Columnistas

Sunday 16 Feb 2025 | Actualizado a 16:51 PM

Marcelo Claure cambia la política boliviana

La mayoría de los bolivianos no quieren ver más a Evo (con un techo de votantes del 18%), ni a Arce (su aprobación no excede el 5%)

Alberto Bonadona

/ 25 de diciembre de 2024 / 07:28

Me sorprenden las reacciones que muchos bolivianos tienen cuando oyen que otro boliviano, como Marcelo Claure, hace una encuesta sobre la situación política del país. Me inquieta que digan que quiere manipular las elecciones cuando esa es la conducta que todos los políticos asumen. Además, lo hacen con ayuda de su verborragia, o del uso de medios de comunicación que tienen a su alcance o controlados, como muchos los tiene el gobierno, o de las encuestas que alguien paga para que salgan favorecidos en ella. Son reacciones que caracterizan a los que se ven amenazados. Claure es un boliviano más con el mismo derecho de opinar, encuestar, tomar partido, plantear soluciones y todo lo que se le pueda imaginar a favor de Bolivia.

Revise: Entendiendo el Presupuesto General del Estado 2025

Marcelo Claure dice que quiere “darles información a los bolivianos para que ellos tomen la decisión correcta de elegir a su futuro líder”. Muestra una gran preocupación por la política boliviana que, por decirlo suavemente, es un verdadero desastre. Hay muy pocas excepciones en el oficialismo y en la oposición (una notable excepción es Cecilia Requena). Por momentos uno podría pensar que da lo mismo que gobierne la oposición o el oficialismo; ambos no podrían hacerlo peor. El MAS tiene 16 años en el poder y si algo hizo, de manera exuberante, es gastar las reservas internacionales (acumuladas desde 2003 hasta el 2014), además de la deuda externa, y la interna. Frente a este desastre es digno de alabanza que venga un boliviano y haga notar, con la más creíble de las encuestas, que la mayoría de los bolivianos no quieren ver más a Evo (con un techo de votantes del 18%), ni a Arce (su aprobación no excede el 5%), y quieren un candidato incorruptible.

Marcelo Claure tiene un “Proyecto Bolivia 360”. Un “plan de reactivación” que contará con los “mejores economistas del mundo y de América Latina” y un equipo que acompañe al nuevo presidente. Quiere “ayudar a ese líder a sacar a Bolivia hacia adelante”. Hace énfasis al decir: “Mi Bolivia está enferma y necesita los mejores médicos del mundo”. Añade que espera que el nuevo presidente: “me tenga a su lado ayudándolo con todas las ideas que tengo”. Hará más encuestas cada 30 o 45 días y la “gran encuesta se llama primarias”, para febrero o marzo de 2025.

Impulsará la formación académica de líderes en Bolivia que, adicionalmente, cuente con conexiones de formación con la Universidad de Harvard, un programa de liderazgo al cual dona parte significativa de su presupuesto. Quiere mejorar la salud de los bolivianos con un alcance universal gracias a la inteligencia artificial. También incluye un apoyo a las pequeñas y medianas empresas con un fondo de 10 millones de dólares. Claure concluye: “Repito, no tengo nada más que me entusiasme en la vida que poder afectar la vida de manera positiva de los 11 millones de bolivianos”.  

Claure continuará influyendo en la política boliviana, particularmente en las elecciones del 2025. Los candidatos que ingresan a la carrera electoral tendrán que responder a los desafíos resultado de esas encuestas. También tienen un desafío con su “Proyecto Bolivia 360”, plan que refleja el “cambio inmenso” que quiere el 80% de la población. Tendrán que responder con la misma claridad y honestidad, que Marcelo Claure lo hace al presentar y comentar el resultado de sus encuestas y su proyecto.

Las citas que hago en esta opinión salen de la ejemplar, imparcial y profunda entrevista realizada por un excelente periodista, Tuffi Aré, para el programa “Aquí en Vivo” de Bolivisión.

LA RAZÓN da la bienvenida a nuestro nuevo columnista Alberto Bonadona Cossío. Tenemos la certeza de que sus opiniones enriquecerán la pluralidad de visiones que habitan estas páginas. Sus textos se publicarán cada 15 días. Esta casa periodística sigue creciendo.

Alberto Bonadona Cossío es analista económico y docente universitario

Temas Relacionados

Comparte y opina:

El modelo incuestionable es uno de señoreaje

/ 22 de enero de 2025 / 06:02

El modelo económico del MAS no puede ser puesto en duda, no por infalible o por su gran perfección. No puede ser cuestionado porque así lo dice el mandatario de turno y el séquito de defensores que afirman que es el mejor camino, jamás elaborado, para orientar el desarrollo del país. Defenderlo es un acto de fe para los seguidores del partido de gobierno. Preguntar si es autosostenible o cuáles son las respuestas que de él nacen frente a la crisis que ahora Bolivia enfrenta, por supuesto que recibirá la respuesta de su infalibilidad. No se puede pedir que se niegue a sí mismo. Por cada objeción que se encuentre, la falla no es del modelo es falla de otros, la madre naturaleza o el mismo Dios. No hay forma que el gobierno y su modelo sean autocriticados.

La evidencia cotidiana muestra que no es un modelo de desarrollo sino uno de despilfarro. No se llegó al auge de las materias primas por causa del modelo, ni Bolivia llegó a acumular 15.123 millones de dólares de reservas internacionales gracias a su magia. Claramente uno de los factores decisivos para ese auge fue el mercado internacional que a partir de 2003 hace que los precios de las materias primas, en general, suban de precio y no sea solo la economía boliviana la beneficiada.

La existencia de reservas probadas de gas, esto es exploradas y certificadas, fueron las que permitieron contar con un producto que dos países vecinos: Argentina y Brasil, por sus propias necesidades estuvieron dispuestos a firmar contratos de compra con Bolivia. Sin duda, ayudó enormemente a estas ventas la construcción del gasoducto a Brasil y el uso del ya existente a Argentina. Nada de esto nació del modelo del largo gobierno del MAS. No se hizo nada sobre la base de ese modelo para aumentar las reservas con mayor exploración.

Modelo que saco ventaja de lo ya existente y se dedicó a cosechar lo que nunca había sembrado. A eso aumentó la deuda internacional y, la más grande, la deuda interna. Acabados los flujos de las dos primeras fuentes solo le queda los créditos que el Banco Central le concede con un gigantesco aumento de la emisión de dinero. Crédito que lleva a la inflación y es lo que sí está sembrando el modelo del despilfarro.

La deuda interna contraída en moneda nacional permite al modelo seguir su derroche, aunque está matando las bases mismas de la sobrevivencia de los ciudadanos de este país que es su poder adquisitivo. Este es un modelo de señoreaje que acontece cuando un gobierno financia su gasto emitiendo dinero en lugar de aumentar la producción con empresas eficientes. Al aumentar la cantidad de dinero en circulación, sin un incremento proporcional en la producción de bienes y servicios, la inflación es inevitable.

Como el modelo del MAS no creó mayor producción para la exportación agotó las reservas internacionales y solo le queda el camino del crédito del Banco Central para seguir la espiral de derroche. La impresión de dinero sin respaldo en la producción conduce a la licuación o liquidación de la deuda en bolivianos. El modelo del señoreaje le permitirá a este gobierno el pago de la deuda contraída con moneda devaluada. Esto es lo que busca el modelo de Arce y esto es incuestionable.

Alberto Bonadona Cossío es analista económico y docente universitario.

Comparte y opina:

El gobierno y la confianza herida

/ 8 de enero de 2025 / 06:00

Los datos que maneja el Estado y particularmente el BCB se me presentan como malabarismos de flujo de caja. Estos malabarismos equivalen a que hoy no pago al tendero para comprar 50 bolivianos de gasolina, mañana pago mi deuda con el tendero para que me vuelva a fiar y así con relación a todas las obligaciones que tengo frente a los esmirriados recursos con los que cuento. Prácticamente es imposible acumular reservas con un manejo del flujo de caja de estas características, solo se logra un mal maquillaje que se cae a los pocos días que se alcanza porque se puede retrasar el pago por tiempo limitado. Solo temporal y artificialmente se muestra que la solvencia del BCB está volviendo. O sea, no dejar de pagar es útil para esta prestidigitación, pero no se soluciona el problema central que es aumentar la producción exportable y así obtener reales ingresos.

Por otra parte, la utilización del ascenso de los precios del oro es jugar con una montaña rusa; el valor del oro sube y baja en una gran volatilidad. Ahí, de nuevo, el BCB o el gobierno (al final de cuentas es lo mismo), en su empeñosa tarea de aparentar soluciones que no tiene, usa los valores algo más elevados que los que muestran descenso. Estoy seguro que en más de un momento utiliza los precios de la onza troy más cercanos a cuando están en ascenso, que cuando caen para exagerar el valor de las reservas en oro. Por ejemplo, estos al 30 de octubre llegaron a 2.778 dólares la onza troy, récord en 2024, pero, cayó el 31 de diciembre a 2.613.

El oro certificado de Bolivia, como de todos los países, se encuentra físicamente depositado en bancos internacionales y no requieren ningún movimiento para su pignoración o colocación como garantía de cualquier préstamo que el gobierno decida hacer. Esta pignoración equivale a ir al tendero y entregarle una prenda de valor «con muerte» si no se paga dentro de las condiciones acordadas, la prenda “muere”, o sea, permanece en poder y propiedad del prestamista. Bolivia puede hacer esto, sin duda, pero al paso que va la economía es empeñar el oro con la certeza que no se recogerá la prenda. Es como un alcohólico que no tiene un peso y en su desesperación se presta dinero dejando lo último de valor que tiene para seguir la farra.

Permanentemente el gobierno emplea sofismas como formas de atrapar tontos, y solo evidencia que ha perdido la confianza del público. Solo le creen, o dicen creerle, sus cercanos acólitos, los empleados públicos (que no tienen otra alternativa), y algunos ingenuos, los cuales son cada vez más pocos.

Esta confianza herida es una gran amenaza a las instituciones estatales que también arrastra a las privadas. Ya nadie puede, por ejemplo, creer en un presidente del BCB porque cada vez que habla pronuncia galimatías sujetos a las más diversas interpretaciones ya por su inexactitud, por sus contradicciones expresas, o por su desconocimiento de los temas. Otro ejemplo, la falta de respuestas efectivas del gobierno que deberían encaminarse a otorgar solvencia a la banca, hace que cada día esta se debilite por la creciente mora. Encima, decreta que el 20% de sus utilidades de 2024 deben destinarse a generar mayor inclusión. Estas políticas preñadas de demagogia en un momento de creciente debilidad económica y financiera, no muestran claridad de las decisiones gubernamentales y hacen, por el contrario, que cada día se aumente la desconfianza en la banca. A esta institución, adicionalmente, el gobierno la muestra como la causante de la escasez de dólares, aunque hasta el presidente Arce se da cuenta que no se invirtió en la necesaria exploración desde hace 20 años.

Alberto Bonadona Cossío es analista económico y docente universitario.

Comparte y opina:

Últimas Noticias