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Saturday 8 Feb 2025 | Actualizado a 00:06 AM

El bicentenario de la república colonial

/ 11 de enero de 2025 / 08:37

El odio clasemediero conservador contra el MAS parece encontrarse en pausa porque estaba fundamentalmente concentrado en la figura de Evo Morales que, por estos días, ya se sabe, no es más jefe del partido y su condición electoral vigente es la de la inhabilitación que le impide buscar una postulación que pudiera conducirlo a una cuarta presidencia, luego de las tres ejercidas entre 2006 y 2019.

Como Evo ya no será el “¡masista!”, como insulto callejero ha dejado de ser tan estruendoso en el último año, pero no por ello se debe perder de vista que ese odio ha permitido configurar en las dos últimas décadas el Odiómetro antimasista que probablemente tiene entre los tres de su podio a un opinador que sus amigos pititas llaman “Chino”, quien el 8 de agosto del pasado año ha publicado “Los tres mitos a superar antes del bicentenario”, un artículo en el que se antepone el oficio de peón ideológico desprovisto de rigor conceptual con respecto de la los hechos que han configurado una república colonial fundada en 1825 y que desde 2009 tiene inscrita la misión de construir un Estado plural e incluyente desde la constitucionalización de sus pueblos y naciones indígenas originarias y a continuación campesinas.

El primer mito al que se refiere este operador dice que “somos pobres por culpa del imperio (o de otros)”. Bastará con que el escribidor lea “Las venas abiertas de América Latina” (1971) de Eduardo Galeano para recordar que tal afirmación no puede ser otra cosa que una simplificación de la histórica condición de dependencia de nuestros países sometidos al capital transnacional, con injerencia en lo político y económico de nuestras presuntas “repúblicas independientes y soberanas”. No somos pobres por culpa del imperio, en todo caso no somos lo ricos que pudiéramos ser porque para que el imperio tuviera éxito en llevarse nuestro oro a cambio de baratijas, eran imprescindibles agentes locales (cipayos) que facilitaran los voraces objetivos de la “inversión extranjera” que ahora andan afanados por nuestro litio. En síntesis, esa condición de pobreza material de nuestras mayorías nacionales se la debemos en gran medida a las élites gobernantes a las que Carlos Montenegro caracterizó en “Nacionalismio y coloniaje” (1944) como la antinación. Para una correcta documentación que permita un conocimiento procedente de la investigación académica (el autor es estadounidense) es imprescindible leer “Minas, balas y gringos, Bolivia y la Alianza para el Progreso en la era Kennedy” (2016) de Thomas C. Field Jr.

El segundo mito, según este operador de la derecha, dice que “el pasado precolombino era mejor” e intenta justificar esta afirmación con frívola liviandad: “el pasado trajo cosas negativas como positivas. Siglos después, concluimos que los quechuas no habríamos sido los quechuas sin el contacto con España y los otros pueblos”, es decir que los quechuas se habrían quechuizado gracias al contacto con los conquistadores que debido a la colonización de los cuerpos de las mujeres indígenas con las que se edificó el mestizaje. Sería muy bueno que el autor de semejante interpretación nos informara sobre las fuentes de esa “nostalgia precolombina”. Que sepamos contemporáneamente, el mismísimo Papa Francisco pidió perdón “por el mal cometido por tantos cristianos contra los pueblos indígenas” (2021), mientras que el rey emérito de España, Felipe VI no fue invitado a la posesión de la presidenta de México, Claudia Sheinbaum (2024), precisamente por haberse negado a pedir perdón por la violencia exterminadora, explotadora y saqueadora de la conquista española. No es que el pasado precolombino haya sido mejor para nuestros pueblos indígenas, sucede que a partir de la llegada española a nuestras tierras comenzaron “cinco siglos igual” como canta León Gieco.

El tercer mito es para una contra-antología: “Somos ricos porque tenemos recursos naturales. Este cuento es muy reproducido en las escuelas, colegios, universidades y otros centros de información y tiene como fin ubicar al país como objetivo de las potencias extranjeras que ambicionan nuestra riqueza”. Para respaldar su genialidad dice que nos falta conocimiento porque en realidad somos pobres por lo mismo, por poseer recursos naturales y no estar preparados profesionalmente para dejar de serlo.

Ningún cuento chino o cosa parecida: Tenemos un país materialmente rico, pero históricamente saqueado. Con solamente examinar los desmembramientos territoriales sufridos contra Chile, Brasil y Paraguay, comprobaremos que las guerras del Pacífico, del Acre y del Chaco fueron activadas por intereses de los grandes capitales: guano, salitre, goma, petróleo y gas. Con sólo revisar la historia de la Standard Oil por estas tierras, llegaremos a la conclusión que estos supuestos tres mitos, son en realidad parte de la explicación de nuestra historia, ahora que conmemoramos los doscientos años de creación de la república colonial de Bolivia.

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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Campañas fragmentadas, encuestas volátiles

/ 7 de febrero de 2025 / 06:00

Bien ha señalado el OEP hace unos días que se encuentra imposibilitado normativamente de constituirse en el actor ordenador de la avalancha de encuestas en la que nadamos desde que inició este año. Podríamos intentar señalar que particularmente en este proceso electoral el mercado de las encuestas ha acudido con demasiada prontitud a su encuentro con la conversación pública, pero sería incorrecto. No se trata de que particularmente sólo los estudios de opinión han acudido demasiado pronto a la escena electoral, pues se observa que lo mismo pasa con las campañas y es así también con las candidaturas.

Y es que la clave que une todos estos fenómenos que pasan simultáneamente y que pudieran parecer sorprendernos, en realidad no deberían hacerlo pues desde hace un par de décadas ya muchos estudiosos se han dedicado a señalar que los tiempos de la política han cambiado: son más veloces y más efímeros, lo que hace que los ciclos o periodos que la ordenaban sean casi sólo nominales en la actualidad. No sólo eso sino además que la comunicación (campañas) se ha fragmentado y los datos (encuestas) se han vuelto potencialmente volátiles. Son los nuevos códigos que signan la política electoral de hoy.

Así volátiles como se ven los prematuros datos también tienen distorsionados sus efectos en este momento pues están al servicio de las pugnas intestinas que se libran en los respectivos frentes políticos. Fuera de ello parecieran configurarse más como alimento cotidiano para nuestra emocionalidad política que como disparadores de preguntas que nos permitan entender, el “todo” boliviano que es cada vez más complejo. Sabemos que, en muchas ocasiones (algunas las hemos vivido), las encuestas se equivocan y actualmente atraviesan su propia crisis de credibilidad, pues en esta sociedad de la desconfianza tendemos más a creer que son herramientas de manipulación al servicio de actores políticos que insumos para explicar alguna realidad. En el mejor de los casos son un bien codiciado en tanto alimentan la escena electoral precisamente de manera anticipada, teniendo un efecto mayor sobre nuestro ánimo y el rompecabezas que está siendo la papeleta electoral que sobre los venideros resultados.

En lo que respecta a las campañas, estas tienden a ser continuas y fragmentadas, continuas en tanto no pueden darse el lujo de parar (por esto de la velocidad de la política) y fragmentadas en tanto deben parcelar el discurso para responder a públicos clasificados tribal e identitariamente. Cualquier insumo/mensaje de campaña va a ser útil siempre y cuando sea para hoy y ya no es importante si tiene coherencia con el todo discursivo, si es que lo hay. Y como, en términos de contenido, ya no se depositan recursos en mostrar lo que se es sino lo que no se es, se han vuelto importantes generadores de clivajes políticos más que de argumentos. Luego, se ve que lo que está ordenando la conversación pública en campaña es lo polémico y lo intrascendente que compite en agenda con lo serio y lo relevante. Y aunque esto último no es nuevo, está —otra vez— acelerado e intensificado, territorios digitales de por medio.

En suma, todo este escenario tiene más que ver más con las características de la política en el siglo XXI y en la Sociedad de la Desinformación, que con las condiciones peculiares de este proceso electoral (que existen). No podemos, entonces, declararnos sorprendidos por lo que presenciamos, sino que parece ser tiempo de gestionar este nuevo orden de cosas. El artículo 94 de la Ley del Régimen Electoral señala que los procesos electorales de mandato fijo deben ser convocadas “con una anticipación de por lo menos ciento cincuenta (150) días a la fecha” de la votación. ¿Qué impediría entonces que sean convocadas antes de ese plazo, dado que pareciera que vivimos en el país del panorama electoral permanente?

Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka

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Pedagogía de la Exigencia

La exigencia puede fortalecer la responsabilidad, la autonomía y el desarrollo de habilidades

Roberto Aguilar Gómez

/ 6 de febrero de 2025 / 06:01

En varios eventos educativos, el presidente Arce hizo un llamado a los maestros para que «exijan más» a sus estudiantes. En la inauguración del Congreso de Educación y en el inicio del año escolar 2025, expresó: «Uno de los temas a mejorar es la exigencia hacia nuestros niños desde el primer curso. Cuanta más rigurosidad y exigencia tengamos, mejor será la formación que logramos… es importante exigirles y disciplinarlos».

El discurso del presidente podría interpretarse como una visión simplificada de la problemática educativa, al centrarse en “exigir más” como una responsabilidad individual de los docentes y estudiantes, sin considerar el impacto de factores estructurales como el contexto socioeconómico, las desigualdades, las brechas educativas, las capacidades individuales y las condiciones materiales de la educación.

Consulte también: Crisis económica e inicio de clases

En el pasado, los modelos educativos tradicionales, consideraban la “exigencia” como sinónimos de disciplina estricta, memorización, obediencia y castigo, donde el error se veía como una falla en lugar de una oportunidad de aprendizaje. Con el avance de las pedagogías modernas, la “exigencia” se basa en la reflexión, orientada al desarrollo holístico del estudiante, articulando el aprendizaje individual con la construcción del conocimiento de manera participativa.

Por ello, la exigencia constituye un concepto fundamental en la educación, pero también es objeto de debate por sus implicaciones en el desarrollo del aprendizaje del estudiante y en el rol del maestro en la enseñanza. Exigir en la educación puede entenderse como el acto de establecer estándares de desempeño y compromiso, con la intención de estimular el esfuerzo, la disciplina y la superación personal. No obstante, la manera en que se implementa esta exigencia puede generar consecuencias tanto positivas como negativas.

Desde una mirada positiva, la exigencia puede fortalecer la responsabilidad, la autonomía y el desarrollo de habilidades establecidas por los perfiles establecidos. Plantear retos adecuados puede motivar a los estudiantes a desarrollar habilidades de pensamiento crítico, creatividad y resolución de problemas.

Sin embargo, cuando la exigencia se aplica de manera mecánica, estricta y sin considerar las necesidades de los estudiantes, puede resultar en prácticas que causan miedo, desmotivación y ansiedad. A veces, esto se manifiesta como una desvalorización de los esfuerzos del estudiante o la comparación constante con otros. También puede llevar a situaciones donde se usan estrategias coercitivas o descalificaciones que afectan la autoestima y la actitud ante los procesos educativos.

Desde la perspectiva del pensamiento pedagógico sociocrítico, la exigencia en la educación debe ser analizada en el marco de las estructuras sociales y económicas que influyen en el acceso, la permanencia y la calidad del aprendizaje. Se debe tener en cuenta que una exigencia impuesta sin equidad refuerza desigualdades preexistentes y reproduce modelos educativos excluyentes. Freire y otros pedagogos críticos plantearon que el aprendizaje debe ser un proceso dialógico y liberador, donde la exigencia no se traduzca en una imposición autoritaria y colonial, sino en un compromiso comunitario con la transformación social a partir de la individual.

En el Estado Plurinacional de Bolivia, donde la diversidad cultural, lingüística y socioeconómica es una realidad innegable, la exigencia en el ámbito educativo debe ser abordada con sensibilidad y responsabilidad. Si bien fomentar el esfuerzo y la responsabilidad en los estudiantes es fundamental, es crucial evitar que la exigencia se convierta en un factor de exclusión y profundización de las brechas existentes.

La Pedagogía de la Exigencia, en este contexto, debe construirse sobre principios de justicia social, intraculturalidad, interculturalidad y descolonización. Esto implica reconocer y valorar las particularidades de cada estudiante, ofreciendo oportunidades equitativas para su desarrollo integral, respetando las condiciones socioeconómicas y los contextos culturales. Una exigencia que promueva la inclusión y la equidad, en lugar de la homogeneización y la exclusión.

(*) Roberto Aguilar Gómez es docente investigador de la UMSA y exministro de Educación

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Mala educación

Lucía Sauma, periodista

/ 6 de febrero de 2025 / 06:00

Este lunes terminaron las vacaciones para más de 3 millones de estudiantes en todo el país. Desde enero, los padres de familia hicieron filas frente a escuelas y colegios. Las librerías, los centros comerciales y los puestos callejeros abarrotaron sus espacios con útiles escolares, mochilas y uniformes. El domingo 2 de febrero, las familias con hijos se prepararon con afán para asistir el lunes al primer día de clases, todo como parte de un ritual que se repite año tras año para que los niños y adolescentes inicien su educación. Pero la verdad es que el 3 de febrero comenzó el año escolar, es decir el proceso de instrucción de los escolares en determinados contenidos de matemáticas, física, historia, geografía, etc. etc… la verdadera educación no tiene vacación, es permanente y es la que nos enseña cómo vivir. Esa educación, la que nunca se detiene, la aprendemos en la casa, en la calle, con nuestra familia, con los amigos, es la que sólo se aprende con el ejemplo, es la que lastimosamente hemos delegado a las redes sociales, al internet.

Lea: Libre pensamiento

Los padres suelen festejar y hasta admirarse por las destrezas con que sus hijos pequeñitos manejan un celular o una tablet. Los adultos cuando están a cargo de un menor suelen calmarlo o distraerle entregándole un celular, la criatura aprieta las teclas a su antojo y tiene imágenes que captan su atención sin límite de tiempo, incluso mejor que el televisor. Esa mente de 3, 5 o 7 años se convierte en presa fácil de manipulación. ¿Qué problemas genera la exposición frecuente de los niños a las pantallas de aparatos electrónicos? Aumento de peso hasta la obesidad, déficit de sueño, retraso en el desarrollo del lenguaje porque no habla con otras personas, le produce falta de atención y bajo rendimiento escolar, aislamiento y hasta problemas de malformaciones físicas.

Desde el año pasado, en Europa se abrió el debate sobre la edad mínima para que los niños accedan al celular u otros medios electrónicos, unos países dicen que a partir de los 12 años y otros aún más, es decir hasta los 15. La Organización Mundial de la Salud es mucho más específica limitando en primer lugar a que los niños menores de 2 años tengan 0 acceso a las pantallas. De 2 a 4, una hora al día y de 5 a 17, dos horas al día. Esto representa todo un reto para los padres o tutores de los niños y adolescentes.

A todo lo citado anteriormente se debe agregar un mal que está en crecimiento acelerado y es el acceso a pornografía, a ser presa de la trata de personas. Es muy difícil controlar el torrente de información mala, buena, útil o desechable a la que tienen acceso los niños y adolescentes en cuanto tienen un teléfono en sus manos.

Es necesario debatir sobre las edades mínimas para que los niños accedan al celular o cualquier otro medio electrónico en nuestro país y no confundamos coartar la libertad con un tema de cuidado de salud mental y física que ya está dañando a niños y jóvenes.

(*) Lucía Sauma es periodista

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Tributo a la forma y el sentido

/ 5 de febrero de 2025 / 00:15

Tres horas con treinta y cinco minutos frente a la pantalla que, con honestidad, se te pasan volando. The brutalist, un drama histórico del director estadounidense Brady Cobert que avanza firmemente hacia los premios Oscar, con diez candidaturas y altas posibilidades de cosechar el premio a mejor película (ya se llevó el Globo de Oro), a mejor director (en la bolsa están el Globo de Oro y León de Plata en Venecia) y mejor actor para Adrien Brody (de igual manera, Globo de Oro y Venecia), se estrena este jueves en salas bolivianas.

A diferencia de lo que sucede a fin de año, cuando hay tiempo de ir al cine pero la cartelera es lacrimógena, en temporada pre Oscar grandes películas compiten una al lado de la otra en las marquesinas. Si bien es genial tener tan excelentes propuestas en nuestras salas para verlas como se debe, en la gran pantalla, se corre también el peligro de que no estén disponibles por mucho tiempo. Y esta cinta, señoras y señores, no se la puede dejar pasar. Les explico a continuación porqué.

Esta es la historia ficticia —aclaración necesaria porque la historia se hace tan real que mucha gente piensa que este personaje existió en la realidad y quiere conocer más sobre su vida— del visionario arquitecto húngaro László Tóth que llega a Estados Unidos huyendo de la postguerra para reconstruir su vida y traer a su amada esposa Erzsébet Tòth (una brillante Felicity Jones, también nominada al Oscar) tras verse obligados a separarse durante la guerra a causa de los cambios de fronteras y regímenes. Luego de pasar hambre y profundos dolores, László llega a la casa de un primo en Pensilvania para cumplir el sueño americano, donde el empresario industrial Harrison Lee Van Buren (un cautivador Guy Pearce, y sí, también nominado) reconoce su talento para la arquitectura. El épico camino de mendigo a gran arquitecto de vanguardia está lleno de coraje, caídas y desasosiego.

Desde la selección de formatos fílmicos hasta el diseño de los créditos se evidencia a un Brady Cobert enamorado de la forma, del diseño; la película es un verdadero homenaje a quienes ven la vida desde el arte, desde lo estético. Algo que, lo dice el propio personaje de Adrian Brody, de ninguna forma está peleado con el contenido; pues es desde lo estético que se hace un postulado ético y la cinta es totalmente congruente con ello: denuncia desde la belleza sobria de su fotografía y su paleta de colores los horrores de la guerra, sus huellas y el dolor del migrante, del que se siente ajeno a una gris tierra de promesas. Contiene los sentimientos de un amor lastimado, de una carrera truncada, de sueños sacrificados, en una partitura original a cargo de Daniel Blumberg (sí, también nominada a la mejor banda sonora en los Oscar).

Es desde esa bella sobriedad que la cinta puede apuntar sin mostrar, sugerir horrores y tormentos sin necesidad de explicitar. Es desde esa bella sobriedad que se habla de la enfermedad, del vicio y de la carencia. De lo más sublime hasta lo más bajo en el ser humano. Es fascinante cómo en un entorno tan mágico como las canteras del mármol de Carrara puede suceder uno de los hechos más atroces del filme. Lo sublime y el horror, dos caras de la misma moneda.

Y como siempre, el cine se adelanta a los sucesos del mundo. En un momento en que Donald Trump se está deshaciendo de los inmigrantes ilegales de Estados Unidos de las formas más inhumanas, la pareja protagonista —extranjera, judía, diferente—, que llegó al país del norte cargada de ilusiones y esperanzas de una nueva vida, reflexiona devastada en un momento de tribulación: “no nos quieren aquí”.

La oportunidad está dada: The Brutalist se estrena este jueves en los cines de todo el país.

Miguel Vargas Saldías es periodista, artista y comunicador social.

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Andrónico

/ 4 de febrero de 2025 / 06:05

Andrónico Rodríguez es la renovación impulsada por las bases, que, como siempre, leen mejor el espíritu del nuevo tiempo que las cúpulas enajenadas de o por el poder y gordas de elogios de sus allegados.

Cuando hablamos de Rodríguez no hablamos de la renovación impuesta en una sala de reunión en Buenos Aires en 2019: “Renovamos, pero no demasiado; tú vas ahora y me devuelves a la próxima”, se dijo entonces. Las cláusulas de este acuerdo de los jerarcas del MAS obviaron algo importante: la voluntad popular. En Buenos Aires se violó una determinación previa de las bases del partido, que habían proclamado la dupla David Choquehuanca-Andrónico. (Algunos dirán y con razón: “Más bien que Choquehuanca no llegó a la presidencia”, pues su performance como vicepresidente –vamos a decirlo con absoluta generosidad– ha sido muy pobre. Pero eso lo sabemos ahora).

Lo que está pasando en Bolivia es profundo. Evo está dándole la espalda a la historia por quererse quedar sin importar el costo que esto tiene para él mismo y para una militancia cada vez más adelgazada y también agotada de los sacrificios por los que debe atravesar para mostrar “lealtad”.

Para mayor inri, la conducta personal de Evo hoy está judicializada. En los tiempos del “me too”, el feminismo y las redes sociales, resulta muy difícil que el expresidente pueda defender su liderazgo dentro del partido más grande de la historia del país sin hacer ninguna aclaración sobre la acusación que pesa en su contra, más allá de señalar que “no existe denunciante” y “no se me puede juzgar dos veces por lo mismo” (aunque en realidad no se lo haya juzgado nunca). Resulta complejo que, en estas condiciones, la gente acepte, como si nada hubiera pasado, su retorno al poder.

Hoy la factura no solo la paga Morales, sino sobre todo las mujeres de su partido, acusadas de “complicidad” por la sociedad.

La renovación no solamente debe llegar porque hay síntomas claros de un fin de ciclo, sino también porque es necesaria para enmendar los errores del pasado. En otras circunstancias, sin el enorme accidente del 21F o sobre todo sin el fallo que revirtió a este, y con una conducta más generosa del líder histórico, la transición sería de naturaleza orgánica y habría Evo para rato, Evo para toda la vida.

No ha sido así, por desgracia.

Si lo que ahora queda es impulsar el movimiento de renovación, Andrónico Rodríguez es el llamado para esto. La historia lo ha puesto ahí y las bases ya lo saben, aunque no puedan imponerlo. Hay un obstáculo, claro, y es Evo Morales. Él y su entorno impedirán a toda costa la candidatura de Rodríguez sin importar el costo que esto tendrá para ellos mismos y para todo el bloque popular. Rechazan desesperadamente la idea de una jubilación. Ni los médicos ni los docentes universitarios ni las cúpulas masistas están dispuestos a hacer lo que toca: dar paso a los jóvenes.

Luego de que salió la encuesta de Marcelo Claure en la que el presidente del Senado aparece como la primera opción, con la más alta intención de voto, las redes se inundaron de insultos y amenazas en contra de Rodríguez y sus colaboradores más próximos. Incluso en un ecosistema donde la violencia discursiva se ha hecho norma, no era de esperar tanta falta de generosidad de parte del evismo para con sus propios compañeros.

Hace poco salió una encuesta de Diagnosis específicamente dedicada a Andrónico, que no hace más que ratificar que el escenario está a su favor. Este estudio muestra de forma clara que ni Evo Morales ni mucho menos Luis Arce tienen las mismas posibilidades electorales que el joven senador. La encuesta es tremenda; sugiere incluso que con una campaña que reconozca errores fundamentales, que dé unas ideas de salida a la crisis, que teja puentes con aquellos sectores con los que se tiene “prohibido” el diálogo, Andrónico podría recuperar las votaciones históricas masistas.

Al parecer, la estrella masista no se apaga, aunque quizá esta buena fortuna termine siendo desperdiciada, como ha ocurrido tantas veces en la historia.

Hablar de Andrónico cuesta caro. La factura de la “traición” que significa no creer que Evo tenga derecho a liquidar a la izquierda porque siente celos y no quiere envejecer la pagamos incluso quienes vemos lo que está pasando desde muchas leguas de distancia. Seguramente este artículo me costará más videos de ataque guionizados por un conocido embajador evista sin embajada. No me importa. Hoy la responsabilidad de una intelectual de izquierda es hablar con claridad para señalar que solo queda una oportunidad para salvar al país de un retroceso contrarrevolucionario.

Esta oportunidad, la única para el bloque popular, es Rodríguez. Él tiene un enorme reto. Debe ser valiente y darle forma a la renovación, que debe ser generosa y sin ajustes de cuentas, para después proponerle a Bolivia un país grande, donde quepamos todos, todas y todes.

Susana Bejarano Auad es politóloga y periodista.

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