Un plátano y un locoto

Hace poco un joven chino escribía en sus RRSS: “Soy Justin Sun, y me complace anunciar que he adquirido la icónica obra de Maurizio Cattelan ‘Comedian’. No se trata solo de una obra de arte; representa un fenómeno cultural que une los mundos del arte, los memes y la comunidad de criptomonedas”. El asiático, dueño de la empresa de criptomonedas TRON, pagó a Sotheby’s la suma de 6.200.000 dólares por un plátano, común y silvestre, putrescible e insignificante, pegado con cinta adhesiva plateada en el muro de esa empresa de subastas de arte en New York.
Maurizio Cattelan es un artista italiano que cultiva el arte conceptual (una rama ambigua de las prácticas estéticas contemporáneas), conocido por irreverente y provocador. Realizó esculturas controvertidas de Hitler y de Juan Pablo II que lo llevaron a la cúspide del estrellato. Para seguir fastidiando al mundo artístico, el año 2019 pegó un plátano en un muro de la feria Art Basel Miami Beach diciendo que era una obra de arte y que costaba 120.000 dólares. Se armó un quilombo monumental. La prensa, televisión, las RRSS y los críticos de arte comenzaron una interminable secuela de notas que lograron lo que buscaba Cattelan: subir la cotización hasta los millones que pagó el chinito.
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En Occidente, el arte conceptual transita por caminos absurdos e ilógicos, pero con millonarias cotizaciones en New York, Londres o París. Como escribí anteriormente acerca del triunfo de la extravagancia en el arte, ahora nos toca insinuar el éxito de lo absurdo. ¿Por qué en esos espacios del arte se llegan a esos extremos? ¿Por qué Duchamp, que comenzó todo exponiendo a principios del siglo XX un urinario, sigue estimulando esas exacerbaciones estéticas? Parece que el absurdo en el arte se convierte en un espejo que refleja nuestras contradicciones existenciales; y que sólo, en ese espacio especular, aceptamos experimentar en libertad las ganas de no pertenecer a la especie humana; y, por lo tanto, necesitamos experimentar ese arte absurdo para reimaginar nuestras percepciones del mundo de eme que vivimos. En el zafarrancho actual, en medio de incendios forestales, de mazamorras letales, del abuso mediático de políticos y políticas de quinta, queremos encontrar algún sentido vital a lo absurdo de existir, y mirar como un pinche plátano vale millones, se torna en una cojudez imprescindible.
La empresa de condones Durex aprovechó la fama fálica del fruto para un aviso publicitario que decía: esa banana también necesita protección. En otro contexto, el artista y amigo Mauricio Bayro, nos incita pegando en el muro de nuestros lamentos un locoto boliviano, rojo furioso y más picoso, que el desabrido plátano del italiano.
Carlos Villagómez es arquitecto