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Tuesday 18 Feb 2025 | Actualizado a 06:07 AM

San Pedro, los techos y los puchos

/ 15 de enero de 2025 / 06:03

Decían antes que un escritor verdadero no era tal si no pasaba una temporada en la cárcel. Dicen ahora que la prisión es un buen sitio para escribir. El tarijeño Ramiro Antelo León cayó en “cana” sin querer queriendo, tiempo que le sirvió, entre otras cosas, para escribir el mejor libro sobre una cárcel boliviana que he leído nunca. Es “La balada de San Pedro” (editorial “Los socios del naufragio”, Oruro). Es una crónica que te cogetea; es un diario asfixiante de esa ciudad sin horizontes ni crepúsculos.

Los paceños/paceñas no miramos la cárcel del barrio de San Pedro. Pasamos por delante de esta “Babilonia de adobe y acero”. Nos sentamos a comer los maravillosos helados “Splendid” de la esquina de la plaza. Pero apenas fijamos la mirada en los muros. A lo sumo vemos las colas que se forman los jueves y domingos, días de visita. Hacemos como si San Pedro no existiese. Es un sentimiento de culpa/temor. Es nuestro lado oscuro.

Ramiro Antelo León nos mira desde adentro. Nos coloca delante de la ciudad prohibida, rodeada de una muralla de adobes invisibles. Es San Pedro y el vaivén del candado amarillo de la puerta de salida. Ramiro es un “preso nuevo”. A medida que la narración salvaje avanza, dejará de serlo. Pasea por las secciones/barrios: Guanay, Cancha, Muralla, Grúa, Posta, Pinos, Álamos, San Martín, Palmar, Primero de Mayo, “Chonchocorito”. Y el lector, con él.

“La balada de San Pedro” es un gran viaje por la geografía cautiva, por la teología carcelaria, por los barrios y clases sociales de la mazmorra. “No hay preso que no lea la Biblia; los maleantes son unos beatos de primera”. Ramiro confiesa -ante la multiplicación de callejones sin salida- que no llegará a conocer toda esa geografía a pesar de los años. Confiesa que los presos sienten estar en un zoológico cuando las visitas traen plátanos y cigarrillos. “Las visitas se esperan tanto y se soportan tan poco”. Confiesa que las peleas a muerte llegan en la noche en “población” cuando llueve y nadie mira.

Subimos a los tejados, acudimos a los llamados de lista, soportamos audiencias judiciales infinitas, fumamos pucho tras pucho, “globito” tras “globito” para mirar de frente a los cielos. “La luz y el humo son servicios básicos en San Pedro”. Sentimos el olor a preso impregnado en ropa que no tiene color. Vemos como el tiempo se detiene, como el pasado y el futuro se desordenan. Como las tardes se hacen lentas. Caminamos los patios/conventillos, como viejas calles de Damasco. “En San Pedro se camina mucho”. Nos cocinamos arroz tras arroz. Nos dormimos vestidos gracias a un “lorito” (pastilla de Lorazepam). “Dormir es la única forma de libertad”, escribe Ramiro. “Por eso al preso no se lo molesta cuando duerme”. Nos sentimos solos pues la soledad es la verdadera cárcel. Festejamos las fiestas. Y los días sin nombre ni número “donde el tiempo no debe ser contado porque se estira molesto”.

“La balada de San Pedro” es una gran crónica de personajes en la ciudad de los adobes, en “la máquina de moler alegría”. El viejo preso que vende pan y nadie conoce su voz. Los policías, quince para 1.500 presos. Los “treintones” (condenados a 30 años sin derecho a indulto). Tomás Colque, el único jovial entre ellos. Los “estufas” (presos por estafa, los que no gozan de respeto y son humillados). Don Robertito, uno de ellos. Es el que vende artículos financieros a profesores universitarios.

Los “Milosevich” (condenados por narcotráfico, por la ley 1008). Los maleantes comunes, condenados a ser “taxis” (mensajeros por calles y techos) dentro de este hogar de muros altos. Los “violines” o “violetas”, los condenados por violación (y su fatal destino de palizas y muerte).

Los curas (el negro panameño, entre ellos). Y las monjas de visita. “El domingo en la tarde es aterrador”. Los “Payasitos”, una pareja de hermanos que trabajaban en un elenco de teatro costumbrista. “El Siles”, el Jaime Rivera, el “Chino” Suárez, el “Lobo”, preso insondable, el “Fantasma”. El fugado “Conde” Baltasar. El “Nabo” y el “Muleta”, dos franceses en “Chonchorito”, los dos “Milosevich”. El “Muleta” retrata alaridos silenciosos que un “pintor famoso y exquisito de la ciudad de La Paz” compraba a un precio irrisorio. Prohibido cantar nombres.

La emotiva salida de Sandro (que reparte todo pues trae mala suerte sacar algo de San Pedro) y la muerte fatal del querido Robertito Luis en la Grulla a manos de un “violeta hijo de puta” tocan el corazón. El “preso nuevo” está a punto de salir tras largos años. Mejor salgamos con él de este libro preso entre techos y puchos para mirar el horizonte y el crespúsculo otra vez.

Ricardo Bajo H. publicaba artículos de Ramiro León Antelo en Fondo Negro.

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Maquinar

/ 18 de febrero de 2025 / 06:02

Abre a las 10, pero no es puntual. A la hora que se supone que debía abrir, está todavía acomodando las cosas en estantes improvisados. Las cosas las clasifica con criterios diversos, algunas, por su uso, otras por el tamaño, otras más, por colores y también por razones emocionales. Hay una mesa sobre la que ha acomodado, casualmente, las cosas que por algún motivo, lo hicieron llorar al menos una vez en su vida adulta. Finalmente, cuando ya son cerca de las 11, abre la puerta del garaje. Puso en varios postes de su barrio una fotocopia anunciando la venta de garaje, por motivos que a nadie le importan. A él sí. No quiere que la gente piense que pasa por una situación económica crítica, no quiere dar la impresión de estar en un momento de importantes carencias. Por eso pone en sus anuncios los motivos de la venta de cosas de su casa. Hay mucha gente que aparenta una vida que en verdad no tiene. Pasa en las redes, en las calles, en las conversaciones en la catedral. Al fin, cuando comienza a llegar alguna persona curiosa, se detiene en la mesa en la que hay una máquina de escribir de los años 50 del siglo pasado, con cinta y un papel puesto en ella para que se compruebe su funcionamiento. La persona curiosa se detiene ante la máquina y escribe algo, lo primero que se le ocurre. La palabra jazmín. Luego pregunta el precio, aunque sabe que no la va a comprar. La máquina perteneció al abuelo y este la recibió de regalo de un colega del periódico en el que trabajaba. Fue periodista de la sección de cultura cuando se escribía sobre asuntos de la cultura, en su acepción cerrada a las expresiones de las artes y el entretenimiento, puesto que escribir sobre aspectos de la cultura como el resultado de todo lo que producen los humanos, hubiera sido y lo sería también hoy, complicado y confuso. Se podrían mezclar temas como la inutilidad de una cuchara con ventilador a pilas, una obra consistente en una escultura sin escultura y los zapatos diseñados para caminar sobre huevos, por ejemplo. El abuelo usó la máquina por muchos años, hasta que se inventó la eléctrica, pero él no pudo comprarse una porque un jueves fue atropellado por una turba de pepinos entusiastas y desenterrados. No hubo culpables. La justicia argumentó a favor de estos, de los pepinos, que al llevar caretas, se trata de personajes que no son sujetos del mundo real y que en su mundo, fantasioso, no existe nada más que la ley del hielo así que la sugerencia fue dejar de hablarles, lo que constituiría una especie de cancelación en estos días, cuando una idea ajena no está acorde a las hegemónicas, por muy disparatadas que sean. El hombre de la venta de garaje se acordó de todo esto a tiempo de dar el precio del aparato y le causó un dejo de tristeza inmediata. Así que levantó la máquina y la llevó a la mesa de las cosas con carga emocional. La persona curiosa, una mujer de más de 34 años, va detrás del hombre, comienza a temblar levemente, siente en el aire un aroma especial para ella, también con una carga emocional. La transporta a una calle de su ciudad natal, blanca, con tejados naranjas, muchos campanarios. En esa calle, una casa, dentro de la casa, un patio con una fuente y rodeando el patio, muchos jazmines en flor.

Se acerca al señor vendedor de cosas de su casa, lo toca en el hombro, apenas, con cierta timidez. Esa máquina tiene algo mío, le dice. No, le responde el vendedor, sin dudar. Por supuesto, insiste la señorita, moviendo los labios lentamente como si se tratara de un movimiento en cámara lenta para destacar algo. En esa máquina escribí parte de la historia de mi vida y esa historia ahora, cuesta como que el doble del costo de su máquina de escribir. La palabra jazmín es para mí, la síntesis poética más importante de mis años de juventud. Esa palabra, a diferencia de la palabra perro, que no muerde, o la palabra beso, que no besa, tiene aroma, el aroma tiene peso y forma y cuerpo y noche estrellada. La hoja, el papel, no es mío. No lo puedo llevar, pero su papel, tiene mi historia. Usted decide, si compra o vende.

Óscar García es compositor y escritor.

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Público privado

/ 18 de febrero de 2025 / 06:00

La alianza público-privada es una manera de coadyuvar esfuerzos entre el Estado y los agentes privados para la realización de emprendimientos que cada uno por sí no puede realizarlos solo, a veces, con la determinación de políticas públicas —campañas contra la aftosa para la ganadería o mercados sin impuestos para la agroindustria— o la concurrencia de capitales en un emprendimiento. Es de esperar que de este esfuerzo salgan beneficiados ambos socios. Planteado así no hay problema, es una necesidad para movilizar potencialidades dormidas; sin embargo, la realidad nos muestra que el principio de beneficio mutuo desaparece con viejas prácticas de acumulación de capital.

El apoyo a una certificación de calidad o la apertura del mercado boliviano a la libre importación de los países andinos buscan captar divisas y beneficios para las necesidades nacionales, pero si las divisas son desviadas a paraísos fiscales, se rompe el beneficio mutuo y la economía nacional se desequilibra.

El neoliberalismo impuso los joint ventures para movilizar los recursos mineros con la inyección de capital y tecnología, así los contratos partían del principio de 50/50. En la práctica, lo primero que hacía el socio era recuperar su capital, en desmedro de las utilidades; si retira su aporte, simplemente no hay sociedad, la empresa sigue funcionando con los réditos del recurso minero. Por otro lado, la pérdida de la dirección y control del proceso productivo da como resultado gastos inflados de los costos, bajando el rendimiento en contra del Estado; la soberanía no puede reducirse a una auditoría. El rezago tecnológico del país pretende ser superado por esta vía, en efecto, el conocimiento y el manejo de nuevas tecnologías ayudarán al sector y en general redundarán en los procesos productivos nacionales, siempre y cuando ésta sea abierta y de libre utilización; si es cerrada, el resultado derivará en una mayor frustración.

Los resultados de ese periodo fueron funestos para el país, a tal grado que el pueblo boliviano estableció -vía nueva constitución- un modelo económico en el que el Estado es el director de la economía y las empresas estatales son el puntal del desarrollo estratégico. Sin embargo, esta lección histórica no tuvo su correlato en la práctica: la receta no es mala, sino los actores son inconsecuentes con lo pregonado; esta tendencia hoy se explaya al proponernos los contratos del litio.

Así de pronto se convierte a Yacimientos de Litio Bolivianos (YLB), que, como empresa estratégica, es responsable de la exploración, producción e industrialización del litio, en promotora de contratos al margen de su actividad productiva. Así medrará de un contrato de servicio de operaciones por 20 años después de haber pagado el 90% de la inversión inicial: bajo la figura de comprador preferente, estamos obligados a vender a nuestro socio el carbonato de litio por este período, postergando la posibilidad de industrializarlo.

Hasta el 2019 YLB avanzó con un derrotero claro, a pesar de las dificultades y errores; con el golpe aciago se lo paralizó, descuidando el mantenimiento de las piscinas construidas y pretendiendo anular el contrato para la planta de carbonato de litio; si bien este gobierno recibió la planta con la certificación de funcionamiento pleno, nunca se preocupó de la reconstrucción de las piscinas y hoy existen dos plantas, de cloruro de potasio y carbonato de litio, con un costo de $US 303 millones y una capacidad productiva de 15.000 TM de carbonato de litio y 350.000 TM de cloruro de potasio paralizadas, lo propio ocurre con la planta piloto de fabricación de baterías en La Palca, Potosí. Nos piden alternativas, ahí está: es un proyecto que ha superado las trancas de la burocracia de UDAPE, CONAPES y del mismo gabinete (2011), cuyos miembros nos sentimos obligados a rendir cuentas de nuestras acciones.

José Pimentel Castillo fue dirigente sindical minero.

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Sheinbaum, la cabeza fría

Sheinbaum no le permitió a Trump mezclar los problemas: una cosa es el narcotráfico, otra la migración y otra la economía

Javier Bustillos Zamorano

/ 17 de febrero de 2025 / 06:01

El domingo 2 de febrero los mexicanos se fueron a dormir tristes, preocupados y con la resignación de que al día siguiente entraría en vigor un 25 por ciento de aranceles en contra de su economía, que un agresivo Donald Trump les había asestado. Pero oh sorpresa, bastó una llamada telefónica de la presidenta de México al magnate para no sólo frenar la amenaza y los insultos, sino poner al descubierto los puntos flacos por donde se puede contraatacar al mandatario estadounidense.

Lea: ¡Un busto para Coco Manto!

Sorprendidos todos, incluidos los integrantes de su gabinete, preguntamos casi al unísono ¿qué pasó? ¿Cómo fue que logró eso? La respuesta de Claudia Sheinbaum en su conferencia de las mañanas fue simple: ante cualquier amenaza o agresión se debe tener la cabeza fría, helada, aunque el corazón se esté incendiando. Con esa cabeza fría habló ese lunes con el siempre caliente Donald Trump, y de a poco, con argumentos sólidos, lo fue enfriando, frío, frío, hasta lograr que Trump le preguntara, casi amable: ¿bueno, y cuánto tiempo quiere suspender los aranceles? Sheimbaum se dio el lujo de bromear: pues para siempre señor presidente. Después de la risa, ella misma puso el plazo: un mes, pasado ese tiempo volverían a hablar.

Donald Trump está acostumbrado a imponerse, en el fondo sigue siendo ese comerciante que primero amenaza e intimida y luego, debilitado su oponente, negocia y obtiene siempre una ventaja. Es su estrategia y la publicita en los libros que escribió. Así, sin ningún decoro diplomático, acusó al gobierno mexicano de ser cómplice del narcotráfico, alentar la migración y abusar económicamente de su país con un déficit comercial; por eso el castigo arancelario.

Científica, acostumbrada a formular conclusiones basadas en la evidencia, Sheinbaum no le permitió a Trump mezclar los problemas: una cosa es el narcotráfico, otra la migración y otra la economía; vamos por partes. Del narcotráfico, le hizo comprender que es un problema no sólo de México, sino bilateral, pues en Estados Unidos es donde hay más consumo y demanda de drogas; donde hay un problema de salud desatendido con 107.888 muertos al año por sobredosis de fentanilo, que no empezó ayer, sino en los 90 cuando la farmacéutica Purdue Pharma inundó ese territorio con el analgésico OxyContin, sabiendo que su principal ingrediente era altamente adictivo; todo en complicidad con las autoridades del ramo.

¿Por qué los cárteles mexicanos son tan letales? Porque Estados Unidos les proporciona las armas ¿Qué hace un lanzacohetes del ejército estadounidense en manos de los narcos? ¿Cómo es que llegan de allá 200 mil armas de alto calibre al año? ¿Quién distribuye las drogas en Estados Unidos? ¿No hay cárteles allá?

De los aranceles, Sheinbaum le documentó que México es el primer socio comercial de Estados Unidos, por encima de China y otros países, y que los más perjudicados serían los consumidores estadounidenses ¿Y el déficit que Estados Unidos tiene con México? le preguntó Trump y Sheimbaum le respondió: pues esas cosas ocurren cuando uno es socio comercial de otro, normal del movimiento económico donde se gana y se pierde.

Así, la mexicana fue desmoronando uno a uno los embates de Trump y se comprometió a enviar 10 mil soldados a su frontera para controlar la migración y conformar grupos bilaterales para atender cada uno de los puntos en conflicto. No obstante ese acuerdo, el siguiente lunes Trump volvió a decretar aranceles, ahora del 25 por ciento al acero, proveniente de cualquier lugar del mundo, los más perjudicados Canadá, Brasil y México que le vende a Estados Unidos el 80 por ciento de su producción. Con la cabeza fría, Sheimbaum recomendó esperar al 12 de marzo, día en que entraría en vigor la nueva amenaza, pero ya envió a su equipo negociador, cargado de argumentos, para que apague ese nuevo fuego. De todos modos, dijo, su gobierno no sólo tiene un plan B, sino un C y hasta un D por si no resultara.

David contra Goliat, dicen de esta batalla, pero prefiero compararla con el estilo de un famoso boxeador mexicano, Julio César Chávez, que en sus peleas nunca perdía el control, aunque sus rivales fueran más fuertes y agresivos. No respondía con la misma violencia, pero golpeaba en zonas específicas, ganchos al hígado y al estómago, rápidos y repetidos. Golpea al cuerpo que la cabeza caerá sola, decía.

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

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Sufragio universal

Farit Rojas

/ 17 de febrero de 2025 / 06:00

El reconocimiento del sufragio universal, libre, igual, directo y secreto, es una de las conquistas más valiosas de la democracia moderna, liberal y pluralista. Se lo caracteriza como libre en tanto es la expresión de la libertad de elección, condición sin la cual no habría propiamente elección; se lo caracteriza como igual en tanto no debe ser diferenciado en razón de propiedad, ingresos, capacidad impositiva, educación, religión, raza, sexo u orientación política; se lo caracteriza como directo en razón de que es el elector mismo el que determina su voto para el candidato motivo de la votación, es decir no existe una mediación entre la voluntad expresada en el voto y el resultado del mismo; y finalmente se lo caracteriza como secreto como una garantía de que el voto sea una expresión de la libertad de la persona sin la presión o la mediación coactiva de terceros. Actualmente existen pocas limitaciones al sufragio universal por razones de edad y extranjería.

Vea: Hiperpublicidad

En Bolivia el sufragio universal fue reconocido mediante el decreto-ley Nᵒ 2138 de 21 de julio de 1952. El artículo 1 de referido decreto señala: “tendrán derecho al voto para la formación de los poderes públicos todos los bolivianos, hombres y mujeres, mayores de veintiún años de edad, siendo solteros o de dieciocho siendo casados, cualquiera que sea su grado de instrucción, ocupación o renta”. Las primeras elecciones con sufragio universal se desarrollaron en 1956.

La constitucionalización del sufragio universal se llevó a cabo con la reforma constitucional de 1961 que amplió el estatus de ciudadanía a todos los bolivianos mayores de 21 años, cualquiera sea su grado de instrucción, ocupación o renta, asimismo determinó que la ciudadanía consiste en concurrir como elector o elegido a la formación o el ejercicio de los poderes públicos. Sin embargo, un curioso cambio sucede en la reforma constitucional de 1967, en la que se introduce en el artículo 221 que “son elegibles los ciudadanos que sepan leer y escribir y reúnan los requisitos establecidos por la Constitución y la ley”. Para muchos se trató de un retroceso que fue enmendado en la reforma constitucional de 1994, la misma que señala, también en su artículo 221, que “son elegibles los ciudadanos que reúnan los requisitos establecidos por la Constitución y la ley”. Esta modificación se mantiene en la reforma constitucional de 2004 y la Constitución Política del Estado de 2009, actualmente vigente, que amplía al máximo el estatus de ciudadanía al disponer, en su artículo 144, que “son ciudadanas y ciudadanos todas las bolivianas y todos los bolivianos, y ejercerán su ciudadanía a partir de los 18 años de edad, cualesquiera sean sus niveles de instrucción, ocupación o renta. La ciudadanía consiste: 1. En concurrir como elector o elegible a la formación y al ejercicio de funciones en los órganos del poder público, y 2. En el derecho a ejercer funciones públicas sin otro requisito que la idoneidad, salvo las excepciones establecidas en la Ley”. La Constitución vigente otorga la ciudadanía a todo boliviano y boliviana, pero condiciona su ejercicio a los 18 años cumplidos. El ejercicio de la ciudadanía supone el ejercicio de derechos políticos, que como lo expresa el artículo 26, supone “el derecho a participar libremente en la formación, ejercicio y control del poder político, directamente o por medio de sus representantes, y de manera individual o colectiva”.

(*) Farit Rojas es docente investigador de la UMSA

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Equis

Dada la polisemia de la palabra-letra es posible señalar los múltiples usos que tiene el signo compuesto

Claudio Rossell Arce

/ 16 de febrero de 2025 / 06:04

En la vida cotidiana son innumerables las ocasiones en las que no se quiere o no se puede nombrar cosas, objetos, ideas o personas; en esos casos es de utilidad una palabra que a la vez es una letra y cuyo sinónimo es equis. Se trata de la antepenúltima letra del alfabeto español, y su potencial evocativo es tan grande que, así humilde como es, merece estar en el altar de la súper polisemia.

Como letra, y dependiendo de junto a qué letras aparece, su sonido es diferente: como j, o como k, o como s. El Diccionario de la Real Academia lo explica de modo claro y didáctico: “al igual que la s, representa el fonema fricativo dentoalveolar sordo en posición inicial de palabra, como en xilófono, y el grupo formado por el fonema oclusivo velar sordo y el fonema fricativo dentoalveolar sordo en posición intervocálica, y a final de sílaba o de palabra, como en examen, mixto y relax”.

Lo invitamos a leer: Woke

Como palabra, es tan poderosa que cierto hipermillonario (que medra de la etiqueta de “hombre más rico del mundo” de formas inimaginables y hasta perversas) la ha usado como marca de muchos de sus emprendimientos, a cuál más faraónico y abusivo, incluyendo la app del pajarito azul, que de ser un trino pasó a ser simplemente X, y hasta como nombre de uno de sus hijos. Gente de plata hace lo que quiere, dicen los viejos, blanqueando los ojos cuando no muertos de risa.

Dada la polisemia de la palabra-letra es posible señalar los múltiples usos que tiene el signo compuesto por dos líneas cruzadas (o su sinónimo de cinco letras), comenzando por el más conocido desde las épocas escolares: la incógnita matemática, que en toda ecuación es representada por la X (y si las incógnitas son varias, esta es, invariablemente, la primera). Es, pues, el emblema del misterio, y fascina a quienes disfrutan de las matemáticas por representar el reto de resolver el problema, de conocer lo que está velado.

Así, más allá de la antigua ciencia de los números, que fascina tanto como engrandece a la humanidad, la X sirve para no tener que nombrar lo que no se conoce. “Un lugar X” puede ser cualquier sitio en el mundo, “un asunto X” puede ser de menor o ninguna trascendencia o, peor, una persona X es alguien que no se quiere o no se puede nombrar. Decirle X a alguien es el modo de arrebatarle su identidad, dejarle sin agencia, equis es nadie, aunque su presencia sea evidente. Equis es el elefante en medio de la sala, lo mismo que la incógnita en la estadística que juega con las volátiles opiniones muchos meses antes de las elecciones. Y es el paquidermo no nombrado, a menudo porque da vergüenza o, peor, miedo; ocurre en secretas salas de reuniones, en cafés y bares, pero también en los no sabe / no responde.

Para muchas personas del norte global, la X repetida tres veces al pie de una carta o manuscrito, indica algo así como “besos, te quiero”, pero para muchísimas más la triple repetición significa “películas prohibidas”, pornografía. Si la X solita sirve para reemplazar el nombre de lo prohibido, cuánto más si va tres veces junto a un título o, como era antes, en una cartelera de cine de barrio: nadie iba, pero todos la habían visto. X es la marca de la censura, de lo que alguien no quiere que se conozca, en nombre de la moral y la decencia, de los principios ideológicos (o los fines), del pueblo, de la democracia, de la libertad…

Es la marca del error, como en los exámenes, nadie quiere una X en su hoja de papel, en su nombre, en su imagen. X es un estigma del que duele hablar, a quien lo porta y a quien lo mira; es lo que no debió suceder. Equis es la mentira que se cuenta una y otra vez para justificar lo injustificable, ahondando en el error; equis, la falsedad que cuenta el personaje X, porque le han pagado para hacerlo. X, el registro del pago espurio.

¡Equis! La exclamación que reemplaza cualquier razón, cuando la discusión está perdida, cuando la simple resignación no es aceptable, cuando no alcanzan las palabras, cuando no se tiene opinión o se prefiere no decirla. Finalmente, “¡Ay, equis!”, cuando no se tiene nada que decir.

(*) Claudio Rossell Arce es profesional de la comunicación social

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