Columnistas

Wednesday 12 Feb 2025 | Actualizado a 03:29 AM

Democracia delegativa

/ 20 de enero de 2025 / 06:00

Para el profesor argentino de ciencia política, Guillermo O’Donell, la democracia delegativa se caracteriza como aquella en la que el presidente, como cabeza del ejecutivo, concentra el imaginario de que puede gobernar como estime conveniente, muchas veces prescindiendo de los otros poderes o haciéndolos funcionales a él y sus asesores.

La democracia delegativa si bien es, en un inicio, democrática, O’Donnell señala que es menos liberal o sencillamente que no es liberal, en tanto se apoya en el dato de que el gobierno siente poseer todo poder como resultado del voto de la mayoría, aunque después estas mayorías queden como simples espectadoras, en tanto el presidente y sus asesores encarnan todo el poder. Como lo señala expresamente O’Donell: “según esta perspectiva, parece obvio que sólo quien está a la cabeza sabe realmente: el presidente y sus asesores más confiables son el alfa y el omega de la política”.

¿A qué se debe esta absurda concentración del poder? Para dar una respuesta no solo se precisa enfatizar en los vicios del modelo presidencialista, que en sí mismo tiene la tendencia a la concentración de poder en el ejecutivo, sino que se precisa analizar un “atasco” —señala O’Donell— en el proceso de institucionalización de la democracia. El paso de una democracia delegativa a una democracia liberal depende de la puesta en marcha de instituciones democráticas que eviten, justamente, la concentración de poder y, en consecuencia, la (auto)prórroga de la democracia delegativa se encuentra en el conjunto de prácticas que debilitan las instituciones democráticas, partiendo por el instituto de la separación y división de poderes, la misma que fue pensada y desarrollada para evitar la concentración del poder en pocas manos.

Si bien, la democracia representativa es la que permite en un inicio la ilusión de que un gobernante es democrático si y solo si ha sido elegido por la mayoría, lo que se espera es que el gobernante adecue su gobierno a la producción y práctica de cultura política democrática expresada en enmarcar su gobierno en instituciones democráticas que eviten, justamente, la regresión a prácticas autoritarias.

Una buena parte de las instituciones democráticas se expresan y fundamentan en la Constitución Política del Estado, sin embargo, en los modelos constitucionales contemporáneos, el resguardo de la constitucionalidad y la interpretación oficial de lo establecido en la Constitución se encuentra delegado al Tribunal Constitucional el que se presenta como la única y última voz legítima respecto a la Constitución, entonces, es posible señalar que hoy en día la democracia delegativa precisa tanto de la concentración del poder en el ejecutivo como de la captura del Tribunal Constitucional para que el mismo no sea un obstáculo sino, en todo caso, sea un aliado. Lógicamente la naturaleza del Tribunal Constitucional es otra, sin embargo, en la regresión a prácticas autoritarias el mencionado Tribunal puede deformar su naturaleza y fungir como un actor político sin el mayor rubor de sus miembros que lo componen. Curiosa dupla entre el ejecutivo y el Tribunal Constitucional para la puesta en práctica de un gobierno autoritario en los márgenes de lo que O’Donnell llegó a caracterizar como democracia delegativa.

Farit Rojas T. es abogado y filósofo

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Algunos apuntes sobre el socialismo comunitario

Carlos Macusaya

/ 11 de febrero de 2025 / 06:01

El “socialismo comunitario” pasó de ser enarbolado con un apasionamiento que, muchas veces, era inversamente proporcional a los argumentos que se presentaban, a ser un discurso hoy extraviado en el olvido. Por varios años se habló de él como un horizonte que emergía desde las luchas de los movimientos indígenas. La idea era lanzada con muchísima frecuencia, principalmente como eslogan. Claro que armar y llevar adelante propaganda efectiva, con buenos eslóganes, tiene su mérito en comunicación política y, en ese sentido, el socialismo comunitario tuvo cierto éxito.

Se trataba de proyectar en el “proceso de cambio” una sociedad poscapitalista teniendo en cuenta, por lo menos de forma declarativa, las relaciones sociales producidas en comunidades agrarias andinas. Este uso de la idea de socialismo comunitario para Ayar Quispe fue parte de una usurpación de la “terminología indianista” desde la izquierda “q’ara”. El propio Ayar, en Indianismo (2009), afirmaba que “Ramiro Reynaga Burgoa es quien utilizó por primera vez la palabra socialismo comunitario en 1972” en su libro Ideología y raza en América latina.

Si se trata de antecedentes, ya en la Tesis Política del Partido Indio de Bolivia (PIB), presentada en el VII Congreso de Central Nacional de Trabajadores Campesinos de Bolivia (CNTCB), el 2 de agosto de 1971, se habla del “socialismo comunitario de ayllus”. En uno de los primeros documentos del Movimiento Indio Tupaj Katari (MITKA), que circuló en noviembre de 1977, se apunta a construir “una sociedad comunitaria”. En otro documento de esta misma organización, pero de 1978, se postuló instaurar un “Estado socialista, humanista y comunitario”.

La presencia de lo comunitario era tan reiterativa en el discurso político indianista, que en un artículo (Las relaciones de poder: ¿revertir 500 años de historia?) publicado en agosto de 1993 en el periódico Última Hora, el katarista Moisés Gutiérrez lo señala como un rasgo distintivo del indianismo. Empero, todas esas referencias al socialismo comunitario o, en general, a lo comunitario, no pasaban de ser formulaciones vagas, inspiradas en la idealización del pasado precolonial que quienes militaron en movimientos indianistas encontraron en varias obras de Fausto Reinaga, sumado a otras lecturas, pero también inspiradas en sus vivencias rurales y periurbanas.

En el caso de Reinaga, cabe señalar que presentó el pasado precolonial a partir de influencias indigenistas, a pesar de que, en su etapa indianista (1964-1971), identificó a esta corriente no solo como distinta al indianismo sino como antagónica a él. Por ejemplo, el indigenista peruano Luis Eduardo Valcárcel, quien decía que en el incario no había mendigos y que ese pasado era glorioso, influyó muchísimo en la manera en que Reinaga veía el Estado inca. Sumado a ello, el también peruano Guillermo Carnero Hoke, con su libro Nueva teoría para la insurgencia (1968,) acentuó más la idealización de lo precolonial que Reinaga fue formando. Carnero sostenía que “Preamérica fue socialista durante más de cien siglos”. Esto se decía en un tiempo en el que en África se hablaba del “socialismo africano”.

Respecto a las vivencias de los propios indianistas de la “vieja guardia”, se debe considerar que el grueso de éstos nació en áreas rurales en tiempos en los que las relaciones sociales mediadas por el dinero en sus espacios de origen no estaban generalizadas. Desde luego, el proceso de modernización estatal emprendido desde el “Estado del 52” impulsó la individualización entre los “indios”, pero nunca logró imponerse de modo absoluto. Además, ante la “ausencia estatal”, el asentamiento de poblaciones de origen rural en las áreas periurbanas se desarrolló con el despliegue de relaciones agrarias formadas en las comunidades andinas. Ello fue muy útil para encarar distintos problemas de manera colectiva, como, por ejemplo, el cubrir la necesidad de agua. Entonces, los indianistas tuvieron vivencias prácticas de tipos de relaciones sociales catalogadas de comunitarias.

Tanto la influencia intelectual y las vivencias referidas a modos de reproducción social no capitalistas apuntan a hechos (bien o mal comprendidos) que han caracterizado la vida en espacios rurales y periurbanos. Hoy, con el Estado Plurinacional, ¿ese tipo de relaciones sociales se han fortalecido o han sido erosionadas más aún? Un análisis dirigido a ver esta cuestión debería considerar cómo, en los espacios donde se supone están presentes estas relaciones, se realiza la producción (de forma comunal, familiar o individual); se gestiona la tierra (sea para pastoreo o agricultura) y el agua; y se obtiene mano de obra para distintos tipos de trabajo. Todo ello debería verse en relación a la administración política local y a lo ritual y simbólico. El trabajo analítico sobre estos aspectos permitiría entender la situación actual de lo comunitario y de su posibilidad o no de ser un proyecto de futuro.

*Es miembro del grupo Jichha

La Razón da la bienvenida a sus páginas a Carlos Macusaya, cuya propuesta alimentará el sano debate que propugnamos.

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Caída de Evo, según Sivak

Yuri Torrez

/ 10 de febrero de 2025 / 06:00

Hace un par de meses se lanzó el libro Vértigos de lo inesperado. Evo Morales: el poder, la caída y el reino, del periodista argentino Martín Sivak, e inmediatamente muchos intelectuales confesos antievistas se lanzaron, como si fueran aves de rapiña, en busca de su carroña, a buscar con lupa en la mano aquellos detalles escabrosos de la vida personal del expresidente para luego con un dejo sensacionalista, banal y amarillista hacer leña del árbol caído. Obviamente, como diría Nietzsche, no importan los hechos, sino las interpretaciones. Un libro —de crónica periodística, como el de Sivak— es un objeto cultural que produce, a la vez, diversas interpretaciones, según los intereses y el locus de los descifradores, especialmente en una coyuntura política (cuasi) electoral.

Eso sucedió con este libro. El apresuramiento en la condena y contribuir con su granito de arena para poner en evidencia al principal protagonista —dicho sea al pasar, recorre por sus peores días—, se lanzaron a la cruzada del escarnio público, sin percatarse que detrás de los hechos narrados magistralmente por el periodista argentino existen datos insoslayables para comprender el desmoronamiento del liderazgo carismático que encarnaba el expresidente Morales.

En las infinitas horas que acompañó Sivak a Morales, inicialmente en la campaña electoral de 2019, luego en su exilio —tanto en México como en la Argentina— y, posteriormente, en su retorno a Bolivia, rescató detalles de la vida cotidiana del exmandatario, o sea: insumos, interpretación mediante, para dar cuenta de aquellos factores que contribuyeron para el desgaste de su liderazgo.

Uno de ellos, a nuestro juicio, es el hiperpresidencialismo del Jefazo —como diría Zivak—, especialmente en su último gobierno. Obviamente, este rasgo le hizo perder a Morales la perspectiva política. Por lo tanto, su obsesión por una nueva reelección, luego, se convertiría en el principio del fin.

Morales ignoró ese “hastío que las rutinas del culto a la personalidad despiertan”, como escribe el periodista argentino, que derivó inexorablemente en perforar su liderazgo. En rigor: “la identificación efectiva del líder es el vínculo populista entre el líder y el pueblo”, diría Ernesto Laclau.

Con la crónica de Sivak, en el caso de Morales, se infiere: ese vínculo con sus propias bases sociales se desgastó paulatinamente. Se torció, de a poco, (casi) hasta el final.

Atisbos de cuestionamientos internos en el propio MAS contra Morales se remontan a su exilio en Buenos Aires, pero, ese momento crítico del golpe de Estado obligaba a que las energías se orienten a vencer al enemigo en común: el gobierno de Áñez. Luego, el recibimiento apoteósico de Morales en territorio boliviano sirvió para azuzar el “delirio del ególatra”, diría Claude Lefort, quizás, el último acto simbólico de ese lazo del expresidente con sus bases. Posteriormente, se vino una etapa de una fuerte corriente interna orientada a pedir cuentas sobre la responsabilidad del exmandatario para el desemboque golpista. No hubo mea culpa. Entonces, sectores partidarios y movimientos campesinos/indígenas empezaron a impugnar el liderazgo de Morales, pero, en vez de emprender una cruzada por una “reforma moral y política” al interior del MAS, él retornó a sus afanes reeleccionistas que azoró las disputas internas a tal punto de conducir a una escisión sin vueltas.

Sería injusto creer que toda la culpa sea de Morales. Zivak es equilibrado: el factor Choquehuanca es otro a tomar en cuenta. (Pero, por su importancia, merece otro artículo).

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Ecuador, entre incertidumbre y esperanza

Esteban Ticona Alejo

/ 9 de febrero de 2025 / 00:29

Hace unos días tuve la oportunidad de viajar a Ecuador y a algunas ciudades como Quito y Salasaca. Haber vivido por varios años y en diferentes momentos, siempre le lleva a uno a recordar sobre varios momentos agradables. Volver a Quito, la capital del país, es casi siempre comparar lo que ves y lo que recuerdas. Por los años 80, algún amigo ecuatoriano me decía que Quito es como un chorizo, extendido de norte a sur, pero hoy se ensanchó también a los costados, haciendo una especie de embuchado y muy habitado.

Algunos referentes siguen primando como el famoso cerro de Pichincha, como el ruku y el wawa. Cómo no recordar cuando el avión aterrizaba al aeropuerto Mariscal Sucre, situado en el corazón del norte de la ciudad. Hoy hay otro aeropuerto, más al norte de la ciudad. Por el centro de la ciudad busqué algunas frases tan poéticas que solía escribirse en algún muro de la ciudad. Aunque al entrar a la ciudad decía “Bienvenidos a Quito arrecho”, no sé si es grosería, pero lo tomé como una broma de algún escritor callejero que adorna las calles de la ciudad. Me encantaba ir a las librerías sea de material nuevo o usados. La famosa librería Librimundi ya no se encuentra cerca de la avenida Amazonas, dicen que aún sobrevive en algún centro comercial de la urbe.

Fui al mirador más turístico de Quito, El Panecillo, que por los años 80 era un promontorio de tierra, pero hoy es un lugar muy agradable, lleno de quioscos con artesanías y comida. En la Plaza Grande, como se llama, donde está el poder político del Carondelet. Esta plaza siempre fue un lugar muy concurrido y lleno de gente, porque es el centro histórico de la ciudad y del país. Pero estaba muy resguardada de gran contingente militar y los quioscos con artesanía y cafés, situados debajo del Palacio cerrados. Supongo por razones de seguridad o para que no ingresen los manifestantes en contra del presidente Daniel Noboa. Pero al conversar con amigos y colegas, todos me manifestaron de cómo cambio el país, de una ciudad tranquila y muy acogedora a otra con mucho miedo e incertidumbre, sobre todo de los robos y asaltos que se ha hecho muy cotidianos.

En medio de esta incertidumbre social, está el proceso de elección para la Presidencia del país. Casi la veintena de candidatos para Presidente dan una señal de la profunda dispersión y atomización social que vive nuevamente Ecuador. No es extraño que los candidatos lleven un chaleco antibala y un policía muy bien armado a fin de resguardar su seguridad física, después de lo ocurrido hace algunos años con un candidato que fue muerto mediante un atentado.

De la multiplicidad de candidatos/tas, casi todos aseguran que no habrá un claro ganador y que habrá una segunda vuelta, posiblemente entre el actual presidente derechista Daniel Noboa y Luisa Gonzales, del ala del correísmo. Hay algunos candidatos quechuas, pero el más interesante es Leónidas Iza, pero muchos piensan que no obtendrá buena votación. El 9 de febrero, fecha de las elecciones aludidas, se sabrá de algún/a ganador/a.

Hasta hace poco, Quito sufrió 14 horas de corte de energía eléctrica, todos los días, y que puso en grandes dificultades al país, incluso con el cierre de fábricas, y es el recuerdo más penoso. A propósito, recuerdo que por los años 2000, el gobierno de entonces promocionaba que los ciudadanos consuman energía eléctrica mediante las cocinas eléctricas. Qué paradoja que, hoy, esa oferta masiva se haya transformado en la escasez extrema. ¿Qué paso? ¿Falta de previsión de políticas públicas? Me gustaría seguir contándoles otros aspectos de mi visita, como el municipio de Salasaca, aquella región a la que le dicen “bolivianos”. ¿Por qué? Sera en otro momento. Ecuador profundo aún sueña con la esperanza de días mejores, ojalá muy pronto. Wasitampiwa purt’awayta Ecuador markaru. Janikiwa suma sarnaqawixa utjkiti.

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Las primarias de Claure

José Luis Exeni Rodríguez

/ 9 de febrero de 2025 / 00:26

Según las encuestas de Claure, la mayoría de bolivianos apoya elecciones primarias para definir al candidato único de oposición. ¿Cómo serían tales primarias? Mediante una “súper encuesta”. ¡De Claure, por supuesto! El señor C sabe para quién trabaja.

En una reciente consulta, Claure preguntó qué tan probable es que los encuestados participen en primarias para elegir a un candidato “en contra del gobierno del MAS” (sic). El 64% dijo que probablemente votaría, aunque solo el 48% cree que será “bueno para Bolivia”. Hasta ahí todo bien. El problema surge cuando C malentiende el mecanismo.

Las primarias para elegir candidaturas son utilizadas en varios países como práctica de democracia interna en los partidos. En Bolivia fueron adoptadas en la Ley de Organizaciones Políticas de 2018, tuvieron malogrado estreno en 2019, se suprimieron en las elecciones de 2020 y fueron suspendidas excepcionalmente para este año. Por su naturaleza, contexto y tiempos, eran un estorbo.

Hoy vuelven a escena con el declarado propósito de forzar la unidad de la oposición. Vuelven con doble distorsión marca C. La primera es confundir elecciones primarias, mediante voto, con un estudio de opinión pública. Aunque el señor celeste ofrezca una encuesta de medio millón de casos, no es lo mismo. La segunda distorsión es suponer que el candidato único de oposición será elegido, en tal megaencuesta, por todos los habilitados en el padrón electoral. Gracias por participar.

Hay otro problema con cara de ingenuidad. ¿De verdad el “making Bolivia better” cree que la media docena de autoproclamados candidatos de oposición se unirán en torno a sus “primarias”? Desde hace dos décadas, la unidad opositora es una quimera. Y estos comicios no serán la excepción. Igual lo más penoso es la reciclada idea de que la solución pasa por el candidato-caudillo único. ¿Con qué visión de país?, ¿cuál programa de gobierno?, ¿qué principios? NS/NR.

Las encuestas de Claure son útiles y hasta simpáticas. Pese a su inclusión/exclusión discrecional de nombres y la lectura más bien flojita de los datos, aportan evidencia (precoz) sobre intención de voto. No está mal. Son solo encuestas, para enojo de candidatos perdedores, operadores mediáticos y diputados ignorantes.

El problema no son los porcentajes del señor C, sino sus apetencias. Jura que “Bolivia está enferma” (sic). Y se propone “salvarla”. ¿Desde dónde? “Yo represento el capitalismo y la derecha”, confiesa. Es tan demócrata, que amenaza con agarrar su pelota e irse del país si el MAS gana las elecciones. ¿Se entiende? ¡Nos dejará sin encuestas Panterra! Su parcela de Bolivia termina donde llegan sus inversiones. Gracias, pero no gracias.

FadoCracia posevista

1. En febrero de 2020 (“Fadocracia rehén”), parafraseando una expresión de Boaventura sobre Lula, escribí: “el posevismo y el evismo no pueden coexistir. De algún modo, el MAS-IPSP es rehén de Evo y Evo es rehén… de Evo”. 2. La pregunta era inevitable: “¿Podrá el MAS superar el evismo? ¿Lo hará sin dividirse?”. Hablaba del imprescindible desafío de renovación posevismo. 3. Claro que en ese momento no existía el factor Arce que, propiciado por Evo, llegó y operaron la implosión. 4. Cinco años después, Evo continúa siendo rehén de sí mismo y el proyecto plurinacional popular es rehén de su porfiada avidez por volver. 5. A la cuestión del posevismo hoy se suma el posarcismo. Ambos juegan ya no con fuego, sino con cenizas. 6. ¿Y la regeneración del instrumento político, del proyecto? Ahí está Andrónico que, en la crisis de 2019, lideró la resistencia y hoy (Bejarano dixit y suscribo) es la única oportunidad para el bloque popular. 7. Las dudas son de temporalidad y de inmolación: ¿en qué momento asumirán Evo que no corre y Lucho que no cuenta? ¿Hasta dónde llegarán en su faena de muerte cruzada? La historia, sea como tragedia, sea como farsa, no perdona.

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Cuidado con hacer de Andrónico otro caudillo

/ 8 de febrero de 2025 / 06:03

El caudillismo le ha costado a Bolivia la instalación de dictaduras militares durante 18 años, a partir de 1964, cuando el Gral. René Barrientos Ortuño derrocó a su presidente Víctor Paz Estenssoro, líder de la revolución del 52 que quería seguir y seguir en el poder, pero con una notable debilidad por los militares que le pagaron mal. Primero fue Barrientos, su vicepresidente, que le dio una primera patada en el traste, luego le tocó al Gral. Banzer que le dio una segunda patada en 1974, expulsando al MNR junto con la Falange de la estructura gubernamental dictatorial. A su vez, Banzer fue un caudillo uniformado (siete años de dictadura, tres de gobierno democrático) que lejos de haberlo divisado, se convirtió en el referente histórico ideológico para perpetrar el golpe de Estado de 2019. El último caudillo es Evo Morales, otro con vocación prorroguista y recibió, también una patada por la retaguardia por el Alto Mando, a la cabeza de los generales Kalimán y Terceros, a los que había mimado y privilegiado durante casi catorce años.

En plan autodestructivo —creía que eso le facilitaba un retorno exprés al poder— Morales ha logrado debilitar in extremis al gobierno de su propio candidato de 2020, Luis Arce Catacora, hasta el punto casi terminal de la destrucción del MAS-IPSP, que en marzo enfrentará el mayor desafío de su devenir partidario consistente en recoger del suelo los destrozos para intentar convertirlos en piezas de un nuevo puzzle, y así  generar una recomposición partidaria institucional que viabilice un binomio para las elecciones de 2025.

Luis Fernando Camacho, el principal paramilitar del golpe que llevó a Jeanine Áñéz a la presidencia, dice continuamente desde Chonchocoro que el MAS está acabado, que ya no tiene nada que ofrecerle al país, que ha destrozado la economía del país. Si fuera como dice el individuo que perpetró un golpe de Estado con la ayuda de su papá, no habría la mínima necesidad de pensar en una candidatura de unidad y tampoco en encuestas convertidas en primarias para decidir quién puede enfrentar al partido de gobierno que, con la interrupción de 2019-2020, lleva gobernando Bolivia durante dos décadas. Todos contra el MAS es la consigna y si así se tiene definido es porque cada uno por su cuenta, solita su alma, considera que no tiene con qué enfrentar al partido azul, independientemente de quienes vayan a ser sus candidatos.

El valiente del nuevo escenario parecía ser Manfred Reyes Villa que decidió llevar adelante su candidatura con su propio partido y sus propios candidatos a senadores y diputados, sin tratar de buscar alianzas forzadas que suelen servir para después, no para antes de las elecciones. Resulta que, en las últimas horas, el alcalde cochabambino ha anunciado que para hacer campaña no renunciará a su cargo, que sólo pedirá licencia. ¿Ya le llegó también a él el temor al monstruo masista?

En medio de este precipitado desmadre proselitista, en el que incluidos Branko Marinkovic y Chi Hyung Chung saben que sus techos en las preferencias están por llegar a su límite, emerge la figura de un campesino cocalero de nueva generación, algo así como un quechua-fashion que tiene la cabellera recortada y rapada a los lados cual si fuera futbolista de la Premier inglesa y que ha aparecido en vallas publicitarias con fotografía de vocalista cantamañanas, el hashtag “unidad ante todo” con un mensaje principal que dice “Andrónico bicentenario”, al que alguna mano invisible con conocimientos de estrategias de campaña está posicionando como el candidato no candidato. En esa ambigüedad, en esa indeterminación, si se quiere en la tibieza de sus maneras se está intentando instalar al presidente del Senado como la figura-bisagra para reunificar al MAS-IPSP y de esa manera agarrar vuelo hacia el 17 de agosto.

El diablo no sabe para quién trabaja. El caudillo Evo engendró a Andrónico al nombrarlo tercer hombre al comenzar la marcha del MAS el pasado año. Quería forzarlo a la arremetida para acortarle el mandato al presidente Arce y en ese momento el joven cocalero demostró que podía enojarse abandonando la travesía para no volver y afirmar categóricamente que no es ningún golpista. A partir de ese momento, el evismo se partió. Empezaron a surgir las voces de proclamación con “Andrónico presidente”, quien por ahora solo muestra astucia y les viene pegando por igual a Evo, del que no termina de destetarse al reafirmarse como orgánico, y al presidente Arce, para significar que él nada tiene que ver con el achacado fracaso gubernamental presente.

Si finalmente Andrónico Rodríguez termina convirtiéndose en opción electoral, optando el MAS por el mismo método de encumbramiento con el que se endiosó a Evo Morales, no nos quejemos: En la próxima década podríamos tener un nuevo caudillo que otra vez podría meternos en graves problemas de viabilidad política como en su momento lo hicieron Paz Estenssoro, Banzer y Evo Morales.

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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