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Monday 17 Feb 2025 | Actualizado a 20:08 PM

Poder público

Farit Rojas

/ 14 de octubre de 2024 / 06:00

El poder público se refiere al ejercicio del poder por medio del Derecho. En un Estado Constitucional de Derecho, la Constitución organiza el ejercicio legítimo del poder creando atribuciones, competencias y servidores públicos subordinados al cumplimiento de estas atribuciones y competencias. Su finalidad es la de limitar al máximo el ejercicio de violencia o de legitimar el uso mínimo y justificado de la misma. Todas las autoridades públicas en un Estado Constitucional de Derecho son servidores públicos, los cuales pueden ser electos, designados o de libre nombramiento, pero en general son servidores públicos. Por ello, la Constitución condiciona a que toda autoridad pública deba cumplir con los requisitos de acceso al servicio público para hacer constitucional su nombramiento. De esta manera, todos los servidores públicos, en particular los gobernantes y las autoridades, no pueden ir en sus actos en contra de la Constitución, sin despojarse al mismo tiempo de su investidura jurídica.

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En nuestras sociedades contemporáneas no se nace gobernante, sino que se asume temporalmente la condición de gobernante, en base a un procedimiento reglado establecido en la Constitución y en las leyes, por lo que el sujeto gobernante es una situación jurídica a la que accede una persona, mediado por el cumplimiento del Derecho, y que sus acciones, en tanto autoridad, están claramente establecidas en la Constitución y las leyes.

Parafraseando al constitucionalista colombiano Vladimiro Naranjo Mesa, la Constitución es para los gobernantes a la vez el fundamento legítimo de sus prerrogativas y la ley de sus funciones. Ella establece en primer término su legitimidad. Esta se traduce en el hecho que el individuo o grupo que gobierna cumplen su tarea, es decir, el ejercicio del poder público, en virtud del título que emana de la Constitución y las leyes, las mismas que establecen sus funciones, atribuciones y competencias. Sus decisiones no pueden legítimamente imponerse, sino en cuanto se presumen que son decisiones de un órgano constitucional que valen como decisiones del Estado. De esta manera podríamos decir que poder público, dentro de un Estado Constitucional de Derecho, es aquel que surge y se ejerce en los términos establecidos previamente por la Constitución respectiva, ya que ésta instituye la autoridad de los gobernantes y las atribuciones y competencias de todos los servidores públicos, esta autoridad debe necesariamente ejercerse exclusivamente dentro de los términos previstos por la Constitución.

En consecuencia, poder público no significa más que poder ejercido por y a través del Derecho, y en nuestros estados contemporáneos, poder ejercido por y a través de la Constitución, las leyes y las instituciones constitucionales diseñadas justamente para hacer posible este

(*) Farit Rojas es abogado y filósofo

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Sheinbaum, la cabeza fría

Sheinbaum no le permitió a Trump mezclar los problemas: una cosa es el narcotráfico, otra la migración y otra la economía

Javier Bustillos Zamorano

/ 17 de febrero de 2025 / 06:01

El domingo 2 de febrero los mexicanos se fueron a dormir tristes, preocupados y con la resignación de que al día siguiente entraría en vigor un 25 por ciento de aranceles en contra de su economía, que un agresivo Donald Trump les había asestado. Pero oh sorpresa, bastó una llamada telefónica de la presidenta de México al magnate para no sólo frenar la amenaza y los insultos, sino poner al descubierto los puntos flacos por donde se puede contraatacar al mandatario estadounidense.

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Sorprendidos todos, incluidos los integrantes de su gabinete, preguntamos casi al unísono ¿qué pasó? ¿Cómo fue que logró eso? La respuesta de Claudia Sheinbaum en su conferencia de las mañanas fue simple: ante cualquier amenaza o agresión se debe tener la cabeza fría, helada, aunque el corazón se esté incendiando. Con esa cabeza fría habló ese lunes con el siempre caliente Donald Trump, y de a poco, con argumentos sólidos, lo fue enfriando, frío, frío, hasta lograr que Trump le preguntara, casi amable: ¿bueno, y cuánto tiempo quiere suspender los aranceles? Sheimbaum se dio el lujo de bromear: pues para siempre señor presidente. Después de la risa, ella misma puso el plazo: un mes, pasado ese tiempo volverían a hablar.

Donald Trump está acostumbrado a imponerse, en el fondo sigue siendo ese comerciante que primero amenaza e intimida y luego, debilitado su oponente, negocia y obtiene siempre una ventaja. Es su estrategia y la publicita en los libros que escribió. Así, sin ningún decoro diplomático, acusó al gobierno mexicano de ser cómplice del narcotráfico, alentar la migración y abusar económicamente de su país con un déficit comercial; por eso el castigo arancelario.

Científica, acostumbrada a formular conclusiones basadas en la evidencia, Sheinbaum no le permitió a Trump mezclar los problemas: una cosa es el narcotráfico, otra la migración y otra la economía; vamos por partes. Del narcotráfico, le hizo comprender que es un problema no sólo de México, sino bilateral, pues en Estados Unidos es donde hay más consumo y demanda de drogas; donde hay un problema de salud desatendido con 107.888 muertos al año por sobredosis de fentanilo, que no empezó ayer, sino en los 90 cuando la farmacéutica Purdue Pharma inundó ese territorio con el analgésico OxyContin, sabiendo que su principal ingrediente era altamente adictivo; todo en complicidad con las autoridades del ramo.

¿Por qué los cárteles mexicanos son tan letales? Porque Estados Unidos les proporciona las armas ¿Qué hace un lanzacohetes del ejército estadounidense en manos de los narcos? ¿Cómo es que llegan de allá 200 mil armas de alto calibre al año? ¿Quién distribuye las drogas en Estados Unidos? ¿No hay cárteles allá?

De los aranceles, Sheinbaum le documentó que México es el primer socio comercial de Estados Unidos, por encima de China y otros países, y que los más perjudicados serían los consumidores estadounidenses ¿Y el déficit que Estados Unidos tiene con México? le preguntó Trump y Sheimbaum le respondió: pues esas cosas ocurren cuando uno es socio comercial de otro, normal del movimiento económico donde se gana y se pierde.

Así, la mexicana fue desmoronando uno a uno los embates de Trump y se comprometió a enviar 10 mil soldados a su frontera para controlar la migración y conformar grupos bilaterales para atender cada uno de los puntos en conflicto. No obstante ese acuerdo, el siguiente lunes Trump volvió a decretar aranceles, ahora del 25 por ciento al acero, proveniente de cualquier lugar del mundo, los más perjudicados Canadá, Brasil y México que le vende a Estados Unidos el 80 por ciento de su producción. Con la cabeza fría, Sheimbaum recomendó esperar al 12 de marzo, día en que entraría en vigor la nueva amenaza, pero ya envió a su equipo negociador, cargado de argumentos, para que apague ese nuevo fuego. De todos modos, dijo, su gobierno no sólo tiene un plan B, sino un C y hasta un D por si no resultara.

David contra Goliat, dicen de esta batalla, pero prefiero compararla con el estilo de un famoso boxeador mexicano, Julio César Chávez, que en sus peleas nunca perdía el control, aunque sus rivales fueran más fuertes y agresivos. No respondía con la misma violencia, pero golpeaba en zonas específicas, ganchos al hígado y al estómago, rápidos y repetidos. Golpea al cuerpo que la cabeza caerá sola, decía.

(*) Javier Bustillos Zamorano es periodista

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Sufragio universal

Farit Rojas

/ 17 de febrero de 2025 / 06:00

El reconocimiento del sufragio universal, libre, igual, directo y secreto, es una de las conquistas más valiosas de la democracia moderna, liberal y pluralista. Se lo caracteriza como libre en tanto es la expresión de la libertad de elección, condición sin la cual no habría propiamente elección; se lo caracteriza como igual en tanto no debe ser diferenciado en razón de propiedad, ingresos, capacidad impositiva, educación, religión, raza, sexo u orientación política; se lo caracteriza como directo en razón de que es el elector mismo el que determina su voto para el candidato motivo de la votación, es decir no existe una mediación entre la voluntad expresada en el voto y el resultado del mismo; y finalmente se lo caracteriza como secreto como una garantía de que el voto sea una expresión de la libertad de la persona sin la presión o la mediación coactiva de terceros. Actualmente existen pocas limitaciones al sufragio universal por razones de edad y extranjería.

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En Bolivia el sufragio universal fue reconocido mediante el decreto-ley Nᵒ 2138 de 21 de julio de 1952. El artículo 1 de referido decreto señala: “tendrán derecho al voto para la formación de los poderes públicos todos los bolivianos, hombres y mujeres, mayores de veintiún años de edad, siendo solteros o de dieciocho siendo casados, cualquiera que sea su grado de instrucción, ocupación o renta”. Las primeras elecciones con sufragio universal se desarrollaron en 1956.

La constitucionalización del sufragio universal se llevó a cabo con la reforma constitucional de 1961 que amplió el estatus de ciudadanía a todos los bolivianos mayores de 21 años, cualquiera sea su grado de instrucción, ocupación o renta, asimismo determinó que la ciudadanía consiste en concurrir como elector o elegido a la formación o el ejercicio de los poderes públicos. Sin embargo, un curioso cambio sucede en la reforma constitucional de 1967, en la que se introduce en el artículo 221 que “son elegibles los ciudadanos que sepan leer y escribir y reúnan los requisitos establecidos por la Constitución y la ley”. Para muchos se trató de un retroceso que fue enmendado en la reforma constitucional de 1994, la misma que señala, también en su artículo 221, que “son elegibles los ciudadanos que reúnan los requisitos establecidos por la Constitución y la ley”. Esta modificación se mantiene en la reforma constitucional de 2004 y la Constitución Política del Estado de 2009, actualmente vigente, que amplía al máximo el estatus de ciudadanía al disponer, en su artículo 144, que “son ciudadanas y ciudadanos todas las bolivianas y todos los bolivianos, y ejercerán su ciudadanía a partir de los 18 años de edad, cualesquiera sean sus niveles de instrucción, ocupación o renta. La ciudadanía consiste: 1. En concurrir como elector o elegible a la formación y al ejercicio de funciones en los órganos del poder público, y 2. En el derecho a ejercer funciones públicas sin otro requisito que la idoneidad, salvo las excepciones establecidas en la Ley”. La Constitución vigente otorga la ciudadanía a todo boliviano y boliviana, pero condiciona su ejercicio a los 18 años cumplidos. El ejercicio de la ciudadanía supone el ejercicio de derechos políticos, que como lo expresa el artículo 26, supone “el derecho a participar libremente en la formación, ejercicio y control del poder político, directamente o por medio de sus representantes, y de manera individual o colectiva”.

(*) Farit Rojas es docente investigador de la UMSA

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Equis

Dada la polisemia de la palabra-letra es posible señalar los múltiples usos que tiene el signo compuesto

Claudio Rossell Arce

/ 16 de febrero de 2025 / 06:04

En la vida cotidiana son innumerables las ocasiones en las que no se quiere o no se puede nombrar cosas, objetos, ideas o personas; en esos casos es de utilidad una palabra que a la vez es una letra y cuyo sinónimo es equis. Se trata de la antepenúltima letra del alfabeto español, y su potencial evocativo es tan grande que, así humilde como es, merece estar en el altar de la súper polisemia.

Como letra, y dependiendo de junto a qué letras aparece, su sonido es diferente: como j, o como k, o como s. El Diccionario de la Real Academia lo explica de modo claro y didáctico: “al igual que la s, representa el fonema fricativo dentoalveolar sordo en posición inicial de palabra, como en xilófono, y el grupo formado por el fonema oclusivo velar sordo y el fonema fricativo dentoalveolar sordo en posición intervocálica, y a final de sílaba o de palabra, como en examen, mixto y relax”.

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Como palabra, es tan poderosa que cierto hipermillonario (que medra de la etiqueta de “hombre más rico del mundo” de formas inimaginables y hasta perversas) la ha usado como marca de muchos de sus emprendimientos, a cuál más faraónico y abusivo, incluyendo la app del pajarito azul, que de ser un trino pasó a ser simplemente X, y hasta como nombre de uno de sus hijos. Gente de plata hace lo que quiere, dicen los viejos, blanqueando los ojos cuando no muertos de risa.

Dada la polisemia de la palabra-letra es posible señalar los múltiples usos que tiene el signo compuesto por dos líneas cruzadas (o su sinónimo de cinco letras), comenzando por el más conocido desde las épocas escolares: la incógnita matemática, que en toda ecuación es representada por la X (y si las incógnitas son varias, esta es, invariablemente, la primera). Es, pues, el emblema del misterio, y fascina a quienes disfrutan de las matemáticas por representar el reto de resolver el problema, de conocer lo que está velado.

Así, más allá de la antigua ciencia de los números, que fascina tanto como engrandece a la humanidad, la X sirve para no tener que nombrar lo que no se conoce. “Un lugar X” puede ser cualquier sitio en el mundo, “un asunto X” puede ser de menor o ninguna trascendencia o, peor, una persona X es alguien que no se quiere o no se puede nombrar. Decirle X a alguien es el modo de arrebatarle su identidad, dejarle sin agencia, equis es nadie, aunque su presencia sea evidente. Equis es el elefante en medio de la sala, lo mismo que la incógnita en la estadística que juega con las volátiles opiniones muchos meses antes de las elecciones. Y es el paquidermo no nombrado, a menudo porque da vergüenza o, peor, miedo; ocurre en secretas salas de reuniones, en cafés y bares, pero también en los no sabe / no responde.

Para muchas personas del norte global, la X repetida tres veces al pie de una carta o manuscrito, indica algo así como “besos, te quiero”, pero para muchísimas más la triple repetición significa “películas prohibidas”, pornografía. Si la X solita sirve para reemplazar el nombre de lo prohibido, cuánto más si va tres veces junto a un título o, como era antes, en una cartelera de cine de barrio: nadie iba, pero todos la habían visto. X es la marca de la censura, de lo que alguien no quiere que se conozca, en nombre de la moral y la decencia, de los principios ideológicos (o los fines), del pueblo, de la democracia, de la libertad…

Es la marca del error, como en los exámenes, nadie quiere una X en su hoja de papel, en su nombre, en su imagen. X es un estigma del que duele hablar, a quien lo porta y a quien lo mira; es lo que no debió suceder. Equis es la mentira que se cuenta una y otra vez para justificar lo injustificable, ahondando en el error; equis, la falsedad que cuenta el personaje X, porque le han pagado para hacerlo. X, el registro del pago espurio.

¡Equis! La exclamación que reemplaza cualquier razón, cuando la discusión está perdida, cuando la simple resignación no es aceptable, cuando no alcanzan las palabras, cuando no se tiene opinión o se prefiere no decirla. Finalmente, “¡Ay, equis!”, cuando no se tiene nada que decir.

(*) Claudio Rossell Arce es profesional de la comunicación social

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El mito del origen en Raúl Otero Reiche

Para el poeta la llegada de los españoles a los llanos bolivianos fue una “suerte”

Fernando Molina

/ 16 de febrero de 2025 / 06:03

El 14 de febrero se festejó a lo grande el “bicentenario de la independencia de Santa Cruz”. El departamento oriental es el único que celebra por separado el momento exacto en el que el poder realista español se retiró de su territorio. Las otras ocho regiones del país prefieren representar este hecho en la fiesta patria del 6 de agosto, día de la firma del Acta de Independencia de Bolivia.

Estamos ante una expresión de la ideología cruceñista. Que haya una “independencia de Santa Cruz” que no se refiera y que sobre todo no se asocie a la independencia nacional produce un elemento de significación ambiguo. Trasluce el anhelo cruceñista de una estatalidad propia, que se manifiesta, como una anticipación, en el campo simbólico.

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Sin embargo, el fervor independentista del 14 de febrero es relativamente singular dentro del discurso cruceñista. Solo se explica por lo ya señalado, pues lo que normalmente predomina en este discurso es algo diferente: una visión idealizada y naif de la Conquista y el nacimiento de Santa Cruz de la Sierra y, en consonancia, la asignación de un estatuto especial a las relaciones entre los cruceños contemporáneos y España.

Ambas creencias, que hemos agrupado en “el mito del origen de Santa Cruz”, es nítidamente ilustrada por “Fundación de la llanura” (1967) del muy destacado poeta y hombre de letras cruceño Raúl Otero Reiche. El libro contiene un conjunto de poemas sobre la fundación de Santa Cruz de la Sierra por Ñuflo de Chaves en 1561.

Otero —en concordancia con la obra contemporánea “Ñuflo de Chaves, el caballero andante de la selva” (1966) de otro gran escritor cruceño, Hernando Sanabria—  describe así a los conquistadores: “Comienzan a llegar los sembradores/ de estrellas de oro y plata./ Pero los soñadores/ siembran en la Vía Láctea sus ensueños”. Son personajes, pues, de alcances siderales.

El tono del poema es epopéyico. El poeta presenta a unos gigantes: “Venían de los mares/ del otro lado de la tierra;/ de muy lejos venían indagando/ la ruta del milagro,/ por donde señalaron los planetas/ el desnivel del cielo./ Jamás heroica caravana recorrió de tal suerte tantos siglos”.

Luego, conforme los versos se suceden, el tono se eleva aún más, llegando a alturas mitológicas: “Donde sus luengas barbas se enredaron/ allí surgió un torrente;/ donde remaron, se formó un remanso;/ donde durmieron, despertó la aurora”… “Eran hombres, aquellos,/ eran hombres montañas,/ hombres ríos,/ voluntades al mando de inquietudes,/ capaces de subir,/ aun siendo ríos;/ resueltos a bajar,/ siendo montañas”.

Y aún más directamente: “Eran dioses aquellos, eran dioses/ para todo milagro;/ harían crecer ciudades,/ las encadenarían de torrentes/ para que el monstruo de la sed las guarde,/ les darían las llaves/ de las puertas azules,/ les pondrían nombres hermosos/ para pronunciarlos a la orilla del horizonte”. En la imaginación de Otero, los españoles son los demiurgos, los dioses creadores del Nuevo Mundo.

En esta mitología, como ocurre también en Sanabria y otros intelectuales cruceños, el gran héroe, el patriarca de cuyos genes e ingenios descendería la entera “estirpe” cruceña, no es otro que Ñuflo de Chaves. Veamos un ejemplo: “Y el capitán tenía por escudo/ su pecho de cristal,/ nadie le miraba frente a frente/ porque la herida de sus cejas/ era un rasguño de león”. Huelga decir que, en Bolivia, este culto al fundador de la ciudad existe en Santa Cruz de la Sierra y en ninguna otra parte.

Como todo héroe, Chaves no actúa solo, sino que es el primero de un grupo de valientes, como Aquiles de los mirmidones y Jasón de los argonautas (esta última es una comparación expresa en Sanabria): “45 caballeros/ de luengas barbas ásperas,/ ojos azules y entrecejos fieros”… así describe Otero a estos hombres, a cuya cifra legendaria vuelve reiteradamente el poema. Estamos ante un canto de gesta, la gesta de “los 45”.

Por supuesto, para el poeta la llegada de los españoles a los llanos bolivianos fue una “suerte”: “¿Quién los trajo con suerte?/ Quizás la misma cruz de Santiago”, escribe. En cambio, no siente mucha empatía para con los indígenas o para con la naturaleza que en esa expedición encontrarían la catástrofe.

Otero reconoce que su evocación no es histórica sino emotiva, sentimental. Él, escritor de la élite oriental, se identifica con los conquistadores, no con los conquistados. “En esta evocación de hombres torrentes/ por intrincados laberintos verdes/ estoy poniendo el corazón a ratos/ y la memoria a veces”.

Es también con el corazón que describe a los indígenas como una amenaza, como los agonistas por excelencia de “los 45”, indios valientes pero insignificantes frente a los europeos que “no se acobardan nunca/ pues nadie les dijo todavía ¡basta!”.

En cuanto a la naturaleza, aunque cantada por Otero como formidable y hermosa, debe sujetarse a la voluntad del español, primero, y del criollo, después: “La selva es una virgen que no se entrega nunca,/ tendremos que arrancarle por fuerza la palabra,/ vestirla de ciudades/ ceñirle con caminos los muslos inviolados/ quemar su piel verde/ con sangre de progresos y civilizaciones”.

Estos versos corresponden con la expresión que usa Sanabria para resumir el objetivo de la expedición de Chaves: “españolizar tierras indias”, esto es, realizar una proeza civilizatoria (“arrancar por fuerza la palabra”) que continuaría en los llanos bolivianos durante toda la Colonia e incluso hasta fines del siglo XIX.

(*) Fernando Molina es periodista

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El americano feo

Carlos Antonio Carrasco

/ 15 de febrero de 2025 / 06:00

Fue en 1958, en pleno auge de la Guerra Fría, que apareció la obra clásica del tándem William Lederer y Eugene Burdick intitulada El americano feo en la que se retrataba en estilo novelesco las torpezas y trampas de la diplomacia estadounidense en el sudeste asiático, cosechando de esa manera la repulsión y el odio popular no solamente en ese espacio, sino en todo el mundo. Aquel sentimiento que tardó allí años en acumularse, lo consigue —ahora— Donald J. Trump, en las primeras semanas de su gobierno, mediante sus famosos decretos ejecutivos y sus destempladas declaraciones a la prensa. Proeza que la psiquiatría podría explicar como la sed de revancha por las humillaciones sufridas en el interregno entre sus dos presidencias, cuando la Justicia lo halló culpable de 34 cargos criminales a los cuales escapó gracias al estruendoso apoyo popular que lo llevó nuevamente a la Casa Blanca.

En el plano interno, su obsesión por extinguir legalmente la noción sobre la orientación sexual del individuo es tan notable como su fobia contra los 11 millones de migrantes indocumentados que sufren persecuciones inmisericordes hasta ser capturados y deportados sañudamente.

A ello se suman los daños colaterales que causan ciertas medidas de orden internacional, siendo la más ilustrativa el cierre de Usaid, la agencia de ayuda al desarrollo, que financiaba proyectos de vivienda, salud y educación en países del Tercer Mundo. Luego, la renuncia al Pacto de París sobre el cambio climático y el retiro de la Organización Mundial de la Salud, ambos pasos que afectan seriamente la concertación multilateral para beneficio humanitario. Si el ahorro fiscal de miles de dólares sirvió como pretexto para esas acciones, no se entiende el alejamiento de Estados Unidos del Consejo de Derechos Humanos de la ONU y menos las sanciones impuestas a la Corte Penal Internacional que juzga precisamente a los gobernantes perpetradores de aquellos derechos.

En otro acápite, se nota que MAGA (Make América Grate Again) que parecía ser un mero eslogan electoral se convirtió de metáfora en intención de expansión imperial cuando Trump invoca la posibilidad de hacer de Canadá el 51 Estado de la Unión, de recuperar nuevamente el Canal de Panamá, de rebautizar el Golfo de México como Golfo de América o de comprar Groenlandia.

Empero, entre sus ocurrencias, la más osada es la conquista pura y simple de la Franja de Gaza, para instaurar allí con el dominio americano un novedoso proyecto inmobiliario que transforme esa tierra, de tanto sufrimiento bajo el genocidio israelí, en una lujosa “costa azul” del Medio Oriente, trasplantando a los dos millones de nativos palestinos a tierras egipcias y/o jordanas. Ante tanta barbaridad, el alza de aranceles en detrimento de México, Canadá, la Unión Europea o China, adquiere el aroma de ingenuas aspiraciones de mentalidad aduanera, excusables para una equitativa negociación.

Entre tanto ajetreo hereje que altera la geopolítica planetaria, Trump deja pasmados y afónicos a sus homólogos europeos y asiáticos, pero aún confiemos que le quede tiempo para acordar con Vladimir Putin una paz duradera en el conflicto ucraniano que tantos miles de jóvenes vidas ha segado, en aquel absurdo pleito por fronteras imaginarias. Esa hazaña, ¿podría —acaso— brindarle su añorada ilusión de obtener el Premio Nobel de la paz?

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