Voces

Saturday 29 Jun 2024 | Actualizado a 09:09 AM

Bandera boliviana mancillada

/ 8 de enero de 2016 / 07:14

El jueves pasado un buque cargado con 13 toneladas de droga fue interceptado por la Fuerza Naval de Turquía cerca de las costas de Libia. En septiembre de 2015 otro navío que transportaba armas con destino a Libia fue abordado en el Mediterráneo por patrullas griegas. En abril de 2012 un buque iraní fue acusado de violar las sanciones internacionales al transportar petróleo sirio rumbo a Singapur.

Estos tres buques tenían algo en común: infringieron las normas internacionales mientras navegaban con bandera boliviana. Y no son los únicos: según el Registro Internacional Boliviano de Buques, de los 39 navíos que navegaron los mares entre 2008 y 2010 portando el estandarte nacional, el 20% fue detenido por alguna irregularidad. Y hace una década este porcentaje bordeaba el 56%.

Ante esta larga lista de irregularidades cometidas bajo el amparo de la insignia nacional, el Ministro de Defensa anunció que se van a endurecer los requisitos para otorgar autorizaciones a buques para que puedan navegar con el estandarte del país. Se trata sin duda de una importante medida, que ojalá se materialice, de manera efectiva, cuanto antes. Pues cada vez que ocurren hechos como los que aquí se comenta la bandera boliviana queda mancillada, y por ende, todo el pueblo boliviano, afrenta que no se puede tolerar.

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Barclays PLC y las políticas de Bolivia

Franklin Tintaya Vela

/ 29 de junio de 2024 / 03:22

La publicación efectuada por Barclays PLC, uno de los holdings financieros más sobresalientes a nivel internacional, destaca la promulgación de la Ley del Oro por parte del Gobierno y recomienda invertir en los bonos soberanos emitidos (bonos en dólares), enfatizando que dicho aspecto estabiliza las Reservas Internacionales Netas (RIN) como factor clave e importante.

Al respecto, se debe tomar en cuenta que esta evaluación “positiva” por parte de Barclays es un reconocimiento de las políticas económicas implementadas por las autoridades del país, enfocadas en los pilares constitucionales y en el marco del Modelo Económico Social Comunitario Productivo. La recomendación de comprar bonos resalta no solo la gestión efectiva en la estabilización de las RIN, sino también el impacto positivo de la Ley del Oro, diseñada para fortalecer las reservas mediante la compra y certificación del metal conforme a procedimientos establecidos por el Banco Central de Bolivia, en el marco de la política monetaria, resaltando la buena coordinación que se tiene junto a las políticas financieras a cargo de las otras entidades del Ejecutivo.

Es reconfortante saber que una entidad financiera que opera a nivel global como Barclays, valora y respalda las medidas adoptadas por Bolivia para asegurar su estabilidad económica. Este criterio emitido por la citada entidad, desde todo punto de vista debe dar confianza a las instituciones financieras, así como en todos sus otros mercados que forman parte del sistema financiero boliviano, aspecto que hace ver que se puede potencialmente atraer inversiones internacionales, lo cual es determinante para el desarrollo económico sostenido del Estado.

Por otra parte, la mención de que las políticas proactivas efectuadas por el Gobierno,  a través del BCB, están empezando a dar resultados tangibles, como se evidencia en la estabilización de las reservas desde septiembre de 2023, que subraya un progreso significativo, lo que significaría que se estaría marchando en la dirección correcta, y demuestra un enfoque estratégico y responsable hacia la gestión económica nacional, que es esencial para mantener la confianza de los mercados financieros nacionales e internacionales.

Por tanto, la valoración positiva y la recomendación de Barclays no solo valida las políticas económicas de Bolivia, sino que también sugiere un reconocimiento a nivel regional e internacional de los esfuerzos por fortalecer la estabilidad económica y mejorar las reservas internacionales. Este respaldo puede abrir nuevas oportunidades para nuestro país en los mercados financieros globales, promoviendo así un crecimiento económico más robusto y sostenible a largo plazo.

Es importante reconocer que toda política proactiva también requiere de un proceso paulatino, razón por la que el tema de la inyección de los dólares aún está en progreso, de la mano de las 10 medidas implantadas por el Gobierno; a pesar del contexto donde opinadores económicos generan inseguridad en la población, se evidencia que el Gobierno está tomando decisiones en pro del bienestar de la población.

Franklin Tintaya Vela es auditor financiero y abogado.

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Consecuencias

/ 29 de junio de 2024 / 03:18

Las señales se van acumulando y son cada día más grandes. La política está muy enferma, mientras la autoridad democrática se deteriora, monstruos de todo pelaje emergen del vacío. La sorpresiva y absurda insubordinación de una facción militar el miércoles, con todas sus inconsistencias y misterios, es una nueva muestra del gran desorden en el que parecemos haber entrado. 

A tono con este tiempo de fugacidades y emociones desatadas, todo fue rápido, grotesco, tragicómico, ultramediático, con toques de frivolidad y al mismo tiempo inquietante sobre el estado de la nación. Lo que vino después fue lo usual: una dirigencia empeñada en sus peleas pequeñas, medios y redes navegando entre la superficialidad, la ignorancia y la manipulación, todos con una notable incapacidad para entender lo que pasó y particularmente sus consecuencias.

Hay que comprender, por ejemplo, que el corazón del actual problema político no es tanto la acumulación del poder en pocas manos, sino su fragmentación e informalización al ritmo del derrumbe de la gobernabilidad hegemónica que brindó estabilidad al país por 20 años y la increíble erosión de la autoridad democrática y el control estatal al que nos conducen los errores del Gobierno y la pugna en el bloque oficialista.

Estamos ante un gobierno debilitado pero que se resiste a aceptar sus males y hacer algo realista para enfrentarlos. Mientras, se engaña a sí mismo con operaciones mediáticas que duran un tuit, ocurrencias varias, buenas ideas mal ejecutadas y que parece creer que su alianza frágil e instrumental con algunos operadores judiciales es suficiente para gobernar.

De hecho, en estos agitados días está malgastando una nueva oportunidad para dar un golpe de timón, realizando un profundo ajuste en su funcionamiento interno y buscando un acuerdo político mínimo que genere condiciones para llegar en calma a las elecciones de 2025. El rechazo generalizado de la dirigencia al esperpento del miércoles podía haber sido un paso de todos los actores hacia la sensatez.

Porque, la asonada de los pachajchos no parece haber sido una broma o una falsedad, como algunos tontos suponen porque no vieron muertos y mayores desgastes en la institucionalidad. Al contrario, muestra algo más problemático: en el vacío que se extiende, diversos grupos, con intereses particulares e incluso delincuenciales, se están reforzando, están infiltrando partes del Estado y, lo más grave, empiezan a actuar con mayor autonomía de los actores políticos y gubernamentales.

Por eso, no fue una insubordinación por ideología o fruto de una articulación de actores sociopolíticos en pugna por el sentido del Estado, sino una acción de una facción de forajidos defendiendo grotescamente no sé qué bajos intereses. Lo terrible, por tanto, es que semejante cosa y con esos protagonistas haya llegado hasta donde llegó.

Persistir en esa vía es la puerta al desorden crónico y a la intervención en el corazón del estado de poderes facticos informales e irregulares. La degradación de la casta judicial, representada por los autoprorrogados, es otra expresión de estos desajustes. Al inicio, quizás esos actores eran funcionales al poder político de turno, pero, en tiempos de crisis, se están desatando, transaccionando aún con la política, pero dándose cuenta que hay aún más poder a su disposición.

Por tanto, no subestimemos el actual escenario, todas estas son nuevas patologías que nos acompañaran por un largo tiempo. Son además la faceta oscura de una gran transformación del poder en Bolivia que ya es inevitable. El problema es que la política democrática y sus actuales actores no parecen darse cuenta de nada de esto, embebidos en su soberbia y mediocridad.

Por lo pronto, hay urgencia para contribuir en lo que sea necesario para que el gobierno de Arce complete su mandato constitucional y las elecciones del próximo año se realicen en condiciones razonables. Pero no nos equivoquemos, la tarea futura será inmensa, se trata de reinventar una gobernabilidad que refleje una nueva distribución del poder, lo que implica pactar, pero también restablecer autoridad estatal. No es tarde, pero ya no es tiempo de ingenuidades.

Armando Ortuño Yáñez es investigador social.

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El General no tuvo con quién golpear

/ 29 de junio de 2024 / 03:16

Los golpistas de 2019, sus colaboracionistas y operadores mediáticos han encontrado en el sacudón del miércoles 26 de junio en la plaza Murillo, el episodio propicio para intentar despercudirse nuevamente de ese sentimiento de culpa con el que se acuestan y se levantan todos los días: “No fue golpe, fue fraude, no fue golpe, fue fraude”, y así hasta el siguiente desvarío. Dicen que el último golpe de Estado producido en Bolivia data de 1980, cuando ha quedado marcado en el sentido común popular que el último golpe de Estado perpetrado en Bolivia es de noviembre de 2019.

El francotirador de Puebla y algunos otros personajillos del circo beat derechoso, teclean y teclean en afanes de explicar y esclarecer, de intentar vanamente imponer sus chapuceras e imprecisas lecturas acerca del adefesio con que cerró su carrera militar el Gral. Juan José Zúñiga, que tiene confundidos a verdes y amarillos, y a quien comparan con el Gral. Williams Kaliman, comandante del Ejército que le pidió la renuncia a Evo Morales ataviado con idéntico traje de combate al que llevaba puesto quien jugaba partidos de básquet con el Presidente del Estado en ambiente de camaradería. 

Lo que no dicen los comparadores de morondanga es que el macho alfa uniformado de hace cinco años se llama Gonzalo Terceros, entonces comandante de la Fuerza Aérea, privado de libertad por los delitos cometidos en la tarea defenestradora de Evo Morales en perfecta coordinación con el mejor amigo de la Embajada de Estados Unidos que tiene la política boliviana: el dos veces derrotado por el masismo, Jorge Tuto Quiroga Ramírez. El francotirador sigue intentando meter gato por liebre desde su ímpetu feisbuquero: ya sabemos que jamás redactará un solo párrafo sobre aquellos asuntos que no encajan en su resentimiento de exembajador de Evo, ahora rabioso antiazul. Lo mismo que Terceros, Zúñiga ha terminado en la cárcel.

La primicia informativa del opositor diario El Deber publicaba a las 22.11 del martes 25 de junio que “el General Zuñiga fue relevado de su cargo como Comandante del Ejército”, según fuentes de la Casa Grande del Pueblo y la Casa Militar. El fundamento del despido se sustentaba en la equivocada decisión del comandante del Ejército de conceder una entrevista televisiva para uno de esos programas nocturnos repletos de bustos parlantes en el que se despachó con dichos relacionados con la política, violando el artículo 122 de la Ley Orgánica de las Fuerzas Armadas: “Los miembros de las Fuerzas Armadas del Servicio Activo, que realicen actividad política partidista, dentro y/o fuera de la Institución pasarán a retiro obligatorio.”

Zúñiga, según la misma nota de El Deber, declaró en dicha entrevista televisiva que “enemigos externos e internos buscan desestabilización y el odio entre bolivianos para apoderarse de los recursos naturales en beneficio de intereses mezquinos y de grupos de poder que responden al caudillismo”. Es probable que con la confianza de ida y vuelta hasta ese momento prevaleciente entre el General y el Capitán General de las Fuerzas Armadas, el ya destituido comandante pensó que con dicha participación confirmaba la simpatía y la aprobación gubernamental de la que gozaba. Le salió el tiro por la culata, que se tradujo en su relevamiento, insisto, según esta versión del principal diario de Santa Cruz que hasta el cierre de esta columna, no ha sido desmentida y que precisó que Zúñiga entregó su despacho la noche del martes. 

Al día siguiente, Zúñiga terminó parapetado comandando un contingente militar y algo más de media docena de tanquetas para estacionar en la puerta del Palacio Quemado buscando asustar al Ejecutivo, que a eso de las tres de la tarde iniciaba una reunión de gabinete. Su propósito pueril era seguir atornillado a la comandancia del Ejército y en lo posible subir el peldaño que le faltaba hacia el Comando en Jefe. Cuando encerrado en la tanqueta junto al vicealmirante Juan Arnez, comandante de la Armada y el Gral. Marcelo Zegarra, comandante de la Fuerza Aérea, comprobó que los supuestos respaldos que había obtenido de sus camaradas no eran tales y que era inevitable la posesión del nuevo Alto Mando militar. A partir de ahí, desesperado y errático, quiso convertir su arremetida intimidadora en un cambio de mando gubernamental, y su carrera como oficial de puesto cuarenta y pico de su promoción había llegado a su fin. Lección de vida: no se debe nombrar a un mediocre por más amigo leal que aparente ser, y menos con licencia para manejar metralletas y potenciales gatillos fáciles.

En su desesperación, Zúñiga, sobre la base de un plan inconsistente, junto a un puñado de delirantes que acataron sus órdenes y unos cuantos civiles extraviados, intentaron lo que era imposible desde el principio: un golpe de Estado sin un mínimo de condiciones para el éxito. Los que juegan a tachar este asunto de autogolpe están jugando a la política barata de siempre. Esto es más simple de lo que parece: Zúñiga traicionó al presidente Arce que confiaba en él. No quería que le quitaran la pelota de básquet con la que se había acostumbrado a jugar en la cancha del colegio La Salle.

Julio Peñaloza Bretel es periodista.

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Joe Biden debe retirarse

Thomas Friedman

/ 29 de junio de 2024 / 03:13

Vi el debate Biden-Trump solo en una habitación de hotel de Lisboa y me hizo llorar. No puedo recordar un momento más desgarrador en la política de la campaña presidencial estadounidense en mi vida, precisamente por lo que reveló: Joe Biden, un buen hombre y un buen presidente, no tiene por qué postularse para la reelección. Y Donald Trump, un hombre malicioso y un presidente mezquino, no ha aprendido nada ni olvidado nada. Es la misma manguera de mentiras que siempre fue, obsesionado con sus quejas, ni mucho menos de lo que se necesitará para que Estados Unidos lidere en el siglo XXI.

La familia Biden y el equipo político deben reunirse rápidamente y tener la conversación más difícil con el presidente, una conversación de amor, claridad y determinación. Para darle a Estados Unidos la mayor posibilidad posible de disuadir la amenaza de Trump en noviembre, el presidente tiene que presentarse y declarar que no se presentará a la reelección y que liberará a todos sus delegados para la Convención Nacional Demócrata.

El Partido Republicano, si sus líderes tuvieran un ápice de integridad, exigiría lo mismo, pero no lo hará, porque no la tienen. Eso hace que sea aún más importante que los demócratas pongan los intereses del país en primer lugar y anuncien que comenzará un proceso público para que diferentes candidatos demócratas compitan por la nominación.

Si la vicepresidenta Kamala Harris quiere competir, debería hacerlo. Pero los votantes merecen un proceso abierto en busca de un candidato presidencial demócrata que pueda unir no solo al partido sino también al país, ofreciendo algo que ninguno de los dos presentes en el escenario de Atlanta hizo el jueves por la noche: una descripción convincente de dónde está el mundo en este momento y una visión convincente de lo que Estados Unidos puede y debe hacer para seguir liderándolo: moral, económica y diplomáticamente.

Porque no estamos en un momento cualquiera de la historia. Nos encontramos en el comienzo de las mayores disrupciones tecnológicas y climáticas de la historia de la humanidad. Estamos en los albores de una revolución de la inteligencia artificial que va a cambiar todo para todos.

Si alguna vez hubo un momento en que el mundo necesitó un Estados Unidos en su mejor momento, liderado por sus mejores, es ahora, porque ahora nos aguardan grandes peligros y oportunidades. Un Biden más joven podría haber sido ese líder, pero el tiempo finalmente lo alcanzó. Y eso quedó dolorosa e ineludiblemente obvio el jueves.

Si corona su presidencia ahora, reconociendo que debido a su edad no está preparado para un segundo mandato, su primer y único mandato será recordado como una de las mejores presidencias de nuestra historia. Nos salvó de un segundo mandato de Trump, y solo por eso merece la Medalla Presidencial de la Libertad, pero también promulgó una legislación importante y crucial para enfrentar las revoluciones climática y tecnológica que ahora se avecinan.

Hasta ahora había estado dispuesto a darle a Biden el beneficio de la duda, porque durante las veces que hablé con él personalmente, me di cuenta de que estaba a la altura de la tarea. Está claro que ya no lo está. Su familia y su personal deben haberlo sabido. Han estado encerrados en Camp David preparándose para este debate trascendental durante días. Si esa es la mejor actuación que pudieron lograr de él, es hora de que mantenga la dignidad que se merece y abandone el escenario al final de este mandato.

Si lo hace, el estadounidense común elogiará a Joe Biden por hacer lo que Donald Trump nunca haría: poner al país por delante de sí mismo. Si insiste en postularse y pierde ante Trump, Biden y su familia (y su personal y los miembros del partido que lo permitieron) no podrán dar la cara. Ellos merecen algo mejor. Estados Unidos necesita algo mejor. El mundo necesita algo mejor.

Thomas L. Friedman es columnista de The New York Times.

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Razones estructurales y normativas

Carlos Villagómez

/ 28 de junio de 2024 / 10:33

El primer documento regulador del crecimiento urbano de La Paz que conozco y conservo se llama Reglamentos de Parcelación y Zonificación, de 1956, proyectado en la Oficina del Plan Regulador de la Municipalidad de La Paz bajo la autoridad del alcalde Juan Luis Gutiérrez Granier. El referido plan fue publicado en doble formato con textos y tres planos de gran formato donde se describen las zonas y sus normas de edificación.

Lea: K’ala Marka

Han pasado casi siete décadas y La Paz ha crecido aceleradamente gracias a su condición de ciudad terciaria —con una oferta múltiple de servicios— para la nueva sede de gobierno. Y, por ese crecimiento, cambiamos la normativa municipal ene veces. Por ejemplo, en las normas de 1956, zonas como la avenida Arce, la Busch, la principal de Obrajes y de Calacoto están con un parámetro de edificación de “vivienda unifamiliar aislada” de solamente dos pisos (Achumani e Irpavi casi no existían). En la actualidad está vigente el llamado LUSU, y en esas avenidas principales de la ciudad se llega a más de 20 pisos. Este dato muestra  que las normativas no se congelan, ni se congelarán en ningún momento histórico y están a merced de las fuerzas vivas del mercado. En economías capitalista/dependientes el mercado libre y abierto del suelo urbano ejerce presiones y cambia los patrones de edificación para un mayor rédito económico, tanto en una choza ilegalmente construida (capitalismo hormiga), como en un emprendimiento inmobiliario que demoliendo toda normativa construye 10 pisos más de la altura permitida (capitalismo salvaje que algunos llaman “progreso”).

En nuestra ciudad reina ese liberalismo constructivo, y son pocas las edificaciones que cumplen la norma. ¿Por qué? Por otra razón estructural de fondo: en dos siglos Bolivia no ha logrado conformar un Estado pleno, sólidamente institucionalizado. No somos un Estado fallido, pero estamos a la zaga. Como vivimos en un Estado desestructurado no estamos formados para cumplir las normas (ejemplos abundan en las carreteras, en el kilómetro cero, y en cualquier esquina). El éxito de las normativas municipales, desde Gutiérrez Granier a la fecha, se logra dentro de un Estado consolidado, fuerte y éticamente responsable.  En un Estado pleno, los gobiernos municipales serán capaces de normar la liberalización mercachifle del suelo urbano, y podrán proyectar las ciudades que soñamos.

Epílogo: Un Estado institucionalmente débil y un liberalismo económicamente voraz, hacen una ecuación extremadamente difícil de enfrentar. Y, por estas razones estructurales, nuestras ciudades —a pesar del esfuerzo de profesionales honestos— se transforman en una confusa distopía urbana.

(*) Carlos Villagómez es arquitecto

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