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Tuesday 25 Mar 2025 | Actualizado a 18:09 PM

Pedagogía de la Exigencia

La exigencia puede fortalecer la responsabilidad, la autonomía y el desarrollo de habilidades

Roberto Aguilar Gómez

/ 6 de febrero de 2025 / 06:01

En varios eventos educativos, el presidente Arce hizo un llamado a los maestros para que «exijan más» a sus estudiantes. En la inauguración del Congreso de Educación y en el inicio del año escolar 2025, expresó: «Uno de los temas a mejorar es la exigencia hacia nuestros niños desde el primer curso. Cuanta más rigurosidad y exigencia tengamos, mejor será la formación que logramos… es importante exigirles y disciplinarlos».

El discurso del presidente podría interpretarse como una visión simplificada de la problemática educativa, al centrarse en “exigir más” como una responsabilidad individual de los docentes y estudiantes, sin considerar el impacto de factores estructurales como el contexto socioeconómico, las desigualdades, las brechas educativas, las capacidades individuales y las condiciones materiales de la educación.

Consulte también: Crisis económica e inicio de clases

En el pasado, los modelos educativos tradicionales, consideraban la “exigencia” como sinónimos de disciplina estricta, memorización, obediencia y castigo, donde el error se veía como una falla en lugar de una oportunidad de aprendizaje. Con el avance de las pedagogías modernas, la “exigencia” se basa en la reflexión, orientada al desarrollo holístico del estudiante, articulando el aprendizaje individual con la construcción del conocimiento de manera participativa.

Por ello, la exigencia constituye un concepto fundamental en la educación, pero también es objeto de debate por sus implicaciones en el desarrollo del aprendizaje del estudiante y en el rol del maestro en la enseñanza. Exigir en la educación puede entenderse como el acto de establecer estándares de desempeño y compromiso, con la intención de estimular el esfuerzo, la disciplina y la superación personal. No obstante, la manera en que se implementa esta exigencia puede generar consecuencias tanto positivas como negativas.

Desde una mirada positiva, la exigencia puede fortalecer la responsabilidad, la autonomía y el desarrollo de habilidades establecidas por los perfiles establecidos. Plantear retos adecuados puede motivar a los estudiantes a desarrollar habilidades de pensamiento crítico, creatividad y resolución de problemas.

Sin embargo, cuando la exigencia se aplica de manera mecánica, estricta y sin considerar las necesidades de los estudiantes, puede resultar en prácticas que causan miedo, desmotivación y ansiedad. A veces, esto se manifiesta como una desvalorización de los esfuerzos del estudiante o la comparación constante con otros. También puede llevar a situaciones donde se usan estrategias coercitivas o descalificaciones que afectan la autoestima y la actitud ante los procesos educativos.

Desde la perspectiva del pensamiento pedagógico sociocrítico, la exigencia en la educación debe ser analizada en el marco de las estructuras sociales y económicas que influyen en el acceso, la permanencia y la calidad del aprendizaje. Se debe tener en cuenta que una exigencia impuesta sin equidad refuerza desigualdades preexistentes y reproduce modelos educativos excluyentes. Freire y otros pedagogos críticos plantearon que el aprendizaje debe ser un proceso dialógico y liberador, donde la exigencia no se traduzca en una imposición autoritaria y colonial, sino en un compromiso comunitario con la transformación social a partir de la individual.

En el Estado Plurinacional de Bolivia, donde la diversidad cultural, lingüística y socioeconómica es una realidad innegable, la exigencia en el ámbito educativo debe ser abordada con sensibilidad y responsabilidad. Si bien fomentar el esfuerzo y la responsabilidad en los estudiantes es fundamental, es crucial evitar que la exigencia se convierta en un factor de exclusión y profundización de las brechas existentes.

La Pedagogía de la Exigencia, en este contexto, debe construirse sobre principios de justicia social, intraculturalidad, interculturalidad y descolonización. Esto implica reconocer y valorar las particularidades de cada estudiante, ofreciendo oportunidades equitativas para su desarrollo integral, respetando las condiciones socioeconómicas y los contextos culturales. Una exigencia que promueva la inclusión y la equidad, en lugar de la homogeneización y la exclusión.

(*) Roberto Aguilar Gómez es docente investigador de la UMSA y exministro de Educación

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Espartaco en Fausto Reinaga

Carlos Macusaya

/ 25 de marzo de 2025 / 06:00

Fausto Reinaga (1906-1994), famoso por sus obras referidas al indio, suele “moverse” en los extremos del rechazo y la admiración. Sobre sus ideas circulan opiniones que lo decalcifican o lo exaltan. Esto, muchas veces, impide que se haga un balance serio acerca de las distintas facetas de su trabajo. Por ejemplo, se suele dejar de lado cómo influyó entre activistas e intelectuales “indios” en la forma de pensar las rebeliones de 1780 y 1781. A este respecto, vale la pena tener en cuenta la manera en que Espartaco aparece en la obra del escritor potosino.

Espartaco, conocido por dirigir una rebelión de esclavos en la antigua Roma, es mencionado en varias oportunidades a lo largo de la producción de Reinaga, principalmente para hacer comparaciones con la situación de los indios y con las rebeliones anticoloniales. Es decir, cuando Reinaga trata de dimensionar las condiciones de vida de los “naturales” y sus luchas, en ciertas ocasiones, lo hace tomando como “parámetro”, sin entrar en detalles, la esclavitud y la rebelión de quienes vivían esa condición en Roma.

En su primer libro, Mitayos y yanaconas (1940), dice que Tupaj Katari y Bartolina Sisa “se yerguen, a la cabeza de 15.000 indios, en actitud semejante a la revolución esclavista de Espartaco”. En La ‘intelligentsia’ del cholaje boliviano (1967) afirma que “el indio que hizo con Tupaj Amaru una epopeya libertaria tan grande como la de Espartaco”.

En La revolución india (1970), en específico, en el capítulo III (Epopeya india), tras exponer su versión sobre las luchas anticoloniales de 1780 y 1781, indica que “el indio del siglo XIX y de nuestro siglo es semejante al esclavo romano que se levantó con Espartaco”. Seguidamente, cita algunas líneas de Howard Fast expresadas en su novela histórica Espartaco (1951), entre las que se puede leer: “La historia fue escrita por uno que era dueño de esclavos y los temía y los odiaba”. Claro, Reinaga se veía a sí mismo como el escritor de la historia de los temidos y odiados indios.

Lo más llamativo en Reinaga sobre el “uso” que hace de Espartaco tiene que ver precisamente con la novela de Howard Fast, que es, dicho sea de paso, la única fuente que cita al respecto y esto lo hace en La revolución india. En concreto, toma la sexta edición de dicha novela, publicada por Eneas en Buenos Aires el año de 1959 y la cita que hace se refiere, como se mostró, a los esclavos y a quienes escriben la historia.

Empero, lo que merece ser resaltado es que en la narración de Fast sobre Espartaco, este último aparece como quien habría dicho la famosa frase “volveré y seré millones”, que, posteriormente, Fausto Reinaga se la adjudicará a Tupaj Katari en su libro Tesis india (1971): “La ciudad antiindia de La Paz, capital de Bolivia, soporta hoy un cerco indio, que es como un cinturón de acero. Tupaj Katari esta vez, no ha de perder la batalla. Su palabra: ‘volveré y seré millones’, se cumple”. Reinaga afirma esto sin mencionar el libro de Fast.

Para Reinaga, el indio en la colonia vivía como esclavo y su rebelión era equiparable a la de Espartaco. Además, en su perspectiva indianista, la lucha anticolonial no había terminado y eran los indios del presente quienes debían concluirla. Es en ese marco que le atribuye a Katari la frese “volveré y seré millones”. Posiblemente, la muy difundida creencia en que dicha frase fue una especie de sentencia lanzada por Katari antes de ser ejecutado tenga su origen no en la “memoria larga” ni en la trasmisión oral de generación en generación, sino en la Tesis india de Reinaga.

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¿Refundación del IPSP?

Yuri Torrez

/ 24 de marzo de 2025 / 06:00

A fines de marzo, el ala evista convocó a un congreso para refundar el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos; o sea, el IPSP, que acompañó a la sigla del Movimiento Al Socialismo (MAS), es decir, el MAS-IPSP. Ésa es la inscripción oficial de esta estructura partidaria con la cual participó y, sobre todo, ganó, desde el año 2005, los diferentes comicios electorales.   

La pérdida institucional de la sigla del MAS por parte de los allegados al expresidente de Bolivia Evo Morales supuso, entre otras cosas, pensar, una vez más, en la significación real del IPSP, incluso en sus mismas entrañas. El IPSP fue el brazo político de las organizaciones campesinas, sobre todo, de los sindicatos de los productores de hoja de coca que, luego, articuló a otras organizaciones campesinas, indígenas y urbanas; conjuntamente con las organizaciones sindicales y vecinales urbanas configuraron, en términos gramscianos, lo que se conoce el “bloque nacional-popular”.

El IPSP sirvió para encauzar esa energía movilizadora en el curso de la primera década del siglo XXI hasta llegar al gobierno. Posteriormente, el MAS-IPSP hizo la tarea de transformar el Estado boliviano, sobre todo, para viabilizar la denominada Agenda de Octubre emergente de ese ciclo de protestas. La nacionalización de los hidrocarburos y la Asamblea Constituyente fueron claves para ese proceso de transformación. No obstante, la rutinización del poder y, sobre todo, su burocratización hizo que esa energía transformadora se vaya agotando inexorablemente. Si bien la constitucionalización del Estado Plurinacional fue un salto cualitativo significativo, empero, paulatinamente, inclusive este logro se fue estancando gracias a la inercia gubernamental.

En la gestión gubernamental, la incidencia del IPSP se opacó inexorablemente, a pesar de que en la discursividad estatal se esgrimía que el MAS-IPSP era un “gobierno de los movimientos sociales” o que el exmandatario se reunía, inclusive desde la madrugada, con los dirigentes de las distintas organizaciones sociales; en los hechos se le usaba instrumentalmente al IPSP, por ejemplo, para buscar la legitimidad “desde las bases” para la reelección presidencial del exmandatario al infinitum.

Quizás, el momento de la pretensión reeleccionista de Morales fue un momento de la subordinación del IPSP a intereses grupales o personales, a costa del proyecto nacional-popular que encarnaba el propio IPSP. Luego se vino la derrota reeleccionista en el referéndum constitucional, pero, los evistas persistieron en buscar recovecos para una nueva postulación presidencial del exmandatario que abonó las condiciones para que la oposición encuentre una senda para interpelar al MAS-IPSP, que, incluso desembocó en un golpe de Estado.

A pesar de la gravedad de los hechos, al interior del MAS-IPSP se develó la ausencia de un horizonte estratégico. En aquel momento se exigía una reforma intelectual y moral, pero, tampoco existió y, opuestamente, se enfrascaron en un fratricidio interno que hoy pone a la deriva a este movimiento político.

Más allá de buscar chivos expiatorios a la crisis del MAS, es fundamental, en este próximo congreso de los evistas para refundar al IPSP, exista la suficiente honestidad intelectual y política sobre las razones que llevaron al MAS-IPSP a una ruptura interna. Quizás, el apetito por el poder desmedido rezagó esa energía trasformadora de la movilización del bloque nacional-popular. No se debe olvidar, el MAS-IPSP se legitima en esa representación y no en la égida de ningún liderazgo: si no lo hace, su base se desarma.

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Ecos de 1950

Lourdes Montero

/ 23 de marzo de 2025 / 00:12

Las elecciones se vienen prontas y, en ese contexto, muchos líderes políticos están afanados por construir un discurso que pueda seducir a los electores. Se supone que ese discurso no solo debe trasmitir las creencias del candidato sino, ante todo, debe convencernos que el aspirante entiende la realidad que vivimos y está en sintonía con nuestras aspiraciones. Este supuesto, básico en la mercadotecnia política, parece ser poco apreciado por algunos candidatos que tratan de vendernos ideas que bien podrían ser parte del guion de la película Volver al pasado.

Así es como suena cierto discurso provocador de un líder evangélico con aspiraciones políticas. Tal vez alguien pueda aclararle que las mujeres en el pasado vivíamos mal, muy mal, y que hoy no aceptaremos retrocesos que nos devuelvan a esa jaula que algunos pueden llamar “hogar”. Hoy, como nunca en nuestra historia, las bolivianas estudiamos, trabajamos y disfrutamos de la libertad de elegir nuestro propio proyecto de vida.

Es claro que el cuento que nos cuenta el mencionado político ya lo conocemos. En la posguerra de la década de 1950, la propaganda estatal norteamericana se inventó lo de “madresposa” para devolvernos a la casa. En el norte, este retorno inspiró el libro La mística de la feminidad (Friedan, 1963), donde se describía “el malestar que no tiene nombre” referido a esa sensación de las mujeres que, después de haber conquistado el voto, la educación y accedido a un empleo, decidían volver al hogar. Así surge la invención de esa “ama de casa” quien, en un hogar tecnificado, sufre soledad, aislamiento, depresión, aburrimiento y otros cuadros médicos calificados como “exclusivamente femeninos”.

Pero volvamos a Bolivia, cuya pobreza estructural genera que solo una escasa élite pueda definirse a sí misma como “ama de casa”. Incluso si por conveniencia social (y estatus) muchas mujeres son nombradas así en sus cédulas de identidad, esta categoría esconde una serie de oficios y tareas que —desde la informalidad— a muchas mujeres les permite completar el siempre escaso ingreso de ese esposo “proveedor”. Y es que en Bolivia tenemos una larga historia de mujeres económicamente activas y políticamente movilizadas que ningún candidato con aspiraciones serias debería desconocer.

Tal vez la generación de mi madre fue la última en aceptar representar esa patraña del “hombre proveedor” que sostiene un “orden social” imaginario. Y es que ese supuesto orden “normal” no solo provee a los caballeros de estatus social y poder inmerecido, sino conlleva también la definición de quién decide cómo se invierte y en qué se gasta. Y las mujeres hoy en día no estamos dispuestas a ser quien crie a los niños y guarde silencio.

El futuro, así no lo acepte el señor de ojos rasgados, es imparable. Las chicas que hoy inundan las universidades y disputan los puestos de trabajo se han dado cuenta que su libertad es un bien preciado. Esas jóvenes ya mordieron la manzana que los hombres venían comiendo desde hace siglos, y dan fe de lo sabroso que puede ser el discernimiento. Por eso hoy ellas están decidiendo tener hijos más tarde o no tenerlos. Y, lo que es más escandaloso, pueden incluso optar por ser madres sin pasar por el matrimonio. Y es que, como lo sintetiza Shakira, “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”.

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Doce puntos para 230 días

José Luis Exeni Rodríguez

/ 23 de marzo de 2025 / 00:07

En su entrañable libro De senectute, el maestro Norberto Bobbio expone una convicción irrebatible: “la capacidad de dialogar e intercambiar argumentos, en vez de acusaciones mutuas acompañadas por insolencias, está en la base de cualquier convivencia pacífica y democrática”. En su balance de vida, retrata tal principio con estas palabras: “al final prefiero tender la mano a volverme de espaldas”. Y se declara hombre del diálogo más que del enfrentamiento. Modélico.

Dicho esto, Bobbio advierte sobre una evidencia y cuatro distorsiones. La evidencia es que “dos monólogos no constituyen un diálogo”. Parece obvio, pero estamos rebasados de soliloquio con ruido. Las distorsiones son conocidas: el diálogo de sordos, el diálogo de mala fe, el falso diálogo y el diálogo inconducente. En rigor, ninguna de estas prácticas es dialógica: cada actor habla para sí y su tribuna, sabe de antemano dónde quiere llegar y permanece anclado en sus ideas.

El pasado martes, el Gobierno de Arce, en medio de la crisis por la escasez de combustibles, convocó a un Diálogo por la Estabilidad y la Democracia. Concurrieron al llamado varios líderes políticos y autoridades. Hubo ostensibles ausencias. Y abundaron los monólogos: unos exculpatorios, algunos preventivos, otros de lamentación. Al final del encuentro, el resultado fue una curiosa Declaración de 12 puntos. No está mal para un momento de tensión y prisas.

¿Qué dice la Declaración? Abre y cierra reafirmando la necesidad e importancia del diálogo. Se asumen compromisos con la democracia, los comicios y el Órgano Electoral. Se alerta contra la prórroga y el acortamiento de mandato. Y se coincide en el imperativo de garantizar la estabilidad, concentrarse en la gestión, aprobar leyes y créditos y transformar la justicia. El papel, señorías, aguanta todo. Cuando despertamos, la crisis todavía estaba aquí. Y las disputas también.

Más allá de la retórica, lo valioso fue haber sintonizado con el sentido común predominante hoy en el país: elecciones sí o sí el 17 de agosto, sin renuncia precoz del presidente por “desestabilización”, ni maniobra dilatoria para quedarse por obra de sus autoprorrogados del TCP. La condición económica es que el Gobierno tenga oxígeno para mantener el bicicleteo, con créditos y mínimos de liquidez de divisas. La premisa política es que Arce decline su candidatura a la no reelección.

En 10 días, el TSE convocará a las elecciones. En medio de la contienda por el voto, parece difícil esperar actitudes de diálogo. “Ceder a la tentación del enfrentamiento es un acto de debilidad”, dice Bobbio. Hoy todos los actores son débiles. Toca navegar la niebla. El 8 de noviembre no está tan lejos.

FadoCracia sangrienta

1. Exhibiendo sus dedos anular y meñique con curitas, el diputado suplente Rolando Cuéllar informó al país que, en la fallida toma de la sede del MAS, había perdido más de cinco litros de sangre. “Nos han apiedrado (sic), nos estábamos desangrando”, se quejó. 2. Ante las burlas, aclaró que en realidad fueron 15 ml de sangre perdida: “15 milímetros”, dijo (recontra sic). 3. La diferencia entre 5 litros y 15 mililitros es la diferencia entre lo que el diputado cree que vale y lo que en realidad vale. 4. Poco antes, Cuéllar atacó a otro diputado: “No tiene sangre en la cara”.  La respuesta fue inmediata: “Es un chupa sangre”. Mucho, mucho ruido. Tanta, tanta sangre. 5. Algunas semanas antes, cuando una diputada le echó un vaso de agua, Cuéllar denunció: “Me ha embrujado con ese líquido extraño”. Necesita una limpia. 6. Más allá de la sangre y la brujería, este vocero del arcismo expresa la degradación extrema de la Asamblea y el envilecimiento de la política (su espejo en el evismo es el diputado Héctor Arce). La oposición tiene los suyos. 7. “Soy marxista leminista” (ufa), suele decir el sangrante. Lenin merece mejores epígonos.

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Bolivia, atrapada en la gerontocracia política

Esteban Ticona Alejo

/ 23 de marzo de 2025 / 00:01

Bolivia, el 6 agosto de 2025, cumplirá el bicentenario de su fundación. Es una fecha memorable para las élites del país, es la gran conmemoración. Pero, para los pueblos indígenas, campesinos y sectores populares, no hay nada que celebrar. ¿Acaso se puede alabar masacres, exclusiones, racismo y formas de despotismo político imperante en los 200 años? A pesar de las grandes diferencias sociopolíticas, a lo mejor se podría recordar acciones negativas, para que no vuelvan a ocurrir, para que la memoria colectiva no se extinga y continúe transmitiendo a futuro, una posición crítica en el horizonte descolonizador.

Lamentablemente, este año se juntan la celebración del Bicentenario con la elección nacional para presidente y vicepresidente del Estado, lo cual ya lo tiñe de muchas aflicciones e intereses políticos. Desgraciadamente, viejos políticos, llámese Jorge Tuto Quiroga, Carlos Mesa, Samuel Doria Medina, Manfred Reyes Villa, Johny Fernández, Luis Arce y hasta Evo Morales, están afanados para ser reelegidos como nuevos mandatarios. También aparecen algunas mujeres, el caso de Amparo Ballivián y algunas menos conocidas.

Aquí hay una clara manifestación de una generación que ya es gerontócratica y aun así siguen insistiendo para ser futuros gobernantes. ¿Por qué quieren seguir mandando? Dicen que pretenden sacar a flote el país. Sabemos que las justificaciones no son tan ciertas. Sencillamente, les gustó estar empoderados, porque es una manera de seguir gozando de varias ventajas. Es lamentable que este panorama preelectoral se da en medio de una crisis política, desde el oficialismo hasta los resabios de la oposición derechista.

A la “senilidad política” indicada hay que añadir a los supuestamente “nuevos políticos”, pero rancios en la edad y en ideas, como el rector de la UAGRM de Santa Cruz, Vicente Cuéllar; Luis Fernando Camacho y hasta el archimillonario dueño del equipo de futbol de Bolívar, Marcelo Claure, que buscan el poder político nacional, para administrar mejor sus empresas y tener más dinero, mediante el usufructo del Estado. Pero tampoco se descarta vía actos dolosos. A esta lista hay que añadir a algunos extranjeros, como el caso del coreano Chi.

Las redes sociales permiten, en alguna medida, saber qué piensa la gente, sobre todos los/as jóvenes. La indiferencia es una muestra de que están cansados de los viejos políticos y sus disputas internas. Hasta hace poco tiempo, oía manifestarse a la generación joven con frases como “que el oficialismo cure sus heridas”, pero hoy se dice “que se acabe todo de una vez”, que es un cuestionamiento a toda la presunción de ser imprescindibles y hasta salvadores del país.

Lo más interesante en este razonamiento es “que lo viejo muera de una vez”, “si algo que ya está podrido, tiene que acabarse” y de “esas cenizas resurgirá nuevas opciones y sobre desde los/as jóvenes”.

La fuerza social de los movimientos sociales, sobre todo de los indígenas, campesinos y sectores populares, hoy está atrapado en las rivalidades sectoriales y en sus propios errores. Por el momento, no hay grandes opciones ni propuestas claras desde un horizonte crítico y diferente. A pesar de estas declaraciones claras, los veteranos políticos aún tratan de llevar a su molino, pero el dique social de contención está siendo rebasado, por una masa de que están hartos de las veleidades de los políticos añejos, bajo la consigna de que se vayan todos y que se acabe todo de una vez.

Esta manifestación es el nuevo perfil de los jóvenes, aún distantes de los movimientos sociales, no solo en Bolivia, sino en el mundo. Pero tampoco hay lideres jóvenes, capaces de afrontar nuestra situación. El caso de Andrónico Rodríguez, oriundo y representante de la región del Chapare, es para estudiarlo. No reúne un perfil político apropiado para esos tiempos; pero algunos sostienen que podría “hacer algo”. Pero está supeditado al mando chapareño y muchos dicen que está subordinado a Evo Morales. En términos políticos, podría ser una alternativa para calmar algo la inclemencia, pero no creo que se anime por esta especie de “encierro político” de su entorno. Waynanakaxa, ukhamaraki tawaqunakaxa janikiwa suma thakhisaru sarantapkiti. Janikiw ch’axwa chuymanipkiti. Arsusiñasawa, ¿janicha?

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