Enero revolucionario
Falta poco para el 24 de enero. No dejen de trabajar. No dejen de creer. No dejen de imaginar. No abandonen la batalla

Claudia Benavente
Enero. 1, 15 y 24. Tres fechas que para esta A se han consolidado como las tres campanas que marcan el siempre entusiasta y enérgico inicio de año. Vaya que este 2025 necesitamos energía para transitar por un nebuloso pasillo anual: crisis económica, desánimo en grandes sectores, desinstitucionalización, estallido en el universo político y temor de no llegar a las elecciones generales.
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1 de enero. Sí, el Año Nuevo, con la llave en mano para cerrar un año siempre obediente a nuestra voluntad, nuestra fuerza, nuestras profundas determinaciones. Si algo no se cumplió, créame que fue por falta de voluntad, por falta de fe, por falta de rigor. Más allá de la fiesta, detrás del brindis, las uvas y los abrazos, hay un 1 de enero que se quiere revolucionario. Puede ser por el recuerdo cubano de ese 1 de enero de 1959 cuando finalizaba una de las etapas más determinantes con el establecimiento del gobierno revolucionario cubano. Más fresco en el tiempo está el 1 de enero zapatista: en las primeras horas de iniciado el año, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), bajo el mando del Subcomandante Marcos, indígenas del Estado de Chiapas, al sur de México, detrás de un pasamontañas, se levantaban dispuestos a dejar sus vidas reclamando justicia, reivindicación de los derechos indígenas de México y de los pobres. Debe ser que enero es valiente, rebelde, soñador y desobediente.
El 15 de enero no es menos desafiante. Es el 15 de enero de 1981. El 15 de enero boliviano. El 15 de enero de la calle Harrington, cuando eran torturados y asesinados por efectivos paramilitares de la dictadura de Luis García Meza ocho dirigentes del entonces Movimiento de Izquierda Revolucionario (nada que ver con el narcotraficante Oso Chavarría de los años posteriores). Fue una amputación a la izquierda mirista que la dejó por siempre coja y por siempre tuerta. Hasta dejar de ser de izquierda. Este año, en la casa de la viuda de Ricardo, Ruth, se prendieron dos velas que parecen decir que no se apagarán nunca. Alrededor de ellas encontramos una vez más, como hace 44 años, la mirada fija de Ricardo Navarro, de José Luis Suárez, Ramiro Velasco, de Pepe Reyes, de Artemio Camargo, de Jorge Baldivieso, Gonzalo Barrón y de Arcil Menacho. Ni olvido ni perdón. 15 de enero en Sopocachi.
El 24 de enero es la tercera y no menos memorable marca del primer mes de cada ciclo temporal. Pudo haber sido otro día, me explicó alguna vez el creador Edgar Arandia; pero tiene que ser a las 12 del día. Taypi. Es el punto de encuentro de las fuerzas positivas y negativas, el punto donde pueden convivir las diferencias. Nada puede impedir desde temprano en la mañana que esta A amante de los sueños que se cumplen, organice su corazón y planifique con su Ekeko (un regalo de Edgar Arandia, faltaría más) el mapa de lo que se construirá el resto del año. Es tan milimétrico el trabajo del Ekeko que el año pasado primero compré un perrito chapi blanco de miniatura y minutos después compré otro, un perrito salchicha negro (más cerca de mi deseo). Por supuesto que para el martes de Carnaval mi Ekeko ya me había dejado en la recepción de mi edificio dos perros salchicha negros en adopción. Cosas de las Alasitas. Cosas del deseo.
Este enero 2025 tiene más batallas. Son las batallas de los presos. De aquellos que en estos mismos momentos están terminando de pintar un “cholet” de hojalata. Son trabajadores de la esperanza que, al margen de la historia que los llevó a la cárcel, decidieron luchar contra el hacinamiento y abrirse rincones entre los rincones de las prisiones bolivianas para tallar en madera un barco sin mar, convertir la imagen de un auto antiguo en una novedad para esta feria alasitera que se inaugura el 24, convertir sus manos presas en manos que dan vida a ejércitos de minibuses que por falta de espacio secarán sus colores en uno de los techos del Penal de San Pedro. No llevan trajes a rayas como los presos de los países ricos; estos obreros de la esperanza visten overoles de albañiles que ya están teñidos de los colores de la libertad, manchados de estuco. Sus dedos morenos van del pincel a la tijera, del martillo a la bolsa de coca de la que se prestan fuerza para seguir produciendo. Falta poco para el 24 de enero. No dejen de trabajar. No dejen de creer. No dejen de imaginar. No abandonen la batalla. De ustedes depende también que quienes no estamos privados de libertad hagamos realidad nuestros deseos que se anunciarán con convicción en este enero revolucionario.
(*) Claudia Benavente es doctora en ciencias sociales y stronguista