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Wednesday 26 Mar 2025 | Actualizado a 13:03 PM

Tributo a la forma y el sentido

/ 5 de febrero de 2025 / 00:15

Tres horas con treinta y cinco minutos frente a la pantalla que, con honestidad, se te pasan volando. The brutalist, un drama histórico del director estadounidense Brady Cobert que avanza firmemente hacia los premios Oscar, con diez candidaturas y altas posibilidades de cosechar el premio a mejor película (ya se llevó el Globo de Oro), a mejor director (en la bolsa están el Globo de Oro y León de Plata en Venecia) y mejor actor para Adrien Brody (de igual manera, Globo de Oro y Venecia), se estrena este jueves en salas bolivianas.

A diferencia de lo que sucede a fin de año, cuando hay tiempo de ir al cine pero la cartelera es lacrimógena, en temporada pre Oscar grandes películas compiten una al lado de la otra en las marquesinas. Si bien es genial tener tan excelentes propuestas en nuestras salas para verlas como se debe, en la gran pantalla, se corre también el peligro de que no estén disponibles por mucho tiempo. Y esta cinta, señoras y señores, no se la puede dejar pasar. Les explico a continuación porqué.

Esta es la historia ficticia —aclaración necesaria porque la historia se hace tan real que mucha gente piensa que este personaje existió en la realidad y quiere conocer más sobre su vida— del visionario arquitecto húngaro László Tóth que llega a Estados Unidos huyendo de la postguerra para reconstruir su vida y traer a su amada esposa Erzsébet Tòth (una brillante Felicity Jones, también nominada al Oscar) tras verse obligados a separarse durante la guerra a causa de los cambios de fronteras y regímenes. Luego de pasar hambre y profundos dolores, László llega a la casa de un primo en Pensilvania para cumplir el sueño americano, donde el empresario industrial Harrison Lee Van Buren (un cautivador Guy Pearce, y sí, también nominado) reconoce su talento para la arquitectura. El épico camino de mendigo a gran arquitecto de vanguardia está lleno de coraje, caídas y desasosiego.

Desde la selección de formatos fílmicos hasta el diseño de los créditos se evidencia a un Brady Cobert enamorado de la forma, del diseño; la película es un verdadero homenaje a quienes ven la vida desde el arte, desde lo estético. Algo que, lo dice el propio personaje de Adrian Brody, de ninguna forma está peleado con el contenido; pues es desde lo estético que se hace un postulado ético y la cinta es totalmente congruente con ello: denuncia desde la belleza sobria de su fotografía y su paleta de colores los horrores de la guerra, sus huellas y el dolor del migrante, del que se siente ajeno a una gris tierra de promesas. Contiene los sentimientos de un amor lastimado, de una carrera truncada, de sueños sacrificados, en una partitura original a cargo de Daniel Blumberg (sí, también nominada a la mejor banda sonora en los Oscar).

Es desde esa bella sobriedad que la cinta puede apuntar sin mostrar, sugerir horrores y tormentos sin necesidad de explicitar. Es desde esa bella sobriedad que se habla de la enfermedad, del vicio y de la carencia. De lo más sublime hasta lo más bajo en el ser humano. Es fascinante cómo en un entorno tan mágico como las canteras del mármol de Carrara puede suceder uno de los hechos más atroces del filme. Lo sublime y el horror, dos caras de la misma moneda.

Y como siempre, el cine se adelanta a los sucesos del mundo. En un momento en que Donald Trump se está deshaciendo de los inmigrantes ilegales de Estados Unidos de las formas más inhumanas, la pareja protagonista —extranjera, judía, diferente—, que llegó al país del norte cargada de ilusiones y esperanzas de una nueva vida, reflexiona devastada en un momento de tribulación: “no nos quieren aquí”.

La oportunidad está dada: The Brutalist se estrena este jueves en los cines de todo el país.

Miguel Vargas Saldías es periodista, artista y comunicador social.

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El valor de los bosques en Bolivia: un llamado a la acción

Dorys Méndez es gerente de Proyecto de la Fundación Amigos de la Naturaleza (FAN)

/ 26 de marzo de 2025 / 06:00

Cada 21 de marzo se celebra el Día Internacional de los Bosques, un día que nos invita a reflexionar sobre el papel fundamental que estos ecosistemas desempeñan en nuestro planeta. Bolivia, un país con una de las mayores extensiones de bosques tropicales del mundo, no está ajeno a este llamado. La conservación de sus bosques es una tarea urgente que requiere una respuesta integral y sostenible, considerando su inmenso valor ambiental, social y económico, así como las crecientes presiones que enfrentan.

Los bosques bolivianos cubren más de la mitad del país, abarcan la vasta región del Amazonas, la Chiquitania, el Chaco y los Yungas; desempeñan un papel esencial en la regulación del clima local, regional y global. Actúan como sumideros de carbono, absorbiendo grandes cantidades de dióxido de carbono y contribuyendo a mitigar los efectos del cambio climático. Además, albergan una biodiversidad incomparable, con especies de flora y fauna endémicas y ecosistemas complejos cuya conservación es crucial para su supervivencia. También cumplen una función vital en el ciclo hidrológico, actuando como esponjas que retienen agua y garantizan el suministro de recursos hídricos para millones de personas en el país.

Para muchas comunidades indígenas de Bolivia, los bosques son mucho más que una fuente de recursos: representan su hogar, cultura y legado. Estos pueblos no solo los utilizan de manera sostenible, sino que también los protegen, guiados por sus conocimientos ancestrales y su cosmovisión.

A nivel económico, los bosques de Bolivia sustentan la economía rural mediante el aprovechamiento forestal sostenible, el ecoturismo y la producción de bienes como la castaña, el cacao, el asai y los aceites esenciales. Sin embargo, amenazas como la tala ilegal y la expansión agrícola comprometen su regeneración, afectando a miles de familias y poniendo en riesgo la estabilidad de diversas industrias locales.

La deforestación provocada por la expansión agrícola y ganadera, la minería ilegal y los incendios forestales, agravados por el cambio climático, está degradando los bosques bolivianos. La falta de gobernanza y el débil control ambiental agravan esta crisis, poniendo en riesgo los recursos naturales y el futuro del país.

No obstante, así como en otros países de la región, Bolivia podría aprovechar el financiamiento climático para conservar sus bosques. Los bonos de carbono tienen el potencial de generar ingresos al proteger los ecosistemas y reducir la deforestación, si se diseñan e implementan con criterios de alta integridad ambiental, social y económica. Además, el apoyo internacional y las alianzas con el sector privado pueden impulsar proyectos de reforestación y manejo sostenible, beneficiando tanto a las comunidades como al medio ambiente.

En este Día Internacional de los Bosques, recordemos que los bosques de Bolivia no solo son un recurso natural, sino un patrimonio que debemos proteger y conservar para las generaciones futuras. Los desafíos son grandes, pero también lo son las oportunidades. Con el aprovechamiento de los mecanismos de financiamiento climático y la promoción de políticas de conservación eficaces, Bolivia puede convertirse en un líder en la protección de sus bosques, generando beneficios para su población y para el planeta.

Es momento de actuar. El deterioro de estos ecosistemas afectaría directamente la disponibilidad de agua potable y la agricultura en diversas regiones del país. Los bosques de Bolivia son vida, y su conservación es vital para nuestro futuro común.

Dorys Méndez es gerente de Proyectos de la Fundación Amigos de la Naturaleza.

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La mala implementación del Modeplu

Omar Velasco Portillo

/ 26 de marzo de 2025 / 06:00

Decenas de automóviles desfilan a kilómetros de los surtidores para comprar combustible. La población se abalanza nerviosa a los mercados en busca de abarrotes, pero es tarde, pues, ¡todo ha subido! Algunos precios, como la carne, están por las nubes. Los más necesitados hacen fila en los puntos de distribución de Emapa desde tempranas horas, pero a veces sin éxito. Reina la escasez, la especulación y la incertidumbre. Esta realidad se reproduce en varios puntos del país. ¡El pueblo está sufriendo!

En el pasado neoliberal, la escasez de dólares era sosegada por devaluaciones disimuladas que en 20 años acumularon una pérdida cambiaria de 300% sobre el boliviano. El modelo neoliberal logró contener la hiperinflación de los años 80 a costa de un elevado sacrificio social que derivó en el congelamiento de salarios nominales por más de una década, el despido masivo, la precarización laboral, el afloramiento de la informalidad y la cada vez menor presencia del Estado. El proceso de estabilización neoliberal dejó como secuela —dos décadas más tarde— una Bolivia convertida en el segundo país con más pobres de la región y uno de los más desiguales del mundo. Fueron esos gobiernos que, ante los magros resultados económicos y la creciente insatisfacción de la población, recurrieron a la política de subvenciones a los combustibles desde 1997 para evitar una revuelta social.

Desde la implementación del Modelo Económico Plural (Modeplu) en 2006, las condiciones de vida de los bolivianos mejoraron notoriamente. Los salarios reales se incrementaron fruto de la política redistributiva y la estabilidad de precios que se tradujo en reducción de la pobreza y la desigualdad del ingreso. Fue la correcta aplicación del Modeplu, la que permitió revalorizar la moneda nacional y luego dotar de estabilidad cambiaria al país por más de una década. En 2010, hubo un claro intento de eliminar la subvención, pero la campaña de desinformación y la presión social obligó a dar marcha atrás. De haberse concretado, habría un ahorro de más de $us 10.000 millones en 15 años, recursos que el Estado los hubiera destinado a otros usos sociales y productivos.

De vuelta a nuestros días, la escasez de combustibles se debe a que la carestía de dólares también ha llegado al Estado. Las divisas públicas ya no son suficientes para cumplir sus obligaciones comerciales y crediticias, y debe priorizarse el pago del servicio de deuda externa, lo que reduce la disponibilidad para importar combustibles. La industrialización también está paralizada porque necesita dólares para importar. El anuncio de mantener las subvenciones con base en el endeudamiento, demuestra que el problema ha dejado de ser de iliquidez para convertirse en otro de solvencia, pues ningún endeudamiento externo destinado a gasto corriente puede ser sostenible.

Más allá de la gestión de aprobación de créditos, lo realmente fundamental es encarar el problema estructural. Ante la declinación del gas, urge una nueva Ley de Hidrocarburos. Para reducir la dependencia energética a combustibles fósiles se necesita un plan nacional de energías renovables. La subvención se ha convertido en un mecanismo perverso de transferencia de riqueza desde el sector público a sectores empresariales y corporativos millonarios, por lo que debe ser eliminada cuanto antes. Esta tarea recae ineludiblemente en la cabeza del Órgano Ejecutivo, que, además, es el principal ejecutor de política económica. Elevar el endeudamiento público, dejando irresueltos estos problemas, solo agravaría más los desequilibrios macroeconómicos para los próximos años.

Al presente, el Modeplu no se implementa de forma adecuada. El Estado ha cedido su protagonismo al sector privado y el mercado. La economía boliviana depende cada vez menos de la demanda interna y más de la demanda externa a causa de la necesidad de dólares de los créditos y las exportaciones. El sector público ya no provee divisas al sector privado, sino que, por el contrario, ha optado por autoabastecerse de éste a través del mercado paralelo, lo que podría generar más presiones cambiarias. Los créditos que antes se destinaban a la inversión pública, ahora se gestionan para gasto corriente. El modelo plural ha involucionado en su aplicación retrotrayendo los tiempos neoliberales cuando el Estado boliviano vivía una suerte de mendicidad que lo obligaba a acudir a la cooperación internacional para hacer funcionar la economía.

El Gobierno se encuentra en una gran encrucijada. Debe impedir que la desesperanza creciente en las calles se convierta en una cólera generalizada que arrastre a una crisis de gobernabilidad. Para evitar que eso suceda, debe asumir su responsabilidad histórica, a pesar del costo político, y sincerar la economía. Caso contrario, podría ser demasiado tarde porque aquel que forja el fuego también puede ser consumido por sus llamas.

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Espartaco en Fausto Reinaga

Carlos Macusaya

/ 25 de marzo de 2025 / 06:00

Fausto Reinaga (1906-1994), famoso por sus obras referidas al indio, suele “moverse” en los extremos del rechazo y la admiración. Sobre sus ideas circulan opiniones que lo decalcifican o lo exaltan. Esto, muchas veces, impide que se haga un balance serio acerca de las distintas facetas de su trabajo. Por ejemplo, se suele dejar de lado cómo influyó entre activistas e intelectuales “indios” en la forma de pensar las rebeliones de 1780 y 1781. A este respecto, vale la pena tener en cuenta la manera en que Espartaco aparece en la obra del escritor potosino.

Espartaco, conocido por dirigir una rebelión de esclavos en la antigua Roma, es mencionado en varias oportunidades a lo largo de la producción de Reinaga, principalmente para hacer comparaciones con la situación de los indios y con las rebeliones anticoloniales. Es decir, cuando Reinaga trata de dimensionar las condiciones de vida de los “naturales” y sus luchas, en ciertas ocasiones, lo hace tomando como “parámetro”, sin entrar en detalles, la esclavitud y la rebelión de quienes vivían esa condición en Roma.

En su primer libro, Mitayos y yanaconas (1940), dice que Tupaj Katari y Bartolina Sisa “se yerguen, a la cabeza de 15.000 indios, en actitud semejante a la revolución esclavista de Espartaco”. En La ‘intelligentsia’ del cholaje boliviano (1967) afirma que “el indio que hizo con Tupaj Amaru una epopeya libertaria tan grande como la de Espartaco”.

En La revolución india (1970), en específico, en el capítulo III (Epopeya india), tras exponer su versión sobre las luchas anticoloniales de 1780 y 1781, indica que “el indio del siglo XIX y de nuestro siglo es semejante al esclavo romano que se levantó con Espartaco”. Seguidamente, cita algunas líneas de Howard Fast expresadas en su novela histórica Espartaco (1951), entre las que se puede leer: “La historia fue escrita por uno que era dueño de esclavos y los temía y los odiaba”. Claro, Reinaga se veía a sí mismo como el escritor de la historia de los temidos y odiados indios.

Lo más llamativo en Reinaga sobre el “uso” que hace de Espartaco tiene que ver precisamente con la novela de Howard Fast, que es, dicho sea de paso, la única fuente que cita al respecto y esto lo hace en La revolución india. En concreto, toma la sexta edición de dicha novela, publicada por Eneas en Buenos Aires el año de 1959 y la cita que hace se refiere, como se mostró, a los esclavos y a quienes escriben la historia.

Empero, lo que merece ser resaltado es que en la narración de Fast sobre Espartaco, este último aparece como quien habría dicho la famosa frase “volveré y seré millones”, que, posteriormente, Fausto Reinaga se la adjudicará a Tupaj Katari en su libro Tesis india (1971): “La ciudad antiindia de La Paz, capital de Bolivia, soporta hoy un cerco indio, que es como un cinturón de acero. Tupaj Katari esta vez, no ha de perder la batalla. Su palabra: ‘volveré y seré millones’, se cumple”. Reinaga afirma esto sin mencionar el libro de Fast.

Para Reinaga, el indio en la colonia vivía como esclavo y su rebelión era equiparable a la de Espartaco. Además, en su perspectiva indianista, la lucha anticolonial no había terminado y eran los indios del presente quienes debían concluirla. Es en ese marco que le atribuye a Katari la frese “volveré y seré millones”. Posiblemente, la muy difundida creencia en que dicha frase fue una especie de sentencia lanzada por Katari antes de ser ejecutado tenga su origen no en la “memoria larga” ni en la trasmisión oral de generación en generación, sino en la Tesis india de Reinaga.

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¿Refundación del IPSP?

Yuri Torrez

/ 24 de marzo de 2025 / 06:00

A fines de marzo, el ala evista convocó a un congreso para refundar el Instrumento Político por la Soberanía de los Pueblos; o sea, el IPSP, que acompañó a la sigla del Movimiento Al Socialismo (MAS), es decir, el MAS-IPSP. Ésa es la inscripción oficial de esta estructura partidaria con la cual participó y, sobre todo, ganó, desde el año 2005, los diferentes comicios electorales.   

La pérdida institucional de la sigla del MAS por parte de los allegados al expresidente de Bolivia Evo Morales supuso, entre otras cosas, pensar, una vez más, en la significación real del IPSP, incluso en sus mismas entrañas. El IPSP fue el brazo político de las organizaciones campesinas, sobre todo, de los sindicatos de los productores de hoja de coca que, luego, articuló a otras organizaciones campesinas, indígenas y urbanas; conjuntamente con las organizaciones sindicales y vecinales urbanas configuraron, en términos gramscianos, lo que se conoce el “bloque nacional-popular”.

El IPSP sirvió para encauzar esa energía movilizadora en el curso de la primera década del siglo XXI hasta llegar al gobierno. Posteriormente, el MAS-IPSP hizo la tarea de transformar el Estado boliviano, sobre todo, para viabilizar la denominada Agenda de Octubre emergente de ese ciclo de protestas. La nacionalización de los hidrocarburos y la Asamblea Constituyente fueron claves para ese proceso de transformación. No obstante, la rutinización del poder y, sobre todo, su burocratización hizo que esa energía transformadora se vaya agotando inexorablemente. Si bien la constitucionalización del Estado Plurinacional fue un salto cualitativo significativo, empero, paulatinamente, inclusive este logro se fue estancando gracias a la inercia gubernamental.

En la gestión gubernamental, la incidencia del IPSP se opacó inexorablemente, a pesar de que en la discursividad estatal se esgrimía que el MAS-IPSP era un “gobierno de los movimientos sociales” o que el exmandatario se reunía, inclusive desde la madrugada, con los dirigentes de las distintas organizaciones sociales; en los hechos se le usaba instrumentalmente al IPSP, por ejemplo, para buscar la legitimidad “desde las bases” para la reelección presidencial del exmandatario al infinitum.

Quizás, el momento de la pretensión reeleccionista de Morales fue un momento de la subordinación del IPSP a intereses grupales o personales, a costa del proyecto nacional-popular que encarnaba el propio IPSP. Luego se vino la derrota reeleccionista en el referéndum constitucional, pero, los evistas persistieron en buscar recovecos para una nueva postulación presidencial del exmandatario que abonó las condiciones para que la oposición encuentre una senda para interpelar al MAS-IPSP, que, incluso desembocó en un golpe de Estado.

A pesar de la gravedad de los hechos, al interior del MAS-IPSP se develó la ausencia de un horizonte estratégico. En aquel momento se exigía una reforma intelectual y moral, pero, tampoco existió y, opuestamente, se enfrascaron en un fratricidio interno que hoy pone a la deriva a este movimiento político.

Más allá de buscar chivos expiatorios a la crisis del MAS, es fundamental, en este próximo congreso de los evistas para refundar al IPSP, exista la suficiente honestidad intelectual y política sobre las razones que llevaron al MAS-IPSP a una ruptura interna. Quizás, el apetito por el poder desmedido rezagó esa energía trasformadora de la movilización del bloque nacional-popular. No se debe olvidar, el MAS-IPSP se legitima en esa representación y no en la égida de ningún liderazgo: si no lo hace, su base se desarma.

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Ecos de 1950

Lourdes Montero

/ 23 de marzo de 2025 / 00:12

Las elecciones se vienen prontas y, en ese contexto, muchos líderes políticos están afanados por construir un discurso que pueda seducir a los electores. Se supone que ese discurso no solo debe trasmitir las creencias del candidato sino, ante todo, debe convencernos que el aspirante entiende la realidad que vivimos y está en sintonía con nuestras aspiraciones. Este supuesto, básico en la mercadotecnia política, parece ser poco apreciado por algunos candidatos que tratan de vendernos ideas que bien podrían ser parte del guion de la película Volver al pasado.

Así es como suena cierto discurso provocador de un líder evangélico con aspiraciones políticas. Tal vez alguien pueda aclararle que las mujeres en el pasado vivíamos mal, muy mal, y que hoy no aceptaremos retrocesos que nos devuelvan a esa jaula que algunos pueden llamar “hogar”. Hoy, como nunca en nuestra historia, las bolivianas estudiamos, trabajamos y disfrutamos de la libertad de elegir nuestro propio proyecto de vida.

Es claro que el cuento que nos cuenta el mencionado político ya lo conocemos. En la posguerra de la década de 1950, la propaganda estatal norteamericana se inventó lo de “madresposa” para devolvernos a la casa. En el norte, este retorno inspiró el libro La mística de la feminidad (Friedan, 1963), donde se describía “el malestar que no tiene nombre” referido a esa sensación de las mujeres que, después de haber conquistado el voto, la educación y accedido a un empleo, decidían volver al hogar. Así surge la invención de esa “ama de casa” quien, en un hogar tecnificado, sufre soledad, aislamiento, depresión, aburrimiento y otros cuadros médicos calificados como “exclusivamente femeninos”.

Pero volvamos a Bolivia, cuya pobreza estructural genera que solo una escasa élite pueda definirse a sí misma como “ama de casa”. Incluso si por conveniencia social (y estatus) muchas mujeres son nombradas así en sus cédulas de identidad, esta categoría esconde una serie de oficios y tareas que —desde la informalidad— a muchas mujeres les permite completar el siempre escaso ingreso de ese esposo “proveedor”. Y es que en Bolivia tenemos una larga historia de mujeres económicamente activas y políticamente movilizadas que ningún candidato con aspiraciones serias debería desconocer.

Tal vez la generación de mi madre fue la última en aceptar representar esa patraña del “hombre proveedor” que sostiene un “orden social” imaginario. Y es que ese supuesto orden “normal” no solo provee a los caballeros de estatus social y poder inmerecido, sino conlleva también la definición de quién decide cómo se invierte y en qué se gasta. Y las mujeres hoy en día no estamos dispuestas a ser quien crie a los niños y guarde silencio.

El futuro, así no lo acepte el señor de ojos rasgados, es imparable. Las chicas que hoy inundan las universidades y disputan los puestos de trabajo se han dado cuenta que su libertad es un bien preciado. Esas jóvenes ya mordieron la manzana que los hombres venían comiendo desde hace siglos, y dan fe de lo sabroso que puede ser el discernimiento. Por eso hoy ellas están decidiendo tener hijos más tarde o no tenerlos. Y, lo que es más escandaloso, pueden incluso optar por ser madres sin pasar por el matrimonio. Y es que, como lo sintetiza Shakira, “las mujeres ya no lloran, las mujeres facturan”.

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