Los cuatro jinetes

José Luis Exeni Rodríguez
Cuatro líderes de la oposición firmaron una suerte de apuesta por la unidad. Se comprometen a garantizar una sola candidatura en las elecciones de 2025. Dicen estar dispuestos a renunciar, con “desprendimiento patriótico”, a aspiraciones políticas personales. No está mal. Un día antes, uno de ellos despojó al otro del anticrético de la sigla/marca FRI. Un día después, uno se declaró candidato “irreversible” y otro presumió que será presidente. La unidad arranca con buena fe.
La consigna de la unidad opositora no es nueva. Se agitó como reciclada bandera en las elecciones de 2009, de 2014, de 2019 y de 2020. Invariablemente, se apostó por la candidatura única o, al menos, por un frente amplio para “derrotar al MAS”. Nunca fue posible. La unidad, como cáscara vacía, se desmorona antes de la unidad. El resultado es el lamento precoz y la distribución de culpas. Los candidatos de la oposición son especialistas en perder elecciones. Algo es algo.
¿Se quebrará el maleficio en 2025? ¿La oposición política tendrá finalmente su candidatura única para “recuperar Bolivia”? No, señorías. Para empezar, entre los cuatro jinetes abajo firmantes, hay dos candidatos: Tuto y Samuel. Un tercer candidato es Manfred, que no quiere estar con quienes “cogobernaron con Áñez”. Y está Branko, lejos de la “juntucha de fracasados”. Sin olvidar el candidato libertario de X, que reprocha la unidad de la “oposición funcional”. Van cinco y contando.
Más allá de que haya uno, tres, siete candidatos de la oposición en los próximos comicios, lo relevante son las razones de la unidad. Desde hace dos décadas, el cemento fallido de la unidad opositora ha sido su antimasismo visceral. Y no es suficiente. Para seducir al electorado, que ha estado votando mayoritariamente por el MAS, no basta excitar miedos: nosotros o el “inevitable camino al desastre total” (sic). La oposición, está dicho, habita un país que desconoce y desprecia.
¿Tendremos pronto una oposición “fuerte y unida”? ¿O la pauta será de fragmentación, con candidatos reincidentes y otros recién llegados? Lo sabremos en febrero, cuando toque registrar alianzas. Por ahora, ni siquiera hay acuerdo sobre la forma de elegir al candidato único. ¿Será mediante primarias patrocinadas desde Estados Unidos con aplicación móvil? ¿Con encuesta que “elija a quien tenga más respaldo y los demás se sumen”? ¿O prevalecerá nomás la directriz del voto útil?
Con/sin unidad, la oposición ha sido derrotada en cinco elecciones presidenciales. Esta vez, por gentileza de la implosión azul, tiene la posibilidad de ganar (seguramente en segunda vuelta). Mientras tanto, como aconseja Lec, “quien tiene sueños de poder, que no ronque en voz alta”.
FadoCracia premiadora
1. Hay una curiosa tradición en algunos operadores mediáticos del país: elegir al “personaje del año”. Suelen hacerlo por votación entre los integrantes del medio. 2. Un caso emblemático es el Grupo Fides. Desde hace más de dos décadas, “distingue a las figuras más destacadas por su impacto y contribución a lo largo del año”. 3. Este 2024 la distinción quedó desierta. No hubo merecedores. Ningún personaje logró el umbral mínimo requerido de 40 votos. 4. Si la tarea fuese elegir al personaje del daño, sobrarían galardonados. O quizás no. Dos magistrados autoprorrogados del TCP ganarían por goleada. 5. ¿Con qué criterio un medio de comunicación selecciona al personaje más destacado/ada del año? En diciembre de 2019, pocas semanas después de las masacres de Sacaba y Senkata, el Grupo Fides eligió a la presidenta Áñez como personaje del año. Sobran comentarios. 6. Otros medios, como El Deber, condecoran “el esfuerzo y el liderazgo”. En la lista hay de todo: empresarios, curas, modelos, activistas. 7. En compensación, a los colegas les encanta recibir premios: el “periodista del año”. Ahora falta que intercambien estatuas.