Cuál democracia

Julieta Paredes Carvajal
La recuperación de la memoria y la energía de nuestra identidad es un camino largo, que une los senderos que nuestros pueblos transitaron y que hoy nos presentan el desafío de la actualidad donde nos encontramos. La invasión colonial destruyó nuestra organización política, social, cultural económica, destruyó la vida y las concepciones de la vida, que en estos territorios construimos con sus virtudes y defectos.
Muy al contrario de lo que piensa -desde su ignorancia- la gente racista, no se trata de volver al pasado, se trata de recuperar la memoria, para construir con sabiduría el futuro, eso es algo muy distinto.
Es histórico este momento del proceso de cambios revolucionarios del pueblo boliviano, la crisis en que nos encontramos nos proporciona una oportunidad valiosa para poder profundizar nuestro camino de afirmación vital, en medio de un mundo donde se diluyeron los significados históricos, los sentidos personales y el contenido propositivo de las palabras: vivir bien, revolución, justicia, libertad, amor, democracia.
Voy a referirme a esa última palabra, democracia y las prácticas de la democracia; no voy a meterme ni en la etimología ni en el origen. Voy a partir temporalmente del sentido que le dimos a esta palabra, en lo que llamábamos “recuperación de las libertades democráticas” en las luchas contra las dictaduras. Hoy sé que el ideal que nos movía estaba muy lejos de lo que en verdad logramos recuperar, pues las libertades democráticas consistían -en nuestro imaginario- la participación total en todas las decisiones que definen el destino de nuestros territorios. Consistían también en la participación organizada del pueblo, la conciencia y responsabilidad al momento de elegir y votar, de asumir el control social y popular y la necesidad de la discusión de los objetivos históricos de nuestras luchas en base a un proceso de formación política.
Hoy nos enfrentamos a la crisis de la democracia burguesa, que ya evidenció la esencia manipuladora de su origen burgués y la función dictatorial y excluyente de sus prácticas reales. Nosotras como mujeres tenemos la otra mirada que a nuestros hermanos se les escapa, por eso decimos que es el momento de acudir a la memoria, dar un salto cualitativo de esa concentración de poder en la figura presidencial, que representa el individualismo político implantado en la revolución francesa. Necesitamos salir de las figuras presidenciales que concentran las decisiones, necesitamos construir con memoria y propuestas nuevas lo que llamamos la democracia comunitaria, donde la figura presidencial no concentre las decisiones, donde las decisiones se concentren en la representación del pueblo organizado mandar obedeciendo
Necesitamos potenciar el pacto de unidad y ampliar un anillo de participación de otras organizaciones vivas. El presidencialismo de la democracia burguesa le funciona a los burgueses, pero a los pueblos no. Las organizaciones sociales deben dejar de ser llunkus y prebendales. Responsabilidad ética, tareas de la cuales la mitad cae en manos de las mujeres. ¡Viva la marcha por la vida!
Es feminista comunitaria