¿La pelota no dobla?
Carlos Villagómez
Como este medio es indisimuladamente tigre (les estamos soplando la nuca, ya viene la Navidad, etc.), declaro que soy del Bolívar desde siempre. Mario Mercado, en persona, le regaló una mini camiseta celeste a mi hijo y la depositó en su cuna. Mis nietos continúan esa pasión. Por todo ello, van tres reflexiones sobre los partidos políticos (de derecha, centro o de izquierda) y los clubes de fútbol; porque, a mi juicio, ambos son empresas privadas con importantísimos réditos.
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1. Partidos políticos y clubes de fútbol deben crecer ganando adeptos; a los primeros se los llama militantes, a los segundos, hinchas. Cada cual manda sus mensajes y construye relatos para convencer al soberano. Están sometidos a poderes globales, ejemplo: los partidos al Grupo de Puebla, Cuba o Estados Unidos; y todos los clubes a la FIFA (el mayor poder global sin ética ni trasparencia). Las “empresas políticas” conforman su politburó (Estado Mayor del Pueblo, presídium y jefaturas que son los principales accionistas) y los clubes de fútbol, sus directorios. ¿Quién controla a ambos? Pues, nadie. Sus manejos quedan en un agujero negro interestelar. Con un golpe de suerte, ambas empresas son de las más rentables, aunque con una gran diferencia: los partidos políticos juegan con plata ajena (casi toda del Estado) y los clubes arriesgan sus capitales.
2. Bolívar decidió incorporarse al negocio global del fútbol. Ahora tiene planificación a futuro, obras visibles, academias, y un trato a los jugadores inigualable. Eso levantó sospechas porque sabemos cómo son las empresas del fútbol internacional. Pero, Bolívar está construyendo algo imprescindible en Bolivia: institucionalidad seria, estable y resiliente. Como eso levanta envidias, sus rivales de la Liga le juegan a la mala, al catenaccio, a tirar pelotazos a ver si algún defensa se equivoca o les regalan un penal; objetivo táctico: ganar al millonario como sea y a festejar como posesos.
En el ranking FIFA Conmebol, Bolívar está en el puesto 16. En el último clásico, la posesión de la pelota llegó a 72% de los celestes y 28% de los atigrados. En lo referido a la institución, pienso que Bolívar tiene 90% contra 10% de los otros equipos de la Liga. Por esa voluntad de jugar bien al fútbol, administrar empresarialmente desde Mercado a Claure, los celestes cumplen dignamente en el exterior, los equipos del ollazo son una lágrima.
3. Pero veamos el trasfondo. En política como en el fútbol estamos muy mal; pero, paradójicamente, los gremios de los politólogos y los periodistas deportivos crecen como hongos porque el vil metal necesita voceadores que amplifiquen el usufructo de nuestras pasiones. El dinero dobla a la pelota y tuerce ideologías mientras adormece al pueblo con perorata mediática.