Mala educación

Lucía Sauma, periodista
Este lunes terminaron las vacaciones para más de 3 millones de estudiantes en todo el país. Desde enero, los padres de familia hicieron filas frente a escuelas y colegios. Las librerías, los centros comerciales y los puestos callejeros abarrotaron sus espacios con útiles escolares, mochilas y uniformes. El domingo 2 de febrero, las familias con hijos se prepararon con afán para asistir el lunes al primer día de clases, todo como parte de un ritual que se repite año tras año para que los niños y adolescentes inicien su educación. Pero la verdad es que el 3 de febrero comenzó el año escolar, es decir el proceso de instrucción de los escolares en determinados contenidos de matemáticas, física, historia, geografía, etc. etc… la verdadera educación no tiene vacación, es permanente y es la que nos enseña cómo vivir. Esa educación, la que nunca se detiene, la aprendemos en la casa, en la calle, con nuestra familia, con los amigos, es la que sólo se aprende con el ejemplo, es la que lastimosamente hemos delegado a las redes sociales, al internet.
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Los padres suelen festejar y hasta admirarse por las destrezas con que sus hijos pequeñitos manejan un celular o una tablet. Los adultos cuando están a cargo de un menor suelen calmarlo o distraerle entregándole un celular, la criatura aprieta las teclas a su antojo y tiene imágenes que captan su atención sin límite de tiempo, incluso mejor que el televisor. Esa mente de 3, 5 o 7 años se convierte en presa fácil de manipulación. ¿Qué problemas genera la exposición frecuente de los niños a las pantallas de aparatos electrónicos? Aumento de peso hasta la obesidad, déficit de sueño, retraso en el desarrollo del lenguaje porque no habla con otras personas, le produce falta de atención y bajo rendimiento escolar, aislamiento y hasta problemas de malformaciones físicas.
Desde el año pasado, en Europa se abrió el debate sobre la edad mínima para que los niños accedan al celular u otros medios electrónicos, unos países dicen que a partir de los 12 años y otros aún más, es decir hasta los 15. La Organización Mundial de la Salud es mucho más específica limitando en primer lugar a que los niños menores de 2 años tengan 0 acceso a las pantallas. De 2 a 4, una hora al día y de 5 a 17, dos horas al día. Esto representa todo un reto para los padres o tutores de los niños y adolescentes.
A todo lo citado anteriormente se debe agregar un mal que está en crecimiento acelerado y es el acceso a pornografía, a ser presa de la trata de personas. Es muy difícil controlar el torrente de información mala, buena, útil o desechable a la que tienen acceso los niños y adolescentes en cuanto tienen un teléfono en sus manos.
Es necesario debatir sobre las edades mínimas para que los niños accedan al celular o cualquier otro medio electrónico en nuestro país y no confundamos coartar la libertad con un tema de cuidado de salud mental y física que ya está dañando a niños y jóvenes.
(*) Lucía Sauma es periodista