Algunos apuntes sobre el socialismo comunitario

Carlos Macusaya
El “socialismo comunitario” pasó de ser enarbolado con un apasionamiento que, muchas veces, era inversamente proporcional a los argumentos que se presentaban, a ser un discurso hoy extraviado en el olvido. Por varios años se habló de él como un horizonte que emergía desde las luchas de los movimientos indígenas. La idea era lanzada con muchísima frecuencia, principalmente como eslogan. Claro que armar y llevar adelante propaganda efectiva, con buenos eslóganes, tiene su mérito en comunicación política y, en ese sentido, el socialismo comunitario tuvo cierto éxito.
Se trataba de proyectar en el “proceso de cambio” una sociedad poscapitalista teniendo en cuenta, por lo menos de forma declarativa, las relaciones sociales producidas en comunidades agrarias andinas. Este uso de la idea de socialismo comunitario para Ayar Quispe fue parte de una usurpación de la “terminología indianista” desde la izquierda “q’ara”. El propio Ayar, en Indianismo (2009), afirmaba que “Ramiro Reynaga Burgoa es quien utilizó por primera vez la palabra socialismo comunitario en 1972” en su libro Ideología y raza en América latina.
Si se trata de antecedentes, ya en la Tesis Política del Partido Indio de Bolivia (PIB), presentada en el VII Congreso de Central Nacional de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CNTCB), el 2 de agosto de 1971, se habla del “socialismo comunitario de ayllus”. En uno de los primeros documentos del Movimiento Indio Tupaj Katari (MITKA), que circuló en noviembre de 1977, se apunta a construir “una sociedad comunitaria”. En otro documento de esta misma organización, pero de 1978, se postuló instaurar un “Estado socialista, humanista y comunitario”.
La presencia de lo comunitario era tan reiterativa en el discurso político indianista, que en un artículo (Las relaciones de poder: ¿revertir 500 años de historia?) publicado en agosto de 1993 en el periódico Última Hora, el katarista Moisés Gutiérrez lo señala como un rasgo distintivo del indianismo. Empero, todas esas referencias al socialismo comunitario o, en general, a lo comunitario, no pasaban de ser formulaciones vagas, inspiradas en la idealización del pasado precolonial que quienes militaron en movimientos indianistas encontraron en varias obras de Fausto Reinaga, sumado a otras lecturas, pero también inspiradas en sus vivencias rurales y periurbanas.
En el caso de Reinaga, cabe señalar que presentó el pasado precolonial a partir de influencias indigenistas, a pesar de que, en su etapa indianista (1964-1971), identificó a esta corriente no solo como distinta al indianismo sino como antagónica a él. Por ejemplo, el indigenista peruano Luis Eduardo Valcárcel, quien decía que en el incario no había mendigos y que ese pasado era glorioso, influyó muchísimo en la manera en que Reinaga veía el Estado inca. Sumado a ello, el también peruano Guillermo Carnero Hoke, con su libro Nueva teoría para la insurgencia (1968,) acentuó más la idealización de lo precolonial que Reinaga fue formando. Carnero sostenía que “Preamérica fue socialista durante más de cien siglos”. Esto se decía en un tiempo en el que en África se hablaba del “socialismo africano”.
Respecto a las vivencias de los propios indianistas de la “vieja guardia”, se debe considerar que el grueso de éstos nació en áreas rurales en tiempos en los que las relaciones sociales mediadas por el dinero en sus espacios de origen no estaban generalizadas. Desde luego, el proceso de modernización estatal emprendido desde el “Estado del 52” impulsó la individualización entre los “indios”, pero nunca logró imponerse de modo absoluto. Además, ante la “ausencia estatal”, el asentamiento de poblaciones de origen rural en las áreas periurbanas se desarrolló con el despliegue de relaciones agrarias formadas en las comunidades andinas. Ello fue muy útil para encarar distintos problemas de manera colectiva, como, por ejemplo, el cubrir la necesidad de agua. Entonces, los indianistas tuvieron vivencias prácticas de tipos de relaciones sociales catalogadas de comunitarias.
Tanto la influencia intelectual y las vivencias referidas a modos de reproducción social no capitalistas apuntan a hechos (bien o mal comprendidos) que han caracterizado la vida en espacios rurales y periurbanos. Hoy, con el Estado Plurinacional, ¿ese tipo de relaciones sociales se han fortalecido o han sido erosionadas más aún? Un análisis dirigido a ver esta cuestión debería considerar cómo, en los espacios donde se supone están presentes estas relaciones, se realiza la producción (de forma comunal, familiar o individual); se gestiona la tierra (sea para pastoreo o agricultura) y el agua; y se obtiene mano de obra para distintos tipos de trabajo. Todo ello debería verse en relación a la administración política local y a lo ritual y simbólico. El trabajo analítico sobre estos aspectos permitiría entender la situación actual de lo comunitario y de su posibilidad o no de ser un proyecto de futuro.
*Es miembro del grupo Jichha
La Razón da la bienvenida a sus páginas a Carlos Macusaya, cuya propuesta alimentará el sano debate que propugnamos.