Destruir lo que tus seguidoras forjaron

Existen datos y relatos que dan cuenta de que una buena parte del MAS y, en consecuencia, del proyecto del Estado Plurinacional que otrora ese partido encabezó, estuvo constituido por mujeres. Fueron años en los que, proceso constituyente mediante, el MAS estuvo a la cabeza del heterogéneo bloque popular que alzaba las banderas del progresismo y la igualdad. Y, dentro de ello, las de la prevalencia de los derechos de las mujeres y las poblaciones indígenas.
Es cierto que, con apoyo de varias de esas mujeres que apostaron por ese proyecto, se consiguieron una plétora de avances que hasta ahora las colectivas de mujeres defendemos; la mayoría en clave de normativa. Sí, con sus luces y sombras en cada una de ellas. También es cierto que, durante todos esos años, la posición de los poderosos (en masculino y con el nombre de Evo Morales, en el centro de ellos) frente a las mujeres fue oscilante: discursivamente existía un apoyo manifiesto a los avances que se forjaban desde los movimientos de mujeres y hallaban aliadas en algunas mujeres del MAS, pero no faltaban los exabruptos e incoherencias en el actuar cotidiano, como prueba de que los líderes de ese conglomerado también lideraban la encarnación de la cultura machista que este país arrastra.
Fue hasta que el accionar desinstitucionalizador de Morales tocó fondo en el año 2016, que no sólo se produjo una irreparable afección a la democracia (que aún vivimos —recrudecidamente— hoy), que se empezó a hacer de esa forma de vida machista de los líderes del proyecto político un arma para atacarlos y desnudarlos, sobre todo con fines electorales. Pero fue también hasta entonces que algunas de las mujeres del MAS, estando en ejercicio del poder, abrieron las puertas institucionales para dar paso a buena parte de los objetivos que los movimientos de mujeres habían bregado desde muchísimos años atrás. Uno de ellos: el camino/anhelo de la democracia paritaria; con su dimensión en la participación política de las mujeres, por un lado, y en la lucha contra la violencia (dentro de la) política, por el otro.
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Se forjaron así artículos constitucionales, leyes, decretos, protocolos y estatutos partidarios que han tenido como objetivo poner en resguardo el ejercicio político institucional libre, justo y equitativo de las mujeres bolivianas que así lo desearan. Y, simultáneamente, empezaban a asomar las fronteras y los límites de lo que se pudo conseguir: representaciones sociales invalidantes, trabajo de cuidados, cultura machista dentro de los partidos… todas estas fronteras que fueron entonces concebidas como asignatura pendiente, como camino por andar.
A pesar de que los comportamientos machistas de quiénes lideran el MAS había sido develado anteriormente (como ha ocurrido con varios otros líderes y partidos), no se había llegado a develar, con la claridad que hoy lo hace, lo que los jerarcas hacían con las militantes o simpatizantes: mujeres muy jóvenes que, probablemente gracias a todos los cambios logrados, habían decidido hacer política institucional en el MAS: es lo que hoy se destila mediáticamente y sin filtros pero también sin resguardo de las víctimas.
Y acá no se trata de sentencias ejecutoriadas (¿en cuál justicia?), ni de derecho a la inocencia (¿en cuál caso?), ni se trata —tampoco— de cuál ala (¿por acción o manipulación?). Se trata de que, en aras del poder, los jerarcas han decidido batallar su poder sobre los cuerpos de quienes militaron por ellos. Y, con su accionar, han estado gestando una forma de violencia política que sus “compañeras” no alcanzaron a normar, pero que tendrá el rostro de ellos cuando la destrucción que hacen encima de lo que sus seguidoras forjaron, toque fondo, llevándose todo por delante.
Verónica Rocha Fuentes es comunicadora. Twitter: @verokamchatka