Lobo, lobo, ¿qué estás haciendo?
Aquel día que renunció, Iván Lima deslizó una advertencia muy inteligible: Ellos “han sido parte no solamente de destruir la inocencia de niñas y de familias, sino que les ha robado la inocencia (…). Lo van a entender y lo van a asumir en los próximos días”.
Lo hizo en plural para marear la perdiz. Sin embargo, lo sabemos, apuntó a Evo Morales.
Lima y Morales mantuvieron/mantienen una intensa trifulca verbal años después de que el último, siendo presidente del Estado, lo posesionara en 2014 como magistrado del Tribunal Supremo de Justicia. Mucha agua corrió bajo el puente.
Más o menos desde 2022, ambos contendores mantienen una lucha sin cuartel; uno propalando denuncias contra el abogado y su bufete, y otro promoviendo su versión sobre la “inhabilitación” del candidato presidencial. Detrás de Morales se alinearon contra Lima el entorno y su militancia.
En presencia del presidente Luis Arce, aquella noche, Lima desenvainó su investidura y decidió actuar “desde el llano” en su propósito.
Como anunció, en los “próximos días” se conoció el plan que —no sabemos si lo involucra— hizo que Morales trastabille políticamente. La Fiscalía de Tarija, en medio de un entredicho entre Sandra Gutiérrez y Juan Lanchipa, develó la apertura de un proceso penal contra el exmandatario, al que apuntó de posibles delitos de trata de personas y estupro por una supuesta relación con una adolescente en 2016, cuando aquel era presidente.
Lea también: La marcha, recuento de daños
Ahora el caso confronta al Movimiento Al Socialismo (MAS), causa indignación y reparos en ciertos segmentos sociales, y es comidilla de los medios de información en el país.
No es la primera vez que Morales está envuelto en un caso similar. La diferencia, ahora, es denunciado por sus propios correligionarios que antes lo defendían de escándalos parecidos, aunque una parte también guarda silencio a su favor.
Lima hizo la tarea.
Apareció por “última vez” el 29 de septiembre, cuando en una entrevista echó sombras sobre los procesos que se le siguen —uno con sentencia de 10 años de prisión— a Jeanine Áñez. Dijo que fue “capricho” de Morales el juicio por vía ordinaria contra la exmandataria. La develación fue corroborada por el mismo líder del MAS, que ahora alimenta los argumentos de la defensa de la otrora senadora, que ayudaron, en parte, a ser apartada del caso Golpe de Estado I, sobre los hechos precedentes al derrocamiento de Morales en 2019.
Menudo favor para desahuciar la posición que el MAS sostuvo antes de la llegada de Arce al poder sobre la ruptura constitucional de 2019, más allá de la realidad fáctica de entonces que la historia la tiene muy bien registrada, por más intentos políticos y mediáticos por desacreditarla.
Lima guarda silencio también.
En qué terminará todo este embrollo. Supimos que el exministro de Justicia debía denunciar a Morales a principios de año, pero fue impedido de hacerlo precisamente por su investidura. Sus compañeros del Gobierno lo frenaron porque, una acción así, lo convertiría en juez y parte, y afectaría a la administración del presidente Arce.
Afectado o no el gobierno de Arce, lo cierto es que este último capítulo de la miserable disputa del MAS se libra sobre el cuerpo de la mujer. Es el extremo de la lucha interna fratricida.
¿Qué vendrá después si ya vimos ese extremo? Lobo, lobo, ¿qué estás haciendo?
Rubén Atahuichi es periodista.