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Cogobernando junto a Fobos

/ 23 de junio de 2024 / 06:08

Una lectura sobre la situación del Gobierno nacional en la coyuntura, a partir de arquetipos de la mitología griega.

Dibujo Libre

En la mitología griega, Fobos hijo de Ares y Afrodita (Phóbos es el étimo de fobia: miedo) era la personificación del temor y el pánico. Fobos y su gemelo Deimos acompañaban al dios de la guerra en cada batalla. La figura de Fobos aparecía antes de la batalla, en el miedo y pánico de los hombres antes de luchar, algunos aterrados huían de la batalla o fingían su muerte para después escapar.

El origen de la paranoia obedece a un miedo intenso e irracional que dinamita el proceso de toma de decisiones, La paranoia política es una categoría útil para comprender algunas manifestaciones contemporáneas de las patologías del poder.

El paranoico pierde su conexión con la realidad y su capacidad de construir autocrítica, lo nuevo es potencialmente riesgoso y peligroso porque amenaza su inmutable dogmatismo, para él, el conflicto nunca está dentro sino fuera.

Tras abordar esta estrecha relación entre paranoia y teoría política conspirativa, el psicoanálisis de Freud y Lacan definen al sujeto paranoico, como un sujeto megalómano, hiperracional que pretende controlarlo todo. Una vez en movimiento, la paranoia se alimenta de sí misma, el paranoico le atribuye su propia destructividad al adversario, ya que tiene la certeza delirante de su completa inocencia y pureza, como eterna victima la culpa será siempre del otro. esto claramente, justifica la agresión y al mismo tiempo, alivia el sentimiento de culpa ante una inminente venganza.

El Rey fantasma, alter ego del enemigo fantasma.

Un rey rehén de sus miedos e inseguridades, afianzados por una cohorte de aduladores inútiles, que viven en el pavor de que esa paranoia les guillotine la cabeza, hacen de la mentira su forma de vida, entonces lo normal será mentir para sobrevivir, o aún peor lo más facil siempre será “no hacer nada”, entonces, el rey convivirá con un enemigo fantasma que resultará ser él mismo, atrapado en sus propios pensamientos, creando enemigos imaginarios intentará justificar los fantasmas del gas, del litio, del oro, o del dólar, para procurar escapar del autoengaño y de su propia teoría económica conspirativa.

Primer fantasma, Evo. Luis siempre vivirá bajo la sombra de Evo, siempre será comparado con su hacedor, Evo será siempre la medida de su victoria o su derrota.

Segundo fantasma, Jeanine Añez. La historia se repite y posiblemente su destino. Luis al igual que Añez nunca entendió que su gobierno, era un gobierno de transición. Sí Añez cumplía su deber de llamar a elecciones y no buscaba la candidatura presidencial, tal vez hoy sería el principal referente de la oposición con posibilidades reales de ganar. Luis fue electo para gestionar la economía, no para ser candidato o adueñarse del partido. Las mieles del poder lo atraparon y exactamente como en el mito de las sirenas, estas anuncian su naufragio.

Tercer fantasma, el Presidente fantasma.

Luis es culpable de haberse creído su propio mito: de ser el padre del modelo económico, productivo, social-comunitario; un modelo reconocido y estudiado por las mejores universidades del mundo; de ser el mejor economista de la región; de ser el padre del milagro económico, esas premisas son útiles para una campaña electoral en tanto y en cuanto encuentren su correlato con la realidad, hoy Luis ha roto su mito, ha roto el pilar fundamental de su credibilidad y su razón de ser en la política, su auctoritas como actor de la política se ha fracturado y se desvanece conforme la crisis económica se hace patente.

Cuarto fantasma, el partido.

La instrumentalización de la sigla ha sido una constante en el MAS-IPSP, lo fue antes con Evo y lo es ahora con Luis. Se finge cogobernar con las organizaciones sociales, pero lo cierto es que se los utiliza para validar objetivos y ambiciones personales de elites de poder que atraviesan una histórica correlación de debilidades. El MAS desde su fundación ha sufrido una metonimia con el IPSP, aunque no son lo mismo, probablemente el MAS deje de existir y con él, toda una gerontocracia política, que no supo cabalgar entre sus propias contradicciones y ambiciones infinitas. Por su parte el IPSP sobrevivirá a la debacle del MAS y se reconfigurará en un nuevo proyecto que pronto desconocerá al gobierno de Luis. Serán ellos quienes cerraran este ciclo político y resetearan la política para dar curso a un nuevo momento constituyente.

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La insinuación paranoica aprende a “decir sin decir” porque “entre quienes me escuchan está el enemigo y Fobos lo sabe”; “él sabe que le estoy hablando a él”. En su soledad el paranoico busca inconsciente individuos que se le parezcan, la soledad es causa y consecuencia de esta patología del poder.

Fobos es la ansiedad paralizante que anula la acción y la razón, sin acción no hay resultados, la vergüenza a ser juzgado por los errores cometidos, puede conducir a formas significativas de evación de la realidad. El cogobierno con Fobos nos ha llevado a este contexto de crisis, de un presidente atormentado y prisionero de sus miedos. La fobia de saberse poca cosa, encuentra su solución, en la fantasía contraria de una grandeza imaginaria.

(*)Freddy Bobaryn es politólogo

El Zuñigazo, lo que pasó y lo que deja

Por un breve momento, el país volvió a recordar la importancia de la democracia y el respeto al orden constituido, por un muy breve momento.

El Zuñigazo, lo que pasó y lo que deja

Por Pablo Deheza

/ 30 de junio de 2024 / 06:55

El punto sobre la i

Era un miércoles normal, común y silvestre. Los noticieros del mediodía habían cerrado edición sin mayores sobresaltos, siendo la noticia de la jornada, hasta ese momento, el acuerdo al que llegó el Gobierno nacional con el transporte pesado y el consiguiente anuncio de que se suspendían los bloqueos. La gente retomaba la jornada después del almuerzo y el cielo paceño irradiaba una claridad parsimoniosa.

De pronto, en algún momento después de las dos y media de la tarde, comenzaron a llegar las noticias del movimiento de fuerzas militares en la Plaza Murillo. A las tres ya era un hecho: una asonada estaba en curso. La gente corrió a los cajeros y a los supermercados como si no hubiera un mañana. El Zuñigazo entraba en funciones.

Detengámonos en este punto y rebobinemos. ¿Cómo es posible que prácticamente de la nada se arme una intentona de cuartelazo en Bolivia? Más aun, ¿cómo es posible que las autoridades del Gobierno nacional se enteren de lo que estaba pasando a partir del ulular de las sirenas de las tanquetas que ya estaban en la Plaza Murillo, según sus propios relatos de los acontecimientos? ¿Qué tuvo que pasar por la cabeza del ahora excomandante del Ejército, Juan José Zúñiga, para acometer semejante atropello a la Constitución, a su propia institución y a la cordura?

LO QUE PASÓ

Comencemos con un breve recuento de los hechos, señalando que es de conocimiento público que el general Zúñiga venía siendo cuestionado de tiempo atrás por muchas voces, dentro y fuera del Ejército, incluyendo críticas y reclamos del expresidente Evo Morales. El pasado lunes, el militar no tuvo mejor idea que presentarse a una entrevista con la periodista Jimena Antelo en la que amenazó al exmandatario. Esta conducta, contraria a lo que establece la Constitución, en sentido de que el personal de las Fuerzas Armadas no delibera sobre política, resultó inaceptable e intolerable para el Ejecutivo. Según cuenta el propio presidente del país, Luis Arce, al día siguiente, el martes último, le hacen conocer la intención de retirarlo de sus funciones, de “cesarlo”. Este es el antecedente directo de la insurrección del comandante del Ejército y que deriva en la fugaz y tremebunda asonada.

Las declaraciones de Zúñiga en la tarde de ese miércoles de miércoles fueron profusas, bizarras y patéticas. Del pedido del reemplazo del ministro de Defensa, pasó a pedir el cambio de todo el gabinete, habló luego de “restablecer la democracia” y “liberar a nuestros presos políticos”, citando a Luis Fernando Camacho y a Jeanine Añez, además de otro personal militar.

El momento cúlmine de aquella tarde es el careo que tiene lugar entre Zúñiga y el presidente Arce. “General, vuelva a sus órdenes y lleve a toda la policía militar a sus cuarteles en este momento”, sentenció el primer mandatario. “No puede ser eso. No puede ser tanto desprecio, tanta lealtad de las Fuerzas Armadas”, fue la respuesta entre amenazante y dudosa del comandante. El reclamo quedó claro, la querella del militar era por su despido. Las redes sociales se dispararon y el país estaba en las primeras planas alrededor del mundo, no por alguna noticia positiva, sino por todo lo contrario y otra vez.

“Zúñiga actúa, digamos, en reacción a lo que él entiende como una deslealtad, porque en ese careo con Arce él habla de lealtades. ¿Lealtad a qué? A ver, este señor entiende la lealtad de él con Arce por su pelea con Evo Morales. Desde mi perspectiva, el hecho de que él haya salido a los medios y que supuestamente se haya enfrentado al expresidente representa, para él, una muestra de lealtad al presidente Arce. Esto está en la sintonía con lo que está pasando en general. Es decir, una prueba de lealtad con Arce es estar en contra de Evo Morales y una prueba de lealtad para Evo Morales es ofender al gobierno de Arce y a todos sus seguidores. Entonces, cuando uno se pregunta qué es lo que ha pasado aquí, para Zúñiga, en su fuero interno, esta es una cuestión de lealtad”, explica la politóloga Susana Bejarano.

En criterio del también cientista político, Carlos Saavedra, “estamos ante la aventura golpista de un militar que quería cerrarse al poder como comandante del Ejército y que, en un día de furia, no tuvo mejor idea que planificar y entrar con tanquetas para amenazar el poder constituido en la Plaza Murillo, hasta la Casa Grande del Pueblo y el Palacio Quemado. Esto tiene que ver con un contexto político de una multipolarización ya muy larga, destructiva en el país, que está socavando los cimientos de la vía institucional para la resolución del conflicto. Ante esa debilidad, cuando se decide cesarlo de sus funciones, como es tuición del presidente, y más aún ante una falta tan flagrante como las declaraciones de Zúniga, abriéndose de manera pública a discutir temas políticos, violando la constitución y el rol que tiene como comandante del ejército, su respuesta es organizar un grupo de militares, porque no actúa solo. Yo creo que él y su grupo de poder al interior del Ejército deciden ir con tanquetas a hacer toda una protesta.

Yo entiendo que lo que querían era tomar el poder, pero al parecer algo le falla en su plan y no pueden concretar este golpe de Estado al poder constituido democráticamente”.

LO QUE QUEDA

El hecho que gatilla, literalmente, la insubordinación Zúñiga es que el Gobierno le diga que ya no será el comandante del Ejército, pero sin reemplazarlo efectivamente. Al respecto, Bejarano comenta que “no creo que sea una muy buena alternativa que pase mucho tiempo en las Fuerzas Armadas con una acefalía, tomando en cuenta los malestares y tensiones que existen permanentemente ahí dentro. Es decir, no se puede tener un cargo tan alto acéfalo y esto creo que es una lección para el gobierno de Arce en cuanto al modelo decisional que carga el Ejecutivo. El suyo es un modelo donde las decisiones se toman demasiado lento, tardan por demás en existir. Entonces, al señor se lo cesa y se tarda más de 36 horas en establecer un nuevo mando. Entre el cese y lo que sucede con el intento de golpe existe ya una insubordinación pública que debió alertar, si no al presidente, por lo menos a los conductores del área, al ministro de Defensa. Se informó que lo cesan en la noche y al día siguiente Zúñiga les dice a dos medios de comunicación que va a seguir a trabajando normalmente hasta que superiores le digan lo contrario. No hay nadie más superior a él que el presidente del país. Entonces ya hay un proceso en curso de insubordinación. Esa declaración ya es una declaración de insubordinación notable que debió tener una reacción de parte del poder político y que no la tuvo”.

La politóloga prosigue señalando que “existe una necesidad urgente de que se repiense cómo opera el Estado y cómo funcionan los mecanismos de inteligencia en el país. Porque no es la primera vez que éstos no funcionan. En 2019 pasó lo mismo. Los mecanismos de inteligencia no funcionan o están a cargo precisamente de personas que están dispuestas a ir en contra del poder político. Entonces, tiene que haber mecanismos de inteligencia que sean lo suficientemente capaces de detectar irregularidades también dentro del Estado. Normalmente en muchos otros Estados hay inteligencia militar, pero también hay inteligencia civil”.

Por su parte, Saavedra reflexiona indicando que “no es casual que, en menos de cinco años, las fuerzas del orden hayan intervenido en temas políticos. Pasó el 2019, pasó ahora, pero lo peor es que siento que puede volver a pasar. Pienso que la intentona de golpe no ha acabado. Siento que estamos en un momento muy frágil y que hay fuerzas internas y también factores geopolíticos externos que siguen amenazando el orden democrático en Bolivia. Y eso preocupa”.

“Esta vez el gobierno la sacó barata, pero pudo no haber sido así. Pudo haber sido una cosa más radical”, advierte Bejarano.

“En determinado momento, esperar de manera paciente que los conflictos evolucionen le resultó muy bien al Gobierno. Hoy estamos en otro contexto. La política está mucho más dinámica y exige una toma de decisiones mucho más rápida. El Gobierno tiene que entender que no está ya en un momento normal, que está en un momento de crisis y ante ese escenario tiene que operar de manera mucho más pragmática. Debe cambiar el estilo decisional en el gobierno porque en este momento hay amenazas múltiples”, señala Saavedra.

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DE REGRESO AL ABISMO

Pasadas las cosas, el infortunio es saber que el país se salvó por poco de rodar por el precipicio de una nueva aventura golpista, sólo para volver a la “normalidad” de la polarización abismal,

“Cuando vi la imagen de la tanqueta intentando entrar al Palacio, se me venían a la cabeza las palabras de Álvaro García Linera y su advertencia en 2021, que le costó el mote de traidor y toda esa cuestión, cuando él decía que habí aque tener cuidado con las formas. O sea, esta ruptura interna no es una consecuencia simplemente de una candidatura. Es un proceso, una forma de leer y entender al Estado, una forma de concebir al país”, dice Bejarano.

Agrega que “si se hace un recorrido cronológico de los actores políticos y sus seguidores hora a hora, la reacción inicial fue de unidad en favor de la democracia y, como el gobierno democrático hoy es el de Luis Arce, entonces fue a su favor. Tres horas ha durado eso, tres horas. Luego de la última declaración de Zúñiga (pasadas las 19:00, cuando fue aprehendido) se tiene un evismo durísimo, radical, mucho más radical que la oposición, comprándose la tesis de autogolpe, después de que todo el MAS en 2019 fue víctima de un golpe de Estado. Es decir, nadie mejor que el MAS sabe que no son broma los efectos políticos posteriores que puede tener un tema con los militares. Entonces, esa sensación de racionalidad política, de defensa de Estado de derecho, de defensa de un gobierno popular, se disipa en tres horas. Cuando de alguna manera se vuelve a la normalidad política, el MAS continúa con su disputa y no aprende ninguna lección”, En las filas del arcismo, el correlato a la formulación de la narrativa del autogolpe que impulsan tanto la oposición tradicional como el evismo, es la generación de otra narrativa, que aspira a un aire épico, sobre una heroica resistencia a un golpe militar en toda su extensión.

“Si bien en ese momento hubo una reacción institucional, de búsqueda de Zúñiga y toda aquella cuestión, la construcción del mensaje no es exigir que se haga una investigación transparente, que de una vez se conforme una comisión multipartidaria, que llamen a observadores internacionales, para que no haya dudas sobre ese proceso”, afirma Bejarano.

“Lo que también ha mostrado la gente ahora es que existe una duda permanente sobre todo lo que hace el Gobierno, sobre todo lo que dice el MAS. Hay una duda sistemática sobre la clase política y lo que la clase política le entrega a la gente”, añade.

Ahora bien, lo acontecido debería ser terreno fértil para la reflexión serena y la propuesta, sobre todo del lado de las oposiciones, poque, al menos en teoría, están pugnando por conducir al país y deberían tener algo que decir cuando algo como el Zuñigazo acaba de ocurrir. Sin embargo, no fue así.

Saavedra sostiene que en el país “se tiene una oposición simplona, cegada por el odio y encerrada en sus burbujas ultrarradicales. La oposición actúa de manera también absolutamente inmadura. Lo único que hace es intentar aplaudir el error ajeno, pero tiene una incapacidad estructural de leer y de conectar con la población”.

El politólogo añade que, con todo, “no es un hecho de ahora, este ya es un comportamiento recurrente del opositor tradicional al MAS, que tiene miopía política. Una miopía que es alimentada justamente por un odio que es visceral, que no propone nada, no reflexiona y lo único que quiere es exacerbar odios, sentimientos de rechazo. El recurso fácil ahí es construir la descalificación rápida, la mofa, que coincide con esa lógica de estar más preocupados de cómo se genera el meme antes de cómo se genera la reflexión política y cómo la oposición le plantea algo serio al país. La oposición tiene un momento de oro para construir una propuesta política que pueda cautivar a la población ante la implosión del MAS. En realidad, el MAS ha encontrado a sus peores enemigos en el propio MAS, pero también tiene su mejor aliado en la oposición”.

Para Bejarano, “la reflexión de la oposición es cómo le pasa esto al Gobierno en la nariz y nadie se da cuenta. Esto refleja una serie de cosas que me parece que la oposición debió ser quien nos invite a pensar, que nos invite a pensar qué pasa con la institucionalidad del país, qué pasa con el modelo decisional, qué pasa con la fortaleza o no del Gobierno, con la legitimidad o no del Gobierno, qué pasa con la capacidad de gobernar un país. Ahí hay muchísimas reflexiones que hacer y salen con lo más fácil. O sea, lo más simple es decirle a la gente que ha sido un autogolpe. Es la versión más fácil de las cosas, pero, a la vez, la menos reflexiva y la más pequeña”.

(*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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Michel Foucault y el poder

Recordando al gran pensador francés, a cuarenta años de su fallecimiento.

/ 30 de junio de 2024 / 06:42

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La reflexión sobre el poder atraviesa una buena parte de la obra del filósofo francés Michel Foucault (1926-1984). En su curso de 1976, titulado “Defender la Sociedad”, da una serie de intuiciones sobre el ejercicio del poder, pues para Foucault el poder se ejerce y existe en acto.

Frente a la simple pregunta de ¿qué es el poder? Foucault propone pensar el poder como una relación de fuerza, como ejercicio, y entonces se pregunta ¿qué es ese ejercicio? ¿En qué consiste? Y nos ofrece una respuesta tentativa “el poder es esencialmente lo que reprime” y es entonces cuando plantea la llamada “inversión del aforismo de Clausewitz”. Foucault alude esta manera a Carl von Clausewitz y su texto “De la guerra” según el cual la guerra no es más que la continuación de la política por otros medios, y la inversión de este aforismo sería que la política es la continuación de la guerra por otros medios. Esto supone, para Foucault, una grilla de análisis por la que es posible entender que las relaciones de poder, tal como funcionan en las sociedades modernas, tienen como punto de anclaje cierta tensión de fuerza establecida en la guerra, es decir, en una guerra históricamente identificable.

De esta manera la guerra no termina con la rendición de una de las partes en la batalla, sino que continúa a través del poder político, el mismo que se encarga de reinscribir la relación de fuerza a través de las instituciones, las desigualdades económicas, el lenguaje y hasta en los cuerpos de unos y otros. Así, una de las funciones centrales del poder político en esta inscripción de las relaciones de fuerza es la producción del saber, del llamado discurso verdadero. Entonces, Foucault lanza de nuevo otra provocadora sentencia: saber es poder. Un alma ingenua podría decir: claro, el saber y el conocimiento ofrece al individuo mayores opciones y oportunidades para ejercer el poder.

Sin embargo, cuando Foucault sentencia que saber es poder nos está diciendo otra cosa: que no hay ejercicio de poder sin cierta economía de los discursos de verdad que operan y funcionan a través de ese poder. El poder para funcionar debe abandonar en lo posible la represión física, aunque en su ejercicio final (micro-físico) pueda retornar, en su lugar, debe establecer una producción, acumulación y circulación del discurso verdadero, pues es éste el que impulsa los efectos de poder.

El poder político institucionaliza esta producción y conservación del discurso verdadero y lo hace a través de formas institucionales en las que lo profesionaliza e incluso lo recompensa. Por ejemplo, para descalificar la propuesta de Foucault ¿no es necesario oponer otros discursos de verdad que logren este cometido? Incluso quien se anime a una descalificación de Foucault debe concentrarse en la producción de un discurso verdadero, afirmando sin querer, la sentencia de Foucault.

En textos anteriores al curso de 1976, en particular en el curso de 1973 titulado “La verdad y las formas jurídicas” y en el libro “Vigilar y castigar. Nacimiento de la prisión”, Foucault dará cuenta de esta institucionalización de la producción del discurso verdadero en lo que él denominó la sociedad disciplinaria o panóptica. Foucault encuentra en el modelo del panóptico de Jeremías Bentham el isomorfismo de varias instituciones, como las escuelas, los psiquiátricos, las cárceles, en las que la vigilancia y el castigo tienen como finalidad la inscripción en el cuerpo de los llamados discursos verdaderos. Un cuerpo educado, normalizado o disciplinado es un cuerpo gobernable. Foucault denominará a estos isomorfismos del panóptico como instituciones de secuestro, es decir, instituciones que toman el cuerpo de un ser humano, lo encierran o secuestran, e inscriben un determinado saber que puede ser un modo de comportarse y un tipo de subjetividad con un determinado saber.

El individuo, para Foucault, no debe ser tomado como el sujeto de este secuestro, sino como su resultado, es decir, el individuo y la individualidad que de él se espera, es lo que se p r oduc e , luego del paso de los seres humanos por estas instituciones de secuestro, como la escuela, el hospital o la cárcel. Uno de los primeros efectos del poder es ese individuo disciplinado y dócil, capaz de ser parte activa (en otros momentos) de las instituciones de secuestro, ya no como alumno o paciente o preso, sino como profesor, médico o carcelero, es decir, como relevo de la maquinaria disciplinaria. El individuo, para Foucault, es uno de los resultados del poder, pero al mismo tiempo es el relevo necesario que le permite señalar que todos somos blanco del ejercicio de poder, así como también lo ejercemos.

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Pero no agota allí su análisis sobre el poder, pues junto a estas técnicas y tecnologías disciplinarias, Foucault nos revela otras formas de ejercicio del poder: la biopolítica. Ésta no es disciplinaria, en tanto las formas disciplinarias se concentran en la producción y disciplinamiento de individuos. La biopolítica se concentra en el ejercicio de poder sobre el ser humano especie, es decir, sobre la vida y muerte y de los seres humanos en tanto multiplicidad, o dicho de otra manera, sobre el gobierno de los mismos en tanto población.

“Se trata de un conjunto de procesos como la proporción de nacimientos y las defunciones, la tasa de reproducción, la fecundidad de una población, etc.”, señala Foucault en su curso denominado “Defender la Sociedad”. Una medida que puede tomar el Estado, como la adquisición o no de una vacuna, la adquisición o no de una medicina para el cáncer, puede impactar en la vida o la muerte de miles de personas. El gobierno de las poblaciones está atravesado por las lógicas de definición biopolíticas y en ellas volvemos a encontrar a la guerra, cuando la misma es utilizada para eliminar a la población del adversario, o cuando se realiza la prueba de una nueva vacuna, o un nuevo antibiótico en poblaciones que son tomadas como ensayos clínicos. Definir una población como sujeto de ensayo clínico es una medida biopolítica y si entre las posibilidades se encuentra la muerte de muchos en estos ensayos, Foucault no observa una diferencia sustantiva respecto a determinadas prácticas en la guerra.

Paul Michel Foucault murió en París un 25 de junio de 1984 y fue enterrado un 29 de junio en el pequeño cementerio de Vendeuvre. Hace unos días recordamos 40 años de la muerte de este filósofo, si bien heredero de Nietzsche y de Heidegger, creemos que fue lo suficientemente original y provocador como para considerarlo uno de los grandes pensadores del siglo XX.

(*)Farit Rojas Tudela es docente investigador de la UMSA

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De la crisis política a la vergüenza nacional

Urge tomar decisiones y sin duda le toca al Gobierno empezar la gestión de la crisis política porque tiene la principal autoridad estatal y es el actor institucional central.

Al promediar las 14.30, efectivos del Ejército se apoderaron de la plaza Murillo, al mando del general Juan José Zúñiga

Por José de la Fuente Jería

/ 30 de junio de 2024 / 06:25

Dibujo libre

Hace tres semanas escribimos que, de la crisis política irresoluble y los problemas ocasionados por la falta de dólares y combustible, particularmente del diésel, podríamos pasar al caos. Felizmente no fue el caso, aunque llegamos al extremo vergonzoso de una tanqueta militar rompiendo la puerta de la Casa de Gobierno en día normal y empezando la tarde. Es tan profunda la crisis política que antes del caos hemos caído en un abierto desorden institucional y casi en una tragedia.

Los elementos críticos siguen siendo los mismos, aunque con algunas variaciones y con tendencia a incrementarse como indica la regla básica de que crisis que no se revierte se incrementa. La falta de dólares y la cuestión del combustible, que se exaspera porque un ministro afirma que el combustible ruso llegó a Arica y el presidente de YPFB desmiente, sin que nadie esclarezca y menos informe. El insoluble trámite legislativo para convocar a las imprescindibles elecciones judiciales que sigue pendiente y que antes de avanzar institucionalmente, se intenta obstruir con una juez – candidata que, para asegurarse una plaza en los futuros tribunales, instruye -suelta de cuerpo y en fin de semana- al Órgano Legislativo convocar a una sesión del Pleno para validar leyes. Como el tiempo pasa y nadie quiere estar fuera del desorden, el Tribunal Supremo Electoral convoca a los partidos políticos a una reunión que defina si se suprimen las elecciones primarias para dar prioridad a las judiciales; lo que tiene poco sentido ya que la prioridad son las elecciones judiciales y, si fuese el caso, justificando su pertinencia y el gasto, las primarias podrían realizarse sin mayor dificultad a principios del próximo año.

Finalmente, como si lo que estamos viviendo no fuese suficiente, el corolario de estos días tensos y complicados es el exabrupto militar de “reestructurar la democracia” -de inocultable tufillo garciamesista- al que no cabe denominar, por un mínimo de rigor conceptual, de golpe militar. Fue una asonada o intentona, como siempre se decía de los movimientos militares irregulares – hace 40 años se secuestró al presidente Siles Suazo, lo hizo un coronel, pero nadie dijo golpe a lo que solo era un secuestro, evidentemente disparatado, nunca esclarecido y menos castigado- que no pasaban de la insubordinación por más desquiciados que fueran, como en el caso que nos ocupa. Dejo para los cinéfilos el análisis del guion del golpe o el autogolpe, porque para eso es necesario poco discernimiento, extrema sensibilidad y suficiente vena literaria.

Dada la gravedad de la crisis hay que asumir de forma franca, honesta y decidida, que estamos ante una cuestión de gobernabilidad que el gobierno no puede resolver y tampoco focaliza constructivamente porque no tiene un equipo de gobierno a la altura de los desafíos, amén del desastroso desempeño de las oposiciones que sólo apuestan al derrumbe del gobierno sin medir que su oportunismo e inconsecuencia abre el riesgo de una crisis democrática que arrastraría al país entero. Complicada situación a la que la asonada militar, aparte de ser una acción grotesca y estúpida, ha agregado un enorme deterioro a la imagen internacional del país y con directo efecto negativo en la atracción de inversiones y financiamiento externo. Sin contar con la zozobra que la gente ha sentido al ver, en vivo y directo, a militares encapuchados tomando la Plaza Murillo y a una tanqueta golpeando la puerta de gobierno, al extremo que reaccionó de inmediato retirando dinero de los cajeros, comprando lo que sea en los mercados y haciendo largas filas en las gasolineras, para hacer frente a una eventualidad que nadie entendía y menos podía saber cómo acabaría. En fin, un episodio más de vergüenza nacional que no tendríamos que haber espectado.

Sin embargo, como no hay mal que por bien no venga, la asonada y el grotesco militar ha puesto paños fríos y nos está haciendo pensar con algo de sensatez y seria preocupación por el extremo al que está llegando la crisis política. Urge tomar decisiones y sin duda le toca al Gobierno empezar la gestión de la crisis política porque tiene la principal autoridad estatal y es el actor institucional central. Para empezar, alguien debe asumir la responsabilidad política de haber puesto al comando del Ejercito a una persona con semejantes antecedentes -desde el 2012/13, por si acaso- y ser un pésimo alumno en un sistema institucional que se funda en el rendimiento académico y profesional para ascender de grado. Para peor, cómo se permite que un jefe militar haga semejantes declaraciones políticas sin que al día siguiente se lo releve por violar la Constitución y poner en riesgo un acuerdo básico de la democracia y en particular de la nuestra -desde hace 42 años y luego de 18 años de dictaduras militares- de que gobiernan los civiles. Esto es imperdonable, independientemente de contra quién iban las declaraciones políticas del militar, este es un principio político y democrático que no puede transgredirse y que debe castigarse de forma inmediata y ejemplar. El ejemplo vale lo mismo para tantos asuntos de gobierno que no se gestionan adecuadamente y nunca nadie asume la responsabilidad política. Esta es una cuestión básica de gobierno y ética política sin la cual la autoridad pierde legitimidad.

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De todas maneras, con realismo también hay que asumir que la crisis política que ha fracturado al MAS es de imposible solución porque cualquier arreglo pasaría por la exigencia evista de habilitar de candidato a Evo Morales y esta posición es una piedra angular del gobierno y de la crisis judicial. Consecuentemente, la crisis política persistirá y correrá bajo estricta y exclusiva responsabilidad de los actores políticos, incluida la oposición, el gobierno y Luis Arce. El asunto de la preciada estabilidad democrática es, en última instancia, la tranquilidad y un mínimo de certidumbre social y económica. La ciudadanía, el ciudadano de a pie, el productor, empresario o campesino, obrero, comerciante, servidor público, joven, adulto mayor o jubilado, no lleva apunte de la crisis política con sus entuertos, tongos y sainetes o sus méritos y miserias, vuelca sus principales esfuerzos diaria y cotidianamente a la generación de ingresos económicos y perspectivas de mejoras en sus condiciones de vida en función de las necesidades familiares y los hijos. Por tanto, esta es la principal responsabilidad gubernamental. Cómo hacer que el país, la sociedad boliviana, los que viven en las ciudades o el campo afronten la difícil situación de la economía mundial y la nuestra con el mínimo de certidumbre y la confianza de que cruzando el charco podremos volver a mejorar nuestras expectativas de una vida mejor para nosotros y nuestros descendientes.

No hay democracia sin este mínimo de confianza social, estabilidad económica y apego ciudadano a la política, este es el capital acumulado en más de cuatro décadas y no tenemos derecho a perderlo.

(*)José de la Fuente es abogado

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Joe Biden contra las cuerdas

El debate presidencial del pasado jueves en EEUU desató el peor temor de los demócratas: su candidato no parece apto para seguir en carrera.

El presidente estadounidense Joe Biden

Por Peter Baker

/ 30 de junio de 2024 / 06:10

Dibujo Libre

El presidente Joe Biden esperaba dar un nuevo impulso a su candidatura a la reelección cuando aceptó debatir dos meses antes de ser nominado formalmente por su partido. En lugar de ello, su actuación titubeante e inconexa del jueves por la noche provocó una oleada de pánico entre los demócratas y reabrió el debate sobre si debería ser el candidato.

A lo largo de 90 minutos, un Biden de voz ronca se esforzó por pronunciar sus líneas y contrarrestar a un expresidente Donald Trump agudo, pero profundamente deshonesto, lo que suscitó dudas sobre la capacidad del actual presidente para llevar a cabo una campaña vigorosa y competitiva a cuatro meses de las elecciones. En lugar de disipar las dudas sobre su edad, Biden, de 81 años, las convirtió en el tema central.

Los demócratas que han defendido al presidente durante meses frente a sus escépticos —entre ellos miembros de su propio gobierno— intercambiaron frenéticas llamadas telefónicas y mensajes de texto a los pocos minutos de comenzar el debate, cuando quedó claro que Biden no estaba en su mejor momento. Algunos acudieron a las redes sociales para expresar su conmoción por sus dificultades, mientras que otros discutían en privado lo que significaría para el partido y si era demasiado tarde para convencer al presidente de que se hiciera a un lado en favor de un candidato más joven.

“Biden está a punto de enfrentarse a un crescendo de peticiones para que se haga a un lado”, dijo un veterano estratega demócrata que ha apoyado incondicionalmente a Biden en público. “Joe tenía una reserva profunda de afecto entre los demócratas. Se ha secado”.

“Los partidos existen para ganar”, continuó este demócrata. “El hombre que está en el escenario con Trump no es capaz de ganar. El miedo a Trump sofocó las críticas a Biden. Ahora ese mismo miedo va a alimentar las peticiones para que renuncie”.

El objetivo de Biden al aceptar el debate más temprano sobre las elecciones generales jamás celebrado en la historia presidencial era recalibrar la contienda como una elección entre él y un delincuente que trató de anular unas elecciones y que destruiría la democracia estadounidense si volviera a tener el poder de la presidencia. Biden abandonó el estudio de la CNN en Atlanta enfrentándose a un referendo sobre sí mismo y su capacidad, cuyo eco resonará durante días, si no más tiempo.

Trump, de 78 años, pareció superar el debate sin demasiados problemas, a pesar de que soltó una falsedad tras otra sin que nadie se lo cuestionara. Se mostró confiado y evitó el mismo comportamiento excesivamente prepotente que le perjudicó durante su primer debate con Biden en 2020, aparentemente contento de dejar que su oponente se hundiera en sus propias dificultades.

“Chicos, los demócratas deberían nominar a otra persona antes de que sea demasiado tarde”, escribió en las redes sociales Andrew Yang, quien compitió contra Biden por la nominación demócrata en 2020, antes de que terminara el debate, añadiendo la etiqueta #swapJoeout (cambien a Joe, en español).

Van Jones, excolaborador del expresidente Barack Obama en la Casa Blanca y una de las principales voces liberales, predijo que habría una discusión renovada al respecto. “Hay mucha gente que va a querer que se plantee ahora tomar un rumbo diferente”, dijo Jones en CNN tras el debate.

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La discusión en internet se llenó de valoraciones similares en la primera media hora del enfrentamiento. “Lo siento, voy a votar al presidente Biden, pero esto es un desastre hasta ahora”, escribió Mike Murphy, un republicano anti-Trump. Y añadió: “En una escala de 1 a 10 puntos —si esto continúa— la explosión de pánico dentro del Partido Demócrata llegará a 28 mañana”.

Alyssa Farah Griffin, una ex ayudante del expresidente Trump en la Casa Blanca que se distanció de él, dijo: “Es peor de lo que creo que la mayoría de la gente imaginaba”.

Los asesores de Biden han descartado durante mucho tiempo cualquier discusión sobre su renuncia, descartando tales conversaciones como nerviosismo injustificado, incluso cuando ha quedado por detrás de Trump en los estados disputados necesarios para la victoria este otoño. Los asesores y aliados de Biden han cuestionado repetidamente las encuestas y han señalado que las predicciones de derrotas demócratas en las últimas elecciones han sido exageradas.

Ningún presidente en ejercicio ha abandonado la carrera cuando el ciclo de campaña está tan avanzado, y hay poco consenso sobre lo que sucedería si lo hiciera. El jueves por la noche, los demócratas imaginaban escenarios que requerirían que veteranos del partido como el senador Chuck Schumer, de Nueva York, la expresidenta de la Cámara de Representantes Nancy Pelosi, de California, y el representante James E. Clyburn, de Carolina del Sur, intervinieran ante el presidente, aunque no había indicios de que ninguno de ellos accediera a hacerlo.

Otros demócratas dijeron que temían que fuera demasiado tarde y que Biden no escuchara a nadie más que quizá a su esposa, Jill Biden, quien ha apoyado firmemente la candidatura de su pareja. El equipo del presidente terminó la velada sabiendo que la tarea de los próximos días sería acallar los comentarios y reunir el apoyo del partido en torno a su asediado líder.

 (*)Peter Baker es corresponsal en la Casa Blanca del New York Times

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Milei o la búsqueda del paraíso neoliberal

El presidente argentino, Javier Milei, intenta destruir el Estado, o al menos una parte de éste, a la vez que procura atraer inversiones a la usanza de las dos últimas décadas del Siglo XX. Conversamos al respecto con Reymi Ferreira.

Milei o la búsqueda del paraíso neoliberal

Por Pablo Deheza

/ 23 de junio de 2024 / 06:13

El punto sobre la i

El presidente de Argentina, Javier Milei, por lo visto, está en una cruzada que busca desmontar al Estado, algo que ya fue previamente embanderado por el neoliberalismo emergido a finales de la década de 1980, con el denominado Consenso de Washington de por medio.

En aquellos años, tras la caída del muro de Berlín, se expandieron e impusieron las ideas del canon neoliberal en América Latina y en el mundo. Era la concreción fáctica de la idea expresada por Francis Fukuyama de que la humanidad había alcanzado el fin de la historia, con la democracia liberal y su forma de capitalismo como el punto cúlmine de la evolución de la especia. Fue también el inicio del momento unipolar estadounidense.

Neoliberalismo

Las medidas impulsadas por el Consenso de Washington consistían básicamente en la estabilización macroeconómica mediante el uso de medidas de shock, la liberalización del comercio abriendo los países a la inversión del capital transnacional y la reducción del Estado.

En conjunto, estas medidas impulsaron una serie de privatizaciones en América Latina, donde diversas empresas estatales acabaron siendo vendidas a precios irrisorios a inversores extranjeros. Este tipo de adquisiciones se dieron en todos los países de la región, sin excepción.

En Bolivia se desmanteló Yacimientos Petrolíferos Fiscales Bolivianos (YPFB), se privatizó Entel, Ende y el Lloyd Aéreo Boliviano, entre otras empresas más.

En América Latina este camino tuvo una primera puesta en cuestión con las crisis de México, en 1994, y que fue seguida a finales del decenio por las de Brasil y Argentina. Sumándose a las turbulencias financieras, se dio también la quiebra de Enron, en diciembre de 2001, lo que acabó por cimentar las dudas sobre la idea de entregar empresas nacionales a capitales transnacionales.

En este marco, un conjunto de gobierno de corte de izquierda nacionalista llegó al poder en América latina al despuntar el nuevo siglo, siendo Hugo Chávez, en Venezuela, el primero en anunciar el rompimiento con los preceptos del orden neoliberal.

A la postre, todo este ciclo del neoliberalismo voló por los aires en el mundo con la caída del mercado inmobiliario en los Estados Unidos en 2007, lo que fue seguido además por el estallido de la burbuja de los bonos subprime al año siguiente. La crisis financiera de 2008 puso en evidencia los riesgos y peligros de dejar a los actores económicos sueltos a su libre albedrío, sin control de los Estados. Esto, para más, sucedió en pleno corazón financiero de Occidente: Nueva York. Las olas sísmicas de este hecho continúan impactando en la economía global hasta el día de hoy y que se hacen evidentes en la desconfianza en las instituciones, el crecimiento de la deuda, el incremento de las desigualdades y la precariedad laboral.

Volviendo a Argentina, después de años de gobierno del kirchnerismo, en diciembre de 2015 llegó al poder Mauricio Macri. Su gobierno fue uno de claro corte neoliberal, de ruptura con esa izquierda nacionalista y que, de algún modo, tenía sus referentes en el orden de las dos últimas décadas del Siglo XX. Los resultados no fueron buenos y como consecuencia, en diciembre de 2019, fue elegido como presidente Alberto Fernández, representante del kirchnerismo.

La crisis económica en Argentina no logró resolverse en el periodo de gobierno de Fernández, por el contrario, la inflación continuó incrementándose. Frente al descontento social se dio la emergencia del libertario Javier Milei, cuyo ascenso no paró hasta la victoria que obtuvo en segunda vuelta en noviembre del año pasado y que le permite hoy ser el primer mandatario del país rioplatense.

A partir de lo que argumenta, para el actual presidente argentino los problemas con el neoliberalismo no están en sus propias contradicciones como modelo, sino en que quienes lo intentaron aplicar con anterioridad lo hicieron de manera incompleta, sin llevar las cosas con la radicalidad necesaria.

“Amo ser el topo dentro del Estado, yo soy el que destruye el Estado desde adentro”, dijo Milei en una entrevista reciente. Agregó que “es como estar infiltrado en las filas enemigas. La reforma del Estado la tiene que hacer alguien que odie el Estado y yo odio tanto al Estado que estoy dispuesto a soportar todo este tipo de mentiras, calumnias, injurias, tanto sobre mi persona como mis seres más queridos, que son mi hermana y mis perros y mis padres, con tal de destruir al Estado”.

Ahora bien, más allá de lo económico, el Gobierno de Milei impulsa también una agenda internacional en la que se muestra próximo a Estados Unidos e incluso la Organización del Tratado del Atlántico Norte (Otan). Esto le ha llevado a incluso a tomar partido por Ucrania y hablar de enviar apoyo militar, lo que al final fue descartado.

Conversamos sobre estos hechos y sus posibles consecuencias con el abogado, exministro de Defensa y exrector de la Universidad Autónoma Gabriel René Moreno, Reymi Ferreira. El destacado intelectual cruceño tiene una mirada de mundo que le permite comprender y sopesar las acciones que se vienen dando desde el país vecino.

Libertarismo

Empezamos el diálogo preguntándole sobre cómo percibe la gestión de Milei. “Es un gobierno más que neoliberal. Está orientado a una posición que es libertaria. Es mucho más radical en su planteamiento que el neoliberalismo clásico del Consenso de Washington o de las teorías de Milton Friedman o de Friedrich Hayek. El libertarismo es una posición que está incluso más a la derecha que el ala más radical del neoliberalismo. Es parte de una concepción ultraliberal que se ubica incluso más a la derecha que las posiciones de Nayib Bukele, Jair Bolsonaro o el propio Donald Trump”, afirma Ferreira.

Así, se puede entender que la forma en que se manifiesta este radicalismo incrementado gira en torno a la voluntad de anular al Estado. Al respecto, el exministro precisa que “en realidad, lo que Milei está destruyendo es la responsabilidad o la competencia social del Estado, porque el Estado coercitivo, el que garantiza la ley, la empresa privada, las normas duras, más bien eso no. Esa es la contradicción. Fortalece el Estado coercitivo, el que garantiza la propiedad privada y los derechos del más fuerte. Lo que está haciendo es ir socavando y eliminando al Estado social. Las funciones sociales de educación y salud se están minando, porque evidentemente no hay interés por ellas. Es lo que pasaba, por ejemplo, en la época del liberalismo en Bolivia. Antes de la Revolución de 1952 se pedía menos Estado, pero el Estado era útil para las masacres en Catavi o en Huanuni. Ahí sí el Estado era importante y tenía que ser fuerte. Es un Estado fuerte en la parte militar, en la parte defensa, en la parte de represión, en la parte de la garantía del poder de los poderosos y un Estado débil o ineficiente, si fuera posible, en las obligaciones de tipo social, que también cumple el Estado”.

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Pero, ¿es realmente algo novedoso lo que plantea Milei? ¿Acaso no vivió ya cosas similares Argentina con el menemismo y más recientemente con Mauricio Macri en la presidencia? Ferreira precisa que “aunque en los hechos no es tan diferente, en la medida en que no hay planes que sean muy distintos, en el programa a mediano plazo tiende a ser más radical. La receta de Macri la está siguiendo, de endeudamiento, rifa de la soberanía financiera, entrega a los organismos internacionales, liberalización en todo lo posible. Eso también lo hizo Macri y, es más, endeudó a la Argentina por cien años. Lo que se plantea hacer Milei y lo que está haciendo es lo mismo, pero a mediano plazo, de acuerdo a las distintas leyes que están presentando, quieren avanzar más allá. Milei tiene un plan más ambicioso”.

Geopolítica

El presidente argentino viene realizando una serie de viajes a Estados Unidos y Europa, buscando atraer inversiones. Estuvo reunido con Elon Musk y Mark Zuckerberg. Habló de generar un hub de inteligencia artificial en su país, entre otras cosas. Lo cierto es que, más allá de la cobertura de prensa, en los hechos no hay avances concretos, por lo menos hasta ahora.

Si en la década de 1990 era válido decir que aligerar las reglas para la inversión extranjera iba a significar la llegada de nuevos capitales, la situación no parece repetirse actualmente de manera mecánica, con un mundo convulsionado por las guerras en Europa del Este y Oriente Medio, la conformación de nuevos bloques económicos y con una estanflación global al acecho.

Para peor, los encadenamientos productivos están siendo instrumentalizados en la disputa económica entre Estados Unidos y China, afectando prácticamente a todos los sectores. Por esta razón, la potencia norteamericana impulsa políticas de nearshoring, acercando a países que le son próximos las líneas de producción que venían funcionando en Asia. Argentina está lejos en el mapa para algo así.

 (*)Pablo Deheza es editor de Animal Político

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