Tributo a la forma y el sentido

Tres horas con treinta y cinco minutos frente a la pantalla que, con honestidad, se te pasan volando. The brutalist, un drama histórico del director estadounidense Brady Cobert que avanza firmemente hacia los premios Oscar, con diez candidaturas y altas posibilidades de cosechar el premio a mejor película (ya se llevó el Globo de Oro), a mejor director (en la bolsa están el Globo de Oro y León de Plata en Venecia) y mejor actor para Adrien Brody (de igual manera, Globo de Oro y Venecia), se estrena este jueves en salas bolivianas.
A diferencia de lo que sucede a fin de año, cuando hay tiempo de ir al cine pero la cartelera es lacrimógena, en temporada pre Oscar grandes películas compiten una al lado de la otra en las marquesinas. Si bien es genial tener tan excelentes propuestas en nuestras salas para verlas como se debe, en la gran pantalla, se corre también el peligro de que no estén disponibles por mucho tiempo. Y esta cinta, señoras y señores, no se la puede dejar pasar. Les explico a continuación porqué.
Esta es la historia ficticia —aclaración necesaria porque la historia se hace tan real que mucha gente piensa que este personaje existió en la realidad y quiere conocer más sobre su vida— del visionario arquitecto húngaro László Tóth que llega a Estados Unidos huyendo de la postguerra para reconstruir su vida y traer a su amada esposa Erzsébet Tòth (una brillante Felicity Jones, también nominada al Oscar) tras verse obligados a separarse durante la guerra a causa de los cambios de fronteras y regímenes. Luego de pasar hambre y profundos dolores, László llega a la casa de un primo en Pensilvania para cumplir el sueño americano, donde el empresario industrial Harrison Lee Van Buren (un cautivador Guy Pearce, y sí, también nominado) reconoce su talento para la arquitectura. El épico camino de mendigo a gran arquitecto de vanguardia está lleno de coraje, caídas y desasosiego.
Desde la selección de formatos fílmicos hasta el diseño de los créditos se evidencia a un Brady Cobert enamorado de la forma, del diseño; la película es un verdadero homenaje a quienes ven la vida desde el arte, desde lo estético. Algo que, lo dice el propio personaje de Adrian Brody, de ninguna forma está peleado con el contenido; pues es desde lo estético que se hace un postulado ético y la cinta es totalmente congruente con ello: denuncia desde la belleza sobria de su fotografía y su paleta de colores los horrores de la guerra, sus huellas y el dolor del migrante, del que se siente ajeno a una gris tierra de promesas. Contiene los sentimientos de un amor lastimado, de una carrera truncada, de sueños sacrificados, en una partitura original a cargo de Daniel Blumberg (sí, también nominada a la mejor banda sonora en los Oscar).
Es desde esa bella sobriedad que la cinta puede apuntar sin mostrar, sugerir horrores y tormentos sin necesidad de explicitar. Es desde esa bella sobriedad que se habla de la enfermedad, del vicio y de la carencia. De lo más sublime hasta lo más bajo en el ser humano. Es fascinante cómo en un entorno tan mágico como las canteras del mármol de Carrara puede suceder uno de los hechos más atroces del filme. Lo sublime y el horror, dos caras de la misma moneda.
Y como siempre, el cine se adelanta a los sucesos del mundo. En un momento en que Donald Trump se está deshaciendo de los inmigrantes ilegales de Estados Unidos de las formas más inhumanas, la pareja protagonista —extranjera, judía, diferente—, que llegó al país del norte cargada de ilusiones y esperanzas de una nueva vida, reflexiona devastada en un momento de tribulación: “no nos quieren aquí”.
La oportunidad está dada: The Brutalist se estrena este jueves en los cines de todo el país.
Miguel Vargas Saldías es periodista, artista y comunicador social.