocidas.

Aquí hay una clara manifestación de una generación que ya es gerontócratica y aun así siguen insistiendo para ser futuros gobernantes. ¿Por qué quieren seguir mandando? Dicen que pretenden sacar a flote el país. Sabemos que las justificaciones no son tan ciertas. Sencillamente, les gustó estar empoderados, porque es una manera de seguir gozando de varias ventajas. Es lamentable que este panorama preelectoral se da en medio de una crisis política, desde el oficialismo hasta los resabios de la oposición derechista.

A la “senilidad política” indicada hay que añadir a los supuestamente “nuevos políticos”, pero rancios en la edad y en ideas, como el rector de la UAGRM de Santa Cruz, Vicente Cuéllar; Luis Fernando Camacho y hasta el archimillonario dueño del equipo de futbol de Bolívar, Marcelo Claure, que buscan el poder político nacional, para administrar mejor sus empresas y tener más dinero, mediante el usufructo del Estado. Pero tampoco se descarta vía actos dolosos. A esta lista hay que añadir a algunos extranjeros, como el caso del coreano Chi.

Las redes sociales permiten, en alguna medida, saber qué piensa la gente, sobre todos los/as jóvenes. La indiferencia es una muestra de que están cansados de los viejos políticos y sus disputas internas. Hasta hace poco tiempo, oía manifestarse a la generación joven con frases como “que el oficialismo cure sus heridas”, pero hoy se dice “que se acabe todo de una vez”, que es un cuestionamiento a toda la presunción de ser imprescindibles y hasta salvadores del país.

Lo más interesante en este razonamiento es “que lo viejo muera de una vez”, “si algo que ya está podrido, tiene que acabarse” y de “esas cenizas resurgirá nuevas opciones y sobre desde los/as jóvenes”.

La fuerza social de los movimientos sociales, sobre todo de los indígenas, campesinos y sectores populares, hoy está atrapado en las rivalidades sectoriales y en sus propios errores. Por el momento, no hay grandes opciones ni propuestas claras desde un horizonte crítico y diferente. A pesar de estas declaraciones claras, los veteranos políticos aún tratan de llevar a su molino, pero el dique social de contención está siendo rebasado, por una masa de que están hartos de las veleidades de los políticos añejos, bajo la consigna de que se vayan todos y que se acabe todo de una vez.

Esta manifestación es el nuevo perfil de los jóvenes, aún distantes de los movimientos sociales, no solo en Bolivia, sino en el mundo. Pero tampoco hay lideres jóvenes, capaces de afrontar nuestra situación. El caso de Andrónico Rodríguez, oriundo y representante de la región del Chapare, es para estudiarlo. No reúne un perfil político apropiado para esos tiempos; pero algunos sostienen que podría “hacer algo”. Pero está supeditado al mando chapareño y muchos dicen que está subordinado a Evo Morales. En términos políticos, podría ser una alternativa para calmar algo la inclemencia, pero no creo que se anime por esta especie de “encierro político” de su entorno. Waynanakaxa, ukhamaraki tawaqunakaxa janikiwa suma thakhisaru sarantapkiti. Janikiw ch’axwa chuymanipkiti. Arsusiñasawa, ¿janicha?

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Antonio Gasalla, el genial travestido

Antonio Gasalla será recordado por su talento para ser varias mujeres en los escenarios

/ 22 de marzo de 2025 / 06:02

Cuando se apagan las luces del teatro Solís de Montevideo, un reflector apunta hacia la puerta de ingreso: Comienza a caminar lentamente hacia el escenario como si flotara entre nosotros, espectadores, Soledad Dolores Solari, una mujer con apariencia de solterona amargada, con los cabellos lacios y planchados, con una carterita ridícula colgandolé en la muñeca derecha. Todos mudos e hipnotizados, miramos el trayecto de esta que en realidad es una maestra de escuela que vive sin la compañía de nadie y tiene la capacidad de vomitar todos los prejuicios y fobias con las que ha construido una personalidad feroz y prejuiciosa cargada de malicia y lucidez. Detrás de Soledad, debajo, encima o de costado, hay un actor dueño de un estilo huracanado y desopilante que se llama Antonio Gasalla y que a los 84 años acaba de dejar este perro mundo, después de un padecimiento de demencia senil que lo condujo por el laberinto de la desmemoria que se manifestaba en actitudes como las de mandar a la concha de su madre a los noteros de los programas televisivos del espectáculo bonaerense que lo abordaban en las inmediaciones de su apartamento.

Habitante de personajes femeninos en el teatro, la televisión y el cine, Gasalla supo desatar risas y carcajadas, producto de interpretaciones con personajes femeninos por el mismo creados, que quedarán por siempre registrados en el imaginario colectivo porteño, en esa mágica ciudad que resulta más difícilmente comprensible si no se conoce algo de sus actrices, actores, escritores, músicos, boxeadores y cracks del fútbol.

Ya en el escenario ante una sala abarrotada de público, Soledad Dolores Solari, nombre nada casual de su personaje, comienza a hablar mientras plancha la ropa, exponiendo su pensamiento en voz alta acerca de todo lo que pasa por fuera de ese hábitat que solo es capaz de compartir consigo misma. Su timbrada voz no necesita micrófonos, sus ojos bien abiertos son de una expresividad que pasa de la reflexividad a la ira, de la escandalización a la sentencia moral.

Gasalla pudo ser una mujer afeada por sus frustraciones, otra mujer felliniana (Barbara Don’t Worry, presentadora de televisión), profesora de educación sexual (la maestra Noelia) y la Abuela que se sienta en el living de Susana Jiménez para enrostrarle las barbaridades que todos piensan, pensamos, y que la mayoría reprimida por los manuales de urbanidad y buenos modales no se atrevería a decir. Durante varias temporadas, la viejita llena de achaques y la cabeza intacta no se guarda nada y le profiere a la histórica rubia de la televisión argentina todo lo que se le canta: el tamaño de las tetas, los galanes con los que se habría, o no podido acostar y los hombres que como instintivos machos van detrás de las mujeres provistos de malas intenciones. Como todos sus personajes, la Abuela-Gasalla lo dice todo sin filtros, siempre ataviada de vestuarios femeninos, y maquillajes que destacan su feminidad, su mal gusto o su decrepitud.

Es tan incontenible la influencia de Gasalla, que en la actualidad se presentan en el teatro nuevas versiones de “Esperando la carroza” (1985), película de Alejandro Doria que a través de una comedia excesiva, retrata a la “famiglia” porteña de clase media que tiene a Mamá Cora —la primera abuela de todas sus personajes—en el centro del desmadre y la confusión, propia de esa cultura de conventillo en la que los comportamientos ruínes son el resultado de pugnas e intrigas familiares. Hoy día, Martín “Campi” Campilongo es la Mamá Cora del teatro, o sea, el intérprete del mismísimo Gasalla que inmortalizó al personaje que mantiene vigencia durante cuatro décadas y que recupera actualidad en el teatro Broadway de Buenos Aires. Así de indeleble será la marca de un estilo, la de un teatro útil para estudiantes de sociología que, a través de las ficciones y los delirantes personajes puestos en escena por Gasalla, se puede conocer con nitidez cómo es esa clase media, heredera de las taras europeas, sobre todo italianas y españolas.

Antonio Gasalla será recordado por su talento para ser varias mujeres en los escenarios y en el último tiempo por la obra teatral “Más respeto que soy tu madre” en la que el capocómico se mete en la piel de Mirta Bertotti, una ama de casa que combate domésticamente con su marido, un suegro adicto a las drogas y tres hijos adolescentes y que estuvo cinco años consecutivos en cartelera en el teatro Gran Rex, sumando un millón de espectadores.

También capaz de interpretar personajes masculinos, Gasalla coprtagonizó con la inmensa Graciela Borges la película “Dos hermanos” (Daniel Burman, 2010) en la que se narra una relación de amor-odio, que sólo pueden encarnar intérpretes de muchos quilates y enorme rodaje en las tablas y en las locaciones cinematográficas.

Se ha ido Gasalla, aunque en realidad los grandes actores, aquellos que son capaces de contarnos las vicisitudes de la vida desde el juego escénico, nunca se van debido a esa mágica eternidad que son capaces de construir entre los mortales, estos genios de la palabra y la interpretación actoral.

(*) Julio Peñaloza Bretel es periodista

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